28.9.05

Ni facta, ni verbam.

Muchos son buenos si se da crédito a los testigos, pocos si se toma declaración a su conciencia. (Quevedo)


Me he encontrado hoy con esta cita, que desconocía, y he pensado que don Francisco me estaba dando la razón, y que además enunciaba de forma clara y elegante lo que yo pienso, y no siempre sé explicar, sobre la bondad (sí, sobre la bondad; acuciante tema, ¿verdad?).

Ante todo, quiero aclarar que tengo perfectamente claro que nuestra convivencia, el orden y la armonía sociales, exigen que lo que sea bueno de las personas sea su comportamiento (y al decir comportamiento me refiero no sólo a sus acciones, sino a todo lo que no se dejan en el interior y afecta a los demás y a su entorno: lo que dicen, lo que escriben, sus actitudes cuando se notan, sus omisiones, etc.). Y sé, claro, que esta exigencia la llevamos también (aunque quizá con matices) al ámbito personal, a nuestra familia, a nuestros amigos. Les pedimos, principalmente, que “se porten bien”, pues eso es lo que más directamente nos afecta.

Pero creo que ese planteamiento, práctico y absolutamente lógico, puede provocar un malentendido, una confusión acerca de en qué consiste ser bueno, o buena persona, o como quieran ustedes decirlo.

Sería fácil poner ejemplos, pero les hablaré de un solo caso concreto, de una conversación que me hizo darme cuenta de qué pensaba yo en realidad sobre este tema:
Charlando con un amigo, le dije que su mujer era muy buena persona, de las mejores que yo conocía. Me contestó con asombro que no, que yo no sabía lo desastre que era, que yo no sabía que era él quien la hacía llamarme por teléfono, o quedar, o acordarse de la gente. Y yo le aclaré que eso ya me lo imaginaba, pero que una cosa era que mi amiga fuera una vaga, una floja, una indecisa, y cuantos más defectos de ese tipo quisiera, y que él por el contrario fuese cumplidor, decidido, educado y ordenado, y otra, muy distinta, era que los sentimientos de ella, su actitud, aun ocultos, no fuesen magníficos (mientras que los de mi interlocutor tal vez no justificasen su amable comportamiento).

Para mí alguien es bueno o no atendiendo única y exclusivamente a sus sentimientos. No me importa, a la hora de juzgar ese aspecto, que otros defectos suyos puedan llegar a hacerle comportarse de modo indiferente o aun hostil (caso raro): alguien es bueno si sus sentimientos hacia los demás son buenos. Y yo, si soy lo suficientemente perspicaz para verlo (lo que no siempre ocurre), no dejo de tenerlo en cuenta.

Y creo, matizando lo dicho más arriba, que en nuestro entorno más íntimo no es tan raro que todos prescindamos un poco de lo que vemos de las personas, si sabemos qué tienen dentro.

Igual que hay mil motivos (interés, educación, pena, miedo, vanidad, etc.) para que alguien se porte de maravilla con los demás aunque no le importen en absoluto, o para que sea amable incluso con quien detesta, los hay para que alguien bueno no sea capaz de demostrarlo. Pero el bueno es él, aunque sea débil, o maniático, o esté tarado; no el primero.

¿O no?

27.9.05

El alegre y jovial Kierkegaard.

Este artículo (por decir algo; ya sé que suena pretencioso, pero mi orgullo lingüístico se resiste a aceptar “post”, y la verdad es que no sé cómo llamar a estos textos) me lo han dado hecho. Mi anfitrión en Dinamarca y principal proveedor de datos sobre el país me ha enviado, a la vista de los comentarios dejados en “Cosas que he visto en Dinamarca”, unas estadísticas que creo pueden arrojar algo de luz sobre el tema -sacado a colación por la ignota T- de los suicidios en la tierra de Kierkegaard.
Lo cierto es que, como verán, no permiten considerar a Dinamarca un caso extremo, ni siquiera un caso algo peculiar (en cambio, sí me parecen significativos en lo que a la influencia del clima y las horas de luz se refiere), con lo que la pequeña polémica surgida queda un poco infundada.

Fíjense:

(Fuente: OECD, Social Indicators 2005)

- Tasa de suicidios general (por 100,000 habitantes) en Dinamarca: 14.3.

