31.12.14

Dos mil quince

Y otro.

Ojalá este año que empieza tengamos un poco más claro qué queremos, y podamos intentar conseguirlo.

Os deseo un año nuevo muy feliz.







28.11.14

Aniversario ficticio del Bremen

El Bremen es un taller literario un poco guadianesco que nació hace unos siete años.

Yo lo conocí hace menos tiempo, y para mí (aparte de que me animó a escribir un poco) fue el segundo gran paso de la conversión del mundo virtual en relaciones de carne y hueso (el primero había sido encontrarme con blogueros tras leernos mutuamente varios años). Y supuso además, y más concretamente, conocer a un grupo de gente en el que di con personas verdaderamente interesantes y con las que surgió fácilmente la amistad. Una amistad atractiva que me ha enseñado cosas nuevas y vidas diferentes.

Cada momento que me he acercado a ellos ha sido muy bueno.

Creo de verdad que ha sido algo importante en mi vida en los últimos años.

Y ahora estoy en un tren, con Marta, rumbo a Madrid. Para celebrar todo eso.




23.11.14

El profesor

Acabo de terminar, a pesar de que hace unos días pensaba dejarlo, El profesor, de Frank McCourt. Que es el autor del famoso Las cenizas de Ángela.

Como digo, he estado a punto de dejarlo, porque no me gustaba lo suficiente; pero al final me he alegrado mucho de seguir hasta el final. Ha resultado bastante emocionante.

Supongo que los best sellers tienen todos un aire a telefilm. Es un peligro que siempre les está rozando: la sensiblería, el morbo, etc. Y supongo que, a ratos, aquí también lo he visto. Pero consigue mantener todo eso a raya, creo.

He empezado 2666, de Bolaño, y nada más hacerlo uno tiene el placer del reencuentro (tras una temporada) con la buena literatura. Sin duda El profesor no es eso. Pero es algo. Y algo que vale la pena conocer.

Habría preferido que dedicase más libro al tiempo en el aula, en cualquier caso. Pero aun así ha estado bien: es una profesión con una parte oscura, frustrante y carente de todo tipo de alicientes salvo uno; y él no trata de disimularlo. Ni trata de presentarse como un héroe anónimo; de hecho, a veces se muestra casi vergonzósamente pusilánime; pero seguro que todo eso contribuye a que la amenaza telefilm no llegue a materializarse.



Hay una parte de mí que se imagina contento dando clase. De algo que me gustase, claro.


Ahora es domingo por la mañana. Domingo: el día de la verdad. Hace un rato he llevado a Paula y Carlos con su madre, tras dos noches seguidas. Cibrán está enfermillo, parece que empachado. Esta tarde me espera algún tipo de estudio (no estaría mal tenerlo un poco más claro). Ahora Marta lee y escuchamos música.

Creo que hoy supero la prueba.


21.10.14

El grito de Carlos

Cada noche, Carlos recibe a su madre con una cara hecha con la ropa que es para lavar. Normalmente, los calcetines y el calzoncillo.

Suelen estar muy bien, y se va perfeccionando: ojos guiñados, morros de cerdo, bocas de sorpresa, etc. Hace unas semanas hizo este buzo:



Ayer estuvo trajinando un rato, se levantó y me dijo "Mira, el grito de Munch".



15.10.14

Nada menos que la vida

Cuando John Travolta volvió a aparecer en una película, Pulp fiction, tras años de ausencia, dijo que nadie se pensase que se había pasado quince años en una habitación de hotel con una bombilla solitaria en el techo, bebiendo vino barato; que había tenido vida, mientras tanto.

Yo también, aunque no escriba.

Ha empezado el invierno, mentalmente. Lo estaba deseando; quería dejar de sentirme de paso entre el verano y el curso.

Estoy con la tesis. Esta vez es la última, para bien o para mal; no quedan más oportunidades. Tengo ganas pero me da pereza y me falta tiempo, me canso. Estoy aprendiendo mucho sobre Haití y Mozambique (son los casos que quiero estudiar), pero casi todo es tristísimo.

Hay un chelo en casa. Me parece increíble. Es Carlos el que, por decisión propia, lo va a estudiar. Estoy seguro de que se le va a dar muy bien, sin embargo no tengo tan claro que su interés se mantenga en el tiempo. Por ahora, en cualquier caso, está entusiasmado.

