31.12.06

Para el nuevo año

Esto podría decírselo cualquier otro día, claro; pero ya que entre todos hemos acordado que cada 31 de diciembre acabe un año y comience el siguiente (o al revés, no sé: que el último mes del año sea diciembre, y que tenga treinta y un días, y que el último de éstos lo sea también, por tanto, del año), lo digo hoy.

Supongo que todos habremos tenido buenos y malos momentos en 2006, que algunas cosas nos habrán gustado, hasta hecho felices, y otras en cambio habrán sido tristes y por ellas habremos sufrido. También supongo que es inevitable que sea así, porque la vida tiene la no sé si sabia o tonta tendencia a no dejarnos volar muy alto ni hundirnos del todo.

Sea como sea, mañana empieza otro año. En realidad nada cambia, y nos levantaremos en un día en principio igual a hoy, ayer o anteayer; pero nuestra mente, que se ve que necesita referencias y marcos para poder poner algo de orden en todo lo que por ella pasa, quiere creer que no es así, y piensa que termina algo, que pasamos página y comenzamos una nueva, casi casi en blanco.

Sin duda hay mucho de búsqueda de consuelo, de mecanismo para tomar impulso, en esto. Y falta nos hace.

Y una vez hecho este preámbulo, que bien me podría haber ahorrado, déjenme desearles a todos ustedes un feliz año. Que azar, voluntad, aptitudes y actitudes (y, si son ustedes creyentes, aquello en lo que crean) se conjugen para traerles alegrías y buenos momentos, para hacerles lo más felices posible.

Y me van a permitir, aunque suene extraño, que me incluya yo; que me desee a mí mismo un feliz 2007.

¡MUY FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!

24.12.06

Felices fiestas

A todos los que me dais la inmensa alegría de venir a leer este blog, y en especial a los que conversáis aquí conmigo, os deseo una muy feliz Nochebuena y feliz Navidad.

Abrazos y besos a mansalva, de todo corazón.

21.12.06

Santos Domínguez

Ustedes saben que algo pasa en Extremadura, donde los buenos blogs (algunos de los cuales pueden encontrar enlazados al margen) florecen por doquier. Y entre ellos hay algunos cuyos autores son escritores, que como es lógico están a otro nivel.

Uno de éstos es el de Santos Domínguez, En un bosque extranjero.

Un jurado presidido por José Manuel Caballero Bonald y del que formaban parte poetas como Clara Janés, Félix Grande, Luis Alberto de Cuenca y Javier del Prado ha otorgado el Premio Barcarola de Poesía en su XXII edición al libro Las sílabas del tiempo, del poeta cacereño Santos Domínguez.

Y resulta que Santos Domínguez, que me tiene enlazado y dice leerme, se digna darme el aviso por correo electrónico. Y aun más: me da las gracias, en medio de agradecimientos a amigos y personalidades del mundo literario español, a , Lord Henry Wooton (sí, soy yo, es un alias).

Y tras el desnudo integral de mi último post, no tengo que disimular ante ustedes la ilusión que me hace todo eso: que me lea, que me escriba, que me dé las gracias y que me deje compartir párrafo con escritores de verdad.

19.12.06

Cosa de meigas

Si alguien me hubiese preguntado anteayer qué pensaba de la grafología, a mí probablemente me habría faltado poco para compararla sarcásticamente con el tarot o la quiromancia, demostrando una vez más la insondabilidad de mi ignorancia. Sabía que no era lo mismo, pero lo cierto es que no le concedía demasiado crédito.

Y sin embargo, cuando hace un par de semanas en la estación de Chamartín un compañero mío de curso me contó que su mujer había estudiado Psicología y trabajaba como grafóloga en una empresa, le confesé que siempre había tenido ganas de que alguien me hiciese un análisis de personalidad por mi escritura (una muestra más de egocentrismo). Así que, en una servilleta, escribí rápidamente mi nombre y apellidos y firmé.

Ayer por la mañana me llegó el resultado del estudio, hecho entre varios más, y en el que la grafóloga no sabía (siempre según su marido, que me parece fuente fiable) absolutamente nada de mí.

Pues bien, de once características que da, les puedo decir que con una (la 1) no estoy demasiado de acuerdo, y que hay dos (4 y 8) con las que sí pero con matices. Pero el resto me retrata tan perfectamente, creo yo, que no consigo salir de mi asombro.

