El hoyo sobre el río Kwai
Hola.
A pesar de que mi hijo me lo pidió varios días, no he conseguido hacer ningún agujero en el agua; que no les confunda el título. Pero he hecho alguno en la arena, en la arena mojada de la playa.
Mis agujetas en dorsales, trapecios, aductores y glúteos pusieron de manifiesto lo completa que como actividad física es, y a mí me ha permitido comprobar en primera persona hasta qué punto el ser humano se identifica con su tarea, con su labor, más cuanto más penosa, y de ese modo trata de evitar caer en el abismo de la inutilidad, de la falta de sentido de su esfuerzo.
- Este agujero lo es todo para mí, ¡es mi vida! -le decía yo la otra tarde a mi hija, que, cansada de traerme arena seca para reforzar las paredes, me pedía que fuese a saltar olas con ella mientras yo, arena, sudor y lágrimas, veía cómo todo se desmoronaba.
- El agujero no tiene ninguna importancia, papi -me decía ella, sonriendo desde una prudente distancia.