He decidido aprovechar el horario cómodo que tenemos por delante y reservar varios momentos a la semana para Carlos, precisamente. Para hacer cosas los dos solos (manualidades, leer y pintar). Creo que Carlos necesita atención y la agradece muchísimo. Empezamos la semana pasada y cada día prepara el material con antelación; está ilusionadísimo. Y yo.

Paula crece. De la pre a la adolescencia. Y (parece obligado decirlo) muy bien.

El otro día Marta y yo vimos La noche del cazador, de Charles Laughton y con un joven y genial Robert Mitchum. Una película que se nota antigua, más teatral, sin la pretensión de verosimilitud del cine actual, con escenas casi expresionistas. Me gustó mucho; y más tras dejar pasar unos días.

He leído un libro muy interesante de Xavier Melgarejo, Gracias, Finlandia. En él explica las razones del éxito del sistema educativo finlandés: en parte son técnicas y en parte, sociales, como es lógico. Lo resume muy bien, y explica también por qué no nos valen como ejemplo, este artículo.

Y esto me recuerda que mi vida cojea en mi faceta de ciudadano. Como la de la mayoría; de ahí la situación: nuestros elegidos nos coñean impunemente, porque saben que pueden. ¿Hay más gente indignada por la deshonestidad del caso de las tarjetas opacas (por ejemplo), o gente envidiosa por no tener una?


A veces, en mi día a día corro el riesgo de no ver la posibilidad de cambio, de ahogarme. Pero casi siempre hay algo, como un cormorán levantando el vuelo en la ría, que me pone en contacto con la vida.

Además, cada noche duermo abrazado a un cuerpo cálido y suave que, además de ser bonito, no encierra más que bondad y amor.


29.9.14

Carlos, cómo no

- ¿Diga?
- Hola, Carlos.
- Hola.
- ¿Qué haces?
- Estoy dando vueltas a la alfombra de mi habitación, desnudo.

17.9.14

Descontextualizado

Ayer a las siete menos cuarto de la mañana estaba en calzoncillos y zapatos, con un paraguas, bajo la lluvia.

7.9.14

Belleza, o ninguna belleza


Hoy he terminado Knockemstiff, de Donald R. Pollock, último de los tres libros que hace tiempo había recomendado NáN (ya no recuerdo dónde) para entender América (quiero decir Estados Unidos, pero estos libros piden América). Los otros dos eran Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, y Cannery Row, de Steinbeck. Los tres son magníficos.

Knockemstiff es un libro de relatos ambientados en ese pueblo. Pueblo que existe, que también está en Ohio, y en el que nació Pollock. Los personajes se repiten en ocasiones, pero los relatos son independientes.

Cuando leí el primero me quedé horrorizado; cuando leí el segundo estuve a punto de dejarlo. Por suerte, seguí, porque me ha encantado.

Dice Pollock que, aunque los relatos están inspirados en su pueblo natal, no reflejan cómo eran ni su familia ni el ambiente que lo rodeó de niño. Y me alegro por él, porque el libro es un recorrido por la pobreza, la ignorancia, la brutalidad y falta de escrúpulos, la degeneración física y moral, la sordidez y la desesperación más absolutas. O las más absolutas que uno espera encontrar en cierta parte del mundo.
 
Las conclusiones sobre aquella sociedad son inevitables; aunque seguramente serán también demasiado simplistas. Al final, tras escandalizarse, uno se da cuenta de que lo que debe de pasar es que aquí esas vidas nadie las cuenta.

La pobreza total, la pobreza que condiciona por completo la vida personal, familiar y social, que sume en la ignorancia y encierra en un pozo desde el que no se ve ninguna luz, es lo más dramático. La falta de cualquier tipo de esperanza, la falta de un horizonte más allá de la siguiente pastilla, la incapacidad de confiar en nada (y menos aun en uno mismo), dejan esto: unas vidas de mierda, de mierda.

Léanlo.






Por la tarde, siguiendo otro consejo, de un compañero del trabajo, hemos visto La gran belleza, la película.

Otro mundo, otras personas. Un casi piensa que otra especie. Pero no, por supuesto.

