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5.5.20

Pararse a vivir

Pararse a vivir


Una tarde de hace treinta años, en una cafetería de Pontevedra le estuve explicando a un compañero de carrera, durante más de una hora, que yo no entendía otra forma de vivir la vida que pensándola.



SE LO EXPLICABA a él y seguramente me lo explicaba también a mí mismo por primera vez. Que el pensamiento estaba antes, durante y después de la acción, de cualquier vivencia. Sigo creyéndolo, aunque probablemente entonces lo expresase mal. Pensar, dicho así sin más, parece una habitación muy fría para meter en ella la vida entera.

En dos viajes seguidos del tren me ha tocado la misma película, Este niño necesita aire fresco, que cuenta la infancia de un famoso (allí) cómico alemán, Hape Kerkeling. La película no está mal, y al final, el protagonista, que ha sufrido la muerte de su madre, a la que estaba muy unido, hace una última reflexión que puede parecer un poco mística, pero no lo es: dice que él es su madre, y su abuela y su abuelo, y sus tías y los niños, y su caballo, y las amapolas del borde del camino, y el cielo y —y esto es precioso— la dirección en que de pequeño empujaba su madre su cochecito; y aclara que eso es así porque está despierto, porque vive despierto.

También mi amigo Jesús Miramón suele dar vueltas, en su delicioso blog Las Cinco Estaciones, al hecho de vivir dándose cuenta. Dándose cuenta de todo, o de todo lo que somos capaces de abarcar: lo que somos, lo que hacemos, dónde estamos y hacia dónde parecemos ir, lo que podemos y lo que nos puede, qué y quién nos importa, y por qué, y si ese porqué tiene tanto sentido como creemos.
Hace un par de semanas decidí no leer ficción hasta que hubiese terminado con varios libros de texto y ensayos que quiero casi estudiar. Para darles un empujón, porque, si no, siempre encuentro una lectura mejor. Y he estado así diez días. Ha sido horrible. La sensación era de no tener refugio: mirase a donde mirase, solo veía esfuerzo.
Así que este viernes cogí por fin un libro que me apetecía, y lo acabé en un par de tardes. ¡Qué placer, leer por placer! Se trataba de La mujer singular y la ciudad, la continuación de Apegos feroces, de la escritora estadounidense y neoyorkina Vivian Gornick. Se lo compré a Marta en la madrileña librería Méndez porque la primera parte nos había gustado mucho y el librero, Alberto, me comentó que esta era igual o mejor. Y estoy de acuerdo. Me ha encantado. Es un librito corto, reflexivo, introspectivo, que habla de crisis, e incluso de crisis crónicas, y de conflictos vitales —vitales tanto por su importancia como por su duración—; pero lo hace sin demasiada angustia, con una actitud lo suficientemente lúcida, inteligente, curiosa y —dentro de su rebeldía— conformista, como para hallar casi siempre, en medio de la incertidumbre, de la culpa, la rabia y el dolor, algo de consuelo. Consuelo que en su caso procede de la personalidad y el ambiente de su amada ciudad, de la cultura sinceramente apreciada y disfrutada y, sobre todo, de la amistad.

Y es en los breves y agudos retratos de esas amistades y relaciones amorosas, en el recuerdo de algunas conversaciones escogidas que para ella hacen de faros, de hitos en el continuo de la vida, y en las descripciones de sus paseos urbanos, de sus encuentros casuales y de los diálogos entre desconocidos que oye al pasar, donde la autora habla una y otra vez, ella también, de vivir conscientemente. No sé si utiliza explícitamente esa expresión, pero es eso lo que quiere decir. Mira y escucha alrededor con atención, y lo piensa, y lo siente y lo relaciona con ella misma y con todo lo que sabe. Descubre y ordena su escenario, y busca acomodo en él. Trata de vivir lo que tiene y lo que es.

Pensar la vida, vivir despierto, darse cuenta, ser consciente. A veces supone pagar un precio: preocupación, una sensación mayor de responsabilidad, puede que cierto desánimo, más dudas. Otras, nos salva de algunos miedos y de la confusión que nos va quedando si nos dejamos arrastrar por la corriente. Y, siempre, alarga nuestro tiempo y ensancha nuestro horizonte, y hace que más momentos del día sean más interesantes.

