30.1.06

Capacidad de análisis.

Hoy me acerqué a hacerle una pregunta a un hombre que estaba trabajando en una obra en un parque. Iba delante de mí llevando un cubo de goma lleno de cemento; de vez en cuando se paraba, lo dejaba en el suelo y se lo cambiaba de mano. Lo alcancé.

Era portugués.

Después de hablar conmigo siguió andando hasta que llegó junto a una alcantarilla, se arrodilló en el barro, levantó la tapa y se dispuso a arreglar no sé qué allá abajo.

"Claro, éste es uno de esos sinvergüenzas que vienen a robarnos los puestos de trabajo y a vivir a nuestra costa", pensé yo mientras me marchaba.

24.1.06

Con tilde en la i.

Lo primero, al entrar en el portal, es la oscuridad. En cuanto me habitúo y veo las escaleras de terrazo, soy consciente del olor a humedad y a viejo.
Subo, paso el entresuelo y llego al primer piso. Junto a la puerta, un folio metido en una funda plástica y escrito a ordenador informa de qué es aquello; al menos, por una vez le han puesto la tilde. Empujo y entro.
Más suelo de terrazo, distinto el del pasillo, de fondo blanco, del de las habitaciones que veo enfrente, más verdoso. Las paredes están empapeladas en blanco. Hay varias puertas entreabiertas a derecha e izquierda, y, junto a la de la calle, casi a mis espaldas, un armario cerrado forrado de escai granate a rombos.
De una de las habitacione sale una señora vestida con una chaqueta de punto roja y me pregunta qué quiero. Se lo digo y le doy lo que llevo; ella me pide alguna explicación más (no será la última) y desaparece. Yo me quedo de pie en el pasillo y espero.

Y empiezo a fijarme.

Las paredes están casi vacías, sólo hay alguna que otra lámina de cuadros famosillos salpicadas aquí y allá, pero todas son excesivamente pequeñas y el color predominante es el blanco, con lo que, en lugar de mitigarla, acentúan la sensación de desnudez. El papel está desgarrado en muchos sitios, y por debajo se ve una pared marrón oscuro. Miro a los techos y me encuentro con tubos fluorescentes de dos tipos, algunos de ellos sin varios tornillos y con la sucísima carcasa medio descolgada. Los interruptores son también de los años sesenta. Las puertas son de contrachapado blanco, y en los marcos, el hueco que debería acoger el pestillo está tapado con cinta aislante negra para que no se puedan cerrar.
El mobiliario es, salvo contadas excepciones, asombrosamente viejo (que no antiguo), y el material de trabajo está almacenado en unas horribles estanterías metálicas, en su mayoría oxidadas, que ocupan todo el piso, incluso lo que debería ser la cocina; porque el piso no ha sido reformado para adaptarlo a su función y sigue teniendo los huecos originales, incluidos la cocina (amueblada) y el baño.
El cuarto del jefe es diferente del resto. En él el mobiliario sí es antiguo, pero nada bonito, y se entremezcla con alguna pieza de hace treinta o cuarenta años, con lo que el resultado es deplorable. Su suelo es el único de madera, pero está tan deteriorado, gastado, sucio y decolorado que no supone mejoría alguna con respecto al repelente terrazo.
Pasa por mi lado, trajeado; tendrá unos cincuenta y cinco años, y es más joven que todas las mujeres que trabajan para él.

Espero una media hora, durante la cual la de la chaqueta roja viene varias veces, me dice que me siente, y me hace alguna pregunta. A mi lado tengo una placa eléctrica que o no funciona o, a pesar del frío, está apagada, y yo sigo con el abrigo puesto. Desde la silla veo bien la ventana, de aluminio color aluminio, sin cortinas (en todo el piso, sólo la del jefe parece tenerlas) y con la persiana exterior a medio bajar. En la estantería que tengo delante se apilan años de aburrimiento atroz.

Oigo voces de otros clientes, y me pregunto cuántas escenas de miseria habrán cobijado aquellas habitaciones, y cuántas ruindades y secretos inconfesables, de personas que me cruzo cada día por la calle, conocerán esas mujeres.

