31.10.12

Juventud, divino tesoro

Es viernes por la tarde. En una calle un chico de instituto, grandote, gordo, con un jersei apretado de pico, con gafas y espinillas, habla atropelladamente a una chica rubia, guapa, llamativa y arreglada, medio girada en ademán de irse. Deben de ser compañeros de clase. Él lleva una carpeta. A ella la acompaña un tercero, cachas, guapo y vestido a la moda, que mira hacia otro lado. Cuando la pareja ya se va el chico grandote se les queda mirando un rato, y les grita con una sonrisa "¡Y buen fin de semana!, ¿eh?". Ella pone cara de, o sea, qué quiere ahora este y pregunta "¿Cómo?". "Que buen fin de semana...", repite él, sonriendo aun más y saludando con la mano. Y se marcha nervioso y contento, sin ver la mueca de burlón repelús con que ella le deja las cosas claras a su chico y al mundo.


24.10.12

La nueva educación

Podemos seguir hablando de política y de prioridades. No sé los votantes, pero parece que el gobierno las tiene claras.

Anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la calidad educativa

I

La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.


He aquí el fundamento de la educación, su principio y razón de ser. A partir de este primer párrafo, todo es posible.

[Como pueden comprobar: Anteproyecto LOMCE.]



23.10.12

Tras las elecciones gallegas

Yo no sé bien qué conclusiones sacar de los resultados de ayer. Se me va la mano a escribir que es que los gallegos somos tontos y ni nos enteramos de nada ni nos importa; pero supongo que hay que decir algo más.

Veamos la lectura común de primera hora:

Mayoría aun mayor del PP = gran éxito (del partido, de Feijoo, de Rajoy, de la austeridad, etc.).

Debacle del PSOE y del BNG = eso, debacle.

Aparición arrolladora (dentro de un orden) del partido de Beiras = gran éxito para ellos = flaco consuelo

Pero si en lugar de fijarnos en los escaños, y aun sabiendo que son la única cera que arde, miramos el número de votos y los respectivos porcentajes, hay cosas en las que vale la pena detenerse.

Votantes en 2009: 1.706.198.  Votantes ayer: 1.467.657.
O sea, han votado 238.541 personas menos, hasta un total de 832.678 abstenciones.
De esas 238.541, 156.039 han salido del PSOE + BNG y 135.493 del PP.

Luego:

Han dejado de votar al PP 135.493 gallegos, algo inaudito, en realidad un verdadero desastre que solo puede ser visto como buen resultado en clave electoral, pero nunca como un refrendo a su política. Este dato, aunque en la práctica no se traduce en nada, matiza bastante los resultados; al menos uno ve que no todo ha dado igual, que, aunque insuficiente, ha habido cierta reacción.
La oposición lo ha hecho tan mal, ha resultado tan poco creíble, ha presentado a candidatos tan malos y ha sido tan incapaz de ilusionar a nadie con la idea de una alternativa, que ha perdido solita. Si hubiesen mantenido sus votos habrían alcanzado, más o menos, un 54,8% del total, por un 45,12 del PP. Es decir, habrían logrado, por muy repartidos que estuviesen sus apoyos, la mayoría, imagino que absoluta.

Si sumamos las abstenciones, los votos en blanco, los nulos (suponiendo que casi todos lo son a propósito, lo cual quizá sea mucho suponer) y los del partido Escanos en branco, tenemos 925.677 personas que no quieren votar o no quieren votar por ningún partido. Muchísimos más que los votantes de cualquier color. Así que sí, cualquier consuelo es flaco.
Con respecto a AGE, no espero demasiado de ellos. Me conformaría con que sirvieran de patada en el culo a los demás, que les hiciesen espabilar (que buena falta les hace), que abriesen las ventanas e hiciesen correr el aire. A ver si es verdad y no se queda en un canto del cisne ególatra de su por otra parte sin duda brillante líder (un político que en una entrevista cita una carta de Mozart a su padre, y en la comparecencia tras los resultados habla de los espartanos en las Termópilas, ya mola un poco).

