25.2.09

Elecciones gallegas

En un caso, por el candidato.
En otro, por el partido.
En otro, por el partido y el candidato.
Y en el otro, por la candidata.

Sin opciones.

Y de pura desmoralización y descreimiento me planteo no votar.

24.2.09

Un provinciano en Madrid, 2009: epílogo

Volví de Madrid en tren. Ocho horas de viaje, pero como era casi una novedad lo disfruté.

Mi segunda semana en Madrid fue muy buena. Tuve un magnífico anfitrión que me hizo sentir muy cómodo, salí bastante y fui por sitios que me gustaron: Malasaña, Latina, Chueca, etc. Ambiente modernillo-cultureta que, al menos en pequeñas dosis, y a los ojos de un señor de pueblo, es muy estimulante. La verdad es que Madrid, así de vez en cuando, es ideal para refrescarse, para oxigenarse. Metafóricamente hablando, claro.

Este viaje no me apetecía, había estado en Madrid hacía muy poco y no tenía las ganas acumuladas de disfrutarla de otras veces. Pero al final el balance ha sido muy bueno: muchos amigos, muchos paseos bonitos en solitario o con ellos, y alguna que otra actividad que valió la pena; ah, y mucha comida y, sobre todo un día, mucha bebida (¡como son tan pequeñitas, las cañas!).

He conocido, además, el ambiente de un amigo, o parte de él, o mejor dicho dos partes; y me ha gustado, me ha parecido diferente al mío y acogedor, e interesante. Así da gusto. Y pensar que he llegado a eso gracias a este blog, que me ha abierto puertas a las que de otro modo nunca, supongo, me habría acercado.

Los sitios ofrecen posibilidades, lo cual es fundamental pero no suficiente: en el mismo entorno siempre hay quien lo ve todo y quien sólo se mira el ombligo.

Con independencia de si uno lo aprovecha o no: ¿proporciona Madrid, o cualquier gran ciudad, aire fresco (insisto en lo de la metáfora)?

19.2.09

Miudiño, miudiño...

Resulta que el señor Araguas me dedicó su columna de anteayer martes:


(...)
O que si ten [internet] é que abeira [acoge] a toda unha caterva de escritores frustrados que non atopando xornal [encontrando periódico] ou editora onde ceibar [verter] a escrita deron en acollerse á fórmula do “blog”. Ollo, que hai autores de verdade (poucos), que rexentan “blogs”; fabas mal contadas. Eu falo dos cagachíns que procuran no anonimato, ou no seudónimo ben pouco glorioso, que alguén lles faga crer por un momento que son algo, cousiña con capacidade de regular certos tráficos.
A esa caste pertence un afoutado “blogger”, de orixe nidiamente ferrolá
[origen claramente ferrolano], quen dúas horas despois de que eu saíse en Radio Clásica, en Juego de los Espejos, xa estaba insultándome no seu “blog”. Un “blogger” este a quen teño ben localizado e con quen quixera discutir en directo, sen disfraces, as connotacións do adxectivo “conacho”, que segundo el tanto me presta. O malo de internet dicíame Luis Suñén “es que da bola a cuanto gilipollas hay en el mundo”. Ten razón.


Además de aclararles a ustedes que dos días después de mi post corregí el texto para suprimir cualquier insulto, quiero aprovechar para saludar a don Vicente, que me estará leyendo, y decirle:

Para pensar de mí todo eso que dice, es curioso que lea usted lo que escribo, le preste tanta atención e incluso considere que debe responderme en el periódico. Si desde que tengo blog ha habido alguien que haya estado a punto de hacerme creer por un momento que soy algo ha sido usted, con su reacción.

En cuanto al contenido de su réplica, su tono de chulito de instituto (con sé dónde vives incluido) y el hecho de que una vez más se dedique a descalificar personalmente desde su tribuna a quien osa criticarlo no hacen, en mi opinión, más que ofrecer otro ejemplo de lo pobres que son sus columnas y confirmar que su sensibilidad, cultura y altura intelectual son, efectivamente, una pose.

12.2.09

Un provinciano en Madrid, 2009: cuadros, prostitución y cine

1.

No sé si les suena el Prado, el museo...

Está muy bien.

Yo fui ayer.

