23.3.09

Espiando por el retrovisor

En el coche, mucha gente parece creer que no se le ve, y sin embargo el coche es como un escaparate móvil en el que te vas enseñando a quien quiera mirar.

Las caras en los coches son lo más parecido a las caras de cuando están solos que podemos ver de los demás. Mirarlos, sobre todo por el retrovisor, sin que se den cuenta, da incluso cierto pudor, porque uno se siente espiando su intimidad. Y cuando se trata de parejas o de familias casi podemos ver la cara que se les quedaría en la sala de su casa si un día apagasen la tele.

Mirar a alguien en su coche, en un semáforo o desde la acera al pasar, permite imaginárnoslo (imaginárnoslo, insisto) casi todo. Si va alguien solo, si está tranquilo o ansioso, contento o agotado; si se trata de una pareja, si aún tienen ilusión o ya están aburridos; si es una familia, si hay una buena comunicación entre ellos, si tienen confianza, o por el contrario viven en mundos distintos separados por muros altísimos. Yo, en general, como estoy obsesionado, trato de adivinar si la gente del coche es feliz, si viven (perdón, es por Bukowski) o sobreviven.

Me gusta hacerlo, me gusta mucho. La pena es que en ningún semáforo estoy yo en el coche de atrás.

18.3.09

Los psicólogos evolucionistas también recomiendan Carpe diem

Tal vez no conozcan ustedes el blog Cambio radical, enlazado aquí al margen. En tal caso, apresúrense a poner fin a esa situación; es un blog muy bien escrito, muy gracioso y original hasta la sospecha de anomalía psíquica (perdone, Harry, pero me temo que así es).

Pues en él se hablaba el otro día del psicólogo Steven Pinker, del que yo no sabía nada. Y he encontrado por ahí un artículo suyo titulado El misterio de la conciencia.

En él, tras defender que la conciencia no es más (ni menos) que actividad cerebral, actividad física (bueno, y química) pura y dura, dice que eso excluye la posibilidad de la existencia de un alma independiente, y por tanto, con mayor razón, de la inmortalidad de ésta. Y se pregunta por las implicaciones morales de esto; o, mejor dicho, por las implicaciones que sobre la moral tiene.

Para Pinker, la biología de la conciencia ofrece una base más sólida para la moralidad que el indemostrable dogma de un alma inmortal; entre otras cosas, porque nos iguala a todos y hace más intuitivo el reconocimiento de los intereses ajenos.

Eso daría para discutir largo y tendido, pero, en cualquier caso, me gusta mucho la frase con la que concluye el ensayo, y que me ha hecho recordar a otro blogger:

Yo diría que no hay nada que dé más sentido a la vida que la convicción de que cada momento de conciencia es un precioso y frágil regalo.


16.3.09

Gente en coche

Corregido el martes 17 a primera hora de la mañana, por cambios en el estado de ánimo.
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Hay más, pero una de las razones por las que me gusta tanto Bukowsky es que escribe cosas así:

El tráfico de las primeras horas de la noche comenzaba a llenar de coches la avenida. El sol se estaba poniendo a sus espaldas. Harry observó a los conductores de los coches. Parecían desgraciados. El mundo era desgraciado. La gente estaba en la oscuridad. La gente estaba aterrada y desilusionada. La gente había caído en las trampas. La gente estaba desesperada y a la defensiva. Se sentían como si estuvieran malgastando sus vidas. Y tenían razón.

La vida de un vagabundo (Hijo de Satanás)
Traducción* de Cecilia Ceriani y Txaro Santero


Yo he pensado algo parecido muchas veces. Es una idea pesimista y, por lo que de síntoma tiene, supongo que, en el fondo, triste.

Sin embargo, por tonto que resulte, a menudo va acompañada de una sensación de excepcionalidad. A veces incluso he estado a punto de creer, a pesar de su desmesura, lo que unas líneas más abajo escribe Bukowsky:
Le pareció que él era la única persona viva del mundo.

Ayer domingo salí a dar un paseo al mediodía y vi muchos coches con parejas y familias yendo a comer a casa de sus padres y sus suegros. Había caras indiferentes y alguna alegre, pero también muchas que me hicieron sentir, solo de pie al borde de la carretera, mirándolos pasar, libre y vivo.