Bueno, pues eso, que no sé qué conclusiones sacar de todo esto. O qué conclusiones nuevas, al menos.

Creo que no hay alternativa a lo que tenemos (a tooodo lo que tenemos) sin que la política institucional se gire por completo hacia la sociedad. Y eso no sucederá mientras no nos convirtamos en ciudadanos mayores de edad. Algo que no nos van a poner fácil.



19.10.12

Montaigne según Olalla


Montaigne es ahora un hombre que tiene por divisa la humildad y la duda. Se ha propuesto dedicar sus energías y su tiempo a un propósito que considera propio de quien disfruta del conocimiento y que llama llanamente ensayo: tratar de hacer una lectura del mundo desde su propio juicio; adiestrarse en un cuestionamiento abierto que le lleve a encontrar razones para preferir un comportamiento a otro, y que le haga consciente de que tales razones no son algo trascendente sin inmanente al hombre; hallar, en suma, una conducta ética justificada únicamente desde el interior de sí mismo.

Me está encantando Historia menor de Grecia, de Pedro Olalla.

Aunque uno al leerla comprueba con tristeza cómo la Historia parece haber sido el fruto de la avaricia, el miedo, el rencor y la ignorancia, y que el desastre total solo ha sido impedido por los pocos que, en silencio e inferioridad de condiciones, guiaron su comportamiento y sus vidas por la justicia, la generosidad, el saber, la bondad y el amor a los hombres, y, cuando tuvieron fuerzas, lucharon por defenderlos.

Pocos y excepcionales, como excepcional es aún ahora la divisa de Montaigne.


11.10.12

Un hombre una mañana

[Una especie de no-cuento, para el taller aquel del que les hablaba]

En una cocina, un hombre solo espera sentado a la mesa, junto a la ventana. Respira con dificultad mientras mira el cielo y se fija en las nubes.

Del fregadero sobresalen una cuchara y un cuchillo metidos en una taza llena de agua, y piensa que tiene que recoger el lavavajillas. Al otro lado del cristal el viento mueve las ramas de un árbol que asoma la copa tras su terraza, y le entristece. Siempre lo ha hecho, tanto en la ciudad como en el campo el viento le ha parecido siempre la imagen de la desolación. Y más visto así, a través de una ventana, sin ruido. Todo parece sufrir sin quejarse.

Echa de menos a sus hijos. Esta semana ha conseguido organizar todas sus actividades de por las tardes, y espera sinceramente que las disfruten, pero al mismo tiempo no sabe, no sabe si está haciéndolo bien. Al fin se levanta y recoge el lavavajillas; primero el piso de abajo y luego el de arriba. Y aunque en recoger y tener las cosas hechas hay un cierto impulso, aunque es casi un gesto de confianza en alguna posibilidad, en esta ocasión no lo nota. Al acabar toma de la mesa un peine aún en su bolsita que ha comprado esa misma mañana para el niño. Despega el cierre, lo toca, se lo pasa por el pelo y se dice que no le hará daño; lo vuelve a guardar, pega de nuevo la banda adhesiva, que queda un poco torcida, y se sienta.

A los pocos segundos se vuelve a levantar y cierra bien la bolsa. Al sentarse se queda mirándola desde el otro extremo de la mesa, con la mejilla apoyada en una mano, y por un instante se siente orgulloso de sí mismo. Hasta que de repente se le forma un nudo en la garganta. Y piensa que ni siquiera ahora que ya no es joven sabe qué hacer, que todavía no sabe vivir y que el día menos pensado se le acabará el tiempo y él se quedará repitiendo como un tonto que no, que no puede ser, que aún no había empezado, que aún no había empezado.

3.10.12

Jerónimo e Eulália

Hace unos meses escribí, a propósito de Winnesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, que probablemente aquel era el libro, de todos los que había leído, que más me hubiera gustado escribir, o, mejor dicho, el que por estilo, planteamiento, temática, más se acercaba a la literatura que a mí me gustaría hacer, si fuera capaz.