La película es preciosa e inteligente, muy interesante. Y el protagonista está genial.

Habla también del cansancio, incluso de la desesperanza y la falta de fe; y quién sabe si de la misma cantidad de desgracia. Pero claro, aquí se reflexiona y se explica, y se asume o al menos se sobrelleva desde el refinamiento y el bienestar material. Y es mejor, para qué nos vamos a engañar, es mejor así.

En cualquier caso, se parte de la frivolidad, de la cultura mundana y la estética y se acaba hablando de la soledad y la muerte.

Véanla.


19.8.14

Como una novela

El país menos poblado del mundo es una colonia británica en la Polinesia, las Islas Pitcairn, con menos de 50 habitantes.

Todos ellos son descendientes de los amotinados de la Bounty y sus parejas tahitianas. Y hablan un dialecto mezcla del inglés del siglo XVIII y el tahitiano de entonces.



18.8.14

Espías y ríos

Hacía unos veinte años que no me bañaba en un río, y ayer y anteayer lo he hecho. No las dos veces en el mismo, por supuesto.

He acabado El intocable, de Banville. Me ha decepcionado: me parece una buena historia no demasiado bien contada; y me parece bien escrito, con un tono muy interesante en general, pero que abusa muchísimo de los "como si...". Todo era como si, todos se comportaban como si, se vestían como si y se sentaban como si; todos los cielos, los sonidos, las sonrisas, las luces eran como si alguna otra cosa. Cada párrafo. Era un poco cansino. Además yo creo que cuando uno tiene que explicar tantas cosas es que no las está sabiendo decir.


7.8.14

Fin del verano

Nos acabamos de acostar. Hoy hemos visto no una sino dos películas. 


Mañana se van. 

Han sido unas vacaciones maravillosas. Incluso un tonto como yo, al que todo parece escapársele entre los dedos, lo ha sabido en todo momento. 

Ahora les toca seguir las suyas con su madre. 

Hablar del dolor de la separación y, más aun, tratar de cuantificarlo, me parece no solo inútil sino impúdico. Esto ya lo sabía, y sabía que toda mi vida lo sentiría.

Se me ha hecho tan corto... Hemos hecho muchas cosas (más que nunca, seguramente), pero quería hacer más. Y sobre todo quería tener tiempo, tiempo para estar con ellos, para vivir con ellos y que fuera normal, tiempo seguido, tiempo suficiente para que todo pareciese permanente. 

Pero esto es lo que hay. Y por suerte (mucha, muchísima suerte) ellos están bien, son niños felices que siempre están con quien los quiere. Llegaron con una sonrisa y se van con otra. 

Ahora para mí el verano ha terminado. Voy por fin a retomar los estudios y, por tanto, a encerrarme bastante. Pero sobre todo estaré deseando que acabe agosto y ellos vuelvan a mi día a día. 

Por suerte, también (mucha suerte), no espero solo. 




4.8.14

Vicedo: epílogo

En el monte de enfrente, el que está al otro lado de la ría y he fotografiado cientos de veces, solo hay dos casas. Y todas las noches, antes de dormir, después de apagar mi lámpara, me levanto y miro desde la ventana sus dos luces; las únicas que se ven desde nuestra casa.

Yo sé que esas dos casas serán normales y estarán habitadas por familias corrientes, que se llevarán regular, que a lo mejor no miran mucho el mar, que hablarán unas veces más y otras menos, que escucharán Europa FM cuando van en coche y que a menudo cenarán en el sofá viendo, por ejemplo, Tele5.

Pero eso da igual: para mí son otra cosa. Esas dos luces solitarias entre los árboles, para mí, son evocadoras como pocas cosas; son misteriosas, remotas y de otra época. Y lo son realmente, independientemente de lo que pase bajo ellas. Son algo aparte de todo, allí enfrente, de noche.

Y creo que eso resume en gran medida lo que Vicedo significa para mí: algo aparte de todo.

Por supuesto, es un sitio precioso que he ido llenando de recuerdos; pero sobre todo, tiñendo cada momento nuestro, sobrevuela siempre la sensación de estar viviendo algo aparte de todo lo demás.