Al fin viene la señora a rematar la faena. La veo manipular su herramienta de trabajo con una lentitud y una inseguridad incomprensibles, dada la experiencia que debe de tener.

Pago. Me ha dicho el precio en pesetas y después lo ha pasado a euros con una calculadora, y ha redondeado el resultado. Para la fama que tienen, y teniendo en cuenta el tiempo que le ha llevado (claro que otra cuestión es si no podría haber terminado conmigo en diez minutos), no me parece caro. Y me voy.

Al salir a la calle, me parece regresar de un viaje al pasado, y me cuesta creer que allí mismo, en ese primer piso en el que nunca había reparado, se oculte ese antro. Parece mentira que las oficinas más cutres, descuidadas y asquerosas que he visto en mi vida hayan sido las de una notaría.

23.1.06

La viga en el propio.

Ya no me gustaba mucho, mi anterior texto. Aunque algunas frases eran graciosas, su tono no acababa de convencerme, y dudé mucho antes de publicarlo: demasiada burla fácil.
Pero es que resulta que en él, justo en él, cometí una falta de ortografía.
Y eso hace que me sienta completamente ridículo. Así que intentaré no volver a caer, en la larga o corta vida que le quede a este blog, en una actitud tan estúpida y arrogante.

Esto se ha parecido mucho a un merecido castigo.

Lo siento.

22.1.06

La paja en el ojo ajeno.

Una amiga periodista me ha hecho llegar una recopilación propia de frases conteniendo alguna que otra metedura de pata, recogidas en el curso de su trabajo. Les voy a enseñar algunas.

Ya sé que uno en general no debe reírse de estas cosas, que los pobres bastante tienen ya, y que la incultura es muy mala. Pero es que, aparte de que la mayoría de estos errores han sido protagonizados por políticos municipales (que, como buenos políticos municipales, suelen estar forrados, pero que no han gastado ni un céntimo de su dinero en aumentar, siquiera un poquillo, su cultura) o por profesionales de la palabra escrita, sirven de ejemplo de un mal que asuela, parece, a cualquier colectivo que por profesión o vocación deba hablar en o a un público, y que no es otro que la patética pretensión de aparentar, utilizando para ello cuanta frase hecha o tecnicismo resultón conozcan, una cultura, unas tablas, un mundo y un nivel social que no son los suyos ni falta (aunque ellos no lo crean) que les hace.

Les aseguro que son todas ciertas.

1. Intervenciones de ediles municipales de varios ayuntamientos de la comarca:

- Alcalde: A toro pasado, todo son pulgas.
- Mismo alcalde: ... y se fue con el rabo entre las orejas.
- El mismo: Para ir a la comida hay que llevar traje de "de noche".
- De nuevo él (y que conste que éste está, no forrado, sino forradísimo): Contrataremos a alguien con la máxima titulación en Bibliotecomanía.
- Otro alcalde: Ahora a mí me toca envainar con la más gorda.
- Ex-alcalde (tal vez en este caso no se trataba de un error, sino de un arrebato de sinceridad): Estoy en la Diputación, asomando el hombro.
- Concejal de Formación Laboral y Juventud: Por lo menos vamos a apoyar a todos los jóvenes que comentan algún delito.
- Concejal:
Esto es con cargo al heraldo público.
- El mismo concejal, ignoro a santo de qué: ...ataques eminentes de Bi-Lander.
- Concejal anunciando el programa de fiestas (Ernesto, va por ti): Va a venir un vasco, de esos de Bilbao... pero de los buenos.
- De un tablón de anuncios municipal: Cursos de analfabetización y cultura general.



2. Prensa, y otros protagonistas en puestos de cierta relevancia pública:

- Inspector de Educación, atendiendo una llamada telefónica de un periódico:

- Hola, soy Menganita, del [aquí, el periódico, que es más que conocido y que, por si eso no bastara, incluye en su nombre la palabra Diario].

- ¿Cómo? ¿Estoy en directo?