Y ahora, Jerónimo e Eulália, de la portuguesa Graça Pina de Morais, que me ha encantado, con el que he disfrutado página a página (tanto que he lamentado terminarlo (y ya hacía tiempo que no me pasaba eso)), ha resultado ser una de las novelas con cuyas reflexiones, o con las reflexiones, las actitudes y el carácter de cuyos protagonistas más identificado me he sentido nunca.

Quizá por eso me ha sorprendido mucho que sea la obra de una escritora. El protagonista es un hombre, Jerónimo, y aunque entre los personajes hay también mujeres (y algunas con mucho peso, principalmente Eulália, claro), lo he visto tan bien retratado, tan bien comprendido y, ya digo, me he sentido tan cerca de él, que me maravillaba que fuese una mujer la que hablaba. Pero bueno, una vez más mi lado femenino debe de tener algo que ver.

La grandeza de la literatura: tocar, desde otro país y hace años, lo más íntimo de alguien.

Les dejo unas cuantas frases. Se dárán cuenta de que hablan distintas personas, a veces casi opuestas. Algunas son de Eulália pero la mayoría de Jerónimo:



...desconocía pertenecer a una especie de hombres incapaces de practicar el amor o el gesto que lo representa sin que los impulsen a ellos motivos de orden grave y profunda.

Tenía una naturaleza dispersa: se interesaba ligeramente por todo, pero por nada en profundidad.

El fin de aquellos que fueron parte de mí misma, que vi reír, llorar, conversar, comer, ese fin me aterra.
Cuando se regresa a la tierra donde pasamos nuestra juventud es realmente como si entrásemos en una sala de espejos deformantes.
Ese mínimo de entusiasmo que todo hombre tiene la obligación de sentir es la pequeña parcela de luz propia, ¡su contribución al bien común!

... ese mínimo de entusiasmo que da derecho a la supervivencia.

Hay miles de personas así, pasan por la vida y ni se dan cuenta de que viven. Se limitan a pasar, ¿comprendes?

La muerte de un hombre cuya vida tuvo algún significado nos causa tristeza pero le imprime a la vida cierta coherencia, estimula las ganas de esa misma vida, nos advierte de que el tiempo es escaso, nos aconseja aprovechar la corta distancia entre la vida y la muerte, nos deja claro el valor de la existencia. La muerte de un hombre cuya vida no tuvo ningún significado nos proyecta al vacío, crea una clara sensación de pánico, de temible absurdo que impide los movimientos y aniquila la voluntad de existir. Nos sentimos idénticos a ese hombre, cuyo paso transitorio por la tierra fue enteramente inútil...

Jerónimo acababa de poner en práctica el último movimiento espontáneo e insólito de su existencia. Nunca más actuaría según sus impulsos naturales, nunca más ejecutaría gesto alguno que no fuese el fruto de una larga reflexión. En esa noche, su adolescencia había terminado para siempre. Del extraño embrión había surgido un hombre nítido, destinado a recorrer la existencia a través de caminos seguros y anticipadamente conocidos.

Mi vida transcurrió bajo el signo y bajo todas las miserias que el buen sentido trae consigo. El buen sentido no sirve para nada.

Las personas sensatas no me interesan. Hay en el buen sentido y en el sentido común un no sé qué de triste y miserable que me mata. Las grandes tristezas, las grandes alegrías y los impulsos desmedidos no destruyen. El sentido común con su vil mediocridad aniquila. Soy un prodigio de sentido común y me pregunto a mí mismo si no estoy muerto. ¿Hace cuántos años morí?

Es cierto que casi todos los hombres después de sobrepasar los cuarenta años se dan cuenta de que optaron por una existencia equivocada. Potencialmente cada hombre posee decenas y decenas de vidas que vivir. Apena puede escoger una. Casi siempre escoge mal y la nostalgia de las otras que podría haber vivido comienza a ensombrecer sus días a partir de cierta edad.

Yo escogí mal. Fui un hombre cauteloso que solo recorrió camino seguros.
 
Y la recomendación entusiasta de que lo lean; al menos los gallegos (creo que no está traducido).