- Idem, entre jóvenes (de 5 a 24 años, por 100,000 habitantes) en Dinamarca: 4.0.

- Algunos países con una tasa de suicidios SUPERIOR a la de Dinamarca son Australia, Austria, Bélgica, Rep. Checa, Finlandia, Francia, Hungría, Islandia, Japón, Corea, Luxemburgo, Polonia y Suiza.

- Los únicos países con una tasa de suicidios entre jóvenes INFERIOR a la de Dinamarca son Grecia, Italia, Méjico, Portugal, España y Reino Unido.


Aunque no dispongo de más datos, supongo que el estudio se limita a países considerados “desarrollados” (o que poco les falta). Dice mi amigo que hay de todo: ricos y pobres, orientales y occidentales, religiosos y menos religiosos.
Me parece, no obstante, digno de mención el hecho de que entre los países de la primera lista no haya ninguno mediterráneo, y en cambio, en la segunda (tasas inferiores de suicidio juvenil), cuatro de los seis que aparecen sí lo sean (y el quinto es Méjico, que, salvando las distancias, podría asimilarse en muchos aspectos). Pero desde luego es justo reconocer que, sobre todo en el aspecto de suicidios juveniles, los datos de Dinamarca son verdaderamente buenos (considero que es bueno que haya pocos suicidios, aunque se deba a la inconsciencia general; soy así de convencional).

En cualquier caso, no es fácil sacar conclusiones. No lo es, al menos, si tratamos de evitar caer en prejuicios (y eso me ha llevado a decir, al principio, que los datos parecían confirmar la influencia del clima y las horas de luz, pero no he dicho nada sobre el carácter latino, o la idiosincrasia de los países mediterráneos, o algo de ese estilo), y si renunciamos a basarnos en argumentos del tipo "Mi tío que vivió en Suiza, una vez vio...", o “Yo, que he pasado una semana en Copenhague en casa de unos amigos con mi mujer y mi hija, puedo declarar y declaro...”.

************************************************************************************

Edito de nuevo para decirles que acabo de hablar con mi amigo, el de arriba, y le he comentado lo que ya he resaltado antes acerca de los buenos "resultados" de los países mediterráneos.

Y me ha llamado muchísimo la atención que él, inmediatamente, en lugar de hacer referencia a la luz, el sol, etc., me ha dicho que sí, que efectivamente se notaba mucho el apoyo que la familia da aquí (en España y en sociedades vecinas) a todos sus miembros, apoyo que no es tan habitual en otras latitudes (o, mejor dicho, en otras culturas).

Me parece una opinión a tener en cuenta: él es español, vive allí, y está casado con una danesa desde hace once años.

22.9.05

El abismo que bordeamos.

Ayer por la mañana, mientras tomaba un café con mi mujer, vi pasar por la calle a una señora que conozco. Andaba como el resto de la gente, como cualquier otro día. Iría pensando en sus cosas, en algún recado, en que llegaba un poco tarde, en lo que haría de comida. A lo mejor estaba triste, a lo mejor contenta, o ni una cosa ni otra, como cualquier otro día.

No sabía que esa tarde, la de ayer, se le iba a morir un hijo.

20.9.05

Nombres propios ajenos.

En un lugar de Galicia de cuyo nombre, por vergüenza, prefiero no acordarme, entre los niños que hoy se han inscrito en el Registro Civil figuran una tal Dayana y un tal Fernando Alonso (no Fernando, de apellido Alonso; no, sus apellidos son otros, y su nombre -compuesto, ya ven-, Fernando Alonso).

Y aquí me tienen, pensando que a mí, más que dolerme (que también), España a veces se me ruboriza.

Y pensando también que a lo que dice Terencio aquí al margen, lo de que nada de lo humano nos es ajeno, debe de haber excepciones. Porque Dayana, bueno, pobre, qué se le va a hacer, la incultura, ya se sabe. Pero Fernando Alonso, ¡Fernando Alonso!; la verdad es que no sé qué puedo tener yo en común con alguien que le pone de nombre, a su hijo, Fernando Alonso.

16.9.05

Cosas que he visto en Dinamarca.

Contarles mi estancia en Dinamarca me parecería aburrido para ustedes y para mí. Intentar describir mis impresiones me parece aburrido para ustedes, y a mí me da pereza. Además, sería absurdo tratar de hacer algún tipo de análisis o valoración de lo que he visto; demasiadas veces hablo sin saber, pero hacerlo de una sociedad entera ya me parece excesivo.