Y es curioso, porque los días allí me saben a poco e incluso he llegado a fantasear, como les he comentado, con la idea de vivir un tiempo, pero lo cierto es que esa sensación es de las pocas que alguien del pueblo nunca podrá compartir conmigo, y que también yo perdería si me acercase más (tanto como para llegar a ver todas sus caras): ya no podría seguir siendo un lugar medio real, medio imaginario, con atractivos innegables pero que tiene además todo lo que yo quiero poner en él.

Como las luces.


Niebla en Cañoles


3.8.14

Vicedo: nos marchamos

Anteayer llevamos a los niños por primera vez a una de las playas, para mí, más bonitas de toda esta costa. Y eso, también para mí, es mucho decir.

Se trata de Esteiro, en O Barqueiro. No es tan tranquila como la nuestra ni su agua tiene ese color tropical, pero el paisaje es precioso, verde y negro de pizarra. Y desde ella (asómbrense, forasteros) no se ve una sola edificación.

Nuestra playa


Esteiro

Se han acabado nuestros quince días en el paraíso. Se nos han hecho, a los cinco, muy cortos; y supongo que no podría haber un mejor balance. Yo, cuanto más vengo, más enamorado me siento de este sitio. De hecho, mi última teima es poder venir a vivir a Vicedo todo un año, algún día. Sería un año de retiro, claro. Quién sabe.

Pero irse, que es lo que hoy ha tocado, es triste; y esa sombra ha ido creciendo estos últimos días. Aunque, bueno, esa tristeza tiene también que ver con que mis vacaciones con los niños en breve llegarán a su fin. Con la habitual y neurótica sensación de oportunidad no aprovechada del todo incluida; aunque yo sepa que no es así, por tantas cosas.

En cualquier caso, la actitud, como me dije a mí mismo el año pasado, debe ser otra: la de que nosotros, que hemos sido capaces de ver la felicidad y cogerla, seguimos aquí, más dispuestos si cabe a todo.

Dispuestos a vivir. Y a querernos.

No se acaba nada; solo continúa.





29.7.14

Vicedo: marea baja



La marea baja permite caminar por el medio, literalmente, de la ría. La sensación es increíble, como la espectacularidad del paisaje. El entusiasmo continuo de los niños es admirable y contagioso.

Ayer tomé mi primer café del verano y del año en Oliva. Fui también a la tienda por antonomasia, a oír historias del pueblo.

Leo al desconocido (para mí, a pesar del premio) Banville, y promete.

Incluso para mí, que me pongo tantas trabas, todo está siendo maravilloso.


22.7.14

Vicedo: varios días

Ya sé que me repito. Pero es que también estos días son una repetición, la repetición que quiero.



Además, teniendo esto, ¿no es para mostrarlo una y otra vez? Aunque solo sea para creérselo uno mismo.

Marta esta mañana, antes de desayunar.



Carlos y yo sobre el río Sor, ayer.

La belleza de esta ría y de todo su entorno me parece sencillamente increíble. Miro por la ventana y todo me parece perfecto. Estoy tan contento de estar aquí.

Hace un rato he acabado de leer Brooklyn, de Colm Tóibín. En algún blog alguno de ustedes lo recomendó alguna vez. Me ha encantado; me ha gustado muchísimo. La fórmula es la misma infalible: un problema universal sutilmente tratado en las circunstancias y detalles de una vida concreta maravillosamente contada.

Seguimos. Yo además sigo sin saber dejarme llevar de la mano por la felicidad y pretendo labrarla a cincel. Pero seguimos; por suerte, seguimos todos aquí.



18.7.14

Vicedo: segundo día

Marta trabaja hoy y mañana, y se va a las seis, cuando está empezando a amanecer. Yo me vuelvo a la cama hasta que los niños me despiertan.


Hoy hemos ido por primera vez a la playa, y por primera vez me he ido a nadar. Lo he contado tantas veces que me parece que no queda nadie por saber lo que ese baño supone para mí. El caso es que he estado unos quince minutos solo, lejos, buceando, dejándome mover por las olas, subiendo y bajando; como en éxtasis. Como todas esas veces, la sensación es extraordinaria: me vacío de todo lo que me sobra y me lleno de belleza y de paz. Suena cursi pero es exactamente así.