* He citado a los traductores, aunque nunca me acuerdo de ellos, porque esta literatura, la norteamericana contemporánea, no sé por qué, quizá por haberla leído en inglés muy a menudo, me hace valorar especialmente (y, en su caso, agradecer) su trabajo.

12.3.09

La intención

Vaya por delante que no sé si esto que les voy a contar será una obviedad. Pero lo cierto es que yo he tardado treinta y ocho añitos en darme cuenta, y como para mí ha sido toda una revelación, lo comento, por si acaso.

Otra cosa: como en psicología ya me encuentro sobradísimo, esta vez le voy a meter mano, aunque sea de refilón, a la filología y a la semiótica; ¡qué carallo! (y después aún hay quien dice que tener un blog es como publicar...).


Allá voy:

Cuando nos relacionamos con los demás, cuando nos comunicamos, sea esta comunicación verbal, gestual o de cualquier otro tipo, llevamos siempre a cabo una interpretación del mensaje que recibimos. La comprensión completa de dicho mensaje exige esa interpretación, por no decir que son la misma cosa.

Y uno de los pasos que damos para interpretar dicho mensaje, tras su recepción, comprensión literal y contextualización, es la deducción (a veces evidente, muchas otras no) de la intención del emisor.

(Si ven ustedes que digo muchas tonterías seguidas me avisan, ¿vale?)

Y eso, en principio, no es ni bueno ni malo, y además es inevitable. Todo depende de si lo hacemos bien o no. Hay quien es capaz de obtener información útil y valiosa, y por tanto comprende mejor a su interlocutor, y quien parece que tiene puestas una gafas mal graduadas y no extrae más que ruido y distorsión, y no entiende nada.

Sobre cómo funciona y en qué se basa ese proceso deductivo (mola, usar expresiones que parecen técnicas), sobre qué influye en esa deducción de las intenciones, no les voy a hablar; mi desvergüenza no llega a tanto. Me atrevería a decir que en ella intervienen juicios y prejuicios (entendiendo por éstos una verdadera estructura mental construida durante toda la vida, y a través de la cual nos cuesta no mirarlo todo; y no siempre para mal, que conste), pero ahí lo dejo.

Lo que me interesaba decir (¡que es que me lían!) es lo siguiente:

1) En nuestra relación con los demás, lo que más nos afecta son las intenciones que les suponemos. Juzgamos su comportamiento (y, por tanto, a ellos mismos), por encima incluso de por sus consecuencias materiales, por las intenciones que nosotros creemos ver tras él.

Dicho de otro modo (y creo que en esta frase se resume esa revelación de las que les hablaba, y que el resto del texto a lo mejor me lo podía ahorrar): en cómo nos afectan las cosas influye de un modo decisivo cómo nos las explicamos. Y cuando hay personas implicadas, esa explicación pasa necesariamente por valorar sus intenciones.

2) Por obra y gracia de nuestros límites, son abrumadoramente mayoritarias, en mi opinión, las interpretaciones negativas, la presunción de malas intenciones.

En la práctica, el resultado suele ser, con demasiada frecuencia:

a) que nos parecen mal cosas que ni para el causante ni para un observador imparcial tienen nada de malo;

b) que convertimos en un asunto personal incluso el accidente más casual;

c) que vemos, en todo daño real o imaginario, ataques deliberados, agravios malintencionados.

Porque son nuestras propias carencias las que marcan nuestra percepción de los demás y de sus acciones: nuestra falta de autoestima, nuestras inseguridades, nuestros complejos, nuestro miedo, etc. Y de todo eso tenemos tanto...

La persona que se siente inferior ve desprecio en cualquier gesto; quien no tiene la conciencia tranquila se siente acusado por cualquier comentario; el miedoso percibe actitudes amenazadoras en cualquiera; el inseguro aprecia faltas de respeto; el ladrón cree que todos son de su condición, etc., etc., etc.

Y esto es así, creo yo, tanto en los asuntos más banales y cotidianos como en cuestiones fundamentales de nuestra vida.

