31.12.07

Año nuevo

Hace un año os deseaba feliz año nuevo y me lo deseaba a mí también.

No sé para vosotros, pero para mí 2007 ha sido un año muy difícil; mucho. Y no sé si ha sido bueno. Pero espero que acabe siéndolo en el futuro, para mí y para todos los que quiero. Eso espero.

Nos deseo suerte, o que al menos no la tengamos mala. Y que del resto seamos capaces, con valentía, cariño e inteligencia, de ocuparnos nosotros. Nosotros que queremos vivir.

Que 2008 sea un buen año para todos. Recibid un afectuoso abrazo.

26.12.07

La realidad es un reflejo nuestro

Tengo la sensación de estar aprendiendo. Creo, puede que ilusamente, que en los últimos meses estoy consiguiendo conocerme mejor a mí mismo y comprender a los demás.

Una de las enseñanzas que más valoro de esta etapa, de las que más me están ayudando a entenderme y entender el comportamiento de los otros (y que, aunque parezca mentira, es una novedad para mí), es hasta qué punto somos nosotros mismos quienes determinamos nuestra realidad; o, mejor dicho, nuestra percepción de ella. Hasta qué punto nuestros propios límites y grandezas empobrecen y enriquecen, respectivamente, nuestra imagen del mundo, de la vida; y, de manera especial, cómo nuestra forma de ser define a los demás.

La decisiva importancia del punto de vista a la hora de mirar alrededor.

(El siguiente paso es meterle mano al punto de vista, claro, y ser capaces de ver por qué es el que es, y qué podemos hacer con él...)

Y hoy me encontrado con que en el Talmud se dice todo esto con muchas menos palabras y mucha más claridad:

No vemos las cosas tal como son, sino tal como somos.

24.12.07

Nochebuena

Levantemos la vista.

Miremos atrás, a nuestro alrededor y adelante.

Cojamos aire.

Tratemos de hacer las cosas bien. Con respeto y cariño hacia los demás y hacia nosotros mismos.

Intentemos vivir.

Feliz Nochebuena a todos.


18.12.07

Captado

Ayer metí a Carlitos en la bañera, me quité la chaqueta y me arrodillé al lado para bañarlo.

De repente, mientras yo cogía el champú y le decía no sé qué a su hermana, él se quedó mirando mi camiseta y empezó a reírse y a aplaudir.

Era la portada del Sgt. Peppers.

13.12.07

Miedos

El número de amenazas que percibimos es proporcional, antes que a cualquier otra cosa (antes incluso que al número de amenazas reales que nos rodean), a nuestra debilidad.

5.12.07

Apocalipsis zombie

Supe de esta novela por entregas ayer gracias a un enlace en Halón disparado, y desde entonces no puedo parar de leerla.

Verán que sin duda podría estar mejor escrita, y que tiene algunas incoherencias y detalles poco creíbles, pero me parece que la historia tiene un planteamiento, a pesar de lo trillado que está el tema, muy original, y que es capaz de mantener la tensión en cada entrada. A mí me ha enganchado completamente. Ayer, cada vez que oía las noticias en Radio 5 esperaba que dieran el último parte informativo sobre la terrible situación mundial.

No sé cómo acaba, ni siquiera si está terminada o aún continúa, pero empieza aquí: Apocalipsis zombie.

29.11.07

Odio a la cinta de correr

Y no porque sufra sobre ella, porque me canse y me aburra. Porque eso está en mi mano cambiarlo o ponerle fin, y sólo yo soy responsable.

Pero que cada vez que el reloj va a completar un minuto y cambiar al siguiente, que cada vez que estoy esperando la consecución de esa meta, con la inyección de ánimo que supone, y los segundos van avanzando, 56, 57, 58, 59... ¡cambie siempre la pantalla y en lugar del tiempo aparezca la (ridícula) distancia que llevo, y yo no obtenga nunca mi pequeña recompensa!, eso, eso lo hace ella.

Y lo hace a propósito, sólo para hundirme.


24.11.07

Hablemos de la televisión

Voy a ser muy tajante. No voy a matizar ni a hablar con cuidado. Un día es un día.

La televisión era un buen invento.

Teóricamente lo era: llevar información a cualquier casa, a cualquier rincón, desde cualquier lugar del mundo; y ofrecer entretenimiento (aunque ahí ya se empezó a torcer la cosa), también en cualquier sitio.

Eso, teóricamente.

En la práctica, en el medio está ya el mal: traslado de la atención de la realidad a una pobre ficción, en un proceso que no exige nada del receptor, que se convierte en algo parecido a un embudo.

Lo cual no sería demasiado importante si se tratase de una actividad esporádica y minoritaria. Sólo que la realidad es la contraria: se le dedica muchísimo tiempo. Son excepcionales las casas en las que la televisión encendida no es una presencia constante, y las personas (peor si son niños) que no pasan al menos una o dos horas cada día delante del televisor. Gente que dice no poder hacer nada por falta de tiempo, ve la tele.

Y el que ve la tele no sólo la ve, sino que, mientras, no hace nada más. La tele absorbe. Y paraliza. Si no la vemos, nos dedicamos a decenas de otras cosas más interesantes y que nos gustan más (ya he dicho que no voy a contemporizar nada).

(Ante esto, suele decirse siempre lo mismo: para desconectar. Y me lo creo. Y no seré yo quien juzgue las razones que cada uno tiene para sentir que lo necesita. Pero eso hace que no pueda evitar relacionar el recurrir habitualmente a la televisión con algo así como arrojar la toalla.)

Y esto, que ya es triste en el caso de un persona sola, es peor cuando se trata de un grupo: gente reunida renuncia a relacionarse, y en lugar de mirarse unos a otros y hablarse (o besarse, o pelearse o qué sé yo, pero vivir), miran fijamente en la misma dirección en silencio y con la mente, en general, apagada. Si uno hace un ejercicio de abstracción y contempla esa imagen desde fuera, como si fuera algo nuevo, resulta casi incomprensible.

Pasemos ahora al contenido.

Es una mierda.

Casi todo. Incluso lo que pretende ser serio (los informativos son pésimos y completamente prescindibles). Claro que por el medio hay excepciones, películas y programas de calidad, sobre todo en los canales de pago, pero nadie dudará que ocupan los últimos puestos en las preferencias.

Pero concretemos más, que a eso venía: los programas de prensa rosa, de cotilleos, de tele-realidad, o todos en los que hay participantes que indefectiblemente esperan abrazados y llorando el veredicto, sobre lo que sea, del abominable público.

No tengo palabras para expresar la opinión que me merecen.

No es necesario recurrir al último ejemplo de desprecio y carencia absoluta de escrúpulos (y al que le sacarán partido, y si no ya lo verán). En todos los casos se ofrece mentira, morbo, escándalo, pornografía sentimental (la más impúdica), histrionismo, estulticia, chabacanería hecha pasar por ingenio, y, en fin, el triunfo de la vulgaridad y la falta de mérito.

Se calumnia, se difama y se irrumpe en vidas privadas sin ningún respeto, llegando a abusar de un modo que incluso cuando lo sufren los sinvergüenzas que viven de eso es difícil de disculpar.

Y en todos ellos se manipulan de la manera más vil y embrutecedora los sentimientos. En algunos casos utilizan a pobres gentes, bien desesperadas, bien atraídas por lo que les parece que es la fama, y les hacen contar sus miserias mientras ellos disimulan (o no) las risas. En otros, cuando todo es un montaje, hacen lo mismo con las otras pobres gentes, las de este lado de la pantalla.

Sus responsables son unos hijos de puta.

Los productores, los responsables de las cadenas, y por supuesto los presentadores (creo que todo empezó con Isabel Gemio, y ahora son decenas, los mamarrachos), lo son. Porque hacen todo lo que acabo de decir.

Y la Administración es culpable.

No parece fácil crear herramientas legales que eviten esas situaciones humillantes, cuando la verdad es que no surjen de comportamientos delictivos (no tengo nada claro que siempre, cualquier foto o imagen que se tome en un lugar público, sea legal y publicable, y me pregunto si eso no admitiría otra regulación más severa, pero en cualquier caso, ¿quién va a impedir que un programa airee las intimidades de un adulto que se presta a ello voluntariamente?). Pero sí es culpable de no educar, de no conseguir que ese espectáculo deje de gustar (ya ven, sin matices). ¡Ay, Educación para la Ciudadanía, espero que estés bien pensada, porque tienes tanto que hacer!

¿Y los telespectadores? Los telespectadores han aceptado como algo justo y lógico que el único criterio sea el económico, y son la razón de ser de la programación. Son los colaboradores necesarios de todo esto.

16.11.07

¿Qué es esto?

Llego, a través del blog Françaises, Français..., a la página web de un tal Roger Ballen, un absoluto desconocido para mí, que lo desconozco todo sobre la fotografía.

Y entro en su galería de imágenes y, dentro de ella, en el apartado Platteland: Images from Rural S. Africa, y me encuentro con el atraso, la pobreza, el abandono y la brutalidad; el horror de la miseria me da una bofetada y me deja tambaleándome.

Y de repente lo que sé de aquel país cambia. Cambia algo tan secundario como mi impresión sobre la recién leída Desgracia, de Coetzee, y cambian mis ideas preconcebidas sobre el apartheid, que se convierte (y las fotos son de gente blanca) en algo todavía más dramático si cabe.

Desde hace tiempo tengo claro que, mucho más que por las distintas interpretaciones y análisis que hacemos de la realidad, nos diferenciamos, y aun nos enfrentamos, porque vemos y vivimos realidades distintas. Opinamos a partir de datos diferentes, cuando no opuestos.

Y esto es así en una misma casa; imagínense si andamos un poco.

