24.10.06

(Un inciso: mi hija)

Este fin de semana, en casa, tuvimos una celebración. Y después de comer le dimos a mi hermano y a su mujer un regalo. Era una batería de cocina, embalada y envuelta en papel de regalo.

Mientras abrían el enorme paquete, mi hija, emocionada, no perdía detalle:

- ¡Aaahh, una caja de cartón, era!

21.10.06

Un provinciano en Madrid: wonderful blind date.

Damas y caballeros, he de decirles que el pasado jueves Madrid me brindó el inmenso placer de conocer a Calamidad (y a su chico y magnífico anfitrión, Paquete) y a Xavie, dos de mis más queridos personajes blogueros, que finalmente, y en contra de lo que se empeña en asegurar el segundo, resultaron existir.

Delante del teatro Español, en la plaza de Santa Ana, y después de hacer el tiempo durante una hora dando paseos por aquellas calles, aguardé por Calamity, nervioso e impaciente. Nervioso por el temor de no estar a la altura del personaje que ella conocía y esperaba encontrar, e impaciente por ver en persona a la que desde mi llegada a internet me ha acompañado con su alegría y su cariño.

La sensación era extrañísima y totalmente nueva para mí, y les aseguro que el encuentro fue, para los dos, emocionante: éramos aquellos, así; sí, lo éramos, sólo tuvimos que hablar un poco para reconocernos.

De la mano de Paquete fuimos a tomar una cerveza y a cenar. Yo estaba muy cómodo, y muy contento, y charlábamos sin parar (bueno, unas más que otros...).

Y, cuando elegíamos el postre, llegó Xavie.

Xavie es para mí el autor de uno de los blogs más interesantes y mejor escritos que conozco. Y descubrí que es, además, un personaje; un personaje literario creado por la interesantísima persona que conocimos aquel día, que ha cogido una parte de sí misma y nos muestra qué es capaz de hacer con ella.

Quizá alguno de ustedes, con más experiencia en este mundillo, haya vivido una situación parecida a ésta, para mí inaudita: estar con unos desconocidos, y conocerlos; estar con una personas que no has visto en tu vida, y comprobar con cada frase, con cada comentario, cuánto saben de ti y cuánto sabes tú de ellos. En realidad, me pregunto cuántos amigos de los convencionales me conocen tan bien.

Y eso se notaba no sólo en la conversación, que giraba en torno a intereses confesados por escrito, en la que aludíamos a referencias comunes, y que hacía evidente nuestra sintonía; también se podía comprobar en el afecto que, sinceramente, vi entre nosotros. Al abrazar a Cal y al darle la mano a Xavie, les aseguro que estaba saludando a unos amigos, y que me sentí correspondido.

Lo pasé muy bien, lo pasamos todos muy bien, creo. No sé decirles más que estuvimos, después de cenar en La finca de Susana, en un par de sitios de la zona de Huertas. Y que hablamos sin parar; de blogs, cómo no, y de literatura, de ciudades, de trabajo, del Metro, etc., etc.

Quedamos en volvernos a ver, por supuesto. Y la próxima vez esperamos contar además con la presencia del polifacético Rythmduel, que el otro día no pudo acudir.

Y con la de quien, de ustedes, esté por estas latitudes y se anime.

18.10.06

Un provinciano en Madrid: los primeros pasos.

Llueve. En Madrid. Manda carallo...

Ya voy y vuelvo de casa a las clases sin consultar mi folleto con el plano del Metro. Eso sí, en cada estación miro por la ventana dos o tres veces, temeroso de pasarme de largo.

Ver a gente durmiendo en el metro, algunos de pie, me produce una profunda tristeza.

Las pantallas de televisión que hay en las estaciones más modernas, especialmente las que están colocadas en el medio de las dos vías, me recuerdan a Blade Runner (y aun encima, como ya he dicho, llueve), con esa voz angelical que ayer por la mañana informaba a los madrileños venidos de todo el mundo de que en el norte de Australia padecen una plaga de cocodrilos ya que los lagartos que solían esquilmar sus huevos se han muerto en masa, envenenados por haber comido sapos bastón.

Ya he visto, en dos días, cinco personas ciegas en el metro. Me parece asombroso; sobre todo lo que hacen los perros lazarillos, subiendo y bajando escaleras mecánicas y saliendo y entrando de los vagones. Y me escama ver siempre tantos ciegos; la última vez que estuve en Madrid veía alguno casi cada día, y siempre viajando en metro. Me hace pensar en Sábato.

Dudo que haya ningún estudio al respecto, y dudo que, si lo hubiera, los resultados fueran públicamente confesables, pero me gustaría saber cómo tienen el aparato respiratorio los usuarios habituales (tal vez un par de horas diarias) de metro.

[¿Que sólo hablo sobre el metro? Muy graciosos...]

15.10.06

Un provinciano en Madrid: la llegada

Hoy he llegado a Madrid. Voy a estar aquí un mes y medio por motivos de trabajo, haciendo un curso.

Aunque pienso ir a casa todos los fines de semana (excepto uno, en el que probablemente vengan mi mujer y los niños), me ha costado un poquillo despedirme. Por los tres, pero especialmente por Carlos; es la primera vez que me separo de él, y además es tan pequeño que en cinco días seguramente ya lo notaré cambiado.

