29.1.07

John, Paul, George and Ringo

[Lo siento, María]

Cuando alguien mitifica algo, las razones por las que le gustaba dejan de importar; ese algo ya no es atractivo por cómo es, sino que es él el que hace atractivo a todo cuanto lo rodea.

Los Beatles son sin duda mi grupo preferido ever. Por lo que a música no clásica ni de jazz respecta (y no porque sitúe a éstas necesariamente por encima, sino porque creo que no tiene mucho sentido compararlas), para mí no hay nada igual ni parecido.

Recuerdo perfectamente cuando con 9 ó 10 años empecé a poner los discos suyos que tenía mi padre. Y recuerdo perfectamente (¿qué aficionado, de los que por edad no los vivimos en directo, no habrá pensado esto?) que me preguntaba, y le preguntaba a él, cómo era posible que se hubiesen separado. Me parecía, allí sentado en la alfombra del salón delante del equipo de música, un sinsentido, algo incomprensible, yo diría que, en cierto modo, una injusticia (y que me perdone Andie McDowell). Y ya nunca dejaron de gustarme. Al contrario, ir conociéndolos hizo que cada vez me pareciesen mejores, hasta considerarlos, simplemente, los mejores.

Hay razones objetivas (dentro de lo que cabe) para ponerlos por las nubes, por supuesto: su capacidad creadora, teniendo en cuenta que en realidad hablamos de una vida de poco más de diez años (creo que el tandem Lennon-McCartney, ejemplo de sinergia donde los haya, es la cumbre de la música pop, difícilmente repetible); el porcentaje de temas que, siendo esa obra tan extensa, son generalmente considerados sobresalientes; su carácter innovador, tanto en el plano musical (fueron, por ejemplo, los primeros en incorporar un acompañamiento clásico a un tema pop) como en el comercial (aquí debe destacarse el mérito de Brian Epstein; su inconmensurable Sgt. Peppers fue el primer disco de la historia en incluir las letras de las canciones en el álbum) y técnico (a pesar de las limitaciones de la época, hicieron casi de todo, como meter un micrófono en el agua -creo que en Tomorrow never knows-, o reproducir sonidos al revés -por ejemplo, los platillos del principio de While my guitar gently weeps-), y su influencia sobre los músicos que vinieron después, incomparable en la historia de la música pop, son las más obvias.

Pero, de todos modos, los Beatles hace tiempo que entraron para mí en la categoria de mitos (de hecho, la verdad es que me cuesta creer que hayan existido, se lo confieso; el no haberlos visto mientras estaban juntos, unido a esa mitificación, me hace sospechar, en realidad, que el grupo nunca fue real, sino algo así como unas Sagradas Escrituras que hubo que crear para dar explicación a una música magistral inalcanzable para el resto; no puedo creer que haya habido gente que los vio, que fue a un concierto y quienes salían al escenario eran los Beatles...), así que sobran los argumentos.

Y sin embargo, mi poca querencia al mundo audiovisual ha hecho que no tenga ni vídeos, ni películas de ningún tipo sobre ellos, sólo música. Por eso estos días, en Youtube, estoy viviendo una experiencia emocionante al haber descubierto que hay no pocas grabaciones suyas: la de Hey Jude en un plató lleno de gente, la de Get Back sobre el tejado de los estudios de Abbey Road (alabados sean), un concierto en Tokio, una Antología que creo se ha comercializado en dvd, una de Let it be, y bastantes más.

Pero la que sobre todo me ha impactado es una de un concierto en el 63, con Paul McCartney tocando en solitario Yesterday:




The Beatles - Yesterday


Como cualquier inglesa nacida en los cuarenta, de las que gritaban histéricas agolpadas contra los bobbies, me habría desmayado antes de llegar al primer I believe in yesterday si hubiese tenido ante mí a Paul, que además es mi beatle, con 21 añitos, su traje negro estrecho y su corbata, su pelo a lo beatle (!), sus tics, sus cejas enarcadas, su cara de no haber roto un plato (los Beatles adoptaron la táctica de mostrar en los conciertos una imagen de total indiferencia, de hacer como si estuviesen solos, con expresiones inocentes, humildes, casi sin interactuar con el público, que creo que fue todo un acierto), y cantando la mejor canción de todos los tiempos.