Hay que ver, hay que conocer, hay que mirar detrás de todo. Hay pocas cosas que no se acaben explicando, aun con lágrimas en los ojos, aun en su bajeza.


15.11.07

¡A la hoguera con él!

El domingo a las ocho de la tarde entro en una cafetería. Desde lejos le pido un café al camarero y me siento en la única mesa libre. Abro la novela y alzo un momento la vista.

¡Joder!

¿Qué coño pasa? Está todo el bar mirándome, desde todas las mesas. Hasta han vuelto las sillas hacia mí. Me vienen a la cabeza La invasión de los ultracuerpos, Los chicos del maíz, una de esas películas en las que un pueblo guarda un terrible secreto y sus habitantes se unen para acabar con el forastero.

Hasta que me doy cuenta de que estoy sentado en la mesa que hay justo debajo de la televisión y están televisando el Madrid-Dépor.

Pero el alivio dura poco. Miro a la gente. De vez en cuando alguien baja la mirada hacia donde estoy. Creo que resulto raro, y me siento raro. Una señora se fija en mí y le dice algo al marido, que sonríe de medio lado. Empiezo a pensar si mi actitud le molestará a alguien.

Me centro en el libro.

A lo mejor se ve como una provocación. ¡O como un desprecio!

Cuanto más se emocionan con el partido más incómodo y aludido me siento. El Madrid marca el cuarto gol, gritan, varios se levantan, algunos se cabrean, y yo me encojo detrás de la novela.

Cada vez que levanto la vista veo a alguien mirándome.

Remuevo el café con verdadera dedicación.

Vuelvo a levantar la cabeza un par de veces y veo a un tío que me mira con cara de asco.

Al cabo de un rato el hombre que me mira mal se da cuenta de que he sacado una libreta y estoy escribiendo. Viendo su expresión, decido guardarla, no vaya a ser.

Me lo imagino levantándose y acercándose a mi mesa, Qué, a ti no te gusta el fútbol, ¿no?, y una miradita al resto del bar, ¿Qué eres, muy listo, tú?, y un empujoncito al libro, ¿Es poca cosa para ti?, y la primera colleja, y van llegando más y rodean la silla, No, no te levantes, hombre, que el señorito no se levante, faltaría más, dice una señora en voz bien alta, a la concurrencia, ¡Cómo se va a levantar delante de nosotros! ¿Verdad?, dice la muy hija de puta, ¡Pero qué cojones te crees!, ¿eh, gilipollas?, y ya me agarran entre varios...

Miro el reloj, pongo cara de sorpresa, dejo el dinero sobre la mesa y salgo a la calle con la sensación de que treinta pares de ojos se me clavan en la espalda.

13.11.07

Publicidad

Siempre me ha parecido triste la publicidad que parece no tener destinatario. Más triste cuanto más llamativa y alegre quiere ser. Los letreros con detalles ingeniosos, con muñequitos, los carteles con rótulos enmarcados en estrellas doradas y llenos de signos de exclamación, que no se leen, me entristecen. Y me entristecen aun más si en ellos sale gente riéndose, sobre todo familias con niños; sonriéndole fijamente a nadie.

Pero lo que más deprimente me resulta son las banderas de colores ondeando en medio de nada, como en el aparcamiento desierto de un centro comercial cerrado, un día de viento, agitándose solas.


Are Americans Stupid?

¡Por favor, por favor, saquen diez minutos de donde puedan y, si no los conocen, vean estos dos vídeos!:




Que conste que no creo que esto demuestre nada sobre Estados Unidos, y que estoy seguro de que en casi cualquier país (desde luego en España sí) se podrían grabar cosas parecidas. ¡Pero no me digan que no son buenísimos!

[Gracias, prima]

P.D.: ¿Y los que creen que los próximos países a invadir deben ser Italia y Francia?


12.11.07

Jalogüin

Imagínense que un sábado a las ocho de la tarde se cruzan con un Elvis, con su traje blanco con lentejuelas, pantalones de campana y chorreras, su tupé y sus patillas, que lleva en una mano una calabaza hecha monstruo, en la otra una bolsa llena de castañas asadas, y como puede va comiendo bolla de patrón.

Pues era yo.

11.11.07

Mucho más que iconografía

Tal vez pensará usted, don Gonzalo, en su más que probable modestia, que con esto queda claro que mitifico muchas más cosas que la belleza física, pero le aseguro que para mí ha sido un honor, y se lo agradezco sinceramente.


Incluso Jean Seberg acaba no siendo nada

9.11.07

Contrastes

Viernes. Salgo de casa a las siete y veinte de la mañana hacia el trabajo.

De entre los que, eufóricos en su final de noche, me rodean, me llaman la atención un grupo que de una acera a otra le va tirando prendas de ropa a un tío medio en pelotas que me mira muerto de risa, y una pareja abrazada en una esquina, ella con una copa en la mano lánguida, sonrisa y mirada perdidas, y él, delgadillo y concentrado, que justo cuando paso por su lado logra superar unos rebosantes michelines e introducir la mano por la cintura de la minifalda.

7.11.07

Fante, John

John Fante

Acabo de leer Pregúntale al polvo, de Fante. Hace un par de meses leí Espera a la primavera, Bandini, también suyo. Es lo único que he leído de él hasta el momento.

La razón de leer a John Fante no es otra (sospecho que como para mucha más gente) que su condición de escritor favorito de Charles Bukowsky. En palabras de éste,

...cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. (...) He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos.


La primera de las lecturas, que es también su primera novela, me decepcionó algo. Está el tema de las traducciones, claro, creo que insoluble mientras no sea no sólo bilingüe sino un lector consumado con criterio literario propio en (en este caso) inglés (como si no me hubiese llevado tantos años tenerlo en castellano); pero no era sólo eso. Eché en falta esa fuerza que esperaba. Era como si estuviese a punto de estallar pero nunca lo hiciese; así hasta el final del libro.

Pregúntale al polvo, en cambio, ya es otra cosa. Me da la sensación de que entre una y otra novela, a pesar de ser consecutivas, el escritor ha evolucionado mucho. Ha cambiado, por ejemplo, su atrevimiento: se ha desinhibido, ha perdido el miedo a hablar claro. Y me ha gustado mucho más. Me ha gustado bastante, de hecho.

Otras consideraciones aparte, siempre me resulta atractivo encontrarme con el personaje que, en medio de la miseria y con todas las dificultades materiales en contra (¿o será a su favor?), siente la necesidad imperiosa de escribir y lo hace a toda costa, con una pasión que, supongo, está en la base de todo gran escritor. El protagonista del libro, Arturo Bandini, imagino que trasunto del propio Fante, lo vive así. Y es contagioso, es muy contagioso. Y falta hace, y se agradece.

Por otra parte, hay algo curioso en los escenarios del libro. Algo que también se aprecia, por ejemplo, en algunas novelas de Bukowsky. Leyéndolas, se diría que en Estados Unidos no hay (o no había) clase media; o que, si la hay, ni se roza con la pobreza. El ambiente que se muestra es verdaderamente sórdido, y da la sensación además de que esa sordidez no tiene contacto con otra cosa; que no hay nada mejor cerca, que lo bueno está demasiado lejos para siquiera verlo. No sé, ya he dicho alguna vez que la sociedad norteamericana es un misterio para mí.

Se lo recomiendo. Mejor vayan por orden y lean los dos, porque así van a entender mejor a Bandini, pero no es imprescindible.

5.11.07

La personificación de la perdición

Y por quintuplicado.

En eso consiste el meme al que me ha enganchado la japonizada Celia. Y aquí están mis objetos de deseo. Que conste que se trata de eso, de deseo, de atracción carnal, de erotismo. Nada tienen que ver aquí la elegancia, ni la simpatía, ni la personalidad ni por supuesto el intelecto. Aquí sólo cuenta el físico.

La primera, la encarnación (nunca mejor dicho) de mi mujer ideal en lo que a belleza se refiere (¡buf, no sé qué foto elegir, o, más bien, cuál no!):


Monica Bellucci

La segunda (como ven, son mujeres más bien estilizadas, sin curvas, casi andróginas, diría yo...):

Laetitia Casta

Hasta aquí, y aunque una parezca trigueña, las dos responden a mi tipo ideal de mujer, morena, de facciones muy definidas, voluptuosa. Las dos son latinas. Creo que, en comparación, por ejemplo, con las escandinavas, las mujeres mediterráneas feas son más feas pero las guapas, mucho más guapas.

Pero también hay sitio para las rubias, claro. No obstante, más que para las rubias muy rubias, muy del norte, el sitio se lo hago a las rubias a medias. Y, representando a esas mujeres, quizá más dulces que las anteriores, ésta:

Peggy Lipton

La cuarta es distinta: es humana. Sé que a muchos (y sobre todo a muchas) no les gusta, que tiene la boca grande y que en Pretty woman sus piernas no eran suyas (y aun así me enamoré), pero para mí su sonrisa y su mirada son sencillamente maravillosas. La considero, a diferencia de a las anteriores, una mujer normal, pero muy atractiva:

Julia Roberts

Para terminar, y al igual que Celia daba cabida a una perdición hecha carne de su propio sexo, rindo un homenaje al, para mí, hombre más guapo, al rostro perfecto (y que conste que la competencia es dura, pues creo que en el cine ha habido más actores interesantes que mujeres; aunque seguramente antes fuese porque sus papeles lo facilitaban). Si algún día acudo al cirujano plástico, iré con esta foto:

Paul Newman


Nada más. Espero que les haya gustado.

¡Ah, se me olvidaba enlazar a alguien! Pues, si quieren, que recojan el testigo Xavie, Donna, Alexandrós, Miranda y, si se atreve (es para picarlo, porque me parece que apunto demasiado alto, pero lo cierto es que me encantaría que contestase), don Gonzalo.