Decía esto:

Se pueden extraer las siguientes características a partir de esa firma:

  1. Muy imaginativo.
  2. Muy independiente.
  3. Tranquilo.
  4. Introvertido.
  5. No polémico, aunque con ideas propias.
  6. Responsable aunque no trabajador.
  7. Competente al tiempo que desvinculado profesionalmente.
  8. Tendente al pesimismo.
  9. Cierta falta de autoaceptación.
  10. Necesidad de reafirmarse y de ser alabado/aceptado.
  11. Alto concepto de sí mismo que necesita ser corroborado por el resto.

Les aseguro que es como si me hubiesen preguntado a mí. Me parece sencillamente increíble que puedan descender a ese nivel de concreción. Descender y acertar, claro.

¿Cómo es posible que vean, por ejemplo, mi falta de implicación profesional? ¿Cómo pueden clavarme en los tres últimos puntos, reflejando tan bien una parte de mi personalidad que a mí me parece compleja e incluso contradictoria?

Ante ustedes, un converso a la grafología.

18.12.06

Kafka se quedó corto

Caso real, en el que los nombres de los (organismos de la Administración) personajes han sido modificados para evitar posibles e indeseados reconocimientos:

  • Imagínense que hay una oficina que se ocupa de comprar cosas; a ella le hacen las demás las peticiones de material: COMPRAS.
  • Otra que lleva la contabilidad de todas las oficinas y centraliza la documentación relacionada con los contratos (entre los que se incluyen las compras), los haya hecho quien los haya hecho: CONTABILIDAD.
  • Y otra más que se ocupa de fiscalizar e intervenir los gastos, comprobando que se ajustan a la legalidad; y que para ello debe comprobar toda la documentación que gestiona CONTABILIDAD y, en caso de observar alguna irregularidad, pedir que se revise y se modifique o, si ha lugar, se explique: INTERVENCIÓN.

Pues bien, secuencia:

  1. CONTABILIDAD necesita algo, por ejemplo una mesa; se la pide a COMPRAS.
  2. COMPRAS le pide cierta documentación preceptiva a CONTABILIDAD, como peticionario; y una vez la recibe realiza la compra.
  3. Una vez comprada la mesa, COMPRAS rinde toda la documentación a CONTABILIDAD, como responsable.
  4. CONTABILIDAD le envía todo el expediente a INTERVENCIÓN para su fiscalización.
  5. INTERVENCIÓN comprueba dicha documentación y le dice a CONTABILIDAD, como responsable, que hay un fallo, y que qué pasa.
  6. CONTABILIDAD, como hace siempre, mira quién ha hecho el contrato: ha sido COMPRAS, así que le hace llegar la documentación, con la notita de INTERVENCIÓN, pidiendo explicaciones.
  7. COMPRAS la recibe y comprueba quién pidió la mesa: CONTABILIDAD, así que le manda todo y le dice que se explique.
  8. CONTABILIDAD, como peticionaria original, recibe todo y dice ah, sí, no, es que..., y se explica, y le envía la explicación a COMPRAS.
  9. COMPRAS, habiendo recibido esa explicación, se la remite a quien se ocupa de hacérsela llegar a INTERVENCIÓN: CONTABILIDAD.
  10. CONTABILIDAD, como responsable (no como peticionaria, claro) recibe todo (por fin, dice, ya era hora) y lo envía a INTERVENCIÓN.
  11. INTERVENCIÓN ya tiene la explicación que buscaba. Si está conforme, bien; si no, le preguntará a CONTABILIDAD (responsable), ésta a COMPRAS, ésta a CONTABILIDAD (peticionaria), etc., etc., etc.

Yo creo que, al lado de esto, lo que le sucede al protagonista de El proceso es un paradigma de lógica administrativa, diligencia profesional y eficiencia.

15.12.06

Aislamiento colectivo

Si a alguien le interesó el tema del último post, el de la frase de Keynes, supongo que habrá leído los comentarios, y por tanto lo que aquí voy a decir (y en menos palabras, que siempre es de agradecer).
Si alguien no los leyó, probablemente fue porque no le interesaban lo suficiente y, en consecuencia, cabe suponer que tampoco esta entrada le importará.

