29.7.15

Vicedo 2015: más días con sus mañanas y sus noches

Los niños tienen una capacidad prácticamente ilimitada para bañarse. Siempre quieren más. Incluso Carlos, al que unas gafas de bucear parecen haberlo hecho inmune al frío. Y si alguna vez están fuera y me ven meterme en el agua, tardan dos segundos en venir y pedirme que juegue con ellos.




Vamos probando playas, además de la nuestra: el Caolín, que es la cala perfecta, turquesa y con el faro blanco al lado; A Brela, nueva para nosotros; Xilloi, con demasiada gente para mi gusto pero donde a veces comemos; Esteiro, tal vez la más bonita, y Bares, creo que mi preferida, y desde la que se ve la isla de A Coelleira.





Precisamente en Bares, anteayer, al bajar entre la vegetación que cubre las dunas, pensando qué lujo es tener acceso a esta naturaleza casi intacta, y ver el pueblo y la costa de enfrente, pensaba una vez más que yo quiero pasar más tiempo aquí. Que me gustaría probar, en algún momento, cómo es vivir aquí. Supongo que, en invierno, terriblemente solitario y aburrido, como dice cualquier vecino; apto solamente para quien busque una época de retiro. Pero juego a imaginarme qué rutina seguiría: cuándo trabajaría (en casa escribiendo, claro, no hay otra opción), cuándo saldría a pasear y al Cacheiro a tomar un café, qué días iría a comer el menú del día y cuáles haría la compra, si sería capaz de meter el mar en mi día a día, con quién charlaría (una parte de mí me dice que integrarme mucho me pesaría, por esto), cuándo haría ejercicio y cómo, cuánto visitaría los demás pueblos, cuándo me permitiría acercarme a Viveiro, etc. 

Mientras tanto, a ver si este invierno somos capaces de venir algo.

Ayer charlamos bastante con Oliva, la del café. Es un encanto de mujer. Por supuesto, los estándares de su negocio no se parecen en nada a lo que ahora se exige; ni falta que hace. Cuánta formación suele hacer falta para conseguir que los profesionales se acerquen remotamente a esa forma de tratar a la gente, que a ella le sale sola y que abre cualquier barrera. Si viviese en Vicedo, ir allí sería una de mis citas diarias, sin duda.

El tiempo es bueno, para estar aquí. Ha habido un par de días con algo de lluvia, que nos ha permitido ir de paseo a Viveiro y al cine (Del revés: bastante divertida y original), y justo hoy ha amanecido fatal. Pero en general las noches han sido agradables y cálidas.




He leído Stoner, de John Williams, comprado con NáN en mi penúltima visita a Madrid. Me ha encantado. Aunque últimamente leo cosas que me están gustando mucho, este ha sido de los mejores de estos meses: la historia de la vida de una persona, capaz de hablar de las nuestras; como suele pasar. Un gran libro, de verdad.

Hace ya días que no estudio, porque es raro que no veamos una película por la noche y nos acostemos antes de las dos, pero madrugamos bastante, para estar de vacaciones. Y casi todos los días bajamos a bañarnos nada más levantarnos. Es seguramente el momento del día más extraordinario, literalmente.


Yo, feliz



23.7.15

Vicedo 2015: días

Hemos ido a pasear a Arealonga con marea baja.



Media ría queda al aire. Como ya les he repetido demasiadas veces, el paisaje es espectacular. De los que, si uno los ve en el cine, se pregunta a qué fin del mundo se habrán tenido que ir para encontrarlo.





La de la derecha es nuestra playa

  
¿Me ven?

Estamos pasando los días solos, sin más contacto que el de la cafetería o el supermercado. Ayer fuimos ya a la librería y todos compramos libro, menos yo, que estaba indeciso.

El otro día fuimos a conocer la playa que tenemos enfrente de casa, Vilela. Resultó otro sitio paradisíaco, aunque la vegetación dejaba claro que lo normal es que sople mucho el viento. Está en esta foto, pero la oculta la forma de la costa.

Niebla en Cañoles
Nuestra vecina, Hilda, es la matriarca de una familia madrileña que hace un par de años celebró su verano número 50 en Vicedo. Yo los recuerdo de siempre, por tanto. Y ella, que se ha enfrentado a pruebas terribles en la vida, es una persona que desde el primer contacto demuestra no solo lo amable que es, sino su gran personalidad. El invierno pasado, con ochenta y pico años, ganó un premio Goya por un reportaje titulado "Maestras de la República", basado en la historia de sus padres, procedentes de un pueblecito de la montaña asturiana (con un inusitado, para la época, porcentaje de jóvenes con estudios, y cuyo rasgo diferenciador era que casi todas las familias eran protestantes; saquen ustedes conclusiones). El otro día la acercamos a la tienda en coche y me decía que se notaba bastante mal.

Aparece Marta. Hoy, los niños, después de dos noches durmiendo en una tienda de campaña en el jardín, se despiertan más tarde. Bajamos a la playa.



20.7.15

Vicedo 2015: primer fin de semana

Hemos descubierto que lo que estos años tomamos por una tienda de artículos de playa y papelería encerraba una pequeña pero verdadera librería. Librería que tiene, por ejemplo, Impedimenta y Libros del Asteroide. El otro día le compré a Marta una biografía en cómic de Virginia Wolf, de la colección El chico amarillo de Impedimenta. Y creo que la compra estival de libros este año será allí.

Hace bastante calor, para estas latitudes. De hecho, evitamos la playa en las primeras horas de la tarde, y estiramos la mañana y a veces bajamos al caer la tarde. En esas sobremesas estoy intentando poner en práctica lo aprendido este invierno en clases de pintura: el resultado no es bueno, pero disfruto mucho mientras lo hago.

Los niños han pasado parte del fin de semana con su madre, y hoy ya los he ido a buscar. Ya solo tenemos que dedicarnos a disfrutar de todo, todos los días.

Este era el aspecto del agua esta mañana, cuando me bañé, a las nueve y media. Sé que soy un pesado, pero no me digan, sinceramente, que no es algo increíble.









19.7.15

Yes we are: Vicedo 2015

El miércoles 15 llegamos a Vicedo. Creo que nunca habían venido con tantas ganas, los niños, después de un año sin volver.


Los dos primeros días Marta se volvió a casa porque tenía que trabajar, pero ya estamos los cinco. 



La primera mañana me saludan, en el mismo cruce, cuatro señoras del pueblo. Vamos a la compra y a tomar un café a Oliva, donde los niños juegan a las cartas mientras yo hablo con ella, que dice que últimamente se fatiga mucho. El café me encanta.

Todos los días me levanto a las siete y estudio hasta las nueve. A esa hora llega el pan, salgo a por él, me pongo el bañador y bajo a la playa a bañarme. La luz a esa hora suele ser esta:




Lo mismo de siempre, lo que venimos a buscar cada año, sigue igual y no deja de maravillarnos.

También es siempre lo mismo salir a nadar y dejarme mecer por el agua mientras miro alrededor. Y sin embargo cada vez parece superar la anterior, y no acabo de dar crédito ante tanta belleza.