28.6.07

Marea baja

Hoy, después de la puesta de sol. Sobre mi hombro izquierdo tenía la luna llena. Hacía un poco de frío.




[Nota para interiores y mediterráneos, por si acaso: esto verde que ven en primer plano no es un campo; eso verde son algas, que con la marea alta quedan cubiertas por el mar.]

Memorias de Queens

Dios mío, qué cosa más triste.

Ni un solo motivo de esperanza. Ni un poco de luz, en ningún sitio.



17.6.07

Si la última noche sueñas con nocilla sin hacer muecas

Bajo este ingeniosísimo título se esconde un comentario (que no una crítica, válgame Dios) sobre los tres últimos libros que he leído.

Como muchos de ustedes habrán adivinado, se trata de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, Si te comes un limón sin hacer muecas, de Sergi Pàmies, y La última noche, de James Salter, que he terminado hace unos diez minutos.

El de Pámies y el de Salter son libros de relatos. El de Fdez. Mallo no se sabe muy bien, pero se supone que una novela. Les recomiendo los tres; léanlos.

Nocilla Dream es un libro raro, como podrán leer en absolutamente todas las reseñas escritas sobre él. También podrán leer cosas como que se inspira en el zapeo, que es una yuxtaposición de imágenes sueltas que van configurando varias historias, algunas relacionadas con las demás y otras independientes, entre las que se intercalan otros comentarios, generalmente breves, que no forman parte de ellas pero sí de la idea de la obra. Y eso es, más o menos.

A mí, además de original, me ha parecido muy interesante y muy bien escrita (a pesar de la mala edición, llena de erratas, como la de la tilde de Walter Benjamin en la contraportada, que ahuyentó a Conde-Duque). La verdad es que me ha gustado mucho. Las historias entremezcladas (mosaico, mosaico es otra cosa que también leerán) me parecen muy buenas y mejor contadas. Y en fin, nada, que me parece que Agustín Fernández Mallo escribe muy muy bien. Y sencillo, no sobra casi nada.

Una de las sensaciones dominantes que tenía mientras leía era que el autor debe de ser una persona muy inteligente, además de culta (cultura actualizada, a la última, además). Me llamó la atención la combinación de literatura y ciencia que hay en la novela, supongo que reflejo de la formación de Fernández Mallo.
Otra, era que me habría encantado escribir algo así. Lo cual, aunque uno querría ser escritor y, de entrada, escribir casi cualquier cosa que se venda en una librería, en realidad no es algo que le pase con todo lo que lee; ni siquiera con todo lo que le gusta.

Si te comes un limón sin hacer muecas también me gustó, pero creo que menos (dentro de un mes lo podré confirmar, cuando vea el poso que me queda de cada una).

Es lo malo de escribir relatos, creo yo (hace unos días hablaba Xavie sobre eso, sobre la eterna discusión del mérito y dificultad relativa de escribir relatos y escribir novela), que tienen que ser buenísimos, porque, si no, casi es como si fueran malos: pasan por ti, o tú por ellos, y te quedas como estabas.

Que conste que algunos de los relatos de Pàmies me han parecido magníficos (por citar uno: Brindis). Y también me ha dado la impresión de que debe de ser un tío muy inteligente y también me habría gustado escribir su libro (qué tonterías digo). Pero le veo una pega, y es que parece perseguir siempre el efecto sorpresa, el final rotundo que cierre todo. Y ya sé que eso es algo que se busca al escribir un relato, que no es nada nuevo, pero en mi opinión ese planteamiento conlleva dos riesgos: que los lectores estén, simplemente, cansados de golpes de efecto finales (es mi caso); y que, en la medida en que el autor se juega el relato a esa carta, si el pretendido final redondo no lo es tanto el resultado puede decepcionar.

No obstante, y aunque Sergi Pàmies no sabrá jamás de estas líneas, no quiero ser injusto con esto de los finales: los relatos están muy bien escritos de principio a fin. Hay alguna frase, alguna expresión, algún adjetivo, que para mí sobran, a los que se les ve el truco (y con esto me refiero a eso que hacemos todos los aficionados y que los escritores, cuando son buenos, llegan a desterrar: que se note el esfuerzo, el trabajo, que se note que queremos hacer literatura y escribir bonito), pero me parece que son contadísimas excepciones.

El caso es que tanto Nocilla Dream como Si te comes un limón... han tenido algo de mala suerte conmigo. Sobre todo el segundo. Porque inmediatamente después de acabarlos he leído La última noche, de James Salter (por cierto, tanto éste como el de Fdez. Mallo fueron recomendaciones leídas en Leyendo a la sombra, y el otro no recuerdo en dónde, pero también en un blog: los tiempos están cambiando...). Y me temo que aquí ya estamos hablando de otra cosa.