Y he aquí que, con un claro desprecio de este razonamiento lógico, demuestro que esto del blog es arbitrario, subjetivo y personal, y desde luego nada democrático. Y además lo hago diciendo algo que todos ustedes ya saben.

Porque voy a insistir en una cosa:

Creo que esta tendencia a la degeneración de las propias ideas que Keynes achaca (en mi opinión con gran acierto) al aislamiento, surge con la misma fuerza y los mismos empobrecedores efectos entre los individuos que, aun no estando solos, se limitan a relacionarse con quienes piensan como ellos.

Y que cuanto más cerrado sea el círculo frecuentado, menos se oxigene, más se retroalimente y, paradójicamente, más seguro esté de su propia valía, más catastróficas serán las consecuencias.

Llegados a este punto, no está de más preguntarse si nosotros nos esforzamos en mantener oreadas nuestras ideas, o si por el contrario vamos cubriéndonos de sucesivas armaduras-certezas, que al cabo del tiempo nos dejan mirar sólo a través de un agujerito que impide que corra el aire, y por el que obtenemos una única y limitadísima percepción del mundo.

14.12.06

¡Ay del que se aísle!

Fíjense qué gran frase:

Es sorprendente el número de tonterías que se pueden creer temporalmente si se aísla uno demasiado tiempo del pensamiento de los demás.

John M. Keynes, preludio a la Teoría general.


Y no parece que la cultura o la formación sean un antídoto contra esto. A veces más bien uno creería lo contrario, que la relación entre la capacidad intelectual y esa cantidad de tonterías es de proporción no inversa, como se podría pensar, sino directa.

Desde hoy pasa a formar parte de las citas-lema de este blog. No se quejará, Mr. Keynes.

13.12.06

El placer de leer por placer

Comentaba yo no hace mucho con alguien que hay literatura para ser más feliz, para nada más y nada menos que disfrutar. Y que es, cuando apetece, maravilloso entregarse a ella.

Y en esto que me encuentro hoy con que dice Alberto Manguel que dijo Kafka:

En general creo que sólo debemos leer libros que nos muerdan y nos arañen. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un mazazo en el cráneo, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices (...)? Cielo santo, ¡seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hacen felices podríamos escribirlos nosotros mismos si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo.

Y claro, si esto lo dijese otro, o el mismo Manguel, o yo, o cualquiera, pues podríamos discutir. Pero resulta que lo dice Kafka. Kafka.

Y a ver quién se atreve a llevarle la contraria.

Sólo se me ocurre objetarle dos cosas, con mucho respeto:

Una, que lo de que sin libros seríamos igual de felices a mí me parece muy discutible. Pero, como sé que su vida no fue precisamente una fiesta, me callo.

Y otra, que eso de que los libros que nos hacen felices podríamos escribirlos nosotros mismos es muy fácil afirmarlo siendo él. ¡Pero que fuese yo, a ver si decía lo mismo!

Lo cierto es que yo estoy convencido de que hay momentos, circunstancias, vidas, que lo que piden es literatura para disfrutar, literatura que sea sólo un placer.

12.12.06

Su-i-sai

Como sigo sin tener ganas de hablar (ni siquiera de leer) de política, voy a seguir hablando de intimidades.

Les podría contar que, como antes a su hermana, a Carlos, además de una nana muy conocida que me cantaba a mí mi abuela, lo que más le canto es Blackbird y Mother Nature's son, ambas de Ellos y ambas, para mí, preciosas.

Pero me han dicho que mi última entrada ha sido demasiado acaramelada, así que les diré que tengo un disco de Adam Green [hola, Cal] cuyo primer tema es un refrescante y pegadizo Bluebirds; y que este Bluebirds tiene un estribillo que mi hija se ha aprendido de oírlo en el coche. Así que cuando ve que voy a poner música me pide esa canción y, llegado el momento, acompaña a Mr. Green, toda contenta:

- Suicide, suicide...

8.12.06

Inocencia.

Cuando me acerco a mi hijo a él se le alegran los ojos; luego, sonríe; y en cuanto le hago el primer gesto, abre la boca, se ríe y patalea.