- Comunicado del gabinete de prensa municipal: ...el alcalde pedirá al ministro Montilla que se evite la fagotización del astillero.

- Publicado en un periódico, tras recabar los datos en conversación telefónica con alguien que, como ven, intentaba facilitar el trabajo al periodista: Hacia las tres y media de la tarde fondeará en el muelle de (...) el buque “Kilo Inglaterra Lima Lima América Romeo Noruega España Y”, que en código interno del puerto es conocido mediante sus siglas “Killarney”.

- Publicado (a lo mejor era verdad): La Asociación (...) es una entidad sinónimo de lucro.

- Conversación entre una periodista y el comisario de Policía de la ciudad (sentido del humor no le falta):

-Hola, Fulanito, soy Menganita. ¿Tienes algo gordo que me pueda interesar?

- Como no sea yo...

3. Caso aparte, el de este entrenador de un equipo de fútbol local, que tampoco puede hablar normal, claro:

- Mis jugadores se están hamburguesando.
- Me voy a tomar un año satánico.
- Voy al colegio a recoger a mi bastardo.

4. Colofón (no me he podido contener):

- Gritos de una airada vecina, con más razón que un santo, durante la manifestación de protesta contra un controvertido proyecto de urbanización anunciado por el ayuntamiento:

- ¡¡Estipuladores, estipuladores...!!

21.1.06

Sin que sirva de precedente.

Esto me llegó de la poliédrica y glamourosa Saf, y no pude negarme:

LAS REGLAS DEL JUEGO SON:
El primer jugador de este juego inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que son invitadas a escribir un mensaje en su respectivo blog a propósito de sus extraños hábitos deben también indicar claramente este reglamento. Al final, debéis escoger 5 nuevas personas e indicar y añadir el link de su blog o diario web. No olvidéis dejar un comentario en su blog o diario web diciendo: "Has sido elegido" y recordándoles que lean el vuestro.
*
El sueño de cualquier egocéntrico, como ven.
Al principio creí que no daba la cosa para tanto, pero ahora cinco me parecen pocas manías. Lamentablemente, me temo que ninguna es muy original y que ni a la imaginación más fecunda inspirarán fantasía morbosa alguna. Pero ahí van:
1
Quiero que mi entorno (mi casa, siempre, y otro lugar cualquiera, desde una cafetería hasta la playa, si se supone que el momento es para disfrutar) sea agradable. Como todo el mundo, supongo, pero llevado tal vez al extremo.
El orden y la limpieza en otro sitios que no me importan (despacho, coche) me resultan indiferentes, pero en casa los necesito, no por sus ventajas objetivas, sino por estética. Si las cosas en casa están descolocadas, o las cortinas corridas a medias, o un cuadro torcido, o unos papeles o un vaso sin recoger en medio de la mesa, no estoy cómodo. Si la cafetería es una horterada pretenciosa (si es fea pero sencilla no me suele molestar), el café no me gusta. Si las calles son feas, prefiero no pasear.
Esta manía hace que si el vaso olvidado es bonito y queda bien, no me moleste; que la abertura del tetra-brik de leche, aunque su esperanza de vida sea de unas horas, deba ser limpia y estar en su sitio (¡y no hablemos ya, por favor, de no arrancar la esquina del todo y dejar ese trozito colgando!); o que nunca me ponga ropa cómoda para estar en casa ni me guste que se la pongan a mi alrededor.
Mención aparte merecen las presencias sonoras: una conversación desagradable al lado, ruido, o, por supuesto, una música que no me guste, me pueden estropear un paseo por el campo o una cena en el mejor restaurante; una radio de dominguero cerca me arruina por completo un día de playa, y Cadena Dial o los 40 me echan de cualquier local.
Y no se queda atrás, como elemento discordante, la televisión, que en el 90% de los casos es para mí una presencia insoportable.
2
Aunque hace años que no creo poder considerarme creyente, sigo haciendo algo parecido a rezar al meterme en la cama; y por las mañanas, cuando me voy a trabajar, me paro en la calle, miro a las ventanas de casa, donde se quedan durmiendo mi mujer y mi hija, y pido que estén bien.
3
Antes de acostarme, tengo rituales de buenas noches que deben ser inexcusablemente cumplidos.
De pequeño no podía dormirme (ni lo intentaba) si mis padres no repetían correctamente su parte de la fórmula. Ahora, desde que nació mi hija, le digo todas las noches, cuando la acuesto, las mismas frases llenas de deseos y sortilegios protectores.
4
A veces con comentarios normales, pero sobre todo cuando voy a dar una opinión, tiendo a hacer las aclaraciones sobre posibles malentendidos, a mostrar las consecuencias, o a explicar los porqués, antes de decir de qué estoy hablando, y por tanto antes de que los demás sepan a qué demonios me estoy refiriendo.
Esto, unido a que en esos casos suelo hablar muy despacio porque quiero ser preciso al escoger las palabras, llega a poner algo nerviosos a mis interlocutores habituales.
5
Para acabar, pensé en ponerles alguna fobia, pero, como sería un tema practicamente interminable, en su lugar les contaré una manía que tuve a los once o doce años y que me duró un verano entero: antes de dormirme tenía que hacer pis tres veces.
Las tres, justo antes de irme a la cama, no antes; y no valía aguantarse en la primera y dejar algo para luego: hacía pis normal, y después tenía que repetir dos veces, aunque sólo fuesen unas gotas. Si no lo conseguía no me podía dormir, porque sentía unas ganas (ficticias) enormes.
Les aseguro que era una verdadera tortura. Menos mal que se me pasó rápido.
*
Y ya está. Paso el relevo, que sólo deben aceptar si les apetece, a Calamidad, Danae, Rythmduel, Ernesto y Mrmann.
*
No quiero acabar sin contarles la contestación de mi mujer cuando le expliqué de qué iba este juego y le pregunté qué podía decir en este post. Después de repasar conmigo varias de mis rarezas, concluyó: "Diles que eres odioso".