25.1.07

La violencia, el sexo y Boris Vian

No quiero ni imaginar qué van ustedes a pensar de mí si les digo que hace unos meses estuve a punto de dejar Escupiré sobre vuestra tumba por sus escenas de sexo, pero así fue.

Aguanté hasta el final, a pesar de que hace años que tengo claro que casi nunca tiene sentido leer por obligación, porque, dada su fama, quería darle la oportunidad completa, y porque la novela es tan corta que el esfuerzo, aun en el peor de los casos, sería pequeño; pero lo cierto es que desde el principio tuve mis dudas.

Creo que hice bien en seguir, porque al final me gustó. No me entusiasmó, e incluso me hizo pensar cuánto de su notoriedad se debería más a su tono provocativo que a su calidad, pero me gustó. Me parece muy bien escrita (supongo que Vian respirará aliviado en su tumba, al leer esto). Con un estilo directo y sin adornos, lo que hace y piensa el protagonista/narrador, lo que le ocurre, el ambiente en el que entra, las reacciones de quienes conoce y las suyas propias, todo eso, está perfectamente descrito. Me parece muy interesante, además, el modo en que el protagonista nos va contando, muy poco a poco a lo largo del texto y entrando apenas en el tema, qué le pasó a su hermano pequeño, por un lado, y cuáles son sus intenciones, por otro.

¿Por qué pensé en dejarla a medias, entonces?

Porque cada vez me resulta más desagradable el sexo, no digo ya desprovisto de amor o cariño (que no, que supongo que tampoco hace falta eso), sino de un mínimo de consideración hacia la otra persona, de cierto respeto. El sexo con desprecio me parece insoportable. Y en la novela hay bastante.
Porque me molesta cada vez más, también, sobre todo en ciertos momentos en que mi estado de ánimo -supongo- me vuelve especialmente sensible, la violencia. Y en la novela no falta.
Y porque si sexo y violencia se dan la mano, la mezcla me parece abominable [texto no apto para menores ni para quien no quiera pasar un rato desagradable]:

(...) le apreté un pecho hasta que estuvo a punto de desmayarse, pero no dijo ni pío. La abofeteé a muerte. Había abierto los ojos de nuevo. Empezaba a clarear y se los veía brillar de lágrimas y de rabia. Me incliné hacie ella; creo que relinchaba como una especie de bestia, y ella se puso a chillar. Le mordí de lleno en la entrepierna. Me quedó la boca llena de sus pelitos negros y duros; aflojé un poco y volví a empezar más abajo, donde era más tierno. Nadaba en su perfume, hasta allí llevaba, y apreté los dientes. Intente taparle la boca con la mano, pero chillaba como un cerdo, con unos gritos que ponían la carne de gallina. Entonces apreté los dientes con todas mis fuerzas y me metí hasta el fondo. La sangre meaba en mi boca y ella se retorcía a pesar de las cuerdas. Yo tenía la cara llena de sangre y me eché un poco atrás, hasta quedar de rodillas. En mi vida había oído a una mujer chillar así; de repente, me di cuenta de que me corría en los calzoncillos (...). Entonces me puse a golpearla, al principio sólo con el puño derecho, en la mandíbula, oía cómo se le iban quebrando los dientes y seguía golpeando, quería que dejara de gritar. Pegué más fuerte y luego recogí su falda, se la metí en la boca y me senté encima de su cabeza. Se revolvía como una lombriz. (...) me di cuenta de que estaba tan fuera de mí que la habría despellejado; entonces me levanté para rematarla a patadas, le puse el zapato en la garganta y me apoyé con todo mi peso. Cuando dejó de moverse sentí que me corría otra vez (...)

Y aún quedaba otra escena parecida más adelante, con un nuevo crimen con orgasmo de regalo. Les aseguro que llegan a estar al principio de la novela y la sigue leyendo su padre (el de Boris Vian).

24.1.07

Adivinanza

Dice mi hija que hoy en clase de música han pintado la madre del Sol.

22.1.07

Aberración

¿Qué mente enferma y cruel puede condenar a una persona razonable, a alguien que para enfrentarse a sus problemas diarios no pide más que un mínimo de sosiego y dos o tres referencias estables en las que poder hacer pie, a la incertidumbre más paralizante y desazonadora cada vez que trata de ordenar, en la palma de la mano o haciendo un montoncito sobre una mesa, su calderilla?

