26.5.08

Lovely Rita

La adorable, la encantadora Rita era la encargada de los parquímetros, una encargada de unos parquímetros, en Liverpool. O no, en fin, supongo que ser no era nadie, pero se convirtió en real como don Quijote gracias a los Cuatro Fantásticos (los de Martin, no los de Marvel), que le encontraban cierto aire militar con su bolsa cruzada al hombro y nunca consiguieron una cita con ella para tomar el té.

Yo tengo una Rita propia, aunque creo que nothing can come between us. Trabaja en la empresa que se ocupa de la limpieza de las calles: una barrendera. Tiene un traje verde con capucha y un chaleco reflectante, un capazo de goma y una escoba corta, y melena negra; tiene cierto aire macarrilla. Y no sé si es guapa, porque sólo la he visto de lejos, pero me resulta interesante, y si supiese le escribiría una canción, también.

Porque Rita, por la calle, representa, no sé por qué, la independencia. Y si hay algo que me atrae en el carácter de una mujer es su independencia. Tanto con respecto a una cohorte de amigas como, sobre todo, a un hombre. Y verla hacer algo que yo interprete como muestra de autonomía, de que tiene una parcela propia, de seguridad en sí misma, me gusta. No tengo ni idea de qué experiencias vividas, qué roles de los de mi alrededor han ido instalando esos resortes en mi inconsciente desde pequeñito, pero, por ejemplo, una mujer sola en su coche conduciendo con soltura o una chica haciendo footing en solitario para mí tienen un punto atractivo: en ambos casos veo, ante todo, a una mujer independiente.

Y Rita la barrendera se despide de sus compañeros a las siete y media, con el cigarro en la boca y el pelo suelto, y empieza. Barre, recoge papeles de las aceras, mira a cualquiera que pase por su lado y camina rápido, sola, ella sola.

22.5.08

John Cheever, Diarios

Llevo tiempo leyendo, a la vez que un par de libros más, los Diarios de John Cheever.

De Cheever había leído hasta ahora la recopilación de relatos La geometría del amor y, hace muy poco, su novela Bullet Park. Me parece un magnífico escritor, un gran escritor.


Con estos Diarios me está pasando lo que con algún otro libro que me encantó y sin embargo me costó leer, como El Danubio, de Magris, y El libro del desasosiego. Son libros densos que requieren una lectura lenta, creo yo (al menos a mí me hace falta), si uno pretende no perderse nada. Y por supuesto son libros donde no hay ningún hilo que tire de ti, ningún final al que llegar, donde uno sigue leyendo exclusivamente por el placer de cada página leída.

En concreto, con El libro del desasosiego le veo más cosas en común: te partes de risa con los dos... No, en serio: son tristes, tristes de carallo; magníficamente escritos, desde luego, y lúcidos, muy lúcidos, pero con una lucidez que jamás se pretende objetiva, una lucidez... ¿íntima?, ¿interior?, que se mueve entre los límites de unas circunstancias personales (entre las que sobresalen la insatisfacción de fondo y un enorme desencanto vital) de las que el autor es plenamente consciente.

Anoche, al doblar la toalla de manera que se viera la inicial bordada, me pregunté qué hacía [yo] allí.

Estoy cansado, pero ya pasará. Amo el cuerpo de mi esposa y la inocencia de mis hijos. Nada más.

Cheever sufrió, fue desgraciado, y en el libro queda claro. Y aunque no habla sólo de él, claro, sino de los suyos y de su mundo, se ve, como todos, en cada cosa que mira.

...pienso en ellos como marido y mujer, mudos, unidos por la conciencia de compartir una tragedia, un estrepitoso fracaso, pero que seguirán juntos por amor a los hijos y respeto a la ley. Sé que (...) el crimen inconfesable que comparten sólo es consecuencia de sus idas y venidas habituales, una palabra desagradable aquí, una desilusión allá...
Estoy todavía muy por el principio, apenas un cuarto del libro, y supongo que tardaré en acabarlo, pero sé que me entristecerá y me hará disfrutar mucho, y que me dejará huella.

Se lo recomiendo. Y todo Cheever.

13.5.08

Courel


Creo que en Galicia somos unos privilegiados en lo que a conservación del entorno se refiere. Pero me temo que no hay otra razón que nuestro secular atraso, que nos ha privado de los medios materiales para meterle mano a gusto al paisaje que nos rodea.

Me parece una empresa realmente difícil hacer de Galicia un sitio feo, pero, desde hace unos años, estamos en ello.

No obstante, algún sitio virgen e inmaculado queda; y uno de ellos es sin duda la Serra do Courel, en el este de la provincia de Lugo. A donde he ido este fin de semana.






[Les recomiendo ampliar esta última foto; verán qué colores.]

Y, ante todos ustedes:

Paula y Carlos

7.5.08

Pobres pringaos

Como no tengo nada que decir, les dejo este texto:

Revolviendo los vientos las llanuras del mar, es deleitable desde tierra contemplar el trabajo grande de otro; no porque dé contento y alegría ver a otro trabajando, mas es grato considerar los males que no tienes: suave también es sin riesgo tuyo mirar grandes ejércitos de guerra en batalla ordenados por los campos: pero nada hay más grato que ser dueño de los templos excelsos guarnecidos por el saber tranquilo de los sabios, desde do puedas distinguir a otros y ver cómo confusos se extravían y buscan el camino de la vida vagabundos, debaten por nobleza, se disputan la palma del ingenio y de noche y de día no sosiegan por oro amontonar y ser tiranos.

Lucrecio
De Rerum Natura


Un poquito cabrón, el Lucrecio éste, ¿no?