Niebla en Cañoles

Comemos fuera (la dueña de la Bodeguita del Puerto, que cree que escribo -hace unos años alguien descubrió el blog y la cosa se ha distorsionado-, quiere saber si es mío un relato sobre ellos que les ha llegado a las manos; la sensación que me produce la mera posibilidad durante ese momento de confusión me hace pensar muchas cosas...), saludamos a gente, vemos la lancha de Camilo, ya en tierra definitivamente, vuelve Marta, van a la playa y yo leo arriba y, a última hora, cuando el sol ya se pone, bajamos a darnos el último baño.




Paréntesis

El pasado fin de semana fuimos a una boda a Zaragoza. Paramos unas horas en Madrid.

San Jerónimo Penitente

San Sebastíán atendido por Santa Irene y su criada

Seascape with distant lighthouse

Marta asombrada

Debajo, Galicia


16.7.14

Vicedo

Hemos llegado hoy.


Niebla en Cañoles

Lo estaba deseando. Porque en todo el invierno no hemos venido nada, porque por primera vez vamos a estar los cinco todo el tiempo, y porque, aunque en el trabajo sigo muy contento, esta última temporada ha sido un poco cansada y me apetecía mucho desaparecer aquí.

Quince días por delante.


8.7.14

London with kids

Hemos ido de viaje a Londres, Paula, Carlos, Cibrán, Marta y yo; cinco días a finales del mes pasado.

Nosotros dos ya habíamos estado varias veces, pero los niños no. De hecho, para ellos era la primera salida consciente al extranjero, prácticamente.

Nos alojamos en la zona de Notting Hill, en la esquina NO de Kensigton Gardens, y desde allí nos movimos muy fácilmente a todos los sitios que queríamos visitar. A algunos, incluso andando.

Íbamos mentalizados de que era un viaje con y principalmente para niños, y lo habíamos planteado en consecuencia, con contenido cultural medido y tratando de hacer y ver cosas atractivas para ellos. Aun así, nos sorprendimos de hasta qué punto están aún lejos de tener afán de conocimiento alguno... O tal vez no, tal vez seamos injustos al decirlo, porque lo cierto es que hubo sitios no tan infantiles que sí les gustaron, y Marta y yo recordábamos cómo nosotros, al menos a la edad de los dos pequeños (7), no sabíamos ni lo que era un museo. Literalmente.

Les hicimos unas libretitas con fotos de cosas que íbamos a ver y tenían que reconocer y se las tomaron con mucho interés.



Diplodocus, visto.

Fuimos a ver los típicos edificios más famosos, fuimos pero no subimos al London Eye, paseamos por el West End, por nuestro barrio hasta Portobello (donde cenamos en un pub con comida de Nueva Orleans y vimos, desde la acera, el interior de algunas casas maravillosas), por la City (contemplando el ambiente temible de algunos de los que mueven el dinero del mundo), recorrimos los jardines deliciosos de los edificios de abogados del Temple, visitamos el Zoo, el Museo Británico (lo justo para ver las momias y poco más), el de Historia Natural (con más éxito, como esperábamos, pero sin alardes), la Tate Modern (el último día, solo por ver qué les parecía; y casi todo les pareció una coña marinera) y la casa de Sherlock Holmes, como yo hace dieciocho años, que les gustó mucho. Comimos mucho y bastante rico (¡qué hamburguesas!), poco variado e insano.


Lo mejor de la Tate, los chicles pintados del camino

Jardín en el Temple

Pero, aparte de caminando por la calle, donde más tiempo pasamos fue en los parques.



Lo de los parques de Londres es algo sabido, pero uno no es consciente de lo excepcionales que son, tanto en cantidad, tamaño y belleza como en lo mucho que se viven, hasta que los ve. Y esta vez, por los niños y gracias a que hizo muy buen tiempo, estuvimos bastante en ellos; algún día incluso merendando en la hierba, junto con varios miles de personas más. Lo cierto es que había lugares donde uno tenía que obligarse a recordar que allá a lo lejos una verja nos rodeaba y separaba de las calles, porque la sensación era de estar en medio del campo. Tanto a Marta como a mí fue lo que más nos impresionó; nos daban mucha envidia.




