El hombre de al lado
Tienen ustedes que ver esta película, El hombre de al lado. Otra argentina.
Me la recomendó ayer mi hermano pequeño, y ayer la vi. Y me gustó muchísimo.
Voy a trata de hablarles de ella sin destripársela.
Un diseñador (de muebles, o algo así) famoso, prestigioso y rico vive con su mujer y su hija en La Plata, en la única casa de Le Corbusier en Sudamérica. Una mañana lo despiertan unos golpes, que resultan provenir de la casa de al lado, donde su vecino, que está haciendo reformas, ha decidido abrir una nueva ventana, que da justo a su vivienda. El diseñador, Leonardo, y su mujer, consideran aquello inadmisible por razones tanto de intimidad familiar como de estética. La película trata de sus intentos de conseguir que Víctor, el vecino, con un perfil social, económico y cultural casi opuesto al suyo, abandone su idea y cierre el hueco que ha abierto.
Ya está; del argumento no les cuento más.
Lo bueno, lo fascinante de la película, es cómo muestra a los protagonistas. En particular, cómo describe la vida de Leonardo, sus relaciones, su mundo laboral, su familia, su matrimonio y su carácter. Su vida, como era de esperar, se ve tan vacía como glamourosa, tan superficial como intelectual la pretende él, mera fachada; profesionalmente está crispado y no tiene el aprecio sincero de nadie de los que deberían respetarlo; familiarmente... su hija no le habla, él no sabe nada de ella, y su mujer es, como él, una persona ruín, que además lo maneja (por supuesto, no se quieren). Nada de esto es demasiado nuevo, y se ha contado en muchas películas, pero aquí se cuenta muy bien: se ve. Me gustaron especialmente las imágenes del matrimonio en la cama, dormidos o despertándose de noche, en una cama de todo menos apetecible, tomadas desde muy cerca, asfixiantes.
El vecino es un hombre rudo, sin gusto y vulgar: para ellos, un cavernícola, que les da miedo.
Porque, desde mi punto de vista, la película trata sobre todo del miedo. Leonardo y su mujer dan múltiples razones para su rechazo a la ventana, pero en el fondo lo que tienen es miedo. Miedo a ese desconocido que no se guía por sus códigos, que no es de los suyos, al que no saben tratar, y que con su mera presencia, con acercárseles un paso, provoca un verdadero derrumbe y pone de manifiesto una fragilidad, una vulnerabilidad, absolutas. Leonardo es, en igualdad de condiciones (es decir, cuando no puede abusar), un pusilánime. Pero no es solo un problema suyo; toda su vida parece resquebrajarse.
Porque por dentro está hueca, claro.
Víctor, la otra cara de la moneda, es, de entrada, sospechoso. Tiene todo para serlo. Se verá que tiene mucho que enseñarles, también. Pero no le darán la oportunidad. No son capaces.
Miedo. Miedos. Qué síntoma.
(P.S.: Gracias, Charli)