13.11.22

¡Clavileño, arre!

 El domingo por la mañana me despierto y me siento a leer en la butaca de la habitación. Le pido a Marta que no se levante aún, que espere un poco allí. A la media hora, dejo el libro: he acabado El Quijote.


Artículo completo en Táboa Redonda.




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