Entré por el edificio nuevo, el añadido, que me gustó mucho. Y una vez dentro me dirigí como una bala hacia mi principal objetivo, el polo de atracción de éste y cualquier gran museo: la tienda. Eché un vistazo, elegí lo que compraría al salir, y ya después fui a la exposición.

No a la de Bacon, sino a la permanente. Hacía demasiados años que no iba al Prado, como para no ir a ver lo principal.

Estuve dos horas y media, y no me llegaron a nada y a la vez salí saturado. No hay manera de ver con calma ni la cuarta parte del museo, en ese tiempo, y aun así uno ve tanto que al final es incapaz (yo al menos lo soy) de asimilarlo. Acaba pasando a toda velocidad por delante de los cuadros: ¡Anda, el caballero de la mano en el pecho! Y ahí la fragua de Vulcano; ¡y esa sala estaba llena del Greco...! Y es una pena.

Supongo que lo ideal es vivir aquí y venir a menudo, y dedicar cada visita a un par de salas como mucho, o a un par de cuadros. Pero no pienso venir a vivir aquí.

Yo de pintura no tengo ni idea, y se lo voy a demostrar:

- La pintura anterior al Barroco me aburre bastante; la sacra sobre todo (y mucho más no hay, al menos en España).

- La pintura de los clásicos españoles me parece alucinante técnicamente, algo increíble, pero me hace entender por qué es necesario que el arte busque nuevas formas de expresión.

- Goya me desconcierta, sobre todo por las caras que pinta: les juro que, salvo si son realeza o Grandes de España, en las que se ve que se paraba más, no me gustan nada. No sé, a lo mejor la gente era así. Ayer vi un cuadro de una familia amiga suya, de los conde-duques de algo, y ella parecía un galgo afgano al que le hubiesen hecho la permanente, y los niños eran idóneos para aparecer al final de un largo pasillo en una película de terror.

- Casi nadie sabía pintar niños. Pintaban adultos pequeñitos, y no muy jóvenes. Y pintar pintaban genial, así que yo deduzco que es que no veían niños nunca.

- Que las tres Gracias hoy serían consideradas obesas es sabido. Pero lo que quizá no sepan es que la de la izquierda la pintó, Rubens, usando como modelo a su esposa ¡de 16 años! (Él tenía 62, el muy...)

- Volviendo a Goya: la cara de las majas (desnuda y vestida, pero sobre todo la de la vestida) siempre me habían parecido grotescas. Pero es que ayer, fijándome bien, no daba crédito, no podía entender cómo alguien capaz de pintar ese cuerpo (el desnudo) había hecho ese rostro. Hasta que mi guía de audio me aclaró, para alivio mío, que efectivamente la intención de don Francisco era que pareciese una máscara.

- Velázquez fue un genio.

- Con ambos en línea, tiene mayor poder de atracción un buen culo que Las meninas. Aunque en eso influye que el culo se puede ir en cualquier momento, y en cambio el cuadro sabemos que de allí no se mueve.

- Había por lo menos el doble de mujeres que de hombres, en el Prado. Que cada uno saque la conclusión que quiera.

- Casi, casi, de todo lo que vi ayer, me quedo con Ribera.

En fin, que el Prado es algo grandioso, un verdadero tesoro.


2.

Ayer quedé con Cal en la boca de metro de Gran Vía, de donde nace la calle Montera. Y me hizo esperar taaaaanto que tuve tiempo para mirar y mirar.

Una chica vino a ofrecerme sus servicios; y claro, estuve tanto tiempo allí que no se creía que no quisiese algo, y volvía una y otra vez. Al final, como yo tenía los brazos cruzados, para hablarme se apoyaba en ellos.

Pero si en un momento de estupidez uno sonríe, en cuanto ve al primer viejo acercárseles y llevárselas se acuerda de lo sórdido y triste que es todo.


3.

Hoy he visto Revolutionary Road, con Di Caprio y Kate Winslet de protagonistas.

Me ha encantado. Di Caprio lo hace francamente bien, y ella está, en mi opinión, maravillosa; creo que hace un papel extraordinario.

Por cierto, Di Caprio se supone que es un guapo oficial, ¿no? ¿Y no les parece que tiene la cara cortísima, casi triangular?

