26.10.15

Táboa Redonda: Franzen y lo insuficiente

Hoy les facilito la lectura


Lo que falta

 
‘Las correcciones’, de Jonathan Franzen (emecé), es una obra maestra.
Ahí queda eso.

La novela nos habla de una familia de clase media alta: un matrimonio ya casi anciano y sus tres hijos, con sus respectivas parejas, niños, amistades y buenos trabajos, con dinero, con vidas supuestamente colmadas, materialmente envidiables y comparativamente deseables, y sin embargo desesperados. Todos ellos. A medida que los vamos conociendo y escarbando en sus intimidades, al entrar en sus casas, lo que descubrimos es desolador: su ansiedad, su ambición desbocada y sin norte, sus sentimientos de culpa, su huida hacia delante, su búsqueda angustiada de no se sabe qué, su profunda soledad. Deprimente y, en cierto modo, incomprensible.
Porque no se trata del simple contraste entre posibilidades y satisfacción, no es solamente el consabido el dinero no da la felicidad; sino de algo para mí mucho más desazonador: porque, rompiendo todos mis esquemas, se nos muestra a unas personas no solo pudientes, informadas, formadas, cultas, de mundo y bien relacionadas, sino también inteligentes, con inquietudes intelectuales y compromisos sociales, reflexivas, sensibles, etc., etc... a las que todas esas ventajas y virtudes parecen valerles de bien poco.

Algo parecido a lo que le ocurre al protagonista de ‘Falconer’ (Salamandra), del gran Cheever: un hombre al que le gusta nadar, y que mientras lo hace percibe la sal en su cuerpo y se fija en las piedras del fondo, y al que sin embargo eso no le sirve de nada.
En contra de mi ingenua presunción, unas cualidades que deberían garantizar una forma de ver la vida, que tendrían que llevar emparejadas cierta actitud y determinadas prioridades, a ellos no les dan lo que necesitan. Están hundidos y nada de eso los salva. Todo se queda en la superficie, construyendo capas que solo envuelven un vacío.

Cuando mis hijos no tienen que madrugar casi siempre cenamos viendo una película. Elegimos, nos sentamos con una pizza (que el niño no empieza hasta que en la peli alguien habla por primera vez) y le damos al play. Esa película nocturna en el sofá, hablando de vez en cuando, es uno de los momentos más bonitos, más entrañables y llenos de cariño del día.
Y yo además creo que sirve para ir llenándolos de algo bueno. De algo que les va quedando en el fondo y les servirá (ojalá) si algún día no saben a qué otra cosa agarrarse.


21.10.15

Táboa Redonda: de señoras

Lo bueno de recuperar (y corregir) textos antiguos es que uno ve cómo ha cambiado.
 

11.10.15

Táboa Redonda: mi primera rabieta de divo

En algún momento iba a pasar, y ha sido en el tercer artículo.




Es una pena, porque esa frase me gustaba mucho. Pero bueno, aguantemos el tipo y pongamos buena cara, que es domingo.



5.10.15

Segundo Táboa redonda

He superado la primera prueba, y ya tengo segundo artículo. Casi me hace más ilusión la referencia que hacen a mí en la portada que mi propio texto. Es una nueva dimensión en la vida de Portorosa...


Seguimos en papel hasta para enlazarlo, como ven. Pero unos días después de su publicación el suplemento se puede descargar entero. Aquí les dejo el anterior, por si tienen curiosidad. Yo creo que está bastante bien:



Sigo contento, y con el próximo ya enviado.

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Y aquí está el último: