31.7.11

Diario esporádico de vacaciones: la última noche en Vicedo (octava espora)

Y tras tres días de playa, de mar, de paseos, de estar a gusto, tras tres días como queríamos, que no solo han sido buenos por sí mismos sino que me han reconciliado con esto, afronto esta noche como debe ser: con pena por irnos, triste por el mes sin niños que comienza el lunes, contento de haber venido un año más y deseando volver el próximo.



30.7.11

Diario esporádico de vacaciones: los males del miedo (séptima espora)

Precipitarse por la pendiente del miedo tiene siempre consecuencias funestas. Es difícil evitar que la bola de nieve que se forma vaya creciendo y arrollándolo todo a su paso.

Anteayer por la noche comencé una de estas esporas y la subtitulé Sabor a derrota, título no solo sintomático de mi estado de ánimo de entonces sino revelador de la naturaleza de mis problemas.

Les he contado ya que durante casi todo el mes hemos tenido un tiempo muy malo. Tanto, que ayer por la mañana decidí que nos íbamos; no quería acabar nuestras vacaciones con esta sensación y prefería pasar los últimos días en casa. Pero una tarde repentinamente soleada me hizo cambiar de idea; idea que hoy hemos confirmado durante una maravillosa mañana de playa.

La cuestión es que estas dos semanas, pasadas casi todo el tiempo solos y sin posibilidades de disfrutar de lo mejor de estar aquí, en las que encontrar qué hacer era un reto, han resultado peores de lo que esperaba, y algunos días se me han hecho duros: el tiempo no se llenaba fácilmente, y a la vez se me escapaba y el final de las vacaciones se acercaba a toda velocidad.

Incluso cuando la relación es buena y todo se va llevando bien, estar separado abona el terreno a abundantes temores y obsesiones. Y si no los causa, a menudo los agudiza. En este caso, dos han sido mis problemas: por un lado, que los niños no lo pasasen bien, que se fuesen desencantados de estas vacaciones y, por extensión (y aunque suene rematadamente tonto), de mí; por otro, no ser el padre que pretendo, comprobar que estar con ellos no lo puede todo, ver cómo la situación me superaba y me ponía de un humor que me impedía disfrutar y me hacía reaccionar mal, enfadarme por tonterías y reñirles injustamente (algo que tantas veces señalo a mi alrededor).

Esto no es una competición por su cariño (ni en teoría ni, en mi caso, en la práctica, por suerte); no soy un monitor de tiempo libre sino su padre; estamos de vacaciones y no en un parque de atracciones; mis hijos no me juzgan por cosas como que llueva una tarde entera (ni por casi nada); es normal que quince días los tres solos, sin otros adultos y sin más niños, con tardes en las que ni pasear podíamos, se hagan pesados; no soy el padre perfecto, ni es posible serlo; cuanto más me agobie, peor lo haré y menos disfrutaremos, etc. Ya se lo digo yo todo para ahorrarles el esfuerzo. Ya lo sé.

Pero a pesar de verla venir ha habido momentos en que no he podido esquivar la bola de nieve, y me he sentido triste por las vacaciones un tanto frustradas, desesperado por lo que voy a lamentar en agosto, cuando los eche de menos, no haber sabido disfrutar más, y decepcionado conmigo mismo.

Y qué tontería, el sol ha acabado con todo eso. Las nubes que ensombrecían mi ánimo se han ido con las de verdad, parece.

Al fin, ayer fuimos a pasear al muelle al caer la tarde, y hoy nos hemos bañado los tres juntos, Paula y yo hemos nadado hasta un barco que había fondeado frente a la playa (ella, cuando se cansaba, se agarraba a mis hombros), he hecho un castillo enorme con Carlos, hemos estado tumbados al sol, hemos subido a casa con el tiempo justo para hacer la comida, hemos comido con hambre, y ahora dibujan porque les apetece, no por necesidad.

Y no he dado ni un grito, claro...




En fin, cuando uno está mal, todo lo ve mal.


26.7.11

Diario esporádico de vacaciones: sexta espora

Ha acabado el fin de semana largo, tras este lunes festivo aquí en Galicia.

El viernes de noche llegamos a Vicedo M y yo, tras cenar de nuevo en "O In", en Espasante: exquisito bonito (y solo una es adjetivo). El sábado amaneció resplandeciente, y fue casi el primer día realmente veraniego de todo el mes: playa por la mañana, comida tardía, siesta junto a la ventana abierta, viendo el mar y escuchando a Billie Holiday, playa por la tarde, cena en Viveiro, y vuelta al hogar.

Lo mejor del fin de semana probablemente haya sido el paseo que dimos el domingo por la mañana. Recorrimos toda la playa de Arealonga, que va desde el pueblo hasta la desembocadura del Sor, al fondo de la ría. Nos llovió  más de la mitad del camino, pero la temperatura era muy buena y la vista maravillosa, con el mar como un espejo. Llegamos hasta los puentes que unen las dos provincias, cruzamos el viejo (hoy peatonal) y deshicimos el camino. Sobre la playa hay dos o tres casas de madera, que a mí me recuerdan a Dinamarca y no me importaría nada tener; son preciosas.








En todo caso, al volver a la nuestra nos hicimos la ilusión de que lo era de verdad.

A última hora del domingo fui a buscar a los niños. Tratamos de empezar la tercera parte del Señor de los Anillos, pero no me aguantaron ni una hora (la primera en caer, M). La hemos terminado esta noche. Todos estamos de acuerdo en que Aragorn, una vez rey, pierde gran parte de su atractivo.

De Algo va mal, les dejo una cita que recoge Judt:
La gran masa de la humanidad está formada por admiradores y adoradores (...) de la riqueza y la grandeza.
Esta disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde (...) [es] la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales.

Adam Smith (1759, aunque parezca actual)

Ayer, lunes, pasamos el día con mi mejor amiga y su familia. Por la mañana pude tener mis diez minutos de dejarme querer por el mar, lejos de la playa, flotando, sumergiéndome, mirando al fondo y alrededor. Por la tarde, desde el semáforo de Bares no se distinguía la línea del horizonte, entre el gris del mar y el del cielo.

 Más tarde, cuando los niños y yo despedíamos a M, tuve un momento malo. En unos días se acaba mi tiempo de verano con Paula y Carlos y me da la sensación, por culpa de la semana pasada, en la que el mal tiempo nos limitó mucho, de que el mes se me ha escapado entre los dedos. Me puse de mal humor. Por suerte parece que me he tranquilizado; más me vale, si quiero aprovechar lo que nos queda juntos y acabar (y recordar) contento estas vacaciones.


22.7.11

Diario esporádico de vacaciones: cuarta espora

Cómo cambia la cosa con buen tiempo. En lugar de devanarme los sesos pensando cómo llenar las tardes (y eso que con Paula y Carlos es fácil, porque se entretienen mucho solos y les gusta estar en casa), el día va transcurriendo fácilmente entre paseos, playa, parques, juegos, etc.

Estos últimos días hemos ido a Viveiro de compras y de nuevo al cine (Harry Potter: lo pasé genial con los comentarios que iba haciendo Carlos, que para lo difícil que es la película se enteraba de mucho), hemos cenado en Espasante (en la taberna "In", que además de un curioso nombre tiene una comida excelente y unas camareras encantadoras, y además es bonita y acogedora), y hemos visto la segunda parte del Señor de los Anillos.

Ayer incluso conseguimos salir a caminar por la mañana, viendo cosas así:

Bares, allí enfrente

Y hoy hemos podido pasar casi toda la tarde en la playa, y ha sido genial.

Y precisamente en la playa he terminado el libro de Michon, que me ha encantado; en especial El emperador de Occidente. Es una maravilla. ¡Está tan bien escrito! Una maravilla, perfecta.

Más tarde he empezado, al fin, Algo va mal, de Judt. Prometía, por los comentarios unánimes y tras haber leído Sobre el olvidado siglo XX; y promete, una vez comenzado. Creo que me voy a hartar de subrayar; la primera cita es de las dos primeras frases del libro:
Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material.