[Por si acaso hay dudas: los nombres aparecen al poner el cursor sobre las fotos]


1.11.07

Más de la noche

La una menos cinco de la madrugada.

Una chica teñida de rubio y con tacones de aguja, medias de rejilla, minifalda negra de cuero y chaqueta roja también de cuero o lo que sea, todo demasiado pequeño para ella, con una pamela de tela imitando piel de leopardo y los ojos sepultados en sombra de ojos azul y rímel corrido, empuja, como mínimo borracha, una silla de ruedas. Sentado en ella va un chico más joven, en chándal y con la capucha de la sudadera puesta, que se me queda mirando serio.

29.10.07

De noche

Dos gatos duermen sobre el capó de un coche. Dos niños duermen, aunque yo no los oigo, en su habitación. Esa sensación de paz y de descanso casi nunca se encuentra en los adultos, en los que el sueño parece una batalla ganada por la edad, por el deterioro.

Desde la calle miro por una ventana a una azafata que sentada en un sofá ve la tele mientras espera que acabe un congreso en un hotel. La luz encendida del interior y los visillos me hacen invisible. Nunca sabrá que estuve de pie detrás de ella, tan cerca que si no hubiese cristal podría haberle puesto la mano en el hombro. Se mordía las uñas.

Sigo andando, que no es poco.

19.10.07

Se van

Hace un mes y pico fue Tato, de Activando la disidencia, y anteayer Ismael Rozalén. Y lo siento, ya lo creo que lo siento, porque para mí eran, de los blogs que leo, dos de los mejores.

Parece que lo de Tato es definitivo (dentro de lo definitivo que puede ser algo en esta vida), pero creo que la despedida de Ismael obedece a sus actuales circunstancias. Espero que su situación, sea cual sea, mejore; primero por él, obviamente, pero después por mí, para poder seguir visitándolo.

Un abrazo a ambos. Y muchas gracias.

11.10.07

Emilio de Velourís

Después del velatorio vino el entierro.

Algo bueno habrá hecho un hombre cuando sus nietos lloran así por él. Pensé, al verlos, que ojalá a mí me pasara lo mismo dentro de muchos años. Volviendo a lo del sentido de la vida, esto se le parece un poco.

El cariño que vi en su familia hizo (una vez conseguí no prestar atención a la cháchara del ochenta por ciento de los asistentes) que hubiera algo reconfortante en el entierro.

Les contaba cuentos. A los nietos, les contaba cuentos por las noches.

9.10.07

Rezos, rencor y raíces

Ya estaba tardando: ayer fui a un velatorio. Fui a la aldea paterna.

Creo que era la primera vez que asistía al rezo completo del Rosario. Como es costumbre, poco antes de las diez de la noche empieza a llegar gente, de ésa y de las aldeas de alrededor, y el pequeño tanatorio se va llenando de ropa oscura, de caras arrugadas y manos encallecidas. Comienza la oración. Se repiten padrenuestros y avemarías en un murmullo monótono e ininteligible. Se recitan mecánicamente las letanías a un ritmo mareante que se va acelerando. Me acuerdo de los que repiten versos del Corán meciéndose adelante y atrás. Me acuerdo de una escena en un templo de no sé qué película de Indiana Jones; sólo falta que alguien comience a bailar espasmódicamente en el centro o traigan a rastras a una mujer gritando y debatiéndose por soltarse. Pero las miradas no pasan de hoscas y huidizas; demasiado individualistas para el fanatismo. El rezo se acaba y los vecinos se van marchando. Al rato, el hermano del difunto pregunta quién está, quién se ha quedado; lleva la cuenta.

La familia se rompe. Duró mientras no se tocó la tierra. La codicia y la desconfianza (qué habríamos sido, sin la desconfianza) pasan por encima de la sangre. Todo se olvida y nace el rencor, de por vida. Y el rencor se va expandiendo, no basta la amistad, se exige la enemistad común. Nada tan fácil como ver ofensas, y se van tachando personas. Cada vez más soledad en las aldeas. Y miseria.

- Mañá ás catro e media sae un coche. Vai polo Pousadoiro, o Carballal, a Reborica e... o Portorosa.

3.10.07

Chiste

Durante un vuelo, al terminar la comida la azafata va pasando por el pasillo preguntando a los pasajeros si desean tomar una copa. Al llegar a una de las filas, se dirige al hombre que viaja junto a la ventana.

- Pues sí, me tomaría un cubatita de ron, si puede ser.

Se lo sirve y le pregunta al del pasillo, que, aunque ninguno de ellos lo sabe, es Testigo de Jehová.

- ¿Y usted querría una copa de algo, caballero?
- ¡¡Antes prefiero que me rapten y violen las doce rameras de Babilonia!!

El otro hombre, el de la ventanilla, con el vaso a mitad de camino hacia la boca, se detiene, mira al Testigo de Jehová, mira a la azafata y le devuelve la copa.

- Disculpe, señorita, yo también. No sabía que se podía elegir.

2.10.07

Gris

El otro día todo era gris, gris azulado.

Mar y cielo de plomo desde punta Frouxeira

Más que un azul luminoso, es este gris el que me llega más adentro, el que mejor se acomoda a mi ánimo, casi siempre. No hay tristeza en este cielo y este mar; recogimiento, melancolía y ganas de silencio, sí, pero no tristeza.

Hasta las flores me parecían más bonitas con poca luz.

Las flores que resisten el viento

30.9.07

Velocidad

La cantidad de información de la que disponemos y el ritmo frenético al que la recibimos y se renueva, unidos a nuestra escasa capacidad para analizarla y extraer conclusiones fiables y útiles, en mi opinión originan un nivel de desconocimiento generalizado que, aunque no sabría decir si es comparable al de cuando no contábamos con los medios para obtenerla, por ahí le andará; con el agravante de que, mientras en otras épocas los individuos, las sociedades, eran conscientes de sus limitaciones, en la actualidad vivimos la ilusión de creer que sabemos.

Es la desinformación por exceso.

Hasta aquí, lo que yo creo.

Antonio Damasio es el jefe de Neurología de la Universidad de Iowa, y se dedica, parece ser, a estudiar los mecanismos fundamentales de la cognición y las perturbaciones cognitivas y de comportamiento causadas por enfermedades del sistema nervioso central.

Y hace una lectura de la situación actual centrada no ya en si sabemos o no, sino en las implicaciones emocionales que esta avalancha de información tiene para los individuos.

Dice, entre otras cosas, esto, que aunque no sé si es materia en la que su trabajo permita considerarlo una autoridad me parece interesante:

…una de las cosas que está en peligro en una sociedad donde todo sucede de forma tan rápida. Nadie tiene tiempo para pensar sobre las implicaciones de un acto, y se tiene que poder reflexionar. Yo veo muy positivos los ordenadores e internet, son maneras de hacer mejor las cosas, pero debemos tener cuidado con el hecho de que las emociones son procesos lentos…

(…)

…la velocidad de la vida y la cantidad de información disponible están aumentando enormemente, y las personas necesitan -especialmente en relación con las emociones- tener una base en la que sostenerse. La gente necesita relacionarse y comprender qué significan emociones como el miedo, la felicidad, la tristeza respecto a su vida (...). Son cosas fundamentales, especialmente en un mundo donde existe una red de comunicaciones que permite acceder a cualquier sitio muy rápidamente. En internet existe una gran cantidad de información que no está digerida. Verás, cuando había tiempo para pensar y reflexionar era distinto, ahora todo llega demasiado deprisa y en grandes cantidades. Hay que ayudar a la gente a entender el valor de las cosas, a saber relacionar esta información con los aspectos fundamentales de la vida y la muerte…

(Extraído del libro de
E. Punset Cara a cara con la vida, la mente y el universo)


No habla, como ven, de si estamos o no informados, ni de nuestra capacidad para entender el mundo, sino del riesgo de que la velocidad con la que se mueve todo a nuestro alrededor, y que nos vemos obligados a seguir, nos impida dedicarle tiempo a aspectos de nuestra vida fundamentales para comprender qué somos y qué nos ocurre. Fundamentales para vivir.

25.9.07

Tontería ant(rop)ológica

Qué cantidad de horas al día dedicamos a tareas que preferiríamos no hacer (y sin embargo hacemos, no como el personaje literario más citado de la blogosfera).

Esta frase no la dirían ni un chino medio ni ninguno de mis abuelos.

Un pensamiento tan normal es (o al menos eso digo yo sin saber a quién encomendarme) propio y exclusivo de las sociedades desarrolladas, en las que la vida ya no se concibe como una lucha por sobrevivir sino por la felicidad; o, expresado más modestamente, por la satisfacción.

Aquí todavía estamos dando el salto, o acabando de darlo. Sólo las generaciones mayores, a quienes las guerras (la nuestra y las de Europa) hicieron poner de nuevo los pies en la tierra, tienden a ver el sacrificio como algo normal e inevitable. Las nuestras ya no están dispuestas a no llevarse nada más de todo esto. Y las siguientes, las más jóvenes, menos aun.

Eso tiene un precio, por supuesto. Pero siempre lo ha tenido. Tampoco en las legiones romanas había, al final, un solo romano. También allí tuvieron que llegar los bárbaros a hacer el trabajo sucio.

Esto de la decadencia y el desarrollo, de todas formas, me parece algo de lo más cuestionable y relativo. Todo depende de qué midamos, o desde qué distancia. ¿Una sociedad civilizada según ciertos baremos es decadente a la luz de otros? ¿Los individuos más avanzados, más formados, conforman sociedades decadentes? ¿Es la decadencia consecuencia lógica e inevitable del desarrollo, o es en cierto modo lo mismo?