Y, ya que me he tenido que levantar de mi silla, si me lo permiten, y sobre todo si me lo permiten los residentes en Madrid, voy a aprovechar que estoy aquí para contarles qué veo.

Espero no ser muy previsible y evitar los tópicos comentarios que cualquiera de los que venimos de un sitio pequeño hacemos sobre la vida en la capital. Aunque no puedo resistirme a comenzar diciéndoles que:

- De Barajas a donde estoy viviendo (en el centro de Madrid) he tardado exactamente el doble que desde mi casa hasta el aeropuerto de Santiago, que está a más de 100 km; y el doble que desde Santiago a Barajas.
- El trayecto en bus desde la T4 hasta la T2 ha supuesto hacer más kilómetros que los que hago de media en una semana en casa.
- Más de una hora de metro me ha servido de tratamiento de choque: sudor, olores, aire de dudosa procedencia, y paisaje humano variopinto.
- Tengo la nariz completamente seca.

Mañana empiezo el curso, y me temo que intentarán hacerme trabajar; pero, a pesar de todo, trataré de estar con ustedes un rato cada día.

12.10.06

Malambruno, de carne y hueso

Hay bloggers, damas y caballeros, reales. Lo comprobé el martes pasado.

Hace cosa de tres meses, un comentario casual me permitió enterarme de que el por entonces casi recién descubierto Alexandrós era de un pueblo no demasiado alejado de este señorío. Varios correos después, me quedaba atónito al saber que acababa de trabajar en el mismo instituto donde, años ha, yo estudié.

Pero no quedaron ahí las casualidades, pues el propio Alexandrós me contó que el autor de otro blog no sólo era profesor en el mismo sitio, sino que llevaba siéndolo más de veinte años.

Mi comprensible curiosidad se vio satisfecha cuando recibí un correo desde Candaya, en el que Malambruno se identificaba, nada más y nada menos, como mi profesor de Lengua española y Literatura de COU, hace diecinueve años.

Imagínense: un antiguo profesor mío, del que tenía buen recuerdo y buen concepto [incluso entonces, Malambruno, incluso entonces...], y que además daba clases de Literatura, me leía y dejaba comentarios en mi blog. Me hizo mucha ilusión.

Así que, tras las vacaciones y en medio de nuestras respectivas obligaciones familiares, este martes conseguimos quedar para tomar un café. Deberes laborales, lamentablemente, obligaron a faltar a Alexandrós.

Hablamos del pasado, de aquella clase de COU, del presente, de su trabajo, del mío, de nuestras familias, de literatura (¡hablamos de Paul Auster!), de los blogs, y por supuesto hablamos de muchos de ustedes.

Fue un café estupendo, que espero se repita.

10.10.06

Premio

Ayer coincidí en la caja del supermercado con un señor mayor, un anciano (al que le deseo la consecución de un nuevo record mudial de longevidad, que conste), que había comprado, entre otras cosas, un paquete de sobaos. En él se podía leer, repetida por todo el envoltorio dentro de unos llamativos soles amarillos, la frase ¡Gana las vacaciones de tus próximos cinco años!

¿Qué se siente cuando te hablan del futuro, de plazos o de planes, a una edad en la que lo que en cualquier momento es posible se ha vuelto ya probable y uno sabe que no tiene mucho sentido mirar muy adelante?

¿Qué pensaría aquel hombre, si es que a estas alturas de su vida se le pasa siquiera por la cabeza dedicar un segundo de su tiempo a lo que le dicen los paquetes de sobaos? Tal vez que él era el único de la cola que sabía que el verdadero premio eran esos cinco años más.

7.10.06

Cuatro personas.

Entro a trabajar a las siete y media de la mañana, y normalmente voy andando.

El viernes, casi al salir de casa me crucé con un par de norteamericanos; uno de ellos, de unos cincuenta años, iba bebiendo una lata de coca-cola. Algo más adelante una señora mayor en bata pasaba la fregona a su portal. Y un poco después, por la ventana de una cafetería vi que la camarera le servía a un cliente un whisky.

Y, asombrado, seguí caminando.

Cuando lo verdaderamente increíble es que dando o quitando sentido a cada una de esas vidas haya en el fondo los mismos miedos, las mismas penas y las mismas ilusiones.

4.10.06

Damstraat, por Ismael Rozalén

El de Ismael Rozalén es uno de los blogs que más me gustan. Es original, casi siempre interesante y muy variado; y tiene la particularidad de mezclar entradas de ficción con otras que no lo son.

Y además Ismael escribe bien; muy bien, creo yo.

Sólo le veo un fallo, aunque evidentemente el autor no pensará lo mismo: no admite comentarios (razón por la que nunca puedo decirle cuánto me gusta lo que le leo, ni hoy he podido pedirle permiso para hacer esto; espero que, si se entera, no le moleste).

Por eso, siempre vale la pena visitarlo (no se pierdan su relato por entregas Los martes vegetales). Pero hoy quería recomendarles la lectura de su última entrada, Damstraat, un relato que me ha parecido magnífico.

De nada.

2.10.06

Lectura.

[Bueno, qué, al fin y al cabo el blog es mío, ¿no?]

Estamos desayunando los tres (Carlos aún va por libre). Mi hija está en el medio con un libro delante, y lee, debajo del correspondiente dibujo:

- Ge, u, ese, a, ene y o.
- ¡Muy bien! ¿Y sabes qué pone?
- Ciempiés.