La siguiente que les escojo parece escrita hoy mismo:
Es asombroso que en una serie de elecciones que se han celebrado en Europa después de la crisis financiera, los partidos socialdemócratas hayan obtenido malos resultados; a pesar del derrumbamiento del mercado, han sido a todas luces incapaces de estar a la altura de las circunstancias.
Para que se la vuelva a tomar en serio la izquierda debe hallar su propia voz. Hay mucho sobre lo que indignarse (...) Pero ya no basta con identificar las deficiencias del "sistema" y lavarse las manos como Pilatos: indiferente a las consecuencias. La irresponsable pose retórica de las décadas pasadas no ayudó en nada a la izquierda.

Esta crítica, naturalmente, se centra en aquellos de quienes espera(mos) alguna solución; del resto, por definición, nada.

Mañana llevo a los niños a pasar el fin de semana a Ferrol. Los recojo el domingo de noche.

Todavía sigo aprendiendo cómo son y tratando de averiguar qué debo hacer. Y no me resulta fácil.



Volviendo a casa

18.7.11

Diario esporádico de vacaciones: segunda espora

Seguimos sin demasiada suerte con el tiempo. No obstante, hoy hemos podido estar un rato en la playa.

Esta mañana me desperté a las seis y me puse a leer el libro de Pablo Gutiérrez, Nada es crucial. Lo acabé; entonces apagué de nuevo la luz y dormí hasta que se levantó Carlos y vino a mi cama.

Me ha encantado. Creo que es un libro que deja huella, y sobre todo que está sensacionalmente escrito; sensacionalmente. Después de un comienzo difícil, ha acabado deslumbrándome.

Y esta tarde en la playa he empezado el libro que ven al margen, Mitologías de invierno. El emperador de Occidente, de uno de los grandes escritores contemporáneos y futuro clásico, Pierre Michon. Libro comprado también a mi librero favorito. Es muy cortito; y eso que son dos.

Como el día no ha acompañado mucho, con la excepción de la expedición a la playa y al Puerto de Bares, de donde nos hizo huir el viento, la jornada ha sido eminentemente casera. He hablado un poco con mi vecino, que conocía del año pasado. Y ya tarde hemos terminado de ver la primera parte de El Señor de los Anillos (ayer vimos la primera mitad, hasta que Carlos sucumbió). Era algo prometido para este mes, después de que en Semana Santa viésemos todas y les entusiasmasen. El personaje preferido de Paula es Légolas, y el de Carlos, Gollum. A Paula le dio tanta rabia que se acabasen con la tercera (fue precisamente aquí, en Vicedo, donde la vimos, y a la mañana siguiente vino a mi cama y lo primero que me dijo fue que estaba de mal humor porque no había más), que para apaciguarla le hablé del libro y le dije que más adelante podría leerlo. Desde entonces me insistió tanto que por su santo, el pasado día 29, y a pesar de que creo que no es una lectura para su edad, acabé regalándoselo. Estos días se lo estoy leyendo yo, en voz alta; y para mí es un doble placer.

Echo de menos a M. Como tantas veces, pero ahora especialmente, tras esta semana.

Este soy yo nadando.

14.7.11

Diario esporádico de vacaciones: 1ª espora

Hasta ayer, miércoles, no estrenamos la playa ni el mar.

Hasta ahora no había hecho calor; algo que objetivamente limita las posibilidades de estar aquí pero que a mí no me importa demasiado, sobre todo estando acompañados.

Llegamos a Vicedo el domingo, los niños y yo. Aquí nos esperaban M y su hijo C. Es la primera vez que estamos los cinco juntos unos días. Mañana ya se van (nosotros seguimos aquí hasta el 31), y ha sido estupendo. Ha sido también la primera vez que Paula y Carlos nos han visto dormir juntos. Yo estaba un poco nervioso, pero, como de costumbre, las posibles complicaciones solo existían en mi cabeza, y para ellos todo ha sido, aparentemente, absolutamente normal. Estoy muy contento también por eso.