Ya que hablamos del tema, aprovecho para citar a Clemenceau. Ni entro ni salgo en el fondo de la afirmación (francés tenía que ser), pero en cualquier caso la frase me parece genial:

Los Estados Unidos son la única nación que ha pasado de una etapa de barbarie a la de decadencia sin el, en otros casos, habitual período de civilización.


21.9.07

Tres consejos vendo...

Halagado y sorprendidísimo descubro que Freelance me encadena en un meme que pide tres consejos para ser un buen blogger.

Naturalmente, tengo que comenzar diciendo que no lo sé. Que si lo supiera, lo sería. Y no se trata sólo del ejercicio de modestia de rigor: siempre he dicho que personalmente me veo bastante mediocre, pero es que además, atendiendo al criterio que el señor Freelance propone y que es en el que uno piensa inmediatamente, el número de lectores, sin duda lo soy (en dos años y medio he tenido tantos lectores como algún blog famoso en un par de semanas).

Los míos, por tanto, se podrían entender como tres consejos para hacer un blog al gusto de Portorosa.


Preámbulo.

Un buen blog debe cumplir dos premisas básicas obvias, estar bien escrito y decir cosas interesantes. Si no, nada.

Pero decir eso no es dar ningún consejo, claro. Y además no es suficiente: hay blogs con textos brillantes y contenidos interesantísimos que no me gustan. La razón es que aquí no busco ni literatura ni información, para eso ya tengo los libros, las enciclopedias, otros sitios de internet o la prensa. Aquí busco otra cosa:


1. Ofrezca un punto de vista personal.

Es poco probable que usted escriba tan bien o sepa tanto de algo como para ganar en su propio terreno a escritores, estudiosos o periodistas. Buena parte del interés de su blog (y sin duda del fenómeno blog en general) estribará en que usted sea capaz, hable de lo que hable, se dedique a opinar de economía o a describir puestas de sol, de aportar una visión personal.


2. No sea usted plomo.

Varíe. Varíe los temas y el tono que emplea al escribir. No hable siempre de lo mismo. Mezcle asuntos personales con otros de interés general, textos con aspiraciones literarias con anécdotas, hable de sentimientos y al día siguiente de política... En fin, varíe.

Estamos en internet, nadie va a leerle en una butaca junto a la chimenea en una larga tarde lluviosa. No escriba posts interminables, ni demasiado especializados o profundos, ni que sean una sucesión de enlaces cada uno de su padre y de su madre. Que son un coñazo.


3. Sea un buen conversador.

Lo que más agradezco a los blogs son las muchas conversaciones interesantes que me han proporcionado. Razone sus opiniones, escuche las de los demás, sea respetuoso y tolerante, si se tiene que mojar mójese y, en fin, diga cosas inteligentes o, como mínimo, haga caso de la cita al margen y no ponga demasiado énfasis al decir tonterías.


Me gustaría que contestaran a esta misma pregunta, si ellos quieren, Jesús Miramón, de Las cinco estaciones, Mabalot, de Mi cama es una barca, y Rosa, de La donna è mobile.


19.9.07

El Submarino. Escena para tres acodados en barra y dueña de bar

- Yo soy una bestia echando pulsos. Pulsé a Dios, yo.
- Saca de ahí.
- Te pego una ostia que te arranco la cabeza.
- Vamos tomar un vino, joder.
- ¿Tú crees que me darías una ostia, a mí?
- Mira que eres cabrón.
- ¿Qué vais a hacer? ¿Kon-fú?
- Vamos tomar un vino, ¿no?
- Tú eres un maricón.
- Yo soy un maricón, pero refinao.
- ¿Va una ronda a que no me llevas el pulso?
- Tú eres un maricón.
- ¡Una ronda, joder! ¡Ni con las dos manos, fíjate bien!
- Pero refinao.
- Te voy a dar una ostia que te voy a arrancar la cabeza.
- Dámela ya y cállate.
- Eso.
- Bueno, tú no te metas de segundo espada.
- Pero una bestia, ¿eh? Pulsé muchísimo yo.
- Dame las llaves del coche.
- No. Que te vayas a tomar por el culo.
- Dámelas, joder.
- ¿De la furgona? Oh, pero éste se cree que estoy rascao...
- ¡Una bestia! Algo increíble, no sé por qué...
- Yo estoy aquí, tranquilamente, tomándome mi vino...
- ¿Pagas algo?
- No.
- ¿Por?
- Porque no tengo mucho dinero.
- ¿Pero tú qué haces con el dinero?
- A ti qué cojones te importa.
- Este pájaro no cuenta una verdad ni que le caiga un ojo.
- Un funcionario como tú...
- Ni que le caiga un ojo.
- Yo vengo, me tomo el vino, e invito a quien yo quiero, porque tú eres un fantasma.
- Sí, de la ópera.
- Eres como una vieja podre.
- ¿Pero tú te crees? Vamos a ver, atiéndeme una cosa.
- Belén, échale un pulso.
- Tú, con 42 años, como mujer, estás acabada.
- (Está maciza, coño.)
- Qué, a ver, ¿una ronda?
- Ronda, ronda. Ronda está allí, no sé dónde. ¿Dónde está Ronda, tú?
- Siempre estás de gorra.
- ¿Pero tú qué eres, una maricona o qué?
- Maricón eres tú.
- Ése es tonto. Pero bueno, tiene una base de razón.
- ¡Yo pago más caralladas que él!
- Mira, hay que hablar las cosas según sea el diálogo. Haches o bes, a la gente le gusta o no.
- ¿Tú eres de aquí?
- No.
- ¡¿Y luego?!
- Yo viví toda la vida en X. Ahora vivo... donde me coincide.
- ¿Y tú?
- En mi casa.
- Venga, vía.
- ¿Vía qué?
- ¡Vía o te rompo la fregona en la cabeza!
- ¡Pero tú muy intrusa eres, coño!

11.9.07

En una llanura

Después de seguirlo no sé si diez, veinte o treinta años, creo que he dejado mi camino.

Y ahora me veo en el medio de una llanura.

Deambulo por ella, me quedo quieto y miro a mi alrededor. No es una encrucijada; me imagino que de ella parten caminos y supongo que acabaré tomando uno de ellos, pero están tan lejos que aún no se ven. Estoy en mitad de un enorme campo.

Y es donde quiero estar. Ahora no puedo ni quiero avanzar. Quiero estar tranquilo y lo necesito: verlo todo, lo que tengo y lo que me falta, darme cuenta de mi vida, descansar y no elegir ningún camino mientras no me apetezca andar ni sepa a dónde quiero ir.

6.9.07

Con todos ustedes...

- P. no sabe decir tobogán; dice togogán.
- Ya, pero despacio sí que sabe, ¿verdad, P.?
- Sí.
- A ver.
- Despacio.

29.8.07

Vuelta a Vicedo

Algunos de ustedes ya conocen Vicedo.

Isla Coelleira con Vicedo al fondo

Ayer mis hijos fueron por primera vez. La excusa era una comida familiar. Hacía tiempo que no iba, yo, y me apetecía mucho; esperaba que fuese un buen día, y por una vez la realidad superó las expectativas.

Los motivos fueron varios, relacionados casi todos con la familia: que algunos conocieran ayer a mi hijo pequeño (y cayesen rendidos a sus pies...), que mi hija jugase con primos suyos que prácticamente no trata, poder estar con algunas personas a las que aprecio de verdad y apenas veo, etc., etc.

Pero hubo un par de cosas que hicieron de la de ayer la, probablemente, mejor tarde de este difícil verano.

Si leen (o recuerdan) esto verán lo que significa para mí la lancha de mi tío Camilo. Bueno, pues fuimos a dar una vuelta en ella por la ría. Y mi hija venía sentada a mi lado.

Los padres tendemos a intentar que nuestros hijos disfruten de las mismas cosas de las que disfrutábamos de pequeños nosotros. Es lógico, y aunque supongo que con eso en parte lo que buscamos es vivirlas otra vez a través de ellos, me parece que casi siempre obedece a la mejor de las intenciones. Pero no deja de ser un error: por un lado nos lleva a hacer suyo nuestro criterio, en lugar de estar más atentos a lo que ellos nos van dando a entender, y por otro, podemos creer que los niños son más o menos felices dependiendo de lo que su infancia se asemeje o se diferencie de la (tal vez idealizada) nuestra, lo cual es una equivocación, pues de lo único que depende su felicidad es de lo bien que ellos se sientan, no de si encajan o no en el molde que les tenemos preparado.

En cualquier caso, creo que ayer ambas cosas coincidieron, porque cuando mi primo encendió el motor de la lancha mi hija se puso tan contenta que no podía parar de chillar, de reírse, de apretarme el brazo y de gritar ¡Vamos a ir en la lancha! ¡Vamos a ir en la lancha! Y cuando le dejaron llevar el timón repetía a voz en grito, casi histérica, ¡Soy la capitana!

Y yo, por mi parte, que sé que poco más voy a ir en lancha y que ella tampoco va a tener demasiadas oportunidades, me sentí inmensamente afortunado por verla tan entusiasmada, por (sí, claro) verme a mí mismo hace más de treinta años igual de contento, y por haber podido (también, como si fuese algo que yo le debía, algo que yo le debo a mis hijos mientras dependan de mí) darle un momento que, como yo los míos, recordará toda su vida con cariño y alegría (dos horas después, aún no había dejado de gritar y de contarles a todos lo que había hecho).


No acabó ahí la cosa.

A las nueve de la tarde nos fuimos, unos pocos, a esta playa a bañarnos.