La película habla de la incapacidad para salirse de la inercia. De alguien que no tiene el valor suficiente (y siempre hay razones para el miedo) para hacer lo que quiere y se conforma con una vida que considera una mierda, vacía. Y va viendo cómo su ilusión, que parecía estar a su alcance, se va alejando cada vez más. Es la historia de un fracaso por cobardía. De un fracaso y de todas las estratagemas que usamos para tratar de negarlo y engañarnos. Y de cómo todo se va envenenando. Todo. Y lo triste que es.

Hay historias de fracasos diferentes; incluso la del contrario, no saber ver lo que uno tiene. Y se podrían contar, y serían verdad. Pero se ha contado ésta, que es al menos tan cierta como las otras.

10.2.09

Un provinciano en Madrid, 2009: primera jornada

Compras.

Por Claudio Coello camino detrás de un ex-embajador de España en EE.UU., que se le queja a un amigo de que en una cena con Clinton a la que podía llevar cuatro acompañantes, Aznar lo dejó fuera.

Creía que la curiosidad por el metro ya se me había pasado, pero no. Es triste, el metro. Y no por cómo es (aunque hoy había estaciones a las que sólo les faltaba que de vez en cuando les cayesen unas bombas encima), ni por saber que estás bajo tierra, sino por las caras. Casi todas parecen desanimadas; yo diría que más que las de fuera. Será que tienen más problemas o están más cansados.
De todos modos, uno al entrar suele tener la oportunidad de elegir, en función de la gente que ve por las ventanillas, en qué vagón entrar. Y qué vidas mirar unos minutos. Y eso no está mal.
Enfrente de mí va sentada una princesa persa, que viene de comprar una almohada.
En un pasillo, un músico toca Yesterday y me acuerdo de mis hijos; y los echo de menos.

He salido a cenar y voy hasta Tribunal, un poco al tuntún. Conozco más o menos algunas zonas de Madrid, pero no tengo ni la más remota idea de dónde situarlas; y me sorprendo cuando veo lo cerca que están o, por ejemplo, dónde desemboca una calle. Llego hasta Bilbao y me acuerdo de Cal al ver el Café Comercial. Retrocedo y entro en un restaurante cubano, donde pido cerveza Cubanero, tostones con picadillo, tamal y dulce de guayaba con queso: bien como experiencia, regular como cena.
Hay una chica negra comiendo sola con el chaquetón puesto. Le pide al camarero una copa de vino tinto, en inglés, y él le entiende, después de unos cuantos gestos, ¡un vino con gaseosa! Le aclaro lo que quiere. Y a ella le comento que había creído, al verla allí, que era cubana. Me dice que es argelina. Cuando termina se acerca y me pregunta por dónde se va a la Gran Vía.

Acabo la novela de Bukowsky. Bukowsky me hace creer que al leerlo estoy escribiendo, ya.

Al salir, bajo Fuencarral, que se va estrechando y es bastante bonita, con árboles. Hay gente (casi todos extranjeros) trabajando en obras, a las 12 de la noche. Veo un cartel anunciando a un músico sufí y me acuerdo de Sirwood.

Voy a coger el metro a Gran Vía y me meto un poco en Montera, pensando si la mujer del restaurante estará o no allí. Pero lo que veo es demasiado deprimente, y me siento un tonto, y me voy.
Una chica me guiña un ojo con poquísima profesionalidad, me río y a ella le da la risa.

Vuelvo a mi alojamiento en un metro casi vacío del todo, y no veo un alma desde mi parada hasta que llego. Vuelvo contento, porque unos días en Madrid están llenos de curiosidades, pero me temo que la vida real aquí, una vez pasada la novedad, puede ser difícil y solitaria.

8.2.09

Un provinciano en Madrid, 2009

Me llama la atención la cantidad de coches con matrícula de León que veo.

Hasta que me doy cuenta de que estoy en León...

El provinciano conduce hacia Madrid.

Pasaré allí dos semanas. Obligado, que conste.

Primera parada: primera estación de servicio. Junto a mí aparca a acelerones un señor vestido de joven, con una calva morenísima y una sudadera amarilla con capucha, abierta luciendo pecho lobo. En la cafetería hay adultos con camisetas de un equipo de fútbol. Pero no jugadores, sino aficionados. Las llevan firmadas. Y bufandas. Por lo demás, se comportan con aparente normalidad.