18.1.06

"La cultura". Toma segunda.

¿Os ha pasado alguna vez que os hayáis quedado dormidos mientras escribíais, y el papel acabase lleno de caprichosas líneas descendentes, cuales caídas en barrena de moscas noqueadas?
Pues ayer me pasó eso, pero en el ordenador. Cuando escribí mi último comentario, casi a las dos de la mañana, estaba más dormido que despierto, y el resultado, además de que en pantalla de repente apareciese algo como estoooooooooooooooooooooooooooooooooo, fue que lo que dije está de lo más embrollado y poco claro. Así que os pido disculpas, porque creo que vuestros comentarios merecían mejor réplica.

Intentaré recapitular y explicar qué es lo que, finalmente, opino sobre todo este tema (espero que las reflexiones de esta mañana mientras hacía cola en el puesto de fruta del mercado -la plaza, decimos aquí- hayan dado algún fruto -nunca mejor dicho-).

Ante todo, ¿por qué he ido hoy a la plaza en lugar de a trabajar?. Porque a mi mujer le hicieron ayer una prueba que exige un par de días de reposo; y yo he pedido permiso en el trabajo para quedarme a atenderla. Y en eso estamos (mi mujer está bien, y el embarazo marcha sin problemas, gracias).


Bueno, al grano:

1. Creo que las cualidades de las que hablé en el post son intelectuales y sólo intelectuales (intelectual: perteneciente o relativo al entendimiento), e independientes por tanto de la sensibilidad, los sentimientos, la espiritualidad, o como queráis llamarlo.

Lo que sí depende de la voluntad, de la sensibilidad y de otras características de la personalidad es que dichas cualidades se manifiesten, que rijan el comportamiento del individuo que las posee, o, por el contrario, éste, movido por sus sentimientos, sus miedos, traumas, circunstancias materiales, debilidad de carácter, celos, amor, o lo que sea, se comporte haciendo caso omiso de lo que su entendimiento sabe y le aconseja.

Creo responder así a la pregunta de si, según mi definición de cultura, alguien culto puede ser malo: puede serlo, sin duda; puede comportarse ambiciosa, débil, perezosa, ansiosa, caprichosa…, o perversamente (pero, ¡ojo!, en mi opinión será -lo reconozca o no- perfectamente consciente de ello).

