29.4.14

Udine ed altri

Fuimos, vimos y volvimos, como casi decía este.






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[Conviene pinchar sobre las fotos, para verlas mejor.]



Udine es la ciudad donde M hizo, hace once años, un Erasmus. Quería regresar y quería llevar a su hijo, y eso hicimos. Estuvimos en Udine, fuimos a Venecia y visitamos varios pueblos cercanos (San Daniele, Cividale del Friuli y Gorizia) y una ciudad, Trieste. Yo no conocía ninguno de esos sitios.



Venecia es una ciudad laberíntica recorrida por multitud de canales, por lo que la llaman la Venecia del Sur.







A uno le pueden gustar más otras ciudades (a mí, sin ir más lejos), pero lo que es innegable es su excepcionalidad, que por mucho que se lleve sabida no deja de sorprender. Y es que, claro, una ciudad sobre el agua, donde los canales son un ingrediente normal de la vida diaria, es algo digno de ver; y si a eso le añadimos una arquitectura maravillosa y (a pesar de las miríadas de turistas) evocadora, cómo no quedarse boquiabierto y marcharse completamente impresionado y con ganas de volver con más tiempo.









Sin embargo, la gran sorpresa para mí fue el resto: los pueblos que vimos, las casas de campo, el paisaje (una llanura verde salpicada de árboles, con la cortina de los Alpes Dolomitas al fondo) y, sobre todo, la propia Udine.



El contraste entre norte y sur de Italia es también de sobra conocido, pero aun así era curioso hasta qué punto los sitios, y sobre todo la gente, se alejaban del estereotipo de lo italiano y de los italianos que tenemos. Aquello es ya centroeuropa.













Además de Udine, el pueblo más bonito resultó ser Cividale. Y eso que la lluvia nos impidió pasear todo lo que queríamos. Pero aun así me encantó. Saber que César se lo había arrebatado a los galos influyó. Lo cierto es que, aunque se sepa poca Historia, es apasionante ir viendo y reconociendo escenarios de cosas que se han estudiado.







San Daniele es famoso por su jamón, pero les aseguro, sin el menor asomo de chovinismo, que el jamón serrano más barato de su supermercado es bastante mejor. Gorizia está, literalmente, en la frontera con Eslovenia. De hecho, cambiamos un cuarto de hora de país. La ciudad era bonita, pero el domingo por la mañana se veía muy muerta.









En cuanto a Trieste, poco tenía que ver con el resto. Ha sido una gran ciudad del Imperio Austro-Húngaro y eso es lo que parece: todo está a otra escala, grandes edificios en grandes plazas imperiales. Me gustó muchísimo, me sorprendió más aun, y me permitió hacerme una idea cómo será ese corazón histórico europeo que todavía no conozco.



Llamarnos tercermundistas es una frivolidad sin sentido, pero no cabe duda de que uno sale a algunos sitios y se da cuenta de que nosotros jugamos en otra división: unos cascos históricos preciosos, bien conservados y vividos, unos "ensanches" que no son antologías de la fealdad, un campo y unos pueblos que han incorporado la belleza a su normalidad... Preocuparse por la estética no resuelve los problemas económicos, es evidente, ni por tanto hace por sí solo que una sociedad avance; pero qué síntoma más claro de cuánto lo ha hecho. Aquí, mientras, los que solo buscan razones económicas para todo siguen sin verlas en cuidar lo que tenemos, en procurar un entorno agradable, en hacer que nuestras ciudades sean bonitas.







Yo quiero vivir en una casa bonita.

Lo siento, sé que es superficial, pero es importante para mí






El viaje, además de sentimental, fue precioso.









17.4.14

Un viaggio sentimentale

Hace tiempo que estoy bien; es solo que no me apetecía escribir. Muchas gracias por sus cariñosas palabras.

Me parece que, en mí, un síntoma de optimismo, una diferencia entre el ánimo y el desanimo es ver la vida, incluso día a día, como un conjunto de posibilidades en lugar de como una situación definitiva, buena o mala; como algo que tengo capacidad para construir en lugar de como algo dado. Y últimamente es lo que siento.

Hemos pasado unos maravillosos días en casa, Paula, Carlos, Cibrán, M y yo, dándole consistencia a nuestro nuevo contorno sentimental. Todos hemos estado muy contentos. Y ahora, M, Cibrán y yo estamos a bordo de un avión, el primero del viaje también sentimental que empezamos hoy. A Udine.

Son las siete de la mañana y por la ventanilla se ve la raya rojiza de un nuevo día.