O Vidreiro

Llegamos con los niños, que se quedaron vestidos y con los chaquetones puestos jugando en la arena. Como suponíamos (si no son ustedes de aquí no tengan en cuenta este comentario), el agua estaba buenísima. Yo anduve hasta que me llegaba por la cintura; entonces miré atrás y vi a mi hija, miré enfrente y vi esto,

Costa de O Barqueiro a Bares

y me metí del todo y nadé hacia fuera, despacio, despacio, con el pecho a punto de estallar de belleza, de calma, llenándome de aquel instante de felicidad que sabía que recordaría todo lo que me queda de vida.

28.8.07

The King of the Apes

Los gorilas, cuando Tarzán se plantó ante todos y dejó claro que él iba a ser el jefe, también pondrían el grito en el cielo, se llevarían las manos a la cabeza y, a falta de argumentos de peso que oponer a la patente superioridad del advenedizo, dirían que las cosas nunca se habían hecho así, que había unas normas que respetar, una disciplina, que Tarzán sólo quería protagonismo y que estaba demostrando una absoluta falta de lealtad hacia la manada.

Y cuanto más mediocres fuesen y mayores posibilidades de llegar a ser jefes creyesen tener, más gritarían y más golpes en el pecho se darían.

Hago una predicción (total, quién carallo se va a acordar de esto dentro de ocho años), sujeta a la condición de que las zancadillas provenientes de su propio partido no le impidan colocarse en la línea de salida: tras estas elecciones el presidente va a volver a ser Zapatero; dentro de cuatro años, no lo sé, y dentro de ocho, Gallardón.

25.8.07

Una tarde en un centro comercial

Supuesta terraza en el pasillo central de un desesperanzador centro comercial típico. Ella, con el pelo recogido de cualquier manera, lleva unos vaqueros que se han quedado un par de tallas pequeños y un polo manchado de lo que parece papilla, toma una cocacola y mira alrededor sin ver. A su lado su madre le da el potito y el yogur al niño. No le comenta nada, no le pregunta su opinión sobre nada ni le pide permiso para hacer nada. De vez en cuando sentencia con cara de mala leche algo sobre el bebé, y su hija la mira un rato y se queda callada.

Madres jóvenes, solteras de hecho casi siempre, que se ven superadas por la carga de unos hijos que han llegado antes de tiempo, que hacen dejación de sus responsabilidades en unas abuelas que en general ponen al mal tiempo buena cara y aportan la experiencia que falta, pero que a veces venden el favor, cogen las riendas para siempre y asumen toda la autoridad en lo que puede convertirse en un chantaje tácito que hace a sus hijas rehenes de su propia incapacidad. Todos necesitamos algo que pueda al menos pasar por especial. Supongo que ese saberse imprescindibles ayuda a llenar los días.

Chicas que dejan su juventud a medias y tampoco tienen la madurez suficiente para disfrutar de la maternidad, atadas a unos niños que quieren, sí, pero que quieren a pesar de las circunstancias. Ellos han venido antes ser deseados y no encuentran madres adultas y seguras, tranquilas, sino niñas asustadas y frustradas desde muy pronto y padres que han tenido nueve meses para tratar de salir de la adolescencia y no suelen saber qué hacer, aparte de aparecer con algún que otro regalo no muy acertado o jugar media hora (media hora impagable para los niños, media hora que puede ser la mayor alegría del día, y seguramente nadie lo sepa) con ellos en la alfombra, para hacerse después a un lado mientras otra persona les muda los pañales, les da de comer, los baña y les riñe.


22.8.07

La caída del lamarquismo soviético

El biólogo francés Lamarck sostenía que los conocimientos y caracteres adquiridos por los individuos a lo largo de sus vidas eran heredables por las generaciones siguientes. Sus teorías fueron generalmente aceptadas hasta que los trabajos sobre genética de Mendel demostraron que, de heredable, lo adquirido no tenía nada; que tú podías pasarte la vida estirándote la... lengua, y no por eso tu descendencia la iba a tener más larga.

El estalinismo encontró en estas teorías un estupendo apoyo científico a sus pretensiones de transformación de la sociedad, pues parecían justificar la creencia de que los logros conseguidos por el comunismo no tendrían vuelta atrás.

El director de la Academia de Ciencias de la U.R.S.S. durante muchos años fue un tal Lysenko, que era además el principal abanderado del lamarquismo oficial. Pero su preeminencia no pudo sobrevivir a cierto congreso de la Academia:

- Si tuviéramos la constancia de cortar las orejas de las vaquillas cuando nacen, generación tras generación, al cabo de un tiempo las vacas nacerían sin orejas.

- Profesor Lysenko -preguntó tímidamente un joven científico cuyo rastro se ha perdido, desde el fondo de la sala-, ¿de ser cierto que cortando sistemáticamente, generación tras generación, las orejas de las vacas éstas acabarían naciendo sin orejas, cómo se explica que todas las jóvenes de la Unión Soviética sigan naciendo vírgenes?


(Extraído de Cara a cara con la vida,
la mente y el universo
, de E. Punset)

20.8.07

Sentido personal del humor

Acabo de empezar Espera a la primavera, Bandini, de John Fante. Ya era hora de que, considerándome bukowskiómano como me considero, me decidiese a leer a este autor.

En una clase de niños de alrededor de 14 años, la profesora, enfadada, hace levantar a dos de ellos por no prestar atención. Uno se llama Holm:

Nellie se sentó sin saber qué sucedía y los dos muchachos se incorporaron. (...) Tosió Holm mientras, con la cabeza gacha, observaba los caracteres de la marca de su lápiz. Era la primera vez que leía la inscripción y se quedó más bien sorprendido al advertir que no decía más que Fábrica de Lápices Walter.

Bueno, pues a mí esto me hace mucha gracia, qué quieren que les diga.

No sabría explicarles bien por qué, pero creo que tiene que ver con que la situación me parezca completamente real. Y con que, de hecho, yo me reconozca en ese niño, me vea aún ahora, a mis 37 años, distraído con cualquier detalle irrelevante y fuera de lugar, de repente fascinante, en medio de la discusión más tensa o de la situación más solemne.


16.8.07

Lovecraft en Galicia

Ayer, ya tarde, fui a dar un paseo por una zona preciosa, algo apartada. Después de un día de lluvia se había quedado una noche muy tranquila.

Supongo que la traducción es innecesaria:


Esmelle

Volví enseguida al coche y me fui de aquel sitio en el que no se veía un alma.


14.8.07

Astronomía íntima

A mí anteayer las lágrimas no sólo no me impidieron ver las estrellas, sino que lo hicieron posible. Para que luego diga Tagore.

Fui a un buen sitio (una playa bastante apartada, a la que por el norte no le llega luz artificial ninguna), con gente que sabía y nos explicaba lo que veíamos. Sólo estuve hasta la una, pero fue un verdadero espectáculo, precioso.

Tuve además la oportunidad de aprender a identificar alguna constelación (y maravillarme de nuevo de la imaginación de los hombres de otras épocas), alguna estrella suelta e incluso, con unos prismáticos, la galaxia Andrómeda (desasosegante, muy desasosegante). Observamos también Júpiter al telescopio, con sus cuatro lunas, tan pequeñitas ellas (!).

Por cierto, ¿sabían ustedes que hay satélites artificiales que se distinguen a simple vista? Vimos al menos media docena, moviéndose tranquilamente sobre nosotros; uno era la Estación Espacial. Me pareció increíble.

Todo, todo me parece increíble.

De pequeño, cuando me tumbaba de noche a mirar el cielo, llegaba a sentir tal vértigo que muchas veces me tenía que levantar y dejarlo: si no había ruidos que me distrajesen ni nada cerca (árboles, nubes) que entrase en mi campo de visión, si veía estrellas y sólo estrellas, casi llegaba a asimilar que entre ellas y yo no había nada, dejaba de estar en la Tierra y pasaba a sentirme sobre ella. Yo era una persona tumbada con un planeta a la espalda, y así me veía claramente. Es más, en lugar de imaginarme a mí mismo tumbado con la Tierra debajo, me veía de pie, suspendido en el vacío (en un vacío sin fin, además) con la Tierra detrás, como una inmensa y no menos inquietante mochila; y delante, enfrente, tocándome el pecho, la barriga y la cara, TODO EL UNIVERSO.

Si a esa sensación sobrecogedora le sumamos que, en lo que a la astronomía se refiere, ponerme a pensar en tiempos, cantidades y, sobre todo, dimensiones me ha parecido siempre uno de los más seguros caminos a la locura, se explica que para mí aquellos momentos fuesen a la vez apasionantes y terribles.

Una de estas noches despejadas voy a volver yo solo a la playa a ponerme cara a cara, literalmente, con el infinito. A ver cómo he cambiado. Quién sabe si donde antes me sentía amenazado ahora descansaré.

13.8.07

Pedro de Miguel, Peter

El autor de uno de los blogs que tengo enlazados, Letras enredadas, murió ayer por la mañana.

Leía a Pedro de Miguel, unas veces con mayor frecuencia, otras con menos, desde hacía más de un año. Escribía sobre casi cualquier cosa, y lo hacía con sentido común y lucidez.

Lo siento, lo siento mucho. Y envío todo mi cariño a quienes, familia o amigos, más lo querían y más lo echarán de menos.

7.8.07

La mirada que cambia una vida

Hace meses había hablado sobre la mirada de un hijo. Aun a riesgo de ahuyentar a alguno, vuelvo a hacerlo hoy.

Mi hijo, con un año, e incluso todavía mi hija en ciertas situaciones, con cuatro, me miran como nadie me mirará nunca.

Cuando alguien se le acerca, él, antes de reaccionar, siempre, siempre, me busca con la mirada para ver si puede estar tranquilo. Y si ve en mi cara que no hay nada que temer, confía. Soy yo quien le proporciona seguridad, soy, ni más ni menos (y su madre, claro), su referencia mientras va descubriendo el mundo.