A los niños, como suele suceder, al final lo que más les gustó fue el hecho de viajar y lo que eso, y salir al extranjero, supone: aviones, el hotel, ¡el desayuno del hotel!, coger el metro, coger los autobuses de dos pisos, coger un taxi típico, la gente extraña por la calle (me llamó muchísimo la atención la cantidad de mujeres con burka que había; hace años no se veían, y ahora no es que haya muchas, es que son algo normal), comer fuera y mal, oír hablar otro idioma, etc. La verdad es que es una gran experiencia para ellos, creo yo.






Yo me considero, al menos en parte, anglófilo. No puedo (bueno, ni quiero) evitar admirar o envidiar muchas cosas suyas, empezando por la literatura y todo lo que la literatura me ha dado (cada vez que el comienzo de una novela me ha llevado junto a la chimenea de una posada en un camino rural inglés en medio de una noche de lluvia). Y la superficial y totalmente aleatoria impresión que uno se puede llevar de contactos fugaces, en mi caso tampoco ha sido nunca mala. Tan solo me sucede que sus manifestaciones públicas, desde los titulares de prensa a los libros de Historia, pasando por los cartelitos de los museos, hacen que me vuelva de allí contento de su derrota en el Mundial y la eliminación de Murray en Wimbledon...



Lo de los jardines... es que era una maravilla, de verdad. Y no hace falta irse a los grandes parques; hay jardines encantadores en cualquier parte, aunque sean los de 4 metros cuadrados de delante de cada casa.

La preocupación por la estética, de nuevo, como indicador del nivel de vida de una sociedad.

Fue un viaje estupendo que recordaremos toda la vida.





18.6.14

Comunión

Me giro un poco en la mesa y veo abajo la playa, con las olas rompiendo en silencio.

Más cerca, una palmera mojada y el tejado de una iglesia, con adornos que alguien labró hace un siglo.


31.5.14

Quarantaquattro

Hoy he cumplido cuarenta y cuatro años.

Estoy bien.

La verdad es que si pienso en todos estos años creo que en general ha sido un buen primer tercio de vida.

Besos y abrazos a todos, y gracias, amigos.





29.4.14

Udine ed altri

Fuimos, vimos y volvimos, como casi decía este.






Añadir leyenda





[Conviene pinchar sobre las fotos, para verlas mejor.]



Udine es la ciudad donde M hizo, hace once años, un Erasmus. Quería regresar y quería llevar a su hijo, y eso hicimos. Estuvimos en Udine, fuimos a Venecia y visitamos varios pueblos cercanos (San Daniele, Cividale del Friuli y Gorizia) y una ciudad, Trieste. Yo no conocía ninguno de esos sitios.



Venecia es una ciudad laberíntica recorrida por multitud de canales, por lo que la llaman la Venecia del Sur.







A uno le pueden gustar más otras ciudades (a mí, sin ir más lejos), pero lo que es innegable es su excepcionalidad, que por mucho que se lleve sabida no deja de sorprender. Y es que, claro, una ciudad sobre el agua, donde los canales son un ingrediente normal de la vida diaria, es algo digno de ver; y si a eso le añadimos una arquitectura maravillosa y (a pesar de las miríadas de turistas) evocadora, cómo no quedarse boquiabierto y marcharse completamente impresionado y con ganas de volver con más tiempo.









Sin embargo, la gran sorpresa para mí fue el resto: los pueblos que vimos, las casas de campo, el paisaje (una llanura verde salpicada de árboles, con la cortina de los Alpes Dolomitas al fondo) y, sobre todo, la propia Udine.



El contraste entre norte y sur de Italia es también de sobra conocido, pero aun así era curioso hasta qué punto los sitios, y sobre todo la gente, se alejaban del estereotipo de lo italiano y de los italianos que tenemos. Aquello es ya centroeuropa.













Además de Udine, el pueblo más bonito resultó ser Cividale. Y eso que la lluvia nos impidió pasear todo lo que queríamos. Pero aun así me encantó. Saber que César se lo había arrebatado a los galos influyó. Lo cierto es que, aunque se sepa poca Historia, es apasionante ir viendo y reconociendo escenarios de cosas que se han estudiado.