El momento maravilloso es el primero, en el que él ya me ve y espera; porque siempre espera algo bueno, algo agradable. Por ahora no concibe recibir otra cosa que cariño. Y esa mirada que busca la mía, que persigue mis manos y mi voz, que con todo se sorprende, es, antes que nada, confiada.

Me pregunto cuánto durará ese estado. ¿Meses?, ¿un año?, ¿más? Su hermana hace tiempo que ya lo abandonó, desde luego, pero no recuerdo cómo ni cuándo. ¿Qué le irá haciendo ver a él que no todo está aquí para ayudarle, para calmarlo, para hacerle mimos, para jugar?

Me acerco, me mira y sonríe, esperando.

6.12.06

Un provinciano en Madrid: el final.

Ya está. Ya se ha acabado el curso y me voy de Madrid. Es martes por la tarde y en un par de horas estaré en Coruña; una hora más tarde, en casa.

Me voy contento. Contento por volver, y porque he estado bien.

Mi mujer está cansada, porque estar sola con los dos niños todo el día da bastante trabajo. Y eso sin duda ha sido lo peor de estas semanas, junto, por supuesto, con la propia separación.

Cosas buenas ha habido muchas:

Por un lado, el cambio de aires, la oportunidad de romper la rutina y el soplo de aire fresco (algo menos fresco en el metro…) que ha supuesto Madrid. Por otro, haberles conocido, a algunos de ustedes (a Calamidad, a Xavie y, este domingo, separados por sendos chocolates y un plato de churros, a Luna, una mujer interesante, cariñosa y vital, y que además me contó una de las historias más bonitas y conmovedoras que he oído en mi vida; y no a T, al final, para mi disgusto), lo que ha sido un enorme y verdadero placer. Y, naturalmente, haber podido ver a otros amigos muy queridos (desde luego y ante todo, a F. y M. e I.; pero también a mi hermanita, a quien mando todo mi cariño en estos momentos tan duros para ella).

Y añadiré otra, les aseguro que sincera y en absoluto dicha aquí por devolverle sus frecuentes halagos: haber conocido de verdad, por fin, a Sebastián (Rythmduel), la persona con la que más he hablado estas ocho semanas. Ha sido estupendo pasar un mes y medio compartiendo, como quien dice, pupitre, y viendo y disfrutando como nunca hasta ahora de todas sus virtudes. Además pude estar en su casa, donde María José, su mujer, me hizo sentir comodísimo, y donde conocí a la fabulosa Itziar, a la que su alegría, su imaginación y su inteligencia me permiten augurar un futuro deslumbrante.

El curso no ha estado mal. Era un curso obligatorio, pero me voy con buen sabor de boca; creo que he aprendido cosas y que me ha permitido ampliar un poco las miras profesionales, que falta me hace (quién sabe, quizá hasta haya podido entrever alguna puerta a la que llamar). Además, hoy he sabido que he hecho un digno papel, y que la relación esfuerzo-resultado (los vagos siempre tenemos que recurrir a este tipo de excusas para tratar de ocultar el hecho de que nunca podremos igualar a los que, además de inteligentes, son constantes y trabajadores) ha sido, me parece a mí, muy buena.
Por otra parte, me ha dado la oportunidad de conocer a gente, que ya había tratado antes pero siempre muy superficialmente, y me he llevado algunas sorpresas muy agradables. Con algunos he pasado bastantes horas, y poder charlar (y pasear) con ellos me ha gustado mucho.

Ahora vuelvo a casa, a cuidar de los míos.

Supongo que habrá un período de adaptación mutua (es normal), y ya volveré a mi placentera rutina. Aunque espero aprovechar el impulso con el que vengo.

El lunes mi mujer se reincorpora al trabajo, y vuelvo a ser padre soltero por las tardes. A ver cómo se nos da este invierno. De entrada, el blog cierra esta etapa madrileña, que recordaré con cariño, y recupera la normalidad.

Un abrazo a todos.

1.12.06

Un provinciano en Madrid: enfrentado a las técnicas agresivas de venta amistosa.

Es la primera vez que les escribo desde la cama.

Estoy en el hotel, aún en Madrid, aunque desde ayer ya no tengo que trabajar. El curso termina el martes pero lo que queda es de relleno.

Lo malo es que mientras estoy aquí, sin nada importante que hacer, mi mujer está sola en casa con los dos niños; y Carlitos está algo pachucho, y ella bastante cansada (ha tenido que trabajar mucho, este mes y medio).