2. En cuanto a si esa mentalidad, ese conjunto de cualidades que a mi modo de ver son el objetivo a conseguir puede denominarse cultura o debe acudirse a un término más amplio, me gustaría decir un par de cosas:

Sigo defendiendo un concepto de cultura mucho más amplio que el dado, por ejemplo, por María Moliner. No creo, mitos personales (en la medida de lo posible) aparte, que ser culto sea sólo acumular conocimientos; y menos aun que esos conocimientos sólo se adquieran mediante la lectura, el estudio, etc. Ser culto, para mí, implica que esos conocimientos sean no sólo amplios sino variados, y que su aprendizaje haya tenido lugar, tanto como en las bibliotecas, en la calle, en el cuerpo a cuerpo, manchándose las manos, desgastando las suelas, y hablando y escuchando; y, además, debe haber habido una correcta asimiliación de lo aprendido, debe haber sido entendido, no llega con poder repetirlo.

Por tanto, rechazo el que considero el uso más común del término.

Pero, una vez dicho eso, confieso que me imagino que tendréis razón todos los que consideráis que mi definición de persona culta era demasiado generosa y se había convertido en un saco sin fondo en el que cabía todo lo que a mí me convenía (que conste que ya lo advertí).
Así que renuncio a mi primera afirmación, según la cual el individuo verdaderamente culto era el que, partiendo de una buena formación, del aprendizaje de amplios conocimientos, llegaba, tras su correcta asimilación, a tener una mentalidad como la descrita.

3. ¿Y entonces?

Inteligencia: capacidad de entender o comprender.

A la vista de esta definición, y hechas las aclaraciones de los puntos 1 y 2, digo que una persona inteligente y culta debe poseer las cualidades azules, las muestre o no, se comporte de acuerdo con ellas o no.

Una amplia cultura, en manos de una inteligencia suficiente, debe dar ese resultado.

Eso, tan discutible (y aquí os espero), es lo que creo. Bueno, lo que creo hoy, mañana cualquiera sabe.

16.1.06

¿No querían hablar de cultura?

[Dedicado a Calamidad, con mi agradecimiento]
Precavidas notas previas (es por Donna, que la pobre...):


1. Tenía este texto en borrador, a medio hacer, antes de escribir el anterior. Ahora, tras el conato de discusión de los últimos comentarios, me viene muy bien para exponerles unas cuantas opiniones mías.

2. Me encantaría saber lo suficiente de filosofía y de antropología para poder desmenuzar el concepto de cultura y adentrarme en sus entresijos, míticos o no. Pero no es el caso, así que les aclaro (y no se crean que esta precaución es innecesaria; ya les contaré dónde me sentí mosca cañoneada) que me estaré refiriendo, cada vez que hable de cultura, ser culto o persona culta (al menos mientras no matice lo que aquí pretendo matizar), al significado que se le suele dar en cualquier conversación informal.

3. Atreverme a hablar ante un público (tan selecto) de este tema podría muy fácil y comprensiblemente ser interpretado como una inadmisible muestra de presunción. Y yo, lo crean o no, no soporto la presunción; no la soporto.
Así que declaro solemne y sinceramente, antes de que alguien me espete un "¿Pero usted qué se cree?", que me considero un ejemplar bastante presentable de persona no culta (no confundir con inculta); es decir, que no está mal, pero en modo alguno soy alguien con una cultura destacable. Y ésa es mi opinión sincera.


Fin de las precavidas notas previas.



Supongo que todos estarán más o menos de acuerdo en que una persona culta debe atesorar amplios y (muy importante) variados conocimientos; no tiene por qué ser un erudito, naturalmente, pero mucho menos puede tratarse de un ignorante.
Sobre esta primera cuestión, lo único que quiero decir es que creo que, si no el único, el mejor y más completo proceso de formación o aprendizaje es el que conjuga el estudio, la lectura, el acceso teórico a las ciencias, las artes y el pensamiento, con otra forma de culturización más directa, vital y práctica, que casi sin excepción viene dada por el contacto con gentes, lugares y modos de vida cuanto más variados mejor.