Cuando me canso de mi música pongo la radio y busco emisoras al azar. Pero claro, es domingo...

[Déjenme hacer un inciso para darles en tres pinceladas mi opinión sobre el fútbol, que nunca lo he hecho y ya va siendo hora:

1. Como deporte, no me gusta, salvo que jueguen como en un anuncio de Pepsi o salga Zidane; pero entiendo que guste.
2. No entiendo la "afición" al fútbol cuando implica interés por los resultados y, en concreto, interés por un equipo (salvo que haya razones personales). Si ese interés alcanza un grado tal que los reveses del club en cuestión suponen cabreos y disgustos lo considero una tara mental. Conozco gente estupenda e inteligente que muestra ese interés: para mí son gente estupenda e inteligente con una tara.
3. Me parece indignante el espacio que el deporte en general y el fútbol en particular ocupan en la prensa supuestamente no especializada (en la especializada, allá ellos).]

En casi todos lados hay fútbol. ¡Y cómo gritan! Oyéndolos, se podría pensar que todos, jugadores, técnicos, directivos y espectadores, van a morir de un momento a otro de un ataque al corazón; empezando por los comentaristas. Aunque el hecho de que en medio de una frase histérica metan, sin variar el registro ni el ritmo frenético, un anuncio de seguros o de puros me hace desconfiar de la sinceridad de tanta emoción. De repente, tras una fanfarria de la posguerra, alguien grita gol, gol, gol, GOL, GOL, GOOOL, GOOOOOOOOOOOOOOL... ¡DEL HUESCAAAAAA! Y yo digo, joder, si se ponen así por un gol del Huesca, ¿qué carallo harán si marca alguien que le importe... a alguien?

Estoy subiendo el puerto de Manzanal, y empieza a cerrarse de niebla. Sólo veo luces rojas delante de mí. A los lados de la carretera hay nieve, y ya es de noche. Sigo buscando emisoras y me encuentro con que un presentador me emplaza a escuchar, el domingo que viene, Dame de beber, para hablar sobre el punto 2.580 del Catecismo, en el que sale Abrahám. Cambio, y suena el himno del Barça. Vuelvo a cambiar y aparece la emisora de antes, Radio María. En ella un niño recita una oración en la que le pide a la Madre de Dios que interceda ante su Hijo para... ¡que Radio María pueda seguir emitiendo! Y pienso que hay que tener muchos huevos para, siendo creyente y viendo cómo está el mundo, considerar oportuno pedirle a Dios algo así. Siguen con su mensaje, según el cual la emisora (es decir, ellos) son la voz de la esperanza en este mundo perdido. Cambio al fútbol y justo en ese momento alguien llamado Pimiento-man acaba de llegar y pregunta cómo ha quedado el Valladolid. Yo miro alrededor, cada vez más convencido de que aquello no es simple niebla sino una nube tóxica que me está trastornando, y aguardo resignado a que en cualquier momento aparezca una nave espacial y me abduzca.

Sin embargo, comienza el descenso y con él vuelve la visibilidad. Al cabo de decenas de cambios, llego a Radio Clásica. Desde hace unos quince años escucho más música clásica que cualquier otra, pero es que además ahora estoy leyendo a Bukowsky, con lo que todavía me parece más guay. Por cierto, que estoy leyendo Hollywood, comprado hace una semana. Creía que ya tenía y había leído toda su obra no poética, pero no era así. Por suerte. Como saben algunos y Cal, me encanta Bukowsky. Y además es uno de esos contados escritores que me provoca muchísimas ganas de escribir; creo que porque leyéndole parece muy fácil.

Comienza el programa Juego de espejos, que me suele gustar, y hoy resulta que el invitado es un casi paisano mío, Vicente Araguas, escritor. Sólo lo conozco por sus columnas en un periódico, y en mi opinión eran muy mediocres. En la entrevista me parece (y ya sabemos lo que cree el ladrón, y todo eso, y lo asumo) pura pose desde el principio hasta el final. Me acuerdo de otros escritores gallegos actuales de más sona, y me pregunto si se han puesto todos de acuerdo en ir de escritores gallegos por la vida, derrochando misterioso lirismo y dulzura morriñosa.