San Daniele es famoso por su jamón, pero les aseguro, sin el menor asomo de chovinismo, que el jamón serrano más barato de su supermercado es bastante mejor. Gorizia está, literalmente, en la frontera con Eslovenia. De hecho, cambiamos un cuarto de hora de país. La ciudad era bonita, pero el domingo por la mañana se veía muy muerta.









En cuanto a Trieste, poco tenía que ver con el resto. Ha sido una gran ciudad del Imperio Austro-Húngaro y eso es lo que parece: todo está a otra escala, grandes edificios en grandes plazas imperiales. Me gustó muchísimo, me sorprendió más aun, y me permitió hacerme una idea cómo será ese corazón histórico europeo que todavía no conozco.



Llamarnos tercermundistas es una frivolidad sin sentido, pero no cabe duda de que uno sale a algunos sitios y se da cuenta de que nosotros jugamos en otra división: unos cascos históricos preciosos, bien conservados y vividos, unos "ensanches" que no son antologías de la fealdad, un campo y unos pueblos que han incorporado la belleza a su normalidad... Preocuparse por la estética no resuelve los problemas económicos, es evidente, ni por tanto hace por sí solo que una sociedad avance; pero qué síntoma más claro de cuánto lo ha hecho. Aquí, mientras, los que solo buscan razones económicas para todo siguen sin verlas en cuidar lo que tenemos, en procurar un entorno agradable, en hacer que nuestras ciudades sean bonitas.







Yo quiero vivir en una casa bonita.

Lo siento, sé que es superficial, pero es importante para mí






El viaje, además de sentimental, fue precioso.









17.4.14

Un viaggio sentimentale

Hace tiempo que estoy bien; es solo que no me apetecía escribir. Muchas gracias por sus cariñosas palabras.

Me parece que, en mí, un síntoma de optimismo, una diferencia entre el ánimo y el desanimo es ver la vida, incluso día a día, como un conjunto de posibilidades en lugar de como una situación definitiva, buena o mala; como algo que tengo capacidad para construir en lugar de como algo dado. Y últimamente es lo que siento.

Hemos pasado unos maravillosos días en casa, Paula, Carlos, Cibrán, M y yo, dándole consistencia a nuestro nuevo contorno sentimental. Todos hemos estado muy contentos. Y ahora, M, Cibrán y yo estamos a bordo de un avión, el primero del viaje también sentimental que empezamos hoy. A Udine.

Son las siete de la mañana y por la ventanilla se ve la raya rojiza de un nuevo día.





2.3.14

Los egoístas no nos queremos

Esta mañana había escrito esto:

La tristeza del desánimo, de la soledad, de la ansiedad: del vacío. Es increíble y penoso lo mucho, lo totalmente que dependo de los demás. Y no hablo del depender del amor y la amistad para dar sentido a mi vida; eso sería normal. Hablo de hasta qué punto mi autoestima depende de lo que los demás opinan de mí; de hasta qué punto me sostengo sobre la aceptación de los otros. Qué endeble, esta fachada que soy. Qué frágil, qué superficial, qué inconsistente: qué inmaduro. 
Esta ansiedad con la que busco el visto bueno, el halago, la aprobación y hasta, ilusamente, la admiración. La ansiedad que desvirtúa mi interés, que pone en entredicho mi supuesta motivación: solo busco que se me reconozcan méritos, el aplauso. Y en pos de eso trabajo, así, con ansiedad. 
Pero de nada sirve intentar salir de ahí siguiendo el mismo camino: los demás. Por los demás puedo encontrar consuelo o incluso tranquilidad sobre mis temores e inseguridades. Pero solo hasta la próxima vez, hasta la siguiente crisis, provocada por lo mismo y que dependerá de ellos también. Solo yo puedo sosegarme de verdad y con posibilidades de llegar a un equilibrio estable. Solo yo, mi propia opinión, mi grado de satisfacción, lo que piense de mí mismo, pueden proporcionarme (ya que no parezco correr el riesgo de la auto indulgencia) una referencia centrada y serena, libre de los vaivenes de mirar ansioso alrededor.
Por una parte, ser capaz de juzgarme y juzgar mis acciones con la suficiente tranquilidad y sinceridad como para no dejarme zarandear por la primera opinión ajena. Por otra, conseguir que esa calma se traduzca, precisamente, en  madurar y actuar con madurez; en ser y hacer las cosas mejor...