Pero, por descontado, yo no creo que los conocimientos, por sí solos, hagan a alguien culto. Para mí, una persona verdaderemente culta es la que asimila esos conocimientos y esa experiencia y hace que se reflejen en su vida, en su actitud y en su mentalidad.


Desde que recuerdo, he sentido un gran respeto hacia la cultura; un respeto tal vez exagerado e incluso irracional. Hasta no hace mucho, aseguraba que la cultura nos hacía mejores. Y lo hacía a pesar de las evidencias que prueban que ésta no siempre va ligada a los mejores comportamientos ni a buenos sentimientos. Ejemplos de individuos con una maldad fuera de toda duda que mostraban una cultura sobresaliente tampoco me faltaban. Y era consciente (y siempre me pareció algo incomprensible) de la triste paradoja encerrada en el hecho de que la Alemania de los años 30 fuera tal vez la nación más culta de Europa, y probablemente del mundo.


Ahora, en lo que quizá ha sido una deformación del concepto en un intento de salvarlo de la completa desmitificación, y siendo consciente de que cuando hablo de cultura a veces no me es posible distinguirla de cualidades como la inteligencia, la sensatez o incluso la bondad, he acabado por tener mi propia idea de lo que es ser una persona culta.
Se trata, por supuesto y como siempre, de un concepto subjetivo por completo, y que ni yo mismo sé hasta qué punto está teñido por mis filias y fobias, mis sentimientos, y mis ideas (políticas y no políticas); pero lo está, y mucho. En cualquier caso, se ha convertido en un ideal que ha sobrepasado hace tiempo los límites del original.


Como he dicho, ahora llamo culta a la persona que asimila lo aprendido y muestra una actitud, un comportamiento y una mentalidad a la altura de lo (bastante, o mucho) que sabe (de ahí la justicia de exigirle a cada uno en función de lo que de él cabe esperar... pero ése es otro tema).

¿Y en qué se concretan, en mi opinión, esta actitud, este comportamiento y esta mentalidad?

En (Dios me coja confesado):

- una clara conciencia de las propias limitaciones y de la propia ignorancia;

- humildad;

- un aumento de las inquietudes, la curiosidad y la capacidad de asombro;

- el cuestionamiento de las convicciones personales y la casi completa desaparición de las certezas y las fes (no confundir con la confianza) de todo tipo, incluida la actual fe supersticiosa en la ciencia;

- la erradicación de los propios prejuicios;

- capacidad para valorar en su justa medida los problemas y relativizar su importancia;

- amplitud de miras, entendida ésta como la capacidad para observar y analizar la realidad de un modo global, para relacionar ideas y hechos no directamente ligados, y para enfocar un asunto desde todos los puntos de vista posibles;

- transigencia con los errores ajenos y tolerancia con sus ideas (que no significa, en absoluto, indiferencia, falta de criterio o imparcialidad ante todas las opiniones);

- capacidad y voluntad de comprensión del porqué de las cosas, a pesar de la urgencia y proximidad de éstas;

- capacidad y voluntad de comprensión del comportamiento de las personas, y capacidad para ponerse en el lugar de los demás aun cuando los sentimientos lo hagan difícil, asumiendo con convicción el Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Soy humano, y nada de lo humano me es ajeno en su traducción habitual) de Terencio.

¿Siguen ahí?

Como ven, casi todos los puntos están íntimamente relacionados, y algunos son consecuencia directa de otros.

Pues bien, ya puede alguien ser una fuente inagotable de datos, un pozo de ciencia o una enciclopedia andante, que, a mi modo de ver, si no es capaz de poner en marcha todo ese conocimiento, de hacerlo algo vivo y extraer de él, día a día, las enseñanzas que lo vayan convirtiendo en un individuo de esas características, no es una persona verdaderamente culta.

15.1.06

Elitismo cultural, o meditaciones dominicales de un esnob.