La vida, no sé si la hace más real. Ni más feliz: la felicidad es incontrolable y  poco atiende a razones. El caso es que llega un momento en que vivir de otra manera  no tiene sentido, ya. Que es lo que yo pretendía explicarle a mi amigo aquella tarde en la plaza de la Herrería, cuando éramos jóvenes y estábamos decidiendo cómo queríamos ser.


Enlace al artículo, en Táboa Redonda: /gl/opinion/portorosa/pararse-a-vivir/20200218102405073781.html

1.6.19

49

Hoy he cumplido 49 años.

Ha sido un buen día. Al levantarme todos me han felicitado y, antes de desayunar, me han dado los regalos. Muchos. Luego he pasado la mañana solo (he conocido a una chica de Gales que estaba leyendo mi misma novela, “La hija de Robert Post”, de Stella Gibbons, y he tomado un café con ella), he recogido a los niños y hemos comido con mis padres. Por la tarde hemos alternado entre casa y el centro, a gusto, hasta que hemos salido los cinco a cenar. Al volver, hemos visto un par de capítulos de “The Office” y nos hemos ido a la cama. Ahora todos duermen. Yo tengo calor.

Entre quienes me han felicitado a lo largo del día, es increíble la cantidad de gente que llegó a mi vida a través de este blog, que no tiene mi edad pero pasa de 14.

Ha sido un buen día. Me acuesto contento; con la situación general y con el momento. Miro alrededor y me encuentro bien, miro adelante y me noto confiado y bastante optimista, y miro atrás (tan importante para mí, siempre) y me siento contento y, en general (en general), satisfecho. Podía ir mejor, pero no va mal la vida. No va mal.

Me acuesto. Mañana será otro día.

Besos y abrazos.

9.5.19

Eusebio

[Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda del domingo 21 de abril de 2019]




Eusebio




SON LAS SIETE menos cuarto de la mañana y estoy en algún punto de la Meseta. A un lado del tren comienza a amanecer; al otro, en lugar de una horda de tártaros como a Miguel Strogoff, o una manada de lobos como a Jonathan Harker, nos sigue una luna llena enorme que de vez en cuando ilumina un grupo de árboles y una casa en medio del campo. Mientras tanto, a quinientos kilómetros de allí, en la costa lucense, un hombre llamado Eusebio, al que no he visto en mi vida, está a punto de levantarse de la cama.

En los tiempos en que mi blog era algo más que un lugar donde almacenar estas columnas, en ocasiones tuve comentarios elogiosos de algún visitante; generalmente en el transcurso de aquellos largos intercambios de opiniones que de tanto me valieron y tanta compañía me hicieron durante unos años. Y también ahora, desde que escribo aquí, a veces algún amigo me dice que un artículo le ha gustado. Pero nada más, lógicamente. Por eso lo que me ocurrió ayer de noche me resulta tan extraordinario.

Cuando me metía en mi litera recibí un correo de un desconocido. Un desconocido que me escribía solo para decirme cuánto le gustaban mis artículos, comentaba varios de ellos y me animaba -preocupado por mis dudas- a escribir, a seguir escribiendo. Y me aseguraba que siempre tendría al menos un lector. Me costó creérmelo, y apagué la luz pensando si no sería todo una broma. Incluso he hecho un par de llamadas para descartarlo.


Confíen en mí, créanme si les digo que, aunque lo parezca, no se lo cuento por vanidad, sino porque verdaderamente me impactó. Como ya expliqué hace poco aquí, los elogios dejan un sabor de boca raro, porque uno no se los puede creer; y porque los elogios que necesitamos son los propios, y esos se venden muy caros. Pero esto era otra cosa. Lo extraordinario de este caso es que un hombre me contaba que se acuesta los sábados pensando en el Táboa del día siguiente, que los domingos a media mañana, con ganas de leerlo, se sienta en su jardín con su gata rondando alrededor, y que disfruta con lo que yo escribo. Eusebio, un hombre que no conozco, en Foz, en un banco de una terraza que da a un jardín que nunca he visto, me lee. Le dedica un rato a mi artículo, presta atención a lo que a mí se me ocurrió unos días antes, y lo hace con interés y placer. Y le suele gustar. Y a lo mejor luego se queda pensando.

