26.9.17

Táboa Redonda: Corto


[Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 24 de septiembre de 2017]


Corto


 

"El otro día un anciano esperaba delante de mí en la cola de la caja del supermercado. Estaba mirando un paquete de sobaos que llevaba en el cesto, lleno de estrellas doradas que anunciaban un sorteo cuyo premio eran las vacaciones pagadas de los próximos cinco años.

Cuando no era padre, lo que más temía del paso del tiempo era mirar atrás un día y constatar que lo había perdido. Que había desaprovechado mi oportunidad. Y esto ha supuesto siempre un conflicto entre mi prudencia a la hora de tomar decisiones (no sé si innata o aprendida, pero indudable) y un deseo oculto pero siempre presente de vivir la vida de otro modo, más intensamente, supongo. Una idea romántica, al fin y al cabo, que no ha tenido más consecuencias que pequeñas decisiones diarias que no pasan de gestos simbólicos, palmaditas en la espalda a mí mismo.

Y para alguien así hay pocos consuelos comparables a la literatura: a falta de aventuras, se leen. Se acompaña a Miguel Strogoff por Siberia, a Holmes por Londres, a Aragorn por la Tierra Media o a J.R. Moehringer a la barra del “Dickens”. O al Corto Maltés por todo el mundo.

Al fin he leído el Corto Maltés. Un amigo ha venido a solucionar mi grave carencia con unos cuantos comics de Pratt. Y estoy deslumbrado. Ya lo esperaba, y así ha sido: deslumbrado. Por un lado, porque las historias son interesantes, complejas, completas, dan qué leer y exigen leer bien. Por otro por el personaje, que con razón se ha convertido en un icono, porque sería difícil crear otro con tantos atractivos; con el atractivo del hombre de acción, del marino, del viajero, del solitario, del amante, del ilustrado, del hedonista, del valiente, del aventurero. Del que no deja un solo día a la inercia. Ni una sola noche. Del que vive intensamente, y además -y esto es lo importante- lo hace también por ti, que estás en el sofá, levantas la cabeza y ves las nubes y por un momento eres capaz de imaginarte sentado en una duna, con el cuello del chaquetón de mar levantado, mirando el horizonte y con las pardelas diomedeas gritando sobre tu cabeza.

Y algo queda, de todo eso, para que al final del día la sensación sea de haberlo aprovechado. Incluso para seguir aprovechando la noche. Y para que, dentro de bastantes años, cuando veamos en un paquete del súper un premio de cinco veranos con vacaciones pagadas, pensemos que es verdad que a lo mejor, aunque ganemos, ya no tenemos tiempo para disfrutarlo, pero que el que hemos vivido ha valido la pena."

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21.9.17

Táboa Redonda: Mudanza


[Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 17 de septiembre de 2017]

Mudanza

 
"Ochenta y cuatro cajas. Dos camas, diez sillas, dos librerías, una vitrina, dos sofás, tres mesillas, cuatro alfombras, dos equipos de música, tres portátiles, una tele, un microondas, una cómoda, un escritorio, veintipico cuadros y ochenta y cuatro cajas llenas básicamente de libros, ropa y tápers. Cientos de tápers con sus tapas.
El piso es más grande que los dos nuestros juntos pero no nos cabe nada. El cajón de los calcetines no me cierra. A lo mejor influye que hayamos reunido ocho nórdicos, dos espumaderas, cinco cafeteras, dos cucharones, cuatro tijeras de cocina, ocho sartenes, cinco tablas de cortar, cuatro cortadores de huevos, dos picadoras de carne, dos ralladores, veinte manteles individuales, treinta y pico tazas, tres vajillas, cuatro cuberterías, veinte bayetas, cuatro pastas de dientes, diez cepillos y seis cortaúñas.
Y dos gatos, el que ya teníamos y uno nuevo. El de antes lleva una semana atemorizado perdido: por el sitio, por las cajas, por los ruidos, por mis hijos y hasta por su congénere, que pesa diez veces menos que él y a quien observaba, los primeros días, con una mezcla de incredulidad y pavor (o eso me parecía ver a mí en su por otra parte poco expresiva cara). El nuevo, que es una bola naranja que el primer día se metió a dormir en una fuente de horno, parece haber desandado el camino recorrido en sus hábitos higiénicos y ya llevamos tres nórdicos lavados (menos mal que nos quedan cinco). Hace dos días que ya juegan juntos.
El horno no funciona (por eso nos dio igual lo de la fuente), una ducha tampoco, la otra pierde agua, la caldera deja de calentar caprichosamente, dos cisternas están rotas y por ahora los dueños han accedido a pintarnos algo así como una sexta parte del piso. Y hemos vislumbrado la pesadilla que debe de suponer ser hijo de un matrimonio mal divorciado, si ser sus inquilinos es esto.
El piso siempre me pareció precioso, y la zona, estupenda. Hasta ahora: atravieso una fase de oscuridad total y no veo la luz. Ni la luz ni ninguna de las virtudes que me atraían. Solo humedades, grietas, armarios repletos, baños clausurados y duchas frías. Y cajas.
Me tocaba a mí ponerle nombre al gato, y decidí escogerlo en honor del mejor presidente de los EE.UU. Un hombre inteligente y preparado, honesto, bondadoso, audaz, consciente de su papel, de sus aptitudes para desempeñarlo y de la responsabilidad de hacerlo. Ejemplar, casi perfecto. Nuestro gato se llama Presidente Josiah Bartlet."