Era la tercera vez que visitaba el país, y en ésta, al haber podido ver más de cerca cómo es la vida de al menos una parte de la sociedad danesa (gracias a nuestros amables anfitriones), he vuelto con una idea algo más formada de cómo son allí algunas cosas.

Les diré que las diferencias que vi se podrían clasificar en tres categorías (por lo demás, utilizables con cualquier otro país): ventajas de la sociedad danesa, hechos o circunstancias chocantes (pero ni mejores ni peores) debido simplemente a lo distintas que son nuestras culturas, y desventajas suyas. Y, contradiciendo mi propósito de no juzgar, les confesaré que les concedo los siguientes porcentajes aproximados, respectivamente: 60, 30, y 10%.

Dichos porcentajes no se cumplen en la relación que a continuación les muestro, pero eso es achacable, por un lado, a que todos nos hacemos ya una idea de en qué aspectos nos dan lecciones los países escandinavos en general y Dinamarca en particular, y por otro, a cierto instinto defensivo, también llamado complejo, que me hacía fijarme más en lo que menos me gustaba.

Les dejo a ustedes la posibilidad y la responsabilidad de valorar cada uno de los comentarios, y de paso les invito a adivinar (como si fuese algo interesante) cómo los clasifico yo (algunos tienen truco):


- Dinamarca ocupa una superficie (sin contar con Groenlandia) equivalente más o menos a una décima parte de España y tiene cinco millones y pico de habitantes (y lógicamente nunca ha estado tan poblada como en la actualidad), y ha dominado gran parte de Noruega y Suecia durante décadas y reinado en Inglaterra durante unos doscientos años.

- Dinamarca es, según la ONU, el mejor país del mundo para hacer negocios, por la prácticamente absoluta inexistencia de corrupción y por la seriedad, responsabilidad e implicación personal con que los daneses trabajan.

- En un municipio próximo a Copenhague el ayuntamiento contrajo una deuda que no pudo justificar, y sobre la que hubo incluso una inaudita acusación de corrupción. Desde entonces, y hasta que liquiden el endeudamiento público, los vecinos pagan un 2,5% más de impuestos. Se considera que quienes actuaron mal eran sus representantes; y los vecinos entienden (es de suponer) que la próxima vez deberán pensarse mejor a quién votan.

- En Dinamarca hay un Ministerio de la Integración, responsable de todo lo relacionado con la inmigración.

- Dinamarca cerró sus puertas a la inmigración normal en los años setenta. Desde entonces, sólo admite las entradas a refugiados políticos o por reagrupamientos familiares.

- Un inmigrante (de los que pueden entrar) sin recursos, en Dinamarca dispone de vivienda gratuita, cobertura médica gratuita, enseñanza gratuita, tres años de cursos gratuitos de danés, y, en caso de que no pueda valerse por sus propios medios, un sueldo estatal que le permita subsistir.

- En Dinamarca la escolarización tal y como aquí la entendemos comienza a los siete años; hasta entonces (y desde los tres años) los niños van a la guardería, casi exclusivamente a jugar.

- Un niño danés normal de siete años no sabe leer.

- Un niño danés normal de siete años puede ir (y una buena parte va) al colegio en bici, a las siete y media de la mañana, solo.

- Una vivienda unifamiliar danesa tiene un contenedor normalizado de basura, dotado de dos bolsas también normalizadas, que le recogen semanalmente (sólo esas bolsas, y sólo lo que en ellas quepa).

- La ministra danesa de Medio Ambiente se quejó hace poco en los medios comunicación de los resultados del reciclaje de basuras: sólo se recicla el 80%.

- En los colegios públicos daneses es obligatoria la asistencia a las reuniones de padres. La única de la que yo tuve noticia duró cuatro horas, y por ella pasaron, uno a uno, todos los profesores.

- En un colegio danés los padres pueden decidir (y de hecho en algunos lo hacen) en votación cuánto se van a gastar por cabeza en los regalos de los cumpleaños que haya a lo largo del curso.

- En un colegio danés los padres pueden decidir en votación (y de hecho en algunos lo hacen) que a las fiestas de cumpleaños (que se celebran en las casas) habrá que invitar a toda la clase o no invitar a nadie, pero nunca sólo a unos cuantos.