Imaginar esa situación, saber que eso le ocurre al menos a una persona en un lugar, es sin duda lo más parecido a descubrir que esto tiene sentido.


* * *


 Artículo íntegro publicado en el página web del suplemento Táboa Redonda del 21.04.2019.


27.5.18

Escala

[Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda del domingo 27.05.18]

Escala



"Un día te metes en una discusión cualquiera en la red. Podías haber pasado por allí sin decir nada, pero al final decides dejar un comentario, que resulta desencadenar una conversación tensa que acaba siendo desagradable. Y, aunque ni siquiera conoces a tu interlocutor, como eres tonto y quieres tener razón y que el otro te la dé, te quedas mal. Un par de días mal, jodido por eso pero más aun por permitir que te afecte.

Después te sucede algo parecido, pero en el trabajo. Discutes con un compañero y no logras evitar que se vaya enfadado. Y, como siempre has tenido la necesidad de que los demás te consideren, antes que nada, buena persona, te disgustas. Una semana, durante la que quieres arreglarlo y piensas cómo. Y lo de internet se te olvida.

Pero también eso se te olvida cuando una mañana te comunican que sí. Que te vas. O, mejor dicho, que el momento de decidir ha llegado y las alternativas se han ido reduciendo hasta que no te queda más que lo que suponías. Te vas a ir. Te vas a ir a vivir a Madrid. Tú. En Madrid, no aquí. Y de repente, lo que solo era una teoría, un escenario sobre el que imaginar situaciones, deja de serlo y se convierte en una realidad que ya, ya, ha aparecido allá lejos y no ha tardado ni un minuto en comenzar a crecer hacia ti. Y que ahora, desde aquí, parece llena de despedidas, de soledad y de distancia.

Y claro, el disgusto aquel no recuerdas ni por qué era.

Y entonces, cuando parece que no hay sitio en tu cabeza para nada más, suena el teléfono. A tu hijo le pasa algo y tienes que ir. No es nada, un pie que no puede apoyar, una visita (la enésima) a Urgencias y listo. Él incluso está encantado, porque le has conseguido unas muletas y va a aparecer con ellas en clase, y va a ser guay. Pero en ese momento, en esa media tarde esperando a que te digan que repose y hasta la próxima, te da tiempo a pensar muchas cosas. No quieres, no debes, no tiene sentido dejarse llevar cuando sabes de sobra que puedes estar tranquilo. Pero aun así, a veces lo observas sentado a tu lado mirando alrededor, mirándote, y de reojo ves, durante una fracción de segundo, pasar por detrás de ti una sombra inmensa. Y sientes un escalofrío de terror tan inconcebible que todo tu cuerpo se tensa, se cierra, se crispa, casi histérico, y te aparta inmediatamente de allí. Y le das la mano, con cuidado de no apretarle mucho, y le sonríes otra vez y le señalas un cartel en la pared, con una foto de una ciudad cualquiera que no sabes si es Madrid, y te da igual."
 
* * *
 

31.12.17

Feliz 2018

Os deseo una feliz Nochevieja (esa palabra me suena siempre, siempre, a mi madre) y un feliz año nuevo. Sin saber en realidad en qué consiste exactamente eso; supongo que en que esté libre de desgracias, al menos, y lo demás quede en nuestras manos.

Que así sea y sepamos aprovecharlo.


Publicado en el suplemento Táboa Redonda del día de Fin de Año de 2017

Estar bien es bueno


"No sé dónde leí, hace ya mucho, una frase que suena a autoayuda pero me parece de una utilidad y una clarividencia extraordinarias: “Lo mejor que puedes hacer por los demás es ser feliz”.

