24.12.11

Una Nochebuena más

Una Nochebuena más (y van siete), os deseo a todos los que, leyéndome, le dais sentido a este blog, y a los que, comentando, lo hacéis mejor, unas muy felices Navidades, con todo mi cariño.

Besos y abrazos.


23.12.11

Ideas

La validez de una teoría no reside en su originalidad, ni en su atractivo intelectual, ni en la brillantez con la que se formula, aunque todas esas cosas sean de agradecer, sino en su acierto, en que se cumpla.
Yo

Y si no que se lo pregunten al amigo Fukuyama, el del fin de la Historia. Lo clavó, el tío...


22.12.11

En Navidades y el resto del año: los demás

Llego a una entrevista muy interesante y, en cierto modo, especialmente apropiada para estas fechas, vía Jesús (uy, qué nombre más apropiado para estas fechas, también).





Además del tema central, que es la necesidad de los demás, de las buenas relaciones, y sus beneficios sobre nuestra satisfacción personal (y por el contrario, los perjuicios de la soledad), me llama la atención la importancia que le concede a nuestra actitud, y los efectos que le atribuye sobre nuestro estado de ánimo, e incluso, sí, sobre nuestra salud.

19.12.11

Vida exterior

No hace tanto tiempo que viajar, por cerca que fuese, era algo excepcional. Estaba al alcance de pocos, casi nadie necesitaba hacerlo, y desde luego no se había convertido en una forma de ocio popular (los viajes en vacaciones los hacían los ricos y duraban seis meses).

Mi madre le hablaba en el sesenta y muchos a una señora de su aldea de los rascacielos de Nueva York, cuando fue mi padre, y la señora, Carmen, le preguntaba "Pero e iso hai xente que o veu?". Verlos, solo verlos, ya le parecía inaudito; pensar en, por ejemplo, vivir en ellos era inconcebible.

Y eso es comprensible aún ahora, y aquí, donde conviven épocas distintas, pero hay algún caso pasmoso. La bisabuela de M, que vivía en una aldea de este ayuntamiento, a unos dos kilómetros en línea recta de la costa, nunca vio el mar. Nunca llegó tan lejos de su casa, ni quizá tuvo motivos para hacerlo. Su vida nunca rebasó las pequeñas fronteras de su día a día, que eran las de su entorno inmediato. Yo me pregunto si no habría noches de temporal en las que incluso oiría las olas desde la cama, y si se lo imaginaría.

Y el otro día un amigo, R, me comentaba cómo esta historia le había llevado a pensar en otra cosa: había hecho un paralelismo entre el caso de esta mujer y la humanidad, donde el mar sería la vida extraterrestre. Suponía él que tal vez alguna civilización nos estuviese observando, o llegase a estudiarnos dentro de unos cuantos siglos, y comentasen, sin salir de su asombro:

- Fíjate cómo estaban de atrasados en ese planeta, ¡que nunca habían visto a otros seres vivos!
- ¡Qué me dices!
- En serio. ¡Se pensaban que no había más vida, que estaban ellos solos en el Universo!
- Pero cómo es posible; si estaban al lado...
- Ya, pero para ellos esas distancias eran terribles; no eran capaces ni siquiera de salir de su sistema, y de hecho apenas abandonaron su planeta. Se pasaron toda su existencia allí.
- Increíble.


13.12.11

¿Todo o nada?

En la difícil elección entre sostener una posición y ceder, entre la teoría y la práctica, no hay receta. Allá cada cual con el equilibrio al que crea haber llegado.

Sé que, por un lado, todos creemos en ciertas verdades irrenunciables por las que estaríamos dispuestos a mucho, e incluso a todo. Por otro, reconozco el valor de las puntas de lanza que no se conformaron ni se conforman, su insustituible papel alertándonos, despertándonos, señalando direcciones, acercándonos lo imposible hasta que deja de serlo; sin ellos, la Historia sería más lenta.

Pero aun así, cada vez me cansa más el todo o nada, el desprecio de los logros parciales; me parece preferible avanzar un poco a quedarme parado muy digno. Y hablo de ideas y opiniones, claro, pero también de trabajo, de relaciones personales y de nuestros planes y proyectos.

Comprendo que se le pueden poner muchas objeciones a esto. Que se puede hablar de medias tintas, de claudicación, de falta de valor, de tibieza. Y que en muchos casos será con razón. Pero, qué quieren, en la postura contraria, por cada caso de entereza y honestidad intelectual veo dos de simple cerrilidad, cuando no de fanatismo.

¿Adoptar esa actitud presuntamente conciliadora supone en la práctica allanar el terreno a quien no pretende sino aprovecharse de nuestra buena intención? ¿Supone, al final, perder? No lo sé; ni sabría decir tampoco cuál de las dos posturas lleva más daño acumulado a sus espaldas.

Pero si en lugar de pensar en términos políticos o sociales traslado la pregunta al ámbito personal, apenas tengo dudas: la capacidad de ceder, la flexibilidad, la búsqueda de soluciones intermedias, los esfuerzos por comprender al distinto y, en fin, la prudencia de cuestionar las propias seguridades, casi (casi) siempre son la opción adecuada.


7.12.11

Obreros de derechas

Bueno, el título es un poco de marketing.

Hablar de ser de derechas o de izquierdas parece estar un poco demodé (1), pero yo creo que aún significa algo, y que por tanto todavía resultan unas etiquetas útiles.