Alguien que tropieza con nosotros en la calle, un extraño que nos mira raro, un conductor que se salta un stop, el que hace ruido en la habitación de al lado y nos despierta al niño, el que se nos cuela en el cine, el compañero de oficina que no trabaja, el jefe puntilloso, quien nos lleva la contraria, el que nos critica, quien defiende otra ideología política, quien alguna vez nos perjudicó, el bando rival en una guerra, un delincuente, nuestros hijos desobedientes, nuestros padres dando consejos o nuestra pareja discutiéndonos algo: al margen de las consecuencias palpables y más o menos graves de esas situaciones, su repercusión en nosotros depende en gran medida de la intención que atribuimos a sus protagonistas.

Continuamente nos sentimos atacados por lo que no son más que accidentes, casualidades, descuidos, o, muy a menudo, simple estupidez. Cuántas veces nuestros supuestos enemigos se quedarían de piedra si supiesen que en su actitud vemos una hostilidad que ellos jamás han sentido.

Ejemplos hay miles, lo raro es encontrar excepciones. Pero creo que un buen contraejemplo es nuestra reacción aliviada cuando descubrimos que quien nos ha pisado, o tirado una copa por encima, o arañado el coche, es un amigo: no es que le perdonemos, es que automáticamente descartamos la mala voluntad o la desconsideración como explicación de lo que ha sucedido, y nos tranquilizamos, centrándonos en el daño, sin más.


Bueno, muy bien.

¿Y?

Pues que se puede y se debe hacer algo, en beneficio propio y ajeno:

1) Cuando nos moleste algo, tratar de pensar qué nos está molestando realmente: si lo que está ocurriendo, o más bien la explicación que le damos.

2) Cuestionarnos esa explicación, ver cómo hemos llegado a ella y si es de fiar. Para ello, y para hacerlo cada vez mejor:
2.1. Tratar de diferenciar la información fiable de las suposiciones gratuitas, e intentar no dar por sentadas demasiadas cosas.

2.2. Conocernos a nosotros mismos y saber de qué pie cojeamos, para así estar prevenidos antes de hacer demasiado caso a nuestras impresiones.
(Y si tenemos sospechas de que estamos tan locos que nuestra percepción de lo que nos rodea se mueve, para los demás, en el terreno de la ciencia-ficción, hacer algo al respecto.)

2.3. Ser conscientes de que comprender a los demás es aun más difícil que entendernos a nosotros mismos, y por tanto dar a nuestras conclusiones la validez que se merecen, que nunca será mucha.

2.4. Intentar sentirnos bien. Estar bien es cojonudo, se mire por donde se mire. Cuanto mejor nos sentimos, menos vulnerables y frágiles somos, más fácil nos resulta ser comprensivos y tolerantes con los demás, y menos tendencia a ver conspiraciones en nuestra contra mostramos.

3) Corolario:

Cuando ustedes le causen un problema a alguien, céntrense en tranquilizarlo con respecto a sus intenciones. Será difícil, pero si consiguen que el otro sólo se sienta perjudicado y no atacado, tendrán mucho andado.


En fin, ¿saben la traquilidad que siente uno si tiene claro todo esto y lo consigue llevar a la práctica?, ¿los cabreos y disgustos que se evita?

11.3.09

Adelanto informativo

Ustedes sabrán disculpar esta tardanza, pero es que estoy escribiendo un post larguísimo y de mucho pensar, de esos que, para mi desesperación e incredulidad, después nadie lee ni comenta (si acaso, aparece Celia hablando de otra cosa); y me está llevando un montón de tiempo.

Enseguida vuelvo.

Besos y abrazos.

5.3.09

Leoneses

Ya saben que voy a muchos entierros. Ayer fui a uno dramático por el número de muertes y las circunstancias; el primero que veía fuera de Galicia. Fue cerca de Astorga.

...al punto mandó que lo sacaran de allí y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la comitiva a la intemperie, sufriendo el riguroso frío de la estación.

Crónica de Pedro Mártir de Anglería





Fue en un cementerio pequeño rodeado por un muro bajo, en medio de un descampado marrón. Llegamos por un camino de barro. Estaba empezando a nevar. Había tumbas tapadas con uralita con ladrillos encima. El cura al final gritaba para hacerse oír a pesar del viento. Todo, también el escenario, era desolador. Y a mí me vino a la cabeza este cuadro.