La referencia que tengo de ella es que es india, pero si la busco en la red me sale mi propio blog como primera fuente. A ese punto hemos llegado. En cualquier caso, me parece útil y profunda, mucho más de lo que su tono Mr. Wonderful puede hacer pensar a primera vista.

Ser feliz como un modo de hacer el bien. Una idea casi totalmente opuesta a una parte fundamental del mensaje tradicional cristiano -católico y no católico-, dominado durante siglos por el elogio del sufrimiento como consecuencia merecida del pecado, y la consiguiente condena del placer y la alegría, sospechosos y lastrados por la culpa. Un mensaje que preconizaba ese sufrimiento como único camino de virtud, única actitud conducente a la recompensa eterna; y que le quitó al sacrificio su condición de precio que en ocasiones hemos de pagar, para convertirlo en un fin en sí mismo. Había algo malo en el hecho de estar bien, algo que temer de la fortuna. De ahí que lo que debíamos hacer fuese sacrificarnos y renunciar. Pues tanto nuestra propia salvación como el bienestar del prójimo venían de la mano de las penas y las privaciones.

Y no sonrían con altanería intelectual, porque esto les incumbe también a ustedes. Si no por sus convicciones personales, por las de sus familias; y si no por lo que se creía en sus casas, sí por la sociedad y la cultura en que les ha tocado vivir, que por mucho que hayan cambiado tienen profundas raíces. ¿O me van a decir que no relacionan de ningún modo, en el fondo de su subconsciente, la búsqueda de la satisfacción con el egoísmo?

Pero resulta que no sé si un hindú o un poeta persa –me sonaba Omar Jayam- dijo que no. Que estar bien era bueno. Que ser feliz es estupendo. Y que además lo es también para los otros, para todos. Que es fantástico para quienes nos quieren; más, cuanto más cerca están.

Es verdad que luego queda aclarar qué es estar bien, qué es la felicidad. Tras la simplicidad caben mil interpretaciones complicadas -el terreno de la paternidad es especialmente fecundo en ellas-. Pero, aun así, brilla en la frase una idea positiva de búsqueda y aceptación de lo bueno; una idea de que quien nos quiere desea nuestro bien; la idea rompedora de que contentos somos mejores personas. Y me parece un soplo de aire fresco. Y un alivio.

Así que ya saben: feliz año nuevo a todos."

* * *

19.11.17

Táboa Redonda: ¿Al Infierno, por favor?

Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 19 de noviembre de 2017


¿Al Infierno, por favor?




"Un gran vacío acaba de ser llenado. Un vacío a la vez existencial y práctico de enorme trascendencia. Y lo ha hecho una amiga mía.

Pónganse en situación: se mueren ustedes y se enfrentan al juicio divino, que arroja un resultado, favorable o no. Y deben, a continuación, dirigirse al lugar que les corresponde: Cielo, Purgatorio o Infierno. Pero, claro, ¿saben llegar? ¿Han estado, acaso, antes? ¿Y si se pierden y acaban donde no es? Alguno se alegraría, pero otros… Es más, cuántas almas estarán penando o disfrutando por error, o tal vez vagan siglo tras siglo preguntando el camino a, por ejemplo, el Anteinfierno.

Pues no se preocupen, que esto ya no será un problema nunca más. Porque mi amiga Calamity acaba de crear la señalética para aclarar de una vez por todas el tema y facilitar las cosas, a partir de ahora, a los muchos visitantes, vivos (los menos) o muertos (los más), que no dejan de pasarse al otro lado. Su “Guía para no perderse en el Más allá” la define y recoge con pelos y señales. No sé cuántos estudiantes de diseño gráfico han necesitado leer a los clásicos, pero ella, para este trabajo, ha repasado a Santo Tomás, Milton, San Agustín de Hipona, Virgilio, Dante y, por supuesto, la Biblia; y revisado la obra de Durero, Botticelli, Ingres, Moebius o Barceló, entre otros. Y eso que al final se limitó al concepto cristiano medieval, ante la imposibilidad de abarcar las muchas y diversas concepciones que las distintas culturas, sin excepción, tienen.