- En Dinamarca es posible llegar a cualquier sitio, rural o urbano, en bicicleta, sin ningún peligro ni incomodidad.

- Si conduces en Dinamarca, nadie te deja pasar nunca si tiene preferencia (esta generalización la incluyo porque me la dijo una danesa).

- El número de muertes por accidente de tráfico en Dinamarca el año 2004 fue igual al de 1947.

- El gobierno danés está comprando gran parte del litoral para evitar la especulación inmobiliaria y garantizar su disfrute público. Normalmente, todo se deja como una gran zona verde. No es raro ver, al lado de los bañistas, patos y cisnes nadando.

- En un ayuntamiento próximo a Copenhague se cambiaron las flamantes (y reglamentarias) torres de iluminación de un nuevo estadio de fútbol porque los vecinos consideraron que afeaban el entorno.

- El ayuntamiento de Copenhague decide cuándo se pintan, y de qué color, las casas que bordean el famoso canal Nyhavn.

- En la zona de Dinamarca que vi (capital y la costa este, algo al norte de ella) no vi una sola (ni una sola) casa fea. Es más, pude disfrutar (desde fuera) de algunas de las casas más bonitas y con más encanto que he visto en toda mi vida.

- Un ayuntamiento no demasiado rico ni especialmente generoso de Dinamarca tenía, para que entrenasen los niños a partir de los 5 ó 6 años y hasta los 16, unos nueve campos de fútbol de verde e inmaculada hierba.

- En Dinamarca la cobertura médica gratuita incluye, hasta los 18 años, el dentista (todo). En los colegios suele haber varios gabinetes dentales.

- Un coche que aquí vale unos tres millones y medio de pesetas en la prensa danesa se anunciaba por siete y medio. Era una oferta, pues se trataba de un "kilómetro cero" con 17.000 km.

- En Dinamarca es algo rarísimo que surja una conversación espontáneamente entre dos desconocidos.

- En Dinamarca, en una conversación, la gente te atiende. Te atiende mucho, incluso. Y demuestra un interés que parece sincero.

- En Copenhague, la zona de la ciudad en la que tienen sus viviendas oficiales las máximas autoridades militares del país es un parque de libre acceso público (creo que sólo durante el día).

- En Copenhague el ayuntamiento pone a disposición de los visitantes (o de cualquiera) unas bicicletas que se recogen en puestecillos distribuidos por las calles, metiendo una moneda de 20 coronas (unos tres euros) como en un carrito del súper. Se devuelven en cualquiera de esos puestecillos y se recupera el dinero. Los puestecillos no están vigilados por nadie, por supuesto.

- El proceso de selección laboral habitual danés incluye una conversación con una tercera persona para pedirle referencias sobre el aspirante. Éste es quien facilita a la empresa el nombre de esa tercera persona.

- Dos de los temas de debate público más relevantes de este año en Copenhague tenían que ver con el nuevo Palacio de la Ópera que el dueño de Maersk ha regalado a la ciudad: si afeaba o no el entorno, y si supondría una oferta de plazas para espectáculos superior a la demanda real (lo cual, por cierto, no ocurrió: se batió el record de solicitudes de abonos).


Espero que estas notas sean de su interés. No están todas las que son, evidentemente, pero creo que sí son todas las que están. Si me acuerdo de más, las iré incluyendo.

Mi conclusión, muy muy general, es que tenemos muchísimas cosas que envidiarles; aunque no todas.

Pedí la luna, y me la dieron.

Ayer llegábamos mi hija y yo a casa, a última hora de la tarde, y al entrar en nuestra calle me dijo que no se veía la luna, y lo dijo extrañada porque suelo enseñársela desde una plazita que hay allí. Anduvimos unos pasos y la luna apareció, y ella, muy contenta, al pasar por detrás de los coches aparcados iba diciendo "Aquí la veo, aquí no, ahora sí, ahora no".
Al terminar la plaza las casas la taparon, y le dije que desde nuestra casa la podría ver.

Subimos y se fue corriendo a la ventana de la sala, apartó la cortina y se quedó mirando. Yo fui y me arrodillé a su lado, y le pregunté si la veía. Me miró y me dijo que sí riéndose.

¿Alguien da más?