4.3.09

O que eu traioooooo...

¡Araguas ha vuelto!

Y ahora ha descendido aun más y habla sobre... ¡un comentarista de este blog!


[Después de hablar sobre los portales en su niñez...]

Os portais [portales], en fin, eis a parte máis escatolóxica, eran latrina particular de vagamundos e desaprensivos.

O que pasa é que estes últimos agora atoparon
[encontraron] retrete seguro (poisque se agachan [esconden] no anonimato máis covarde) nos portais da “interné”. Así ese ferrolán, protexido por outro paisano, parente seu, usuario dun blog cursi como flor de pitiminí, que defeca contra mín nun estilo nin sequera quevediano. Que hoxe Quevedo, figura posmoderna, non escribiría de cacas.

O de Araguas é grave, si, “caballero”, dando a cara sempre, asinando
[firmando] canto escribe. Gravísimo.


La verdad es que estoy un poco nervioso, ahora que ya está claro que alguien tan importante lee con tanto interés todo lo que aquí se escribe, pero bueno, voy a tratar de calmarme y decir algo apropiado para la ocasión.


Sr. Araguas:

- Le felicito, porque esta vez ya nos ha criticado por lo que hacemos en público (como nosotros a usted) y no por lo que supone usted que somos.


- No obstante, no acabo de entender su insistencia en que demos la cara, que haga usted del anonimato la cuestión central de sus diatribas.

¿A qué se debe ese interés? ¿Para qué quiere saber nuestros nombres? Humildemente, creo que para rebatirnos no le hacen ninguna falta (¿sabe?, le parecerá mentira, pero es lo bueno de internet, de los blogs y del anonimato: no importa quién es uno, sólo lo que dice).

¿Es para bucear en nuestros antecedentes en busca de trapos sucios, o para esperarnos en el portal (esto es un guiño a su columna, pero no sé si se ve bien; es que ya digo que estoy un poco nervioso...)?


- Pero, siguiendo con lo de dar la cara:

¿Usted de verdad considera que poner verde a alguien en un periódico sin decir con quién se está metiendo, como hace usted tan a menudo, es dar la cara?

Es más, ¿no le parece un poco cobarde atacar desde una tribuna privilegiada como la suya a gente que no puede defenderse en igualdad de condiciones? ¿En serio cree que es como para presumir de valiente?


- Un consejo, si me lo permite:

¿Por qué no se abre su propio blog?

Es muy fácil, de verdad; con Blogger, al menos, está tirado, ni cinco minutos, y técnicamente son muy fiables.

Se lo digo porque para eso que usted hace un blog está muy bien, es muy útil, muy ágil. No es una columna en un diario, claro, y además los lectores le pueden contestar muy fácilmente, es lo malo, pero siempre podría usted filtrar los comentarios. La mayoría de los bloggers no lo hacemos (ni entrar en guerras con comentaristas, ni filtrar los comentarios), pero hay de todo.

Pero, ojo, en los blogs hay una figura típica, que es el comentarista coñazo que se mete a incordiar; los llamamos trolls (sí, ya sé que es un poco infantil, pero ya sabe cómo somos los de internet). Y la táctica contra ellos es obviarlos, no hacerles ni caso. ¿Cree usted que sería capaz de hacerlo...?


- Otro, el último:

Usted es un personaje público; muy secundario, pero público al fin y al cabo. Y aun encima se supone que, como escritor, poeta, ex-músico, etc., tiene usted cierto nivel intelectual, cierta sensibilidad artística y todo eso. ¿No se da cuenta de que debería estar muy por encima de estas cosas y no hacernos ni caso?

¡Y si no lo está disimule, hombre, disimule usted, que está quedando fatal...!

3.3.09

Batallas

[De la mano de nuestro viejo conocido Portorosa llega a nuestros quioscos un nuevo título de la famosa serie Juzguen al juez.]