El resultado es un trabajo no solo francamente útil para cualquiera sino delicioso, que nos permite pasear desde el sofá por los distintos niveles del moderno y discutido Purgatorio, bajar pisos del Infierno, conocer al Can Cerbero, acercarnos al embarcadero de Caronte (abierto 24/7, precio dos monedas, reservado el derecho de admisión), visitar el Valle de los Príncipes Remisos,  el Pantano de la Lluvia Eterna, la Puerta de las Furias, ascender a los siete Cielos, al Primer Móvil del Paraíso o incluso al Empíreo. Los lugares de interés, como los puntos de sellado de purificación o de pesado de almas, se señalan. Se advierte de si hay ascensor o solo escaleras, se indican los puntos de información e incluso se alerta de los peligros (castigos sí, pero no por accidente). No faltan tampoco los carteles de Espere su turno, que a veces las almas se apelotonan.

Lo difícil está hecho. Queda ahora instalar las señales, los carteles y las flechas retroiluminadas. Mi duda es quién se ocupará de la adjudicación del contrato. Pero no sé por qué me temo que va a ser cosa del Ángel Caído."

* * *

16.4.17

Táboa Redonda: Poesía cotidiana


Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 16 de abril de 2017


Poesía cotidiana


"Hace siglos, cuando en internet se escribían y leían blogs, cuando yo mismo empecé el mío, conocí muchos que valían la pena. Muchos. Verdaderas joyas llenas de talento que, además, lo demostraban casi a diario. Leí un montón. Algunos duraron poco, otros más pero me cansaron antes. Y bastantes me permitieron disfrutar alguna vez de textos que no tenían nada que envidiar a la buena literatura; supongo que porque lo eran.

De todos ellos, hay uno que jamás me ha cansado. Uno que siempre, sin excepción, en cada una de sus entradas, ha sido un placer leer. Y lo sigue siendo, porque, más de doce años después y a pesar de los cambios de nombre, Jesús Miramón, un funcionario de cincuenta y pico años de un pueblo de Huesca, continúa escribiendo. Fue “Innisfree”, fue “Cuaderno de un hombre de Cromañón”, fue “Cabo de Hornos” y ha sido y es “Las cinco estaciones”. Sitios donde se puede presenciar y compartir el asombro de un hombre por la vida.

Ayer vimos una película de Jim Jarmusch, “Paterson”, que me recordó a Jesús. En ella, el protagonista -Paterson, conductor de autobuses en la ciudad de Paterson, New Jersey-, enamorado de su soñadora mujer y cuya vida sigue una rutina absoluta que parece hacerle feliz, escribe poesía. En el descanso de la comida, por las noches en el sótano de casa o en su asiento del autobús antes de comenzar la jornada, escribe. Sobre la cotidianidad, sobre su amor discreto, sobre las cerillas de punta azul y todas las pequeñas cosas que le asombran. Como Jesús. Porque, como él, es perfectamente consciente de que todo es asombroso, se da cuenta de que estar vivo -mirarse en el espejo, beber un whisky, cocinar para la familia, charlar, pasear junto a un campo de cebada, conducir bajo una tormenta, querer a alguien y que te quieran- es una aventura maravillosa.

Paterson escribe poesía y eso le abre una puerta por la que no sé si entra o sale todo. Una puerta, creo, a un nivel de consciencia superior. O tal vez es esa consciencia la que lo aboca a escribir. Como a Jesús. Personas que se dan cuenta de qué es la vida: “Qué día más normal ha sido este miércoles cinco de abril de dos mil diecisiete. Ha sido tan normal que si tuviera que dejar algún resto arqueológico para los futuros excavadores arqueológicos escogería el día de hoy. Ojalá se dieran cuenta de que los días normales fueron los extraordinarios ladrillos de la felicidad normal de los seres humanos normales”. Que se dan cuenta de que estar vivo es la gran aventura."

* * *



31.12.15

Feliz dos mil dieciséis

Acaba un año.

Ser capaz de no caer en, digamos, un tercio de los errores cometidos en él supondría, seguro, ser y sentirse mucho mejor, si la fortuna no se atraviesa. No estaría mal hacer un repaso, marcarse unos objetivos, aunque fuesen modestos, e intentarlo.