Vaya por delante que yo a Starbucks, a pesar de que Intermon Oxfam me dice que no son buenos chicos, les estoy muy agradecido. Porque en un local de Starbucks vi, hace un par de años, al Puma. Ahí queda eso.

Pues el otro día asistí a un ejemplo paradigmático de lo que sin duda era la más moderna técnica de friendly helpfull selling. Entré en una de esas cafeterías, pequeña y vacía, y, según cruzaba la puerta:

- ¡Holaaaa! ¿Cómo estáaaas?

Y yo que me quedo mirando para la chica, jo, pues no caigo, ¿de qué conozco yo a ésta?

- ¿Qué te pongooo? -Ah. Me acerco a la barra y miro los carteles llenos de ofertas. Ella, mientras, me mira fijamente con una sonrisa de oreja a oreja. A su lado ha aparecido su compañero, que parece contentísimo, él también, de verme. Yo le sonrío y sigo leyendo nombres hasta que localizo algo más o menos parecido a un café con leche.

- Un café de la semana pequeño, por favor.

- ¡¡¿Con chocolate y nata?!!

- Pues… no.

- ¡¡¿Te pongo chocolate dentro?!!

- No, no...

- ¡¡¿Extra-shot?!!

- ¿Cómo? No, no.

- ¡¿Quieres vainilla, o sirope?!

- …

- ¡¡Así no tienes que echarle azúcar!!

- Bueno -claudico yo.

- Perfecto… ¿Me das un nombre? -me dice con un vaso de cartón y un rotulador en las manos.

- ¿Qué?

- Tu nombre, porfa.

- Portorosa -imagínense que les contesté.

- ¡Muy bien, Porto, mi compañero te lo servirá al final de la barra! -y su sonrisa, impecable. Y yo miro a su compañero, que está manipulando la cafetera a nuestro lado y que me mira y sonríe; que sonríe con cara de decir "¿alguna vez en tu vida te lo has pasado mejor?". Y miro el final de la barra, a 50 cm de donde estamos, y miro a mi alrededor y no veo a nadie.

- ¡¡Tengo un café de la semana, pequeño, con vainilla, para Portorosa!! -grita (grita) él.

Y vuelvo a mirar a mi alrededor, y sólo veo a la chica, al otro lado de la barra mirando para mí con su sonrisa, y veo al chico sosteniendo con ambas manos mi café, y a nadie, a nadie más. Me acerco, lo cojo y pago.

- ¡¡Que tengas un buen día, Portorosa!! - dice ella.

- ¡Que tengas muy buen día! -dice él.

- Gracias -me siento.

- ¡Holaaaa! ¿Qué taaaaaal?

Como un resorte, levanto la cabeza de mis apuntes, dispuesto a saludar las veces que haga falta. Pero veo que están entrando dos chicos. De su conversación, además de los elementos comunes con la mía, oigo que preguntan si un sandwich de aquellos lleva alguna salsa.

- ¡Noooo, pero si quieres yo te doy un poco de sal y aceite!

- Ya…

- ¡Para que esté más bueno!

- Ah, bueno. ¿Tú quieres éste, también? -le dice uno al otro.

- ¡Te damos un poco de sal y aceite, para que esté más buenoooo!

Coaccionados, aceptan.

- ¡¡Que tengáis buena tarde, chicooooos!!

Al rato, tras la efusiva bienvenida, un señor alcanza la barra. Está más perdido allí, y en Madrid, que yo. Pide un colacao.

- ¡Tenemos nuestro cacao, que es estupendo!

- Bueno.

- ¡¿Con chocolate y nata?!

Etc., etc. Hasta que, después de tres o cuatro noes del desconcertado señor.

- ¡¿Te pongo un poquito de avellana?!

- …vale.

- ¡Ya verás qué rico está, Guillermo! -se llamaba Guillermo- ¡¡Que tengas un buen díaaaa!!

Un rato más tarde, aprovechando que no se ve a nadie, me voy. Salgo a la acera y cierro despacito la puerta.

- ¡¡Que tengas un buen día, Porto!! -me desea desde un banco, a mis espaldas, fumando un cigarrillo.

- Ah, hasta luego, hasta luego.

Y me voy. A desestresarme.