Y nunca más me va a pasar algo así.

En nuestra búsqueda de la felicidad, sea ésta lo que sea, cualquier cosa que nos haga sentir que nuestra vida no es sólo otra más supone una gran diferencia, un paso adelante fundamental. Pensar que vivir vale la pena, que incluso para otros vale la pena que vivamos, hace que nuestra vida tenga, casi casi, algo parecido a un sentido.

Por eso nada hay tan valioso como el amor, en el sentido más amplio de la palabra. Queremos que nos quieran: nuestra pareja, nuestros hijos, padres, familia, amigos, e incluso los desconocidos (que algo así será la fama, y por algo así se escribirá). Porque sentirnos queridos nos hace, más que ninguna otra cosa, especiales, nos convierte en excepcionales a los ojos de alguien.

Mis hijos me hacen, más que nada que me haya pasado o me vaya a pasar, una persona única. Jamás voy a volver a ser tan importante para nadie; ni siquiera para ellos.

La consciencia de haber hecho algo bueno, algo valioso, es lo que hace, creo yo, que a casi todos los padres nos parezca que en la vida no hay nada comparable a eso, a ser padres. Y aun encima, eso tan maravilloso que has hecho te quiere, te necesita y confía en ti.

El camino

He tomado la decisión más difícil y dolorosa de mi vida.
A pesar de lo que nos está haciendo sufrir, creo que es la correcta, la mejor para todos nosotros.

18.7.07

Playa

No estamos teniendo un buen verano.

Y tampoco está haciendo muy buen tiempo; o al menos no el comunmente aceptado como bueno ( algo que yo encuentro como mínimo discutible).

El domingo fui a la playa, solo (más, ese día), a una de las más vírgenes de la zona.

Uno llega, aparca, anda un poco y se encuentra con esto:






Se sienta en las dunas, echa un vistazo hacia atrás por encima del hombro,




y después se queda mirando el mar, que es una de las mejores cosas que se pueden hacer.








15.7.07

Los emigrados, de W. G. Sebald

El domingo pasado acabé de leer Los emigrados. Era el segundo libro de Sebald que leía, y aunque me gustó un poco menos que el primero, Austerlitz, me encantó.

Por si no lo saben, Sebald es, o ha sido, o será (porque esto lo dice el tiempo) uno de los más grandes escritores de la segunda mitad del siglo veinte. No digan que no les avisé.

El libro, que no es una novela y que incluye, como es habitual en el autor, unas sugerentes fotografías, está formado por cuatro historias distintas que comparten tono y tema de fondo: la nostalgia.

Y por el medio no dejan de aparecer hombres o niños con cazamariposas, que es lo que más me desconcertó.

Es un libro triste, melancólico, que habla del sentimiento de desarraigo y los consiguientes intentos de encontrar un sitio propio. El sitio, naturalmente, lo conforman el lugar, las personas y lo que uno hace.

La tercera historia, que es la más larga, es para mi gusto la más interesante, además de la más intensa. Su protagonista, un pintor que Sebald conoció en Inglaterra, vive prácticamente autorrecluido en un sórdido rincón de la que aparece descrita como deprimida y deprimente Manchester de la segunda mitad del siglo pasado. Este pintor, de origen alemán, habla del pasado, de la infancia de sus padres y la suya propia, y, cómo no, de su huída del país tras la llegada del nazismo al poder. Porque, naturalmente, los protagonistas son judíos.

A veces parece que el tema de Hitler, del Holocausto, de todo aquello, cansa. Hasta que uno lee con atención a alguien que sepa contar lo que pasó. Entonces se da cuenta de que aún hay mucho de qué hablar, y que cuanto más claramente se haga, mejor. El nazismo no fue un capítulo aislado en nuestra historia, por supuesto, pero ésa es precisamente una razón para insistir en el tema, no para olvidarlo.

Sebald vuelve a tocar una cuestión que a mí me parece muy difícil de asimilar, y que al pueblo judío (como al alemán su papel de entonces) le debe de resultar dolorosísimo aceptar e incluso tratar:


En casa de mis padres no hablaban en mi presencia -o sólo lo hacían por alusiones- de los nuevos tiempos. Crispados nos esforzábamos todos por mantener la aprariencia de normalidad, incluso después de que mi padre fuera obligado a ceder la gerencia de una galería, situada en diagonal enfrente del centro de bellas artes e inaugurada tan sólo un año antes, a un socio ario. (...) y de lo que no podíamos hablar, pues de eso no decíamos palabra. Era así como también gran parte de nuestros parientes guardaron silencio sobre las razones por la que mi abuela Lily Lanzberg se había quitado la vida (...). Únicamente al tío Leo (...) le oí expresarse en ocasiones más abiertamente sobre el llamado estado de cosas, lo que sin embargo casi seimpre era acogido con cierta desaprobación.
(...) dijo el tío como si lo que habia descubierto fuera la prueba decisiva, todo era una falsedad desde el principio.

De la posibilidad de salir de Alemania no se habló ni una sola vez, al menos en mi presencia, ni siquiera cuando los nazis confiscaron en nuestra casa los cuadros, muebles y objetos de valor por ser un bien cultural alemán que no nos correspondía. Tan sólo recuerdo cómo mis padres se molestaron sobre todo por los malos modos con que los mandados de a pie se llenaron los bolsillos de cigarrillos y puros. Tras la Noche de los Cristales Rotos internaron a mi padre en el campo de Dachau. Seis semanas después volvió a casa, bastante más flaco y con el cabello rapado.(...) Aún volvimos, en la primavera de 1939, a esquiar a Lenggries.(...) Poco desués del viaje a Lenggries, mi padre, sobornando al cónsul inglés, consiguió un visado para mí. Mi madre esperaba que pronto ambos me seguirían [no fue así; murieron en un campo de concentración en 1941]. (...) El día 17 de mayo, el día en que mi madre cumplió los cincuenta años, mis padres me llevaron al aeropuerto.

Es la, en los últimos tiempos, discretamente denunciada pasividad de la sociedad judía, que o no vio o no quiso ver cómo, paso a paso y sin apenas disimulos, los dejaban de considerar ciudadanos primero, personas luego, después los convertían en esclavos y finalmente los iban matando ordenada y metódicamente. ¿Qué característica suya hizo que frente a todo eso los episodios de rebeldía fuesen contados, excepcionales? ¿Fue una virtud (altura de miras, incapacidad para concebir tanta maldad, incredulidad) o una debilidad lo que hizo que ese pueblo no muriese luchando, matando? Tal vez estas preguntas estén de más y sean el colmo de la injusticia, porque tal vez nada hicieron porque nada se podía hacer; pero cuesta aceptarlo.

Un libro triste, como les digo. No se dejen engañar por la cita de arriba, pues es mucho más personal e íntimo que un libro sobre antisemitismo. Habla de individuos, de individuos que en mayor o menor medida se sintieron perdidos, que buscaron cobijo con desigual fortuna, y que trataron de sacar adelante su vida, de poder con ella, de vivir.

Como casi todos.

8.7.07

La pérdida del encanto

No sé yo si, contra todo pronóstico, me prometía algo especial en
Deauville, (...) enseguida me di cuenta de que este antaño legendario centro
turístico, como cualquier otro lugar que visitemos hoy en día, da igual en qué
país o en qué continente, se había desfigurado sin remedio y estaba destrozado
por el tráfico, el trajín de los comercios y un afán destructivo que se
propagaba omnímodamente.


W. G. Sebald, Los emigrados


El turismo barato (y esto, que conste, lo dice alguien que si no fuese por esta popularización de los viajes no podría viajar) ha puesto a nuestro alcance prácticamente todos los lugares atractivos del mundo, y con nuestra presencia éstos han dejado de serlo. Da igual, como dice Sebald, lo lejos que nos vayamos.

Por cierto, ¿qué hacen que no leen a Sebald?

3.7.07

Ciencia

Alguna vez hemos hablado, aquí y en otros sitios, de superstición científica.

Yo no digo que no sea mejor esto que achacar las desgracias a la ira de los dioses (sobre todo en los casos en que había que aplacar sus enojos con algún que otro sacrificio), pero mucho me temo que la actitud con que recibimos la información que nos llega y nuestro grado de comprensión de la que manejamos siguen siendo casi los mismos:

Señora: ¡Ay, qué tiempo!, ¿verdad?
Cajera: Sí, parece mentira que estemos en julio.
Señora: A mí me parece que es el cambio climático.
Cajera: ...
Señora: ...
Cajera: ...
Señora: Pues sí, te digo yo a ti que esto es todo del cambio climático.

1.7.07

Spielberg

- ¿Es verdad que viste una peli, hoy?
- Sí, estuve viendo una peli...
- ¿Y de qué era? ¿De un extraterrestre que se hacía amigo de unos niños?
- Sí. Y era muy pequeño, ¿sabes?
- Ah. ¿Y cómo se llamaba?
- Paté.

28.6.07

Marea baja

Hoy, después de la puesta de sol. Sobre mi hombro izquierdo tenía la luna llena. Hacía un poco de frío.




[Nota para interiores y mediterráneos, por si acaso: esto verde que ven en primer plano no es un campo; eso verde son algas, que con la marea alta quedan cubiertas por el mar.]

Memorias de Queens

Dios mío, qué cosa más triste.

Ni un solo motivo de esperanza. Ni un poco de luz, en ningún sitio.



17.6.07

Si la última noche sueñas con nocilla sin hacer muecas

Bajo este ingeniosísimo título se esconde un comentario (que no una crítica, válgame Dios) sobre los tres últimos libros que he leído.