Buscamos nuestras pequeñas batallas que ganar. Por ganar algo. Elegimos un terreno propicio, o nos conformamos con el que nos queda, y lo convertimos en nuestra guerra, y en él volcamos nuestras ansias y esfuerzos, y lo hacemos importante (incomprensiblemente importante, desde fuera), pues desde ese momento lo es. Vale cualquiera, porque el único objetivo es la sensación de triunfo, no sus efectos.

El trabajo, la carrera, la paternidad, un A.P.A., una asociación de vecinos, un partido político, un club, una tertulia literaria, nuestro equipo, una ONG, las discusiones del café, las cartas al director del periódico, las comidas familiares, la admiración de nuestra pareja, el deporte, las notas de nuestros hijos o un blog: todo vale.

Vale también, y no pocas veces, el sufrimiento. Y la actitud meritoria, aquella con la que uno se empeña en destacar, la que se pone de medalla, es la de víctima doliente.

Pero son logros, todos estos, que pocas veces tienen que ver con ambiciones, afanes de protagonismo o el éxito, sino con la supervivencia. Son pequeñas victorias de consolación, con las que vamos tirando. Nos consuelan de la sensación de insignificancia, o de vacío.

Y cuando las cosas se tuercen y somos derrotados, lo somos con todas las consecuencias, da igual también lo tonta que fuera la batalla.

2.3.09

Eleccións galegas: the day after

No me arrepiento.

Maldita la gracia que me hace que vaya a gobernar el PP, bien lo sabe Dios. Pero no me arrepiento. Al final, me remordía la conciencia (qué bien enseñados estamos) y voté en blanco. Y me quedé muy tranquilo; y al saber los resultados, también; y cuando oí hablar a los tres principales candidatos, más.

Es lo que hay, y lo que probablemente habrá durante bastantes años. Creo que, salvo futuros escándalos mayúsculos o improbables (aquí) guerras internas en el partido, tenemos Feijoo para rato.

Me conminaban a votar, ayer, contra la inminente mayoría absoluta; pero yo insistí en que no, que esta vez votar contra alguien no era motivo suficiente. O, mejor dicho, que esta vez votaba contra todos. Si alguien quiere ser alternativa al partido que en Galicia representa el poder institucional, social y económico, tiene que hacerlo mucho mejor. A mí ni siquiera me ha parecido que estos hayan abierto las ventanas para que entrase algo de aire fresco.

Me encantaría que esta debacle, esta paliza del PP, mandase a las cabezas y buena parte del tronco de nacionalistas e izquierda a casa. Creo que si tuviesen un mínimo de vergüenza sería la primera decisión que deberían tomar, inmediatamente. Pero lo dudo. [Corrijo: Touriño la ha tenido]


Y ahora, unas opiniones peregrinas:

- Si los candidatos se pareciesen más a los electores sería mucho más fácil decidirse. Ayer estuve a punto de cambiar de idea y votar, al ver a la gente y tener tan claro a quiénes no me quería parecer.

- Es increíble que en todo el PSOE gallego no haya habido nunca un candidato a la Xunta que no fuese, o al menos pareciese, un mediocre insulso; o, directamente, que en todo el PSOE gallego no haya nadie que valga la pena.

- El Bloque ha obtenido sus peores resultados desde 1989, y Quintana sale a hablar, después, y sigue haciendo campaña, diciendo que los guays y los que están cerca de la gente son, por supuesto, ellos. En el mundo sin autocrítica que es la política, los nacionalistas no tienen rival.

- Supongo que el triunfo de Feijoo será, como dicen todos, un balón de oxígeno para Rajoy dentro del partido (y el enajenado mental de la radio mañanera hoy estaba bastante cabreado, así que será cierto). Pero de ahí a decir que el electorado gallego dio su apoyo a Mariano...

- Total votantes: 70,46%, la mayor participación en la historia autonómica gallega. Esto no se lo esperaba nadie. No tengo ni idea de qué quiere decir.

- Votos en blanco: 27.743 (1,70%). Me esperaba más.

- Se acabó nuestra parte; hasta dentro de cuatro años, que nos volverán a hacer caso. La sensación de absoluta falta de control sobre los gobernantes y todas sus decisiones, en mí, no hace más que aumentar.