Porque, aunque la astronomía nos recuerde que en realidad hoy no cambia nada, está bien ponerse marcas, símbolos para hacernos la ilusión de que avanzamos con cierto sentido.

Que la fortuna, como decía, no nos sea adversa, y que el resto lo pongamos nosotros.

Empieza otro.

Feliz año nuevo.

24.12.15

Noiteboa

Os deseo una muy feliz Nochebuena. Que la paséis con quien queréis y os sintáis alegres y contentos.


Es la noche entrañable del año: disfrutadla con cariño. 

Besos y abrazos. 


31.12.14

Dos mil quince

Y otro.

Ojalá este año que empieza tengamos un poco más claro qué queremos, y podamos intentar conseguirlo.

Os deseo un año nuevo muy feliz.







28.11.14

Aniversario ficticio del Bremen

El Bremen es un taller literario un poco guadianesco que nació hace unos siete años.

Yo lo conocí hace menos tiempo, y para mí (aparte de que me animó a escribir un poco) fue el segundo gran paso de la conversión del mundo virtual en relaciones de carne y hueso (el primero había sido encontrarme con blogueros tras leernos mutuamente varios años). Y supuso además, y más concretamente, conocer a un grupo de gente en el que di con personas verdaderamente interesantes y con las que surgió fácilmente la amistad. Una amistad atractiva que me ha enseñado cosas nuevas y vidas diferentes.

Cada momento que me he acercado a ellos ha sido muy bueno.

Creo de verdad que ha sido algo importante en mi vida en los últimos años.

Y ahora estoy en un tren, con Marta, rumbo a Madrid. Para celebrar todo eso.




31.5.14

Quarantaquattro

Hoy he cumplido cuarenta y cuatro años.

Estoy bien.

La verdad es que si pienso en todos estos años creo que en general ha sido un buen primer tercio de vida.

Besos y abrazos a todos, y gracias, amigos.





30.1.14

Escribir aquí

Si no escribiese esto, sería la primera vez que en todo un mes no habría ni un post en este blog, desde que lo abrí hace casi nueve años.

Por razones varias (las de siempre, más una mayor dedicación al trabajo y una tesis que ha nacido pero no sabe hacia dónde ir), no tengo tiempo para escribir (¡ni para leer!); y lo cierto es que últimamente tampoco he sentido la necesidad.

Pero el caso es que sigo siendo el mismo, dentro de lo que cabe, y sigo viviendo y mirando desde mi silla. A veces me gusta más mi vida y otras, menos; a veces me gusta mucho lo que veo, y otras, menos. Pero en general, y en el fondo, estoy muy bien.

Espero que ustedes también.

24.12.13

Nochebuena

Queridos amigos y amigas, como cada año, y antes de la noche para mí más entrañable y familiar, os deseo una muy feliz Nochebuena y un feliz día de Navidad.

Nos pueden faltar personas o cosas, o podemos estar pasando un mal momento, pero tenemos algo fundamental: a nosotros mismos, los encargados de vivir.

Que sepamos ser muy felices.

Muchos besos y abrazos.

19.11.13

Un provinciano en Madrid: así fue

Volví. Volvimos.

Vi a Javi (con quien tan bien me siento pasemos el tiempo que pasemos sin vernos), a Cal (la primera, y sigue),  a NáN (a quien presenté al también provinciano Taliesín, que estaba en la capital y me presentó a su vez a la Casta -y culta y amable- Susana), a Róber (tan cariñoso como siempre), a Ernesto (¿por qué no es escritor con todas las de la ley, este hombre?) y a sus respectivas parejas. No pude ver a mis queridos David y Aroa, esta vez, ni a otros del taller (Marina, Juan...).

Estuve con mi hermano pequeño y su novia, ya tan personas y además tan buenas personas.
Estuve con amigos, y aunque coincidimos poco me llevo la sensación de haber conocido de verdad a sus hijos.

Me presenté a mi flamante nueva directora de tesis, ahora que la retomo.