La gente que no lee (ya saben, ésos), en lugar de decir leer, siempre dice leer un libro.
Y cuando quieren dejar claro que ya hay un nivel, cuando quieren impresionar, dicen leer un buen libro.

Fíjense, ya verán.

8.1.06

Democracia, responsabilidad y sensatez.

[Perdón por la pretenciosidad del título]

1. En un Estado democrático, las Fuerzas Armadas deben ser escrupulosamente apolíticas.

La característica política fundamental de un ejército en una democracia (algunos dirán su grandeza y su servidumbre) es que, independientemente de la ideología, ideas y opiniones de sus miembros (que las tendrán, como cualquiera), aquél no es más que un instrumento, sin voluntad propia, del Gobierno, y por ende del pueblo (qué desprestigiado está esto del "pueblo", qué hueco suena después de tanto abuso), que lo utilizará para lo que considere oportuno.

Y esto es algo que todos los militares deben no sólo saber sino asumir con convicción.


2. Es inadmisible cualquier manifestación (y no hablemos ya de hechos) que rompa esa neutralidad. Y lo es sea cual sea la idea expresada: no importa si nos parece malévola o magnífica, lo inaceptable es la toma de partido.

Repito: nada tiene que ver el sentido de la opinión emitida. Cuando tropas españolas fueron enviadas a Irak, Gaspar Llamazares invitó a los militares a negarse a cumplir esa orden. Sin duda fueron las declaraciones más insensatas que yo, convencido detractor de aquella guerra, le haya oído (y no le faltan ejemplos, en mi opinión); estaba pidiéndole al ejército que actuase de acuerdo con sus ideas, que decidiese según su propio criterio.


3. Ante un hecho como el del día 6 en Sevilla, es una grave irresponsabilidad que cualquiera, pero sobre todo un político, en lugar de zanjar el asunto apelando a las restricciones que la ley (y la Constitución, además, fíjense ustedes) impone a todo militar, entre a valorar el fondo de la cuestión. E igual de irresponsable es mostrarse comprensivo con la salida de tono, aunque no se llegue a justificarla.

Y eso es lo que hizo anteayer Elorriaga, y por tanto el PP.


4. Y ahora la parte más subjetiva y (creo que la única) discutible de este texto:

Como yo creo que la situación del país no se corresponde ni por asomo con la visión catastrofista que de ella está tratando de dar el PP con todos los medios a su alcance, y como también creo que ese partido pretende imponer con fines partidistas una sensación de alarma, miedo y crisis nacional que no está ni remotamente justificada, no puedo sino opinar que el PP es, en parte, culpable indirecto de que individuos como el teniente general Mena piensen cosas así y además se atrevan a decirlas.

No quiero decir con esto que el PP provoque o alimente situaciones como ésta consciente y voluntariamente, ni que se alegre de oír lo que no deja de ser una amenaza a nuestra forma de gobierno, pero sí que quizá esté protagonizando una nueva versión de El aprendiz de brujo, un irresponsable incapaz de controlar las consecuencias de sus propios actos.

(Naturalmente, cualquiera que crea que la versión de nuestra actualidad que da el PP es la cierta, o al menos la más acertada, estará en desacuerdo con este cuarto punto y considerará que el aprendiz de brujo es Zapatero. Como de costumbre, la discrepancia nacerá de percepciones distintas de la realidad.)

2.1.06

¡Maldita LOE anti-tabaco!

Nota previa de un prudente:
Las críticas a las críticas no son una defensa de aquello que éstas critican, son críticas a las críticas.


1. Libertad:

Soy incapaz de decir si la LOE supone una mejoría, un paso atrás, o nada de nada, para la calidad de la enseñanza y la resolución del mundialmente famoso fracaso escolar.

Ahora bien, no conozco a nadie de los que protestan contra ella (excepto a Santino, si se puede decir que lo conozco) que de lo que proteste no sea, en realidad, por un lado de que la de religión católica no sea una asignatura más, y por otro, de no poder mandar a sus hijos gratuitamente al colegio que quieran.