Y al poco rato he vuelto con El arte de amar y me he encontrado esto. Justo lo que necesitaba, me estaba esperando:

La persona egoísta solo se interesa por sí misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en tomar. Considera el mundo exterior solo desde el punto de vista de lo que puede obtener de él (...) juzga a todos según su utilidad; es básicamente incapaz de amar. 
(...)
El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos. El individuo egoísta no se ama demasiado, sino muy poco; en realidad, se odia. Tal falta de cariño y cuidado por sí mismo, que no es sino la expresión de su [incapacidad para amar], lo deja vacío y frustrado. Se siente necesariamente infeliz y ansiosamente preocupado por arrancar a la vida las satisfacciones que él se impide obtener. Parece preocuparse demasiado por sí mismo, pero, en realidad, solo realiza un fracasado intento de disimular y compensar su incapacidad de cuidar de su verdadero ser.

No se me ocurre una mejor explicación de mi permanente insatisfacción, que solo causa ansiedad y desánimo, que decir que no me quiero lo suficiente. Ni mejor forma de tranquilizarme y ser mejor con los demás que reconciliarme conmigo mismo de una vez.


1.3.14

Amar para conocer y, para amar, conocer

No paro de subrayar el libro de Fromm. Y eso que ya está subrayado.

Si bien la gran popularidad de la psicología indica ciertamente interés en el conocimiento del hombre, también descubre la fundamental falta de amor en las relaciones humanas actuales. El conocimiento psicológico conviértese así en un sustituto del conocimiento pleno del acto de amar, en lugar de ser un paso hacia él.
Erich Fromm, El arte de amar


25.2.14

Kant está sobrevalorado

Yo, todas las mañanas, sé exactamente si voy justo a la hora, me adelanto o me retraso, por la altura a la que me cruzo con una señora que sube andando de su casa a no sé dónde.

16.2.14

De repente

A todo el mundo le gusta sentirse enamorado, todo el mundo valora el (su) amor. Yo supongo que los románticos somos los que necesitamos estar enamorados, los que lo necesitábamos aun antes de haberlo conocido.

Estudio en casa. Escucho a Amancio Prada, años después, gracias a mis hijos. Y estudiar, y el flexo y la música me traen a la memoria a mi padre de joven, a mi casa de cuando yo era pequeño, donde fui tan feliz. Y el jersey azul marino que llevo, de cuello redondo, me recuerda a mi tío, a quien tanto quise y con quien viví lo insoportable que es comprender que cuando alguien se muere no lo vas a volver a ver nunca más. Nunca, ni siquiera muchos años después para decirle lo triste que estuviste y lo que lo has echado de menos. Nunca.



30.1.14

Escribir aquí

Si no escribiese esto, sería la primera vez que en todo un mes no habría ni un post en este blog, desde que lo abrí hace casi nueve años.

Por razones varias (las de siempre, más una mayor dedicación al trabajo y una tesis que ha nacido pero no sabe hacia dónde ir), no tengo tiempo para escribir (¡ni para leer!); y lo cierto es que últimamente tampoco he sentido la necesidad.

Pero el caso es que sigo siendo el mismo, dentro de lo que cabe, y sigo viviendo y mirando desde mi silla. A veces me gusta más mi vida y otras, menos; a veces me gusta mucho lo que veo, y otras, menos. Pero en general, y en el fondo, estoy muy bien.

Espero que ustedes también.

1.1.14

2014

Dos mil catorce. Este año era el futuro de nuestras películas de ciencia-ficción.

Pero aquí estamos, como una rosa.

O no tanto: ayer fue el primer Fin de Año, desde que allá en la adolescencia empecé a salir, en que no tenía plan. Y después de la cena en casa de mis padres nos marchamos a la mía y nos acostamos.

Pero lo importante no es eso; lo significativo es que me fui tan contento.

En fin, empezamos un año nuevo, y quiero desearos lo mejor. Que sea muy bueno. Que sepamos (y las circunstancias nos dejen) hacerlo bueno.

O lo de siempre: que sepamos vivir nuestra vida. Como si fuese la única que tenemos.

¡Feliz 2014 a todos!