Comprobé una vez más que mi actual trabajo me interesa.

Compré cinco libros, algunos recomendados por ustedes: Brooklyn, de Colm Tóibín, Knockemstiff, de D. Ray Pollock, al fin High Fidelity en inglés, de Hornby, Espíritu festivo, una colección de cuentos de fantasmas de Robertson Davies, y Por si se va la luz, de Lara, a quien tampoco vi. A los niños les compré otros cinco (qué gran librería, Pantha rei, en Hernán Cortés).

Me sentí físicamente agredido, no por la basura, que no me parecía para tanto, sino por el clima mesetario. Pasar años entre ese frío, el metro y las calefacciones madrileñas tiene que pasar factura.

Paseé mucho, y paseamos, y fue un placer. Madrid de visita siempre lo es.

Madrid, la gente que conozco, me hacen sentir muchas ganas de hacer cosas. Y así vuelvo siempre de allí: con ganas. Es el aire fresco. Pero aquí, donde vivo, es donde hay que demostrarlas.


31.12.12

Feliz 2013

Busquen las riendas de su vida. A algunos nos costará localizarlas, y si lo conseguimos necesitaremos desempolvarlas. La mayoría tendrá que pelearse para soltarlas de las manos de quienes las sujetan. Pero háganlo.

Háganlo y atrévanse a llevarlas. Atrévanse (atrevámonos) a vivir. Aunque solo sea para tratar de sacar la cabeza . Es nuestra única oportunidad.

Y mucha suerte.

Muy feliz año nuevo a todos, amigos.


24.12.12

Nochebuena


Para mí, la de hoy es la noche más señalada, más familiar y más emotiva del año. Siempre ha sido el día más importante de las Navidades, en mi familia, la fecha más genuinamente navideña. 
Os deseo, a todos los que venís aquí, que tengáis una Nochebuena llena de alegría y de cariño. Cariño y alegría. Os lo deseo de todo corazón.

Hace siete años escribí esto. Y hoy os lo vuelvo a decir:


Que paséis una noche llena de cariño y alegría.

¡Feliz Nochebuena a todos!

14.12.12

Un provinciano en Madrid: reencuentro

Ya he vuelto.

Para mí, Madrid, la ciudad, es ante todo la sorpresa de la gente, que me tiene tonto dos días; de la cantidad, por supuesto (la primera mañana, en el Metro, pensaba "En este tren hay más gente que en todo Vicedo"), pero también de la variedad y del anonimato general: me siento eso, provinciano. Es sequedad, es pelo sucio, labios secos, piel seca, nariz seca hasta empezarme a sangrar una mañana en clase. Es calefacciones achicharrantes. Es ir con el bolso al revés, con el cierre hacia el cuerpo. Es gastar y gastar.

Pero Madrid es también, como ya he dicho muchas veces, el paraíso del observador, la modernidad, gente que hace cosas distintas, otras profesiones, aire mentalmente fresco.

Madrid puede ser literatura de cerca (además de la comprada: qué maravilla, La Central), hablar con escritoras hasta la una de la madrugada sobre ella.

Madrid ha sido ver amigos y conocer a otra; ha sido el Bremen, tan cariñoso; ha sido la encantadora Lara; ha vuelto a ser mi querida Cal; ha vuelto a ser mi querido Javi; ha sido, como siembre, el gran NáN, y ha sido mis maravillosos anfitriones, Aroa y David.

Ya he vuelto. Y mejor, como esperaba.

5.12.12

La llamada de la urbe

Mi actual trabajo no solo me satisface a diario sino que me brinda la oportunidad, la semana que viene, de ir unos días a la capital. A Madrid.

Donde me encontraré con bastantes amigos que llevo tiempo sin ver, y donde quizá conozca a una amiga. Y donde, por una vez, mis dos talleres literarios virtuales se convertirán en presenciales.

Siempre vuelvo de Madrid con la sensación de haber aireado la mente. Esta vez no lo necesito como otras, pero aun así lo espero.

Además, esta muy bien poder romper el ritmo de vez en cuando. Irse, para volver mejor.