Para poner los pies en la tierra.
Uno, que intenta mantener los ojos abiertos y quiere creer que es consciente del mundo en que vive, que conoce de primera mano por familia, amistad y trabajo ambientes, actitudes y circunstancias que poco tienen en común con los propios, y que lee también para conocer a los demás, a pesar de todo corre el riesgo de, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, ir acotando su realidad (aun estando la inmediata limitada a la que una ciudad provinciana de segunda fila ofrece) y limitando sus referencias, y llegar un día a creerse, si no anda con cuidado y baja la guardia, que su sociedad tiene en efecto que ver con la que algunos reportajes, ciertas revistas, los columnistas de contraportada, los blogs y los suplementos culturales le muestran: una avanzada, formada, abierta, cosmopolita y moderna.
Pero entonces va a un hospital de la sanidad pública, y en una tarde cualquiera esperando en Urgencias, o paseando por una planta mientras acompaña a algún familiar, se fija en quienes ni por dinero ni por profesión disponen de otra alternativa y coinciden allí con él, y enseguida se le van de la cabeza un montón de tonterías.
Y sale sabiendo perfectamente dónde está. Y lo que queda por andar.
- Eu non quería morrer alá. ¿Sabe, miña nai?*Pero entonces va a un hospital de la sanidad pública, y en una tarde cualquiera esperando en Urgencias, o paseando por una planta mientras acompaña a algún familiar, se fija en quienes ni por dinero ni por profesión disponen de otra alternativa y coinciden allí con él, y enseguida se le van de la cabeza un montón de tonterías.
Y sale sabiendo perfectamente dónde está. Y lo que queda por andar.
Esta semana, en el mismo pasillo en el que estaba mi mujer, les aseguro que he visto esta escena pintada por Castelao en los años 30.
Y sus protagonistas me parecieron tan desvalidos y temerosos como los de entonces.
[* No quería morir allí. ¿Sabe, madre?]
Pues sí!, La sanidad pública es manifiestamente mejorable, de hecho bastante manifiestamente mejorable.
ResponderEliminarEn cualquier caso, te animo a que leas esto:
http://blogs.ya.com/haciendomeelsueco/200606.htm
para que veas que en todas partes cuecen habas.....Yo lo leí y me quedé flipada.
Ánimo! y espero que tu mujer se recupere pronto!
En efecto, nos queda mucho por andar. Y si miramos más allá, al mundo en general, ya la cosa es de escándalo. Nos vamos aislando en nuestro mundo, en nuestro circulo, y llegamos a olvidar que a nuestro alrededor hay mucha gente que sufre.
ResponderEliminarHay una sociedad para publicitar que esconde otra más real y terrible.
Pienso que el comentario sirve más allá de la sanidad pública.
¡Eh, eh, un momento!
ResponderEliminarNo iban por ahí los tiros, Landay, no pretendía criticar la sanidad pública. Soy consciente de sus defectos (que creo son resumibles en insuficiencia de medios), pero también de sus virtudes; y, personalmente, sobre todo desde que soy padre, no puedo sino hablar bien de ella.
Me he referido a los hospitales públicos porque creo que en ellos, como en pocos sitios, se nos obliga a salir de nuestro círculo (que no es que sea exclusivo el mío ni nada parecido, pero una vez allí sí veo que no es tan común como creo) y mezclarnos con todos y con todo. A los hospitales públicos vamos casi exclusivamente la clase socioeconómica media (en parte), media-baja y baja; y por eso son tan útiles para ver una cara de España que, como dice KP, no se publicita.
Mi mujer ya está en casa y bastante bien, muchas gracias. Un abrazo a ambos.
Yo soy usuario de la sanidad pública. El fallo que observo es organizativo y de gestión, no de asistencia. También la educación (las formas y el respeto al paciente)ha bajado como en todos los sectores.
ResponderEliminarSe puede releer esta información:
http://www.elpais.es/articulo/elpporesp/20051121elpepinac_1/Tes
¡Pero que este texto no es sobre la sanidad públicaaaaaa!
ResponderEliminar(Ahora bien, ustedes son muy libres de hablar de lo que quieran; faltaría más)
Lo extraño es que solo te hayas encontrado con una estampa.