Ambas reclamaciones me parecen completamente inaceptables:

Con respecto a la religión, creo que un Estado aconfesional no debe incluir en los programas de estudio oficiales ninguna asignatura que ofrezca de la religión una visión distinta de la histórica, cultural (o artística) y filosófica (visiones que, por otra parte, podrían proporcionarse gracias a las asignaturas de Historia, de Filosofía o de Ética). No veo ninguna razón por la que en un colegio público se deba enseñar religión; y al decir enseñar me estoy refiriendo al modo en que esa asignatura se ha venido enfocando hasta ahora, pretendiendo fomentar y defender una determinada fe.
Así pues, creo incluso que el Gobierno se ha quedado corto, pues la asignatura se mantiene, aunque no sea evaluable. No obstante, entiendo que es más práctico y prudente hacer ciertas concesiones, y de ese modo facilitar (no detener, ojo) los cambios.

En cuanto a la elección de colegio, me parece obvio que si uno quiere beneficiarse económicamente del hecho de que la enseñanza sea libre y gratuita, debe aceptar las reglas que el Estado pone. Reglas que no pone un partido, ni un presidente, ni un grupúsculo de confabulados; las ponen nuestros representantes en el poder legislativo, que es lo menos malo que hemos encontrado a la hora de hacer leyes. Por tanto, no es que crea que el Gobierno tiene derecho a exigir el cumplimiento de ciertas condiciones a los colegios públicos y concertados, o que no debe hacer distingos a la hora de asignar los centros, sino que, en mi opinión, tiene el deber de hacerlo, y lo contrario sería -entonces sí- lo criticable.


Si usted quiere que su hijo evite ciertos ambientes, o, dicho más claramente, no quiere que se mezcle con cualquier tipo de gentuza, inmigrantes y gente de esa calaña incluidos, como ésa es una discriminación que el Estado considera inaceptable, se lo paga usted.
Si lo que quiere es que su hijo reciba en el colegio una formación religiosa, como ésta no se considera parte de la formación que la enseñanza pública debe ofrecer, se lo paga usted.
Y por supuesto, si un colegio quiere convertirse en concertado (por motivos económicos, desde luego), tres cuartos de lo mismo: será concertado si es necesario para la enseñanza pública y si acepta las reglas de ésta; en caso contrario, no hay ningún motivo ni justificación para subvencionarlo.

Y protestar de cualquiera de esas tres cosas apelando a la libertad de enseñanza, a la libertad de cátedra, o a la libertad en general, me parece una hipocresía inaudita.


2. Tolerancia.

Me parece genial que alguien quiera fumar. Bueno, la verdad es que me parece una estupidez, pero creo que cada uno debe poder hacer con su salud lo que quiera, y entiendo que haya quien considere que el placer que le proporciona el tabaco le compensa de los consabidos inconvenientes. Yo mismo reconozco que fumar con estilo puede ser algo estéticamente muy sugerente.

Pero me parece mucho mejor todavía, pero mucho mucho mejor, que si yo no quiero que se fume a mi lado no se pueda hacer. Y como, de las decenas de miles de ocasiones en que alguien cerca de mí ha querido fumar, no me han preguntado si me importaba más que cuatro o cinco veces, apoyo totalmente la nueva ley.

La ley antitabaco es una ley de protección del no fumador. A nadie se le prohibe fumar; sólo se prohíbe hacerlo en cualquier lugar y circunstancia que pueda provocar que un no fumador se vea obligado a soportarlo.


De nuevo, apelar a la tolerancia de los no fumadores (como si hasta ahora alguno hubiéramos dicho esta boca es mía), criticar la supuesta incoherencia de esta ley con la venta de tabaco (como si se declarara ilegal, insisto, el tabaco), o prevenir contra la nueva caza de brujas emprendida por el gobierno ("¡Volvemos a los tiempos del senador McArthur [sic]!", decía alguien hoy en un programa "anti-ley" de una emisora que, dada su tendencia política -y que no era la COPE, que conste-, naturalmente estaba en contra de este "atropello"), me parece de un cinismo y un patetismo sonrojantes.