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15.9.17

Táboa Redonda: Y sin embargo, ahora


[Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 10 de septiembre de 2017]

Y sin embargo, ahora


 

"Algunos de ustedes recordarán que este año me doctoré. Mi tesis hablaba, entre otras cosas, de Mozambique. Y para escribirla ya se imaginarán que tuve que leer mucho sobre aquel país y sus innumerables problemas: muchas cifras, muchos análisis y muchas explicaciones (a las que sumé las mías).

Y sin embargo, ahora, leo un libro de Mia Couto, “Éstorias abensonhadas”, y aprendo cosas distintas, veo Mozambique desde más cerca y por primera vez le pongo cara a aquellos datos: la literatura, idiota, la literatura.

Otros –de ustedes también- tal vez se den cuenta de que en algún momento he contado que estoy separado. Y lo estoy. Hace nueve años que me vine a esta casa con mucho miedo y un gran propósito: hacer de ella un hogar para mis hijos, que sintiesen siempre suyo y nunca les pareciese un sucedáneo. Y creo que lo conseguí. Hemos estado bien, a gusto, normales. En casa.

Y sin embargo, ahora, en un par de días, nos mudamos. Y no solo eso, sino que nos vamos a vivir, tras pensárnoslo detenidamente durante ocho años, con mi novia y su hijo. A partir de este momento ya no va a haber tiempo no compartido, ya no va a haber días de tres y días de cinco, y no va a haber ese otro sitio a donde retirarse de vez en cuando a estar solo. El refugio es, a partir de ahora, el mismo para los dos. En esta nueva etapa del juego ya no se puede pedir “alto”. Pero sí deberíamos ser capaces de hacer un hogar. Donde no falte nada de lo que hemos construido todos estos años y, además, sumemos cosas nuevas.

Ayer de noche escuchamos en vivo a Malevaje (que ahora parece ser una sola persona). Era en la calle y entre charlas, y atendí menos de lo que sin duda se merecía. Pero aun así hubo algún momento valioso. El que más, a pesar de lo típico, con “Volver”. Hay que ver cuánta buena música es triste, trágica, desgarrada: el tango, el blues, el fado, el flamenco... Será que sabe resumir mejor la pena y el dolor; y que nos hace falta algo que los resuma por nosotros.

Y sin embargo, ahora, es tiempo de crecer. Ni triste, ni trágico ni desgarrado sino todo lo contrario."

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3.9.17

Táboa Redonda returns: Sandes do caminho


Sandes do caminho




"Cinco personas recorren O Alentejo en un coche: una pareja reciente, una ex pareja y yo. Es agosto, nunca antes hemos pasado más de un par de horas juntos y apenas se baja de los treinta y cinco grados. Y, sin embargo, todo va bien.

La excusa del viaje fue el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Y por suerte era solo eso, una excusa, porque lo que vimos, “La comedia de las mentiras”, un remix de varias obras de Plauto revisitadas, fue nefasta. Una especie de “La que se avecina” pero con menos gracia, con un humor facilón que el imponente escenario hacía más bochornoso. Unos actores que supongo buenos (María Barranco, a pesar de todo, estuvo muy bien), al servicio de unos diálogos penosos. Lo único peor que la obra fue ver a gran parte del público llorando de risa y dándose codazos de complicidad con las picaronas indirectas de lo bien que tocaba la flauta una tal Gimnasia.

Pero, como decía, fue solo una excusa para subir por Portugal, por el Alto Alentejo, la Beira Baixa y la Beira Alta, y Tras-os-Montes. Vimos un paisaje muy bonito, y pueblos preciosos y bien cuidados: Elvas, Évora, Estremoz, Castelo Branco, Idanha-a-Vella, Monsanto, Belmonte y Chaves. Ruinas, fortalezas, callejuelas, iglesias y torres de mármol. Y descubrimos que aún es posible el turismo en soledad, sin otros turistas ni turismófobos y, en realidad, sin nadie, lo cual, dadas las temperaturas, no me extraña. Comprobamos también, sin necesidad de ir a Egipto o a China, hasta qué punto las maravillas arquitectónicas de todos los tiempos han sido fruto del hecho de que quienes decidían construirlas no tenían que hacerlas. Porque, de lo contrario, seguro que el castillo de Monsanto les habría valido un poco más abajo; y así casi todo, empezando por las calzadas romanas, que por cierto suscitaron encendidas discusiones durante el viaje e hicieron que tacháramos de disparates nuestros respectivos puntos de vista historiográficos, nada más y nada menos.

Ha sido el verano de Portugal, porque antes habíamos ido con los niños a Oporto, donde –ahí sí- las hordas de visitantes teníamos tomado el centro. Pero, de todos modos, no recordaba bien la zona alta de la ciudad y me encantó. Y paramos en Braga y en su maravillosa librería “Centésima página”, donde volví a dejarme aconsejar: “Angustia para o jantar”, de Luis de Sttau Monteiro; que, como me dijo el librero, refleja perfectamente el ambiente cerrado y la tacañería mental del Portugal de los años 50. Mucho parecen haber cambiado las cosas."

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