ResponderEliminarLa última vez que acompañé a mi padre, "los" pasillos estaban abarrotados de estampas parecidas.
Bueno, Pau, es que pasé por delante de una habitación y vi ésta, tal cual; la recordaba bien y la reconocí.
ResponderEliminarUn abrazo.
tienes razón portorosa... en los hospitales todos somos iguales y aunque solo sea a una consulta rutinaria, deberíamos ir más a menudo. Nos mantendría más en la tierra. Yo también soy fans de la sanidad pública aunque reconozca sus defectos. Aquí es el SES (Sistema EXtremeño de Salud), no se atrevieron a ponerle la equis. Lástima.
ResponderEliminarUn gran abrazo a la familia.
Por desgracia he tenido que estar mucho en hospitales y es como la antesala de algo que no se sabe bien qué es.
ResponderEliminarTodos estamos como de paso, en tránsito, es como una estación enorme hacia ninguna parte, llena de enfermos obligados a convivir.
Se ven cosas edificantes, mucho, la mayoría. Hay de todo, claro, miserias humanas al fin, pero yo he visto sobre todo grandeza humana. He visto mucho amor, cuidado, ternura, paciencia, entrega, dedicación.
Y he visto a los solos, las gentes que no tienen a nadie, queridos por los familiares de otros, y por las enfermeras.
Es muy terrible estar en verano en los hospitales, porque se pasa mal, se inflaman las piernas, los piés, se corta la circulación de estar sentados, y aún así, allí estan todos.
En habitaciones, en pasillos o como sea. Es la realidad de las personas normales, de la vidas de las gentes que hacen este País. Con la misma sencillez y entrega con que cuidan a su gente.
Saberse eso, uno más, emociona y recoloca.
Me alegro de que tu mujer esté en casa por el Patrón.
Ahora caerán todas esas estrellas. He sido muy feliz después de ver los fuegos en Santiago...viendo ese espectáculo tumbada en Brión.
Un beso a los dos.
M.
Supongo que hay muchas más maneras de salir del ceñidito mundo en que todos vivimos.
ResponderEliminarA mí me gusta saludar por las mañanas a mi portero, interesarme por la salud de su mujer, por la situación laboral de su hijo. A los pocos pasos sonreir a Jaime, el pobre pobre de la calle Jorge Juan que se siente nadie, ninguno, casi siempre ninguneado, comentar con él
la ola de calor, el despliegue por la visita del papa...un sinfín de cotidianeidades.
Me hace sentir que soy una más. Que simplemente ejerzo el papel que se me ha asignado. Me podría haber tocado cualquier otro.
Besos,
la flaca
Es cierto, Poto, si limitamos nuestra mirada y acotamos nuestro panorama a los bolgs, nos haremos una imagen de la realidad no solamente muy estrecha, sino tan acotada y deformada, que no nos permitirá crecer, convirtiéndonos en seres muy pobres en una concepción amplia del término.
ResponderEliminarDigo "blogs", pero en realidad correspondería referirsse a cualquier otro aspecto de nuestra vida que nos encierre, distanciándonos de los demás, que son la inmensa mayoría de las personas.
Es necesario bañarnos de realidad, dando una vuelta por el barrio, recorriendo los mercados, caminando por plazas y calles, deteniéndonos en la puerta de un hospital o de una escuela, para no perder nunca la perspectiva...
Los hospitales (y no solamente los púbicos) constituyen quizás el sitio más amplio para dimensionar la vida, las realidades, el sufrimiento, las esperanzas, las carencias, las bendiciones, las entregas...
Un saludo desde el sur
Perdón, Porto (con "r")
ResponderEliminarLe hubiese gustado morir en casa.
ResponderEliminarQue bién refleja el dolor, la cara de la señora.
Espero que nadie deduzca de mi texto que no sé por dónde piso o que me llevo sorpresas cuando la realidad me golpea en la cara. Pero sí es verdad que el efecto que tiene sobre mí ir a un hospital es impactante, por lo que he explicado, por el perfil del usuario medio de la sanidad pública, tan alejado del estereotipo que se nos muestra como real y que uno está tentado a creerse.