Tras las nieves del Guadarrama, entro en Madrid. Consigo coger bien la M-30 e incluso dejarla donde debo. Pero una vez fuera me pierdo y doy vueltas unos veinte minutos. Hasta que llego a mi alojamiento, que resulta de lo más apropiado para escribir, siempre y cuando uno pretenda emular a San Juan de la Cruz o a Santa Teresa.

Estoy en Madrid. Buenas noches.

5.2.09

Ya sólo habla de amor, de Ray Loriga

Todo lo que he leído de Ray Loriga me ha gustado: Lo peor de todo, Héroes, El hombre que inventó Manhattan y Ya sólo habla de amor, que terminé hace un par de días. Y además me parece, y me sorprende, que de unos libros a otros su estilo varía, o ha variado, mucho.

Que conste que esta novela me ha resultado algo aburrida, sobre todo en la primera mitad; pero aun así me ha gustado mucho. Digamos que el tema era interesante, era de los que en principio me atraen, pero para mi gusto le daba excesivas vueltas, se detenía demasiado, y creo que no podía evitar repetirse.

Pero (y sin duda es un gran pero) en mi opinión está muy bien escrita, muy bien. Lo cierto es que me ha dejado impresionado, y mi concepto de Loriga, que ya era bueno, ahora es aun mejor.

Ha habido fragmentos que me han encantado, que me han parecido magníficos. Tanto el cómo como el qué; me han parecido literariamente brillantes y psicológicamente muy acertados [Dios, mira que llego a escribir gilipolleces...], probablemente porque en no pocos me he visto (a mí o a parte de mí) reflejado.

He subrayado un montón de frases. Déjenme que les ponga algunas:

Una cosa estaba clara, en su lucha contra la tiranía de la realidad (y eso incluía el amor real, el saldo real de todas las cuentas, los concesionarios de automóviles, las sombrillas y el resto de las cosas que había despreciado sin comprenderlas), Sebastián había sido derrotado.

Corría Sebastián a toda prisa por la cubierta de madera, como un hombre que busca el chaleco salvavidas, sin darse cuenta de que el barco no se hunde en realidad, sino que es él quien desea por alguna razón arrojarse al mar.

La luz en las ventanas de las casas ajenas nos habla siempre de una felicidad que existe sólo fuera de nosotros.

Un castillo de naipes levantado con inagotable tesón para evitar la obligación de una construcción más sólida.

...que Sebastián fuera capaz en su demencia de guardarle rencor al mundo entero por ignorar todo lo que él no decía, todo lo que escondía de los demás con la secreta ambición de que los demás lo descubrieran...

Estaba harto, como todos los escritores de este mundo, de que cualquiera pensase que esto de escribir era sólo cuestión de no tener nada mejor que hacer. Que los que follaban y jugaban al tenis y hacían piruetas en sus estúpidas motos de agua tendrían algo que escribir si se pusieran a ello.

La próxima vez, se prometió, no llegaré herido a la playa de nadie, llegaré en pie y enarbolando mi propia bandera, y mi amor será tan bueno como el de cualquiera y será uno de esos amores que hace cosas, que joden alegremente, que disfrutan, que se divierten, que viven...

...es mujer (...) [que tiene la capacidad] de contar con lo mejor de sí misma como aliado, cuando él, a día de hoy, ha contado siempre con lo mejor de él mismo como enemigo...

Sebastián, que se sabía su Kierkegaard de memoria, y lo admiraba y lo amaba y lo adoraba (...) empezaba a estar un poco ya hasta las narices de Kierkegaard, y empezaba a estar ya más que harto de que un danés cobarde cubriera el suelo de su propia casa de excusas para no vivir. Porque lo cierto es que a Sebastián se le estaba acabando el tiempo y ni Kerkegaard ni la encantadora madre de Kierkegaard se lo iban a devolver.

En fin, que muy bien Loriga; y que se lo recomiendo.

3.2.09

Virtuosos

¿A partir de qué edad empieza el varón hispánico a silbar todo, absolutamente todo, así sea un pasodoble o La noche transfigurada, con gorgoritos?

¿Y por qué, Dios mío...?