Los relatos de La última noche me han parecido una maravilla. Duros, tristes, algo desmoralizadores, y maravillosamente escritos.

Y permítanme hacer una comparación, a propósito de lo que decía antes: Salter no busca una mini-historia con principio, desarrollo y, sobre todo, final; Salter se imagina una historia, una historia larga y real, una vida, y nos muestra un trozo. Y en ese trozo, en a lo mejor unos minutos, nos dice todo lo que importa. La vida entera desnuda en un vistazo.

Creo que eso es escribir bien, y quien lo hace un gran escritor.

11.6.07

Galicia, III

El gallego ha sabido adaptarse al cambio de la escalera por el ascensor:

- ¿A qué piso va?
- Dele, dele...

I, II

9.6.07

Negra y sueca

Ya, ya sé que no es una combinación muy común, pero así es la novela que escribe Henning Mankell.

Como les dije, esta temporada no me apetecían lecturas de mucho (ni poco) pensar, y decidí probar con las novelas de Mankell protagonizadas por Kurt Wallander, inspector de policía en la ciudad de Ystad, Escania, suroeste de Suecia, separada de Dinamarca por el estrecho de Øresund. He leído tres: Cortafuegos, La falsa pista y Antes de que hiele, ésta última más centrada ya, en lugar de en Wallander padre, en su hija Linda, también policía.

Digamos que he encontrado lo que buscaba, pero tal vez un poquito peor de como lo esperaba:

En primer lugar, es literatura de evasión, y por tanto no hay que pedirle cosas que se le piden a otros libros; ni falta que hace, porque cumple, como he comprobado yo estos días, su función. Es entretenida, y engancha, que es algo que se agradece mucho. El ambiente de los libros está conseguido, creo yo, y el personaje principal tiene un atractivo accesible y mundano; y a mí ambas cosas me han ayudado a meterme mucho en las historias. Además el escenario no es Nueva York, ni siquiera Estados Unidos, ni el neblinoso Londres, ni los muelles del Sena ni Sicilia, sino Suecia, lo cual, no me negarán, es bastante original y hace todo un poco más interesante, aunque sólo sea porque permite echar un superficial vistazo a la vida y la mentalidad de allí y aprender un poco de geografía.

Voy a dejar a un lado el último de los tres libros, Antes de que hiele, que terminé esta mañana. Lo voy a dejar a un lado porque me ha parecido mucho peor que los otros dos; de hecho, me ha parecido malo de carallo. Creo que sobran unos dos tercios del libro (estoy convencido de que Mankell también lo sabía), rellenos de un batiburrillo de secta religiosa que no aporta nada (salvo páginas), y además me parece que la historia no está nada lograda. Mal.

Los otros, Cortafuegos y La falsa pista, me gustaron más; y quiero creer que representan mejor, por ser anteriores, lo que ha sido toda la ya veterana serie de Wallander. Para ellos vale lo dicho más arriba: son entretenidos, el ambiente está muy conseguido, los personajes son cercanos y atractivos, y las historias enganchan.

Pero, aun así, mientras leía no podía evitar darme cuenta de momentos flojos en el argumento, en las tramas, y de una asombrosa repetición de construcciones, de situaciones, de recursos, que creo que empeoraba bastante el resultado.
Y sobre todo, he tenido un montón de problemas con la traducción. Entiéndanme, ni pretendo ponerme exquisito, ni desde luego sé sueco, pero el caso es que el castellano de las novelas (tanto de las traducidas por dos mujeres suecas como de la tercera, obra de una española) me pareció forzado, muy poco natural, lleno de frases tópicas y construcciones manidas; en mi opinión, incluso sonaba poco español. Creo que cualquier escritor nacional decentillo escribe, en lo que a estilo se refiere, francamente mejor.
Mi duda es si todo era fallo de la traducción, o si es que Mankell escribe en realidad así.

[Y paro ya, porque, ¿saben?, en realidad no tengo interés en hablar de esto, no me apetece escribir ni sobre esto ni sobre casi nada. Otros asuntos, muy importantes para mí, ocupan mi cabeza esta temporada. Y es sobre ellos sobre los que querría y necesitaría hablar. Pero no puede ser.

He pensado en cerrar, al menos temporalmente, el blog, y aunque de momento no lo voy a hacer porque me sigue dando momentos agradables, espero que esta aclaración sirva para disculpar la poca actividad que desde hace un tiempo hay en esta casa.]