23.7.06

Para poner los pies en la tierra.

Uno, que intenta mantener los ojos abiertos y quiere creer que es consciente del mundo en que vive, que conoce de primera mano por familia, amistad y trabajo ambientes, actitudes y circunstancias que poco tienen en común con los propios, y que lee también para conocer a los demás, a pesar de todo corre el riesgo de, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, ir acotando su realidad (aun estando la inmediata limitada a la que una ciudad provinciana de segunda fila ofrece) y limitando sus referencias, y llegar un día a creerse, si no anda con cuidado y baja la guardia, que su sociedad tiene en efecto que ver con la que algunos reportajes, ciertas revistas, los columnistas de contraportada, los blogs y los suplementos culturales le muestran: una avanzada, formada, abierta, cosmopolita y moderna.

Pero entonces va a un hospital de la sanidad pública, y en una tarde cualquiera esperando en Urgencias, o paseando por una planta mientras acompaña a algún familiar, se fija en quienes ni por dinero ni por profesión disponen de otra alternativa y coinciden allí con él, y enseguida se le van de la cabeza un montón de tonterías.

Y sale sabiendo perfectamente dónde está. Y lo que queda por andar.


- Eu non quería morrer alá. ¿Sabe, miña nai?*


Esta semana, en el mismo pasillo en el que estaba mi mujer, les aseguro que he visto esta escena pintada por Castelao en los años 30.

Y sus protagonistas me parecieron tan desvalidos y temerosos como los de entonces.

[* No quería morir allí. ¿Sabe, madre?]

19.7.06

Just men.

Ayer ingresaron a mi mujer y madre de mis dos hijos en el hospital, porque la amigdalitis de la que en algún comentario he hablado no era tal, sino un abceso (un flemón, vamos). Está ya muy bien, pero suponemos que tardará aún un par de días en volver a casa.

Así que mi hija está con los abuelos, encantada de la vida, y Carlos y yo nos hemos quedado en casa, solos.
Me ha tocado cambiarle su cálida, suave, mullida, aromática y acogedora fuente natural de alimento por un frío, duro e inodoro sustituto. Pero la verdad es que se ha dejado convencer muy fácilmente.

Ésta ha sido nuestra primera noche sin mujeres. Y no ha estado nada mal. Naturalmente, nos la hemos pasado bebiendo; concretamente a 21.30, 01.30 y 05.30.

18.7.06

Todo suyo.

Hace muchos años que decidí no participar nunca en una discusión sobre dónde se vive mejor, dónde se come mejor, qué sitio es más bonito, o dónde hay mejor clima. Que cada uno viva donde quiera, si puede.

¿Pero se supone que esto es buen tiempo? Cuando nos dicen las temperaturas que hay en el resto de España en verano, ¿se supone que son ellos los afortunados?

Aquí llevamos dos días con treinta y pico grados, y me parece sencillamente asqueroso. Prefiero mil veces, ¡mil!, un verano en el que uno de cada tres días no se pueda ir a la playa porque llueve, pero en el que las temperaturas sean siempre agradables, a este infierno en mi opinión incompatible con una vida aceptable.

¡Ay, un jardín umbrío con una fuente cantarina, donde poner mi silla!

16.7.06

A modo de justificación.

Hace casi cuatro meses, en los comentarios de un texto mío un contertulio merecedor de todo mi respeto me dijo, hablando (en resumen) de la posibilidad de que el Gobierno pagase un precio político en la negociación con ETA, lo siguiente:

Si eso ocurre (cuando eso ocurra) espero que lo señales con el dedo y te opongas.

Y yo le contesté:

Si eso ocurriese, lo señalaría con el dedo y me opondría.


Por otra parte, ustedes saben que la situación en Oriente Próximo es especialmente preocupante tras la última escalada en el crónico conflicto árabe-israelí, y que allí se está viviendo estos días un capítulo más de aquella pesadilla.