El baño de ayer no fue aquí en nuestra playa, sino en la de Bares. Después de equivocarnos los días anteriores con dos sitios en O Barqueiro, habíamos comido, al fin, muy bien en el chiringuito de Xilloi (sardinas a la plancha, croquetas, ensalada, zorza y pastelón de bonito; y atendidos por una camarera muy amable), y decidimos ir enfrente, donde veíamos sol. Por el camino, cuando los árboles nos dejaban ver el mar el color del agua nos deslumbraba, como casi siempre en esta ría. En la playa estaba tan limpia y transparente que mientras nadaba lo único que veía era mi sombra perfectamente dibujada en la arena del fondo.

El lunes me llegó por correo mi calificación en el trabajo de investigación, el que he hecho este año. Fue una gran alegría, que ayuda a recompensar el esfuerzo de tantas horas y me anima aun más de cara a la tesis.

Anteayer fuimos a Viveiro a ver Cars 2: trama demasiado difícil para los niños más pequeños (que supongo que son los únicos que tienen interés en ver una película de coches que hablan), y por momentos aburrida; los niños se movían, empezaban a hablar, a atender a otras cosas... Un chasco; no se la aconsejo, padres y madres.

Nieve, de Pamuk, me ha durado 75 páginas (o se las he durado yo a ella), que además he tardado en leer casi dos semanas. Otra decepción. Ni me estaba pareciendo en absoluto interesante, ni, sobre todo, me ha gustado el estilo (no sé cuánto influiría la traducción, en este caso al gallego). Y he empezado Nada es crucial, de Pablo Gutiérrez, comprada a Javi en La Independiente hace unos meses, aconsejado por Lara.

En una tarde ya llevo cien páginas. Creo que está muy bien escrita, y está resultando impactante. Pero por el momento es un libro de los que me deja mal cuerpo (NáN ya había avisado de la incomodidad con la que se podía empezar a leer). Un libro donde todo el mundo parece ser un hijo de puta; y cuando digo todo el mundo quiero decir el mundo entero. Debo de haber tenido una infancia excepcional, y excepcionalmente feliz, y puede que las que creo conocer lo hayan sido también; porque lo cierto es que no puedo reconocer esa realidad donde las cosas horribles son horribles, y las demás, también; donde los que actúan mal, actúan mal, y los que actúan bien solo disimulan. Una niñez de selva triste. Y una adolescencia de supervivencia, en la que nada parece librarse de una sordidez que no deja ninguna esperanza.

De todos modos, esto poco tiene que ver con su calidad literaria. O sí tiene, pero a su favor. Me está gustando, y no creo que la vaya a olvidar fácilmente. Solo espero, por Pablo G., que no sea demasiado autobiográfica.

Aquí, de regreso a las infancias inmediatas, los tres niños juegan mucho y bien, y están entusiasmados con esta situación. Ahora los dos pequeños, después de una mañana de playa que comenzó con un paseo y un baño ¡ya a las nueve!, duermen la siesta animados por la idea de que hoy cenamos fuera, en Viveiro. Yo escribo viendo el mar y el faro; un bote está a los calamares, justo enfrente.

Mañana se van. Los echaremos de menos. Pero me alegro de tener por delante todavía tantos días.


5.7.11

5 de julio

1. Mañana, que ya es hoy, día 5, mi hijo Carlos cumple 5 años.

Paula se ha quedado a dormir en casa de mis padres, así que nos despertaremos juntos él y yo.

Es un niño confiado, generoso y alegre, que siempre está de broma y jugando, pero también prácticamente incapaz de obedecer a la primera y enemigo de las rutinas tanto caseras como escolares (vamos, que me paso el día, o riéndome, o riñéndole). Es un niño seguro de sí mismo, y yo creo que muy inteligente.

Y ya tiene cinco años, parece mentira.


2. Acabo de terminar mi curso académico, hace media hora. O eso creo. O eso he decidido.

Mi trabajo se titula Aproximación a la construcción del estado en los estados frágiles y situaciones de post-conflicto. Con dos cojones.

Solo me queda enviarlo por correo electrónico.

¿O lo leeré una vez más...?


3. Desde el día 1, los niños están conmigo. El 10 nos vamos a Vicedo, hasta el 31.

Me apetece mucho. Y más aun al poder relajado y libre por completo, sin asuntos ni obligaciones pendientes dándome la lata allí en el fondo de la cabeza.

No veo el momento de meterme en el agua y nadar, nadar, nadar.