Por ejemplo, a la hora de ver cómo entiende uno la economía y cuáles son sus prioridades o, digamos, sus asunciones básicas de partida.

Y dado que considero que la derecha defiende, en ese aspecto, los intereses de quienes tienen más dinero, yo también me he hecho a menudo la nada original pregunta de por qué tanta gente humilde, tantos asalariados, tantos parados, son (hayan llegado ellos a esa conclusión por sí mismos o mediante bombardeo mediático, es igual) de derechas.

Y, ojo, no me refiero a la extrema derecha, porque en ese caso la explicación me parece más fácil (y más terrible); me refiero al apoyo a la derecha normal.

Una posible explicación, claro, es que yo estoy equivocado y la gente en cambio en lo cierto cuando dice que la derecha es su mejor opción.

Sin embargo, es curioso pero creo que el que tiene razón soy yo y que ahí hay una contradicción; y por eso buscaba una explicación.

Normalmente se me ocurrían dos cosas:

a) La extendida convicción de que la derecha es la que entiende de dinero, y que por tanto es la que tiene que gestionarlo. Que las ideas de los otros estarían muy bien en un mundo mejor, pero que hay que ser práctico, dejarse de teorías (y de tonterías) y centrarse en lo que importa.

b) Un deseo de orden, relacionado con la seguridad ciudadana, con la inmigración, con cierta idea de quiénes merecen y quiénes no el apoyo del estado, con la añoranza de las cosas como toda la vida, con cierta inseguridad ante los cambios, con el miedo a los bárbaros, etc., e incluso con un perfil de gobierno fuerte, resolutivo, capaz de dar un puñetazo encima de la mesa (recuerden el caso "Alacrana" y los comentarios y comparaciones que suscitó). Esta segunda razón es la que, en situaciones críticas, llevaría también al auge de la extrema derecha.
c) Ah, bueno, y en España una tercera, todavía visible en las generaciones mayores: la idea, arraigada por la educación recibida durante décadas, de que la derecha es lo respetable y lo moralmente correcto, y la izquierda es mala.


Una amiga, con más querencia que yo por la política y más versada en las teorías del viejo Karl, lo explica a partir de una conciencia de clase, que en el caso de la clase media-baja consistiría en un deseo de formar parte de otra.

Y ahora que he retomado la lectura del libro de Hobsbawm que adorna este blog desde hace meses, me he encontrado con esta explicación:

...[a partir de la década de los setenta] varios acontecimientos significativos dilataron las grietas surgidas entre los distintos sectores de la clase obrera (...). Los situados en los niveles superiores de la clase obrera -la mano de obra cualificada y empleada en tareas de supervisión- se ajustaron más fácilmente a la era moderna de producción (...) y su posición era tal, que en realidad podían beneficiarse del mercado libre, aun cuando sus hermanos menos favorecidos perdiesen terreno.
(...)
La vieja división victoriana entre los "respetables" y los "indeseables"resurgió, tal vez en una nueva forma más agria, porque en los días gloriosos de la expansión económica global, cuando el pleno empleo parecía satisfacer las necesidades materiales de la mayoría de los trabajadores, las prestaciones de la seguridad social se habían incrementado hasta niveles generosos que, en los nuevos días de demanda masiva de subsidios, parecía como si le permitiesen a una legión de "indeseables" vivir mucho mejor de los "susbsidios" que los pobres "residuales" victorianos, y mucho mejor, en opinión de los hacendosos contribuyentes, de lo que tenían derecho.
Así pues, los trabajadores cualificados y respetables se convirtieron, acaso por primera vez, en partidarios potenciales de la derecha política.

Con algunas variaciones, entre las que yo destacaría la irrupción masiva de la inmigración como elemento nuevo y diferenciado dentro de esa clase baja indeseable, o incluso como última clase despreciada (en cualquier caso, como alquien que no se merece nada de lo que le den), yo creo que esos sentimientos se dan entre nosotros, a nuestro alrededor.


(1) ¡Por cierto, aprobé el examen de francés del otro día!


5.12.11

Vicedo, Oliva y mi paciencia

Carlos me preguntó esta semana cuándo íbamos a ir a Vicedo. Ya habían pasado dos meses desde la última vez. Y volvimos. Paula, el viernes, de camino, me contó que se había levantado súper contenta al acordarse.

Fue solo un día y medio, no hizo buen tiempo y estuvimos bastante en casa, pero aun así estuvo muy bien. Ellos están siempre contentos en casa; incluso Carlos me decía, el sábado después de comer, "Bueno, nos iremos, ¿no? Que no vamos a venir aquí para no estar nada en casa...". Además, pudimos dar un paseo por el muelle, ir un rato a un parque y comer fuera. Y solo salir a la puerta y mirar el mar ya hace que el viaje valga la pena.


Mi frugal comida
O Barqueiro, enfrente


El sábado por la mañana fuimos al café de siempre. Me encanta que nos saluden; y sobre todo con la alegría con la que lo hace Oliva. Tomamos algo, jugué al Gordo para comprarme nuestra casa, y estuve más de media hora hablando con ella: de cómo le salen los calamares, de cómo se hace el bonito y de los hijos. Para mí fue un verdadero placer.

El único elemento disonante, como de costumbre, lo puse yo, que me enfadé demasiado con ellos, por tonterías y sin razón.

Paciencia: ¿por qué no tendré más paciencia, en las distancias cortas?


Hay muchas formas de ir a la playa