¿Qué clase de degenerado puede diseñar unas monedas cuyos tamaños no siguen el mismo orden que sus valores ?

Antes fueron las pesetas. Toda, toda mi vida soportándolo.

 

18.1.07

Adieu, Montesquieu

Fíjense si soy ingenuo, o directamente tonto, que me parece inaudito (en su 2ª acepción) que dos partidos políticos discutan públicamente y sin ambages sobre si declaran ilegal o no a otro.

15.1.07

Pataleo desmoralizado

Si hubo algo en lo que los representantes de todos los partidos políticos coincidieron a la hora de juzgar el esperpéntico comunicado de ETA en el que se rizaba el rizo del sinsentido fue, en mi opinión, que casualmente estaba ante una televisión cuando fueron mostrando uno tras otro fragmentos de sus intervenciones, el tono en que hablaron: saltaba a la vista que su indignación era fingida, que todo aquello, a ellos, personalmente les importaba un carajo.

Y aunque sé que la valía de un político no se mide (al menos no exclusivamente) por su sensibilidad y tengo claro que hay muchas situaciones en las que es necesario que dejen sus emociones en casa, a mí me pareció descorazonador.

9.1.07

5 verdades 5

De casualidad me entero hoy, leyendo entradas de hace días en El café de Ocata, de que el señor Gregorio Luri, que, por si no lo saben, mantiene un blog que es un ejemplo de cultura (derrocha cultura, diría yo), curiosidad y civismo, me ha encadenado en un meme (¿de dónde sale esta palabra?) consistente en contar cinco cosas de uno mismo que no haya contado en su blog, y por tanto se suponga que sus lectores (los asiduos, se entiende) no saben de él.

En mi caso, creo que hay algún dato que les sorprendería bastante, pero las razones por las que nunca he hablado de ellos están tan presentes como siempre, por lo que seguiré sin hacerlo (básicamente se trata de que prefiero no decir quién soy; para quienes tienen la amabilidad de venir a esta casa soy el Señor de Portorosa y me dedico a estar sentado en una silla).

Pero aun así tal vez pueda cumplir el encargo:

  1. He cruzado dos veces el Atlántico a vela, y he aferrado paño en lo alto de un palo una noche de luna llena, en alta mar.
  2. He tomado té en el faro de Ceuta con un camaleón subido en mi cabeza y una mujer diez años mayor que yo, que había conocido media hora antes, sentada en bragas a mi lado en el sofá.
  3. No he leído el Quijote.
  4. Quería que me gustase el jazz, era así de capullo; y lo conseguí, me encanta. En cuanto al resto de la música, lo primero que le pido a lo que oigo es que no me moleste, tal vez ésa sea la verdadera razón por la que lo que más escucho, con diferencia, es clásica.
  5. Cuando mi hija (que ustedes conocen bien) nació, muy prematura, si me agarraba el dedo toda su mano no ocupaba más que la primera falange de mi meñique.

Propongo continuar esta cadena, si quieren y pueden, a Rythmduel, Donna, Xavie, Alexandrós y Juan Domingo.

5.1.07

Esto es peor

[Que conste que lo publico porque me lo ha pedido María, que para eso es mi amiga]

Han vuelto los atentados, y con ellos los muertos.
Volverán los funerales con ministros y políticos figurones. Volverá del todo, otra vez, el miedo a morir, el mirar debajo del coche por las mañanas. Volverán las lágrimas. Y desaparecerá la débil luz que allá lejos permitía (a pesar de todas las prevenciones, a pesar de que en el mejor de los casos faltaban años y años para la normalidad, a pesar incluso de no saber si el Gobierno lo estaba haciendo bien o no) albergar alguna esperanza.

Me pregunto si los que no entendieron (por no hablar de los que lo encontraron intolerable) que nos alegrásemos del alto el fuego permanente entenderán ahora que la constatación de que era mentira, la vuelta a la pesadilla, nos entristezca profundamente y nos desmoralice. Porque el razonamiento, por lo menos en mi caso, es el mismo.

(Y no voy a seguir hablando de alegrías, voy a dejar ahí la cosa, por no ser injusto con muchos por culpa de unos cuantos.)