Como muchos de ustedes habrán adivinado, se trata de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, Si te comes un limón sin hacer muecas, de Sergi Pàmies, y La última noche, de James Salter, que he terminado hace unos diez minutos.

El de Pámies y el de Salter son libros de relatos. El de Fdez. Mallo no se sabe muy bien, pero se supone que una novela. Les recomiendo los tres; léanlos.

Nocilla Dream es un libro raro, como podrán leer en absolutamente todas las reseñas escritas sobre él. También podrán leer cosas como que se inspira en el zapeo, que es una yuxtaposición de imágenes sueltas que van configurando varias historias, algunas relacionadas con las demás y otras independientes, entre las que se intercalan otros comentarios, generalmente breves, que no forman parte de ellas pero sí de la idea de la obra. Y eso es, más o menos.

A mí, además de original, me ha parecido muy interesante y muy bien escrita (a pesar de la mala edición, llena de erratas, como la de la tilde de Walter Benjamin en la contraportada, que ahuyentó a Conde-Duque). La verdad es que me ha gustado mucho. Las historias entremezcladas (mosaico, mosaico es otra cosa que también leerán) me parecen muy buenas y mejor contadas. Y en fin, nada, que me parece que Agustín Fernández Mallo escribe muy muy bien. Y sencillo, no sobra casi nada.

Una de las sensaciones dominantes que tenía mientras leía era que el autor debe de ser una persona muy inteligente, además de culta (cultura actualizada, a la última, además). Me llamó la atención la combinación de literatura y ciencia que hay en la novela, supongo que reflejo de la formación de Fernández Mallo.
Otra, era que me habría encantado escribir algo así. Lo cual, aunque uno querría ser escritor y, de entrada, escribir casi cualquier cosa que se venda en una librería, en realidad no es algo que le pase con todo lo que lee; ni siquiera con todo lo que le gusta.

Si te comes un limón sin hacer muecas también me gustó, pero creo que menos (dentro de un mes lo podré confirmar, cuando vea el poso que me queda de cada una).

Es lo malo de escribir relatos, creo yo (hace unos días hablaba Xavie sobre eso, sobre la eterna discusión del mérito y dificultad relativa de escribir relatos y escribir novela), que tienen que ser buenísimos, porque, si no, casi es como si fueran malos: pasan por ti, o tú por ellos, y te quedas como estabas.

Que conste que algunos de los relatos de Pàmies me han parecido magníficos (por citar uno: Brindis). Y también me ha dado la impresión de que debe de ser un tío muy inteligente y también me habría gustado escribir su libro (qué tonterías digo). Pero le veo una pega, y es que parece perseguir siempre el efecto sorpresa, el final rotundo que cierre todo. Y ya sé que eso es algo que se busca al escribir un relato, que no es nada nuevo, pero en mi opinión ese planteamiento conlleva dos riesgos: que los lectores estén, simplemente, cansados de golpes de efecto finales (es mi caso); y que, en la medida en que el autor se juega el relato a esa carta, si el pretendido final redondo no lo es tanto el resultado puede decepcionar.

No obstante, y aunque Sergi Pàmies no sabrá jamás de estas líneas, no quiero ser injusto con esto de los finales: los relatos están muy bien escritos de principio a fin. Hay alguna frase, alguna expresión, algún adjetivo, que para mí sobran, a los que se les ve el truco (y con esto me refiero a eso que hacemos todos los aficionados y que los escritores, cuando son buenos, llegan a desterrar: que se note el esfuerzo, el trabajo, que se note que queremos hacer literatura y escribir bonito), pero me parece que son contadísimas excepciones.

El caso es que tanto Nocilla Dream como Si te comes un limón... han tenido algo de mala suerte conmigo. Sobre todo el segundo. Porque inmediatamente después de acabarlos he leído La última noche, de James Salter (por cierto, tanto éste como el de Fdez. Mallo fueron recomendaciones leídas en Leyendo a la sombra, y el otro no recuerdo en dónde, pero también en un blog: los tiempos están cambiando...). Y me temo que aquí ya estamos hablando de otra cosa.

Los relatos de La última noche me han parecido una maravilla. Duros, tristes, algo desmoralizadores, y maravillosamente escritos.

Y permítanme hacer una comparación, a propósito de lo que decía antes: Salter no busca una mini-historia con principio, desarrollo y, sobre todo, final; Salter se imagina una historia, una historia larga y real, una vida, y nos muestra un trozo. Y en ese trozo, en a lo mejor unos minutos, nos dice todo lo que importa. La vida entera desnuda en un vistazo.

Creo que eso es escribir bien, y quien lo hace un gran escritor.

11.6.07

Galicia, III

El gallego ha sabido adaptarse al cambio de la escalera por el ascensor:

- ¿A qué piso va?
- Dele, dele...

I, II

9.6.07

Negra y sueca

Ya, ya sé que no es una combinación muy común, pero así es la novela que escribe Henning Mankell.

Como les dije, esta temporada no me apetecían lecturas de mucho (ni poco) pensar, y decidí probar con las novelas de Mankell protagonizadas por Kurt Wallander, inspector de policía en la ciudad de Ystad, Escania, suroeste de Suecia, separada de Dinamarca por el estrecho de Øresund. He leído tres: Cortafuegos, La falsa pista y Antes de que hiele, ésta última más centrada ya, en lugar de en Wallander padre, en su hija Linda, también policía.

Digamos que he encontrado lo que buscaba, pero tal vez un poquito peor de como lo esperaba:

En primer lugar, es literatura de evasión, y por tanto no hay que pedirle cosas que se le piden a otros libros; ni falta que hace, porque cumple, como he comprobado yo estos días, su función. Es entretenida, y engancha, que es algo que se agradece mucho. El ambiente de los libros está conseguido, creo yo, y el personaje principal tiene un atractivo accesible y mundano; y a mí ambas cosas me han ayudado a meterme mucho en las historias. Además el escenario no es Nueva York, ni siquiera Estados Unidos, ni el neblinoso Londres, ni los muelles del Sena ni Sicilia, sino Suecia, lo cual, no me negarán, es bastante original y hace todo un poco más interesante, aunque sólo sea porque permite echar un superficial vistazo a la vida y la mentalidad de allí y aprender un poco de geografía.

Voy a dejar a un lado el último de los tres libros, Antes de que hiele, que terminé esta mañana. Lo voy a dejar a un lado porque me ha parecido mucho peor que los otros dos; de hecho, me ha parecido malo de carallo. Creo que sobran unos dos tercios del libro (estoy convencido de que Mankell también lo sabía), rellenos de un batiburrillo de secta religiosa que no aporta nada (salvo páginas), y además me parece que la historia no está nada lograda. Mal.

Los otros, Cortafuegos y La falsa pista, me gustaron más; y quiero creer que representan mejor, por ser anteriores, lo que ha sido toda la ya veterana serie de Wallander. Para ellos vale lo dicho más arriba: son entretenidos, el ambiente está muy conseguido, los personajes son cercanos y atractivos, y las historias enganchan.

Pero, aun así, mientras leía no podía evitar darme cuenta de momentos flojos en el argumento, en las tramas, y de una asombrosa repetición de construcciones, de situaciones, de recursos, que creo que empeoraba bastante el resultado.
Y sobre todo, he tenido un montón de problemas con la traducción. Entiéndanme, ni pretendo ponerme exquisito, ni desde luego sé sueco, pero el caso es que el castellano de las novelas (tanto de las traducidas por dos mujeres suecas como de la tercera, obra de una española) me pareció forzado, muy poco natural, lleno de frases tópicas y construcciones manidas; en mi opinión, incluso sonaba poco español. Creo que cualquier escritor nacional decentillo escribe, en lo que a estilo se refiere, francamente mejor.
Mi duda es si todo era fallo de la traducción, o si es que Mankell escribe en realidad así.

[Y paro ya, porque, ¿saben?, en realidad no tengo interés en hablar de esto, no me apetece escribir ni sobre esto ni sobre casi nada. Otros asuntos, muy importantes para mí, ocupan mi cabeza esta temporada. Y es sobre ellos sobre los que querría y necesitaría hablar. Pero no puede ser.

He pensado en cerrar, al menos temporalmente, el blog, y aunque de momento no lo voy a hacer porque me sigue dando momentos agradables, espero que esta aclaración sirva para disculpar la poca actividad que desde hace un tiempo hay en esta casa.]

30.5.07

De Grote Donor Show: todos un poco más miserables

Desde que tengo este blog muchas veces he pensado en escribir sobre la televisión, pero siempre me he contenido.

Y no es éste un buen momento para hacerlo, seguramente, porque no tengo ningunas ganas de discutir. Cómo se pondrían ustedes si yo les dijese que la tele, el medio, él solito, me parece, en la práctica, intrínsecamente malo. E imagínense si hablásemos de la programación, ese inmenso basurero con algún que otro claro en los sitios más inaccesibles y en el que destacan enormes montones de bazofia de altura proporcional a su nivel de audiencia, con una mención especial para todos los programas ideados, producidos y presentados por hijos de puta y protagonizados por mentecatos considerados dignos de atención precisamente por salir en ellos.

Así que mejor no toquemos el tema.

Pero es que ayer oí en la radio que en Holanda hay un reality show en el que una mujer, enferma terminal a causa de un tumor cerebral, debe elegir cuál de las tres personas con problemas renales que concursan en él será la receptora de uno de sus riñones. Y para ayudarle a decidirse, por supuesto los telespectadores pueden votar mediante sms.

Y a pesar de que ya llevamos bastantes años asistiendo a este tipo de espectáculos, en los que unos hijos de puta (nada, se ve que le he cogido gusto a la expresión) juegan con la vida de una pobre gente, se ríen de sus sentimientos y hacen negocio con ellos mientras ignorantes aburridos de muerte se lo tragan todo, mejor cuanto más morboso, sigo indignándome, incrédulo.