Con este texto quiero (en lo que ya sé que es una actitud pretenciosa por mi parte) justificar mi silencio sobre ambos temas:

En el caso del primero, en circunstancias normales sin duda habría mostrado mi punto de vista, porque naturalmente me interesa, y porque me siento obligado por algo que me gusta pensar que es coherencia. Pero estoy tan desconectado de la actualidad informativa que soy incapaz de formarme mi propia opinión. Leo algunos blogs, normalmente en desacuerdo conmigo, y sus autores son tan razonables y tan brillantes que salgo de ellos pensando que deben de tener razón; pero enseguida me encuentro con comentarios de otros conocidos no menos razonables y brillantes y me doy cuenta de que, como suele ocurrir, las cosas no deben de estar tan claras tampoco esta vez.

En el caso de Israel, Palestina, el Líbano y Siria, desde luego no iba yo a arrojar mucha luz sobre nada de aquello; pero tal vez tranquilizaría mi conciencia con un texto apelando al sentido común y la generosidad, ambos tan necesarios allí como escasos. Pero de nuevo todo me resulta demasiado ajeno...

La razón ya saben cuál es, claro. Mi mente está ocupada, consciente o inconscientemente, por el recién nacido. Y no me refiero a que no tenga tiempo para nada más que para el bebé, sino a que se diría que él me impide pensar en ciertos temas, que les prohíbe ocupar mi cabeza, como si la presencia de esos problemas fuese incompatible con el estado de ánimo y las prioridades que ahora mismo impone la situación familiar.

Naturalmente, hay quien se siente igual y querría decir lo mismo, pero no puede. Hay quien tiene un niño recién nacido a su lado y no deja de pensar en él, como yo; pero en lugar de disfrutar sólo sufre.

13.7.06

Yo en la corte del Rey Arturo.

Un texto de Calamidad titulado Desastre me ha hecho recordar algo que he pensado a menudo desde que hace muchos años leí la obra de Twain: si yo retrocediera en el tiempo y llegara a la Edad Media, como el yanki protagonista del libro, no sería capaz de mostrarle a la gente de entonces absolutamente ninguno de los avances materiales que nuestra sociedad ha ido consiguiendo a lo largo del tiempo.

No sé hacer nada con mis propias manos, ni tengo la más mínima noción de cómo se construye o cómo funciona prácticamente nada de lo que me rodea y veo y utilizo a diario (quizá la única excepción fuese la rueda, pero para eso tendría que aparecer no en el Medievo sino en el nosécuántos mil antes de Cristo), y aunque es cierto que lo poco que he estudiado me pondría en disposición de iluminar a muchos científicos del momento, y que mis conocimientos de andar por casa permitirían que en ciertos aspectos les hiciese avanzar espectacularmente, su lógica incredulidad, unida a mi total incapacidad para demostrar cualquiera de mis aseveraciones (¿me imaginan explicándoles, por ejemplo, sí, pues tenemos unas cosas llamadas motores que hacen ellas solas el trabajo, porque se les echa combustible por un agujero, y uno las enciende y entonces, dentro, ya se mueve todo, y...?, ¿o hablándoles del teléfono, de la televisión o de los helicópteros (...y tiene unas aspas, que con uno de esos motores que les decía antes, gira muy muy rápido, y se eleva, así... y yo levantando la mano haciendo círculos con el dedo en el aire)?), probablemente no harían más que precipitar la decisión de condenarme a la hoguera por brujo.

Con la diferencia, con respecto a la novela, de que tampoco tengo ni la más remota idea de cuándo ha habido, hay o habrá eclipses de sol.

Eclipses de sol visibles desde Gales, además.

5.7.06

¡Ya!

Ya ha nacido mi hijo.
Todo ha ido bien. Tras un largo y lento parto maravillosamente desnaturalizado por la epidural, nació a las 00.30 de hoy, día 5.
No pude entrar en el paritorio, pero oír, tras los jadeos de esfuerzo de mi mujer, al niño llorar fue precioso.
Ambos están perfectamente, a pesar de las consabidas molestias. Y, tal y como suponía, por ahora él es muy tranquilo.

Un abrazo a todos.

2.7.06

La lección de la torunda.

Si se quiere cortar con las manos un trozo de algodón de poco vale hacer fuerza. Si uno se empeña en apretar, separarlo puede resultar casi imposible.
En cambio, cuanto más delicadamente se agarra y más suavemente se tira de él, más fácil es partirlo.
Todo un símbolo, el algodón, ¿no creen?