ResponderEliminarAnónimo (da un nombre, hombre/mujer, para humanizar esto...), yo de la obra de Castelao prácticamente sólo conozco los dibujos, pero creo que son magistrales. Si no los conoces, entra en castelao.tripod.com; no sé qué tal es la página, pero tienes una galería que no está mal.
Abrazos.
Mis mejores deseos para todos y en especial para su mujer, un cordial saludo.
ResponderEliminarOk, oído cocina ;-)
ResponderEliminarSí, es verdad que hay situaciones que nos hacen ver más allá de nuestro micromundo.
;-)
Existen situaciones que nos igualan a todos independientemente de la condición económica que poseamos (o nos posea, según se mire). También sucede en los hospitales privados aunque en éstos como que hay algo más de glamour y estilo en el mobiliario. Punto.
ResponderEliminarComo dicen por aquí es una (no sé si) buena cura de humildad. Las temporadas que he pasado en el hospital me gustaba abandonar la habitación de mi padre por las noches y darme un paseo por las diferentes plantas echando una manita con las sábanas y tal... Al fin y al cabo no somos nada.
Espero que tu mujer esté poco a poco mejor. Pobrecica, pero bueno, fíjate qué fiestón os montásteis tu pequeñín y tú en plan who's the men dándole que te pego al biberón. :D
Muchos besos y, ah, feliz día de Santiago, galleguín. C.
Ya se sabe que hay otros mundos, pero están en este.
ResponderEliminarFelicidades por el bebé (Un poco tarde, lo siento, pero estos calores aletargan a cualquiera)
¡Hombre, Lector, qué alegría!
ResponderEliminarA mí me vas a contar, lo del aletargamiento...
Muchas gracias, y un abrazo.
Llego tarde como siempre para decirte que me alegro de que todo haya pasado. A mi me queda pasar en Agosto por un hospital y espero que la estancia sea breve, puesto que no se tratade nada grave, pero ¡no puedo soportar el ambiente de los hospitales! No me refiero a las situaciones que se viven allí, sino al olor las prisas, los llantos, las risas, los moviles, los silencios y los murmullos...
ResponderEliminarEntre enfermo o entre sano, siempre salgo enfermo. Me he preguntado alguna vez si no habra algo de egoismo inconsciente por mi parte.
Ciao,
ResponderEliminarLo primero y más importante, espero que tu mujer esté bien.
Nos diferenciamos en miles, pequeñas o casi invisibles cosas, los unos de los otros, menos en una: la salud. Esa nos toca a todos por igual, no entiende de micromundos, ni de mundos paralelos, ni de la visión que cada uno tengamos del mismo.
Recuerdo cada día cuando tuve que sufrirlo muy de cerca, con mi padre. Era como el Richard Gere de la planta, joven, siempre sonriente, siempre moreno de sus partidas de tenis y aún así se marchó. Mientras, vi marcharse a muchos otros, de tantas edades y micromundos, que me di cuenta de que mi visión de la vida era totalmente erronea.
¿Demasiado profunda? Odio los hospitales, me tocaste la fibra.
Besos,
Mónica
A los hospitales sólo se debería ir a lo que yo he ido hace poquito: a tener un hijo.
ResponderEliminarBesos, Mónica.
Recién regresado al mundo de los blogvivos, sólo tengo fuerzas para mandarte un fuerte abrazo y mi más cariñosa enhorabuena para ti y tu mujer por el nuevo ser que habéis traido al mundo. Mañana te telefonearé, pero no quería esperar.
ResponderEliminarEl problema de la sanidad pública radica en el cada vez más escandaloso desvío de fondos a centros privados y al derroche y mala gestión de la gran mayoría de administraciones, sean del signo que sean.
Gracias, S. Ya hablaremos.
ResponderEliminarEnhorabuena por el bebé. Espero que tu mujer esté bien.
ResponderEliminarTienes mucha razón en lo que cuentas en el post, es como si se tratase de un mal sueño, una realidad que a veces no tenemos en cuenta. Como si no quisiéramos ver.
Saludos
Gracias, y un abrazo, Gatito.
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