[Añadido el 05.06.07:

Al final, todo resultó ser un montaje que buscaba concienciar a la población holandesa de la importancia de donar órganos. Así que, para mí, muy bien. No sé si habrán conseguido su objetivo, pero desde luego publicidad le han dado al asunto.


Iba a añadir que había servido también para hacernos ver a dónde está llegando, con nuestro beneplácito, la programación televisiva, pero quizá sea demasiado optimista, y el efecto haya sido el contrario: dar a alguna productora una estupenda idea para un programa de éxito.]

22.5.07

El ensordecedor galopar de nuestro caballo

Cuando este blog era un niño, una de las citas que tenía al margen era un proverbio, según Google, chino, y que yo en su día conocí como mongol (origen que me convence, o me gusta, más, dada la importancia del caballo en ese pueblo, cuyos jinetes dormían cabalgando).

La frase, para mí magnífica, es la siguiente:

No confundas, jinete, el galopar de tu caballo con los latidos de tu propio corazón.


Supongo que todo el mundo la entiende, pero hace muchos años un compañero, al leerla, me dijo que nuestro ritmo cardiaco, efectivamente, se adaptaba en algunos casos a ciertos movimientos y vibraciones rítmicas a las que nuestro cuerpo se veía sometido: comprendí que estaba como una cabra y jamás volví a comentarle nada.

Así que por si alguno de ustedes tiene dudas, lo que en mi opinión quiere decir el proverbio es que las circunstancias, en ocasiones, nos hacen creer sinceras, arraigadas y fiables sensaciones y convicciones que no son en realidad más que el resultado de una situación muy concreta. Nos dice la frase que es necesario distinguir lo que nos pertenece, lo que viene dado por nuestra personalidad y forma de ser, de lo circunstancial que se desmoronará ante la primera prueba. Porque cuando esa (por definición) pasajera situación se pase, con ella desaparecerán aquellas certezas, aquellos sentimientos, y nos veremos perdidos.

No se trata de prescindir del y mis circunstancias, sino de saber cuándo algo se debe sólo a ellas.

Y creo que esto, este discernir, es algo que no deberíamos dejar de hacer en toda nuestra vida. Tratar de saber si las señales por las que nos guiamos son, independientemente de si lo que nos aguarda al final del camino que nos hacen seguir resulta bueno o malo, las que debemos tener en cuenta.

Para tener alguna posibilidad de éxito es necesario, por un lado, conocerse bien; y por otro, ser sincero con uno mismo, más de lo que por lo general somos capaces de soportar. De lo contrario, nuestros miedos, nuestra inseguridad, la impaciencia y nuestras debilidades nos harán, no ya no lograr lo que deseamos, ni errar en la dirección en la que buscar, sino, más sencillamente, no saber siquiera qué es lo que queremos encontrar.

15.5.07

Cine de humor: El séptimo sello

Ayer vi El séptimo sello, de Ingmar Bergman.

La veía por primera vez (para que me crean cuando les digo que yo, de cine, ni idea), y lo hice en la sede de la Fundación Caixa Galicia de mi ciudad, dentro de un ciclo de cine llamado Xogando co tempo [Jugando con el tiempo]. La programación de esta fundación no está nada mal, y se ha constituido en uno de los dos pilares de la mortecina vida cultural local.

Me gustó. Tanto el fondo como su estética me gustaron bastante; o mucho.

Pero estas proyecciones, como corresponde a la labor de una fundación cultural, son gratuitas, y eso tiene terribles consecuencias:

Da igual que se trate de una película sueca, un concierto de música sacra, una orquesta sinfónica, una conferencia sobre política internacional o una compañía de mimos; si es gratis, todo se llena de señoras. Pero no de cualquier tipo de señora, sino de señoras de setenta años aburridas. Aburridas cuando deciden ir, y en general todavía más cuando ya están allí.

No me malinterpreten. Bienvenidos todos los ciclos gratuitos de cine, o de teatro, o de lo que sea que las saquen de las garras de Yo soy Bea y el mundo rosa. O de las más temibles de la soledad. Ayer muchas de esas señoras disfrutaron, y vieron otra cosa, seguro que aprendieron algo, que Bergman, hablándoles del más allá y la fe, les hizo pensar de un modo ligeramente diferente.

Suelen ir en grupitos, y su buena disposición inicial va sucumbiendo a lo largo del acto. Y conforme va disminuyendo su interés va aumentando el ruido que hacen. Se revuelven en el asiento, abren el bolso para buscar, por ejemplo, un tiquet del que se acaban de acordar, se abanican (golpeándose el pecho, siempre llevando el abanico hasta el pecho, clac clac clac) y comen caramelos, comen caramelos compulsivamente (o tal vez se limiten a desenvolverlos, uno tras otro, porque no les puede dar tiempo a chupar a ese ritmo). Y finalmente empiezan a hablar. Yo detrás tenía a dos:

- Mira qué gorro. Qué raro.
- ¡Ay, qué cara, qué horror!
- Y qué mono, el niño.
- Aun les han de hacer algo, ya verás... [Cuando entraban en el bosque]
- La van a crucificar. [Mientras hacían la pira donde quemar a la chica acusada de brujería]

Pero lo pasan muy bien. Ayer, por lo menos, lo pasaron genial con la película. Se morían de risa. Cada vez que el escudero del caballero Blovk, Juan, hablaba, se reían. Y cuando la Muerte le corta el árbol a uno de los juglares, también se rieron; y tras la caída de ese árbol, cuando sube una ardilla al tocón recién cortado, estallaron en una carcajada... No me pregunten por qué. Hasta empecé a sentirme mal, viendo que me estaba perdiendo algo.

Lo cierto es que hubo momentos en que pensé si no disfrutarían ellas mucho más que yo; si su actitud no sería más inteligente que la mía. Desde luego, a la vista de los resultados parecía ser más satisfactoria.

Cuando acabó la película, al levantarnos, oí a mis vecinas:

- Pues estuvo entretenida...

Y ahí se resume Ingmar Bergman, sus dudas, su obsesión por la religión, la muerte y el paso del tiempo.

11.5.07

Abono

- ¿Qué tal por la mañana, en la excursión al bosque?
- Bien.
- ¿Qué hicisteis?
- ¡Plantamos árboles!
- ¡¿Sí?! ¿Y cómo?
- Pues con tierra, y con unas bolitas azules.
- ¿Y qué eran, las bolitas azules?
- Veneno.


30.4.07

Harry en Iwo Jima

Perdónenme el atrevimiento de escribir de cine.


He visto, estos días, las dos películas de Clint Eastwood sobre la batalla de Iwo Jima, Cartas desde Iwo Jima y Banderas de nuestros padres. En cada una de ellas se cuenta lo que allí pasó desde el punto de vista de un bando: desde el japonés en la primera, y en la segunda, desde el americano. Me han gustado bastante.

La de Cartas es sin duda más original, pues los japoneses dejan de ser cañones de ametralladoras saliendo de entre unos matorrales, unos ojillos rasgados de suicida tras unas gafas de piloto, o unos esprinters que corren 10 metros gritando antes de caer abatidos, y se convierten en personas. Siguen siendo japoneses, y como tales tienen costumbres y actitudes japonesas, pero son personas. Y eso es muy importante. De hecho es tan importante, cambia tanto todo, que basta verlos así para que uno desee, por primera vez, que ganen.

La originalidad de Banderas no estriba, desde luego, en lo que cuenta de la isla, a pesar de que está todo muy bien, sino en la historia de la famosa foto y sus protagonistas.



Los tiempos están cambiando, o han cambiado ya, y estas dos películas son un buen ejemplo. Un director de cine norteamericano nos cuenta, por un lado, que los japoneses tenían sentimientos, que algunos tenían miedo, que tenían orgullo, compañerismo, madres y novias. Nos acerca a ellos, y aunque no dejamos de apreciar comportamientos para nosotros extraños, vemos hombres. Por otro, nos muestra que la guerra no sólo pone en evidencia a muchos de los que combaten, sino a otros a miles de kilómetros del frente, y aun a sociedades enteras. Y nos permite ver, de nuevo al acercarnos, que en la guerra hay algunos hombres buenos tratando de sobrevivir y el resto es miseria.



No sé si Cartas desde Iwo Jima refleja bien la mentalidad japonesa, pero si es así, es impresionante la espiritualidad y el sentido del honor (y su corolario, el suicidio como salida digna) que, al menos en ciertas épocas, regían el comportamiento de ese pueblo. Uno se pregunta a qué se deberá, y en qué medida sería algo espontáneo y no, por el contrario, una asfixiante imposición. Debe de ser, en cualquier caso, una cultura fascinante, aquella.

En Banderas de nuestros padres el sentido práctico norteamericano sale bastante mal parado, se muestra hipócrita y carente de escrúpulos. Es el individuo, el buen hombre, el hombre normal que sabe que hay pocos o ningún héroe, el que nos salva, el que nos libra de la vergüenza.



El papel de Watanabe como general al mando de las tropas japonesas y el de Kazunari Ninomiya como soldado me parecieron magníficos. Lo cierto es que me gustó más esa película, la japonesa. El mero hecho de oírles hablando su idioma supone un cambio radical en la impresión que se lleva el espectador, y creo que en el sempiterno debate hispánico sobre las bondades o perjuicios del doblaje en el cine, esta película es un magnífico ejemplo de lo que habitualmente nos perdemos.

Yo se las aconsejo. Como siga así, Eastwood casi va a ser recordado como un director de cine que previamente había trabajado como actor.