31.7.08

Hacer el agosto

Mañana empiezo las vacaciones. Un mes. Enterito.

Y durante ese mes mi entradas en internet serán pocas y breves, de lo cual se resentirá sobre todo mi querido blog. Aunque intentaré dar señales de vida de cuando en cuando, aquí y en algunas casas ajenas.

Espero disfrutar mucho, mucho. Y les deseo a ustedes lo mismo.

Hasta la vuelta. Un abrazo a todos.

24.7.08

Juzguen al juez

En agosto del año pasado escribí esto, un día en una terraza:

Un matrimonio con dos niños y los padres de él. Se ve que son sus padres no sólo por el parecido físico, sino porque su mujer, aun intentando ser cordial, no parece relajada del todo.
Él viste de traje, tiene el pelo, que debió de ser rubio, canoso y de punta, lleva unas gafas de sol horteras y dos pendientes minúsculos. Usa pasador de corbata y tiene un emblemita en el ojal de la chaqueta; y tres o cuatro anillos y un reloj de oro.
Los niños van muy rapados pero con un poco de flequillo. Los abuelos tienen un aspecto sencillo; él usa bastón y le cuesta incluso cambiar de postura en la silla.
Ella, la mujer, no es muy guapa pero debió de ser llamativa. Lleva un pantalón blanco y una camisa roja sin mangas, muy apretados los dos. Se le transparenta el tanga. El pelo, negro, lo lleva suelto y peinado con espuma, y para mi gusto está excesivamente maquillada. En mi opinión su aspecto resulta vulgar, y parece que no ha asumido, al vestirse, que ya no pesa lo que hace unos años; pero tiene unos ojos muy bonitos, de buena persona, en los que me parece ver inseguridad y ganas de que las cosas vayan bien.

Si no lo hace ya, creo que él va a tardar poco en engañarla con otras. Si no lo hace ya.

Él habla de vez en cuando con un niño o dice algo a la audiencia, pero permanece fuera del grupo. Ella habla con sus suegros con amabilidad. Él está cumpliendo su cuota semanal de familia.



Este fin de semana los volví a ver por primera vez desde entonces. De nuevo en aquellas terrazas, en el muelle, pero sin los abuelos. Primero los vi sentados, y poco después vi que él se levantaba con uno de los niños a dar un paseo. Al cabo de un rato paseaban los cuatro.

El seguía con sus gafas de sol, llevaba una camisa remangada y un jersey por los hombros, con el pantalón muy subido en la cintura, y miraba alrededor. Ella había engordado un poco más y seguía manteniendo una leve sonrisa todo el tiempo, y miraba hacia ellos y hacia dentro. Caminaban de la mano y delante iban sus hijos, uno de ellos vestido del Barça. Apenas había cambiado, ninguno, y él me pareció más miserable todavía que un año antes. No me cabía ninguna duda de que la engañaba.

Pero diez o quince minutos más tarde volvieron a pasar por delante de mi banco. Seguían cogidos de la mano y de vez en cuando se decían algo.

¿Y si éstos, al final, resulta que sí que se quieren, y son felices y todo?, me quedé pensando, asombrado.

21.7.08

Cádiz

El faro del castillo de San Sebastián, desde la Caleta


Cádiz es una maravilla, qué quieren que les diga.

Décadas de crisis (que sigue), años de dejadez, hicieron que la ciudad, muy lejos de su esplendoroso pasado, no sólo adquiriese un aire decadente sino que llegase a convertirse en un sitio sucio y de aspecto pobre que ponía difícil el amor a primera vista.

Y eso explica, supongo, que Cádiz siga sin tener la fama de ciudad bonita que, entre las capitales españolas, le correspondería. Pero ahora que está limpia, que está cuidada y que lleva años haciendo un gran esfuerzo en rehabilitación, se ve hasta qué punto lo es.


Desde la Torre Tavira


El Cádiz antiguo, de Puerta de Tierra para dentro (o para fuera, vamos, hacia el mar), está formada por varios barrios muy diferentes entre sí, humildes unos y testimonio de la riqueza del XVIII otros, por cuyas calles rectas, estrechas y larguísimas se puede vagar durante horas, o días, sin encontrarse nada que rompa el encanto (ventajas de esa crisis económica), flanqueado por edificios maravillosos, y desembocando casi por sorpresa en alamedas y plazas acogedoras que parecen de otra época y otras latitudes y viendo siempre, al fondo, el mar, verde, y su luz.

Pero es que Cádiz (la ciudad, Cai Cai) tiene, además, una enorme personalidad, que le dan su historia y los gaditanos, que, aunque sea un tópico, es verdad que son especiales.


Nuestros sueños no caben en sus urnas/Ná, to es cuestión de doblarlos bien


Fíjense si me gusta, que un gallego apegado a sus raíces como yo a veces ha pensado que no le importaría ser de Cádiz.

18.7.08

Sevilla

No sé si saben que el centro de Sevilla, como la lluvia, es una maravilla (por cierto, que llover llover no es que lloviera mucho, la verdad; ¡qué calor, por favor!).



Monumental pero llena de rincones, cargada de historia pero viva, es una ciudad que hay que conocer. Y, si lo hacen, paseen por Santa Cruz al caer la tarde. Y si se pierden, mejor.

14.7.08

¡Alegría, alegría!




¿No les llena de júbilo, algo así? ¿No se sienten desbordantes de ánimo, abiertos a todo y, sobre todo, muy positivos?

Qué suerte, hombre, qué suerte haber recibido en herencia esta visión del mundo tan jovial y optimista. Si es que uno ve esto y le sube una cosa, así por el pecho para arriba... ¡una alegría de vivir!

Aunque que conste que yo la segunda placa no la habría dejado así. Ya puestos, yo habría escrito:

(...)
Y MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR DOLOR IMAGINABLE.


¿No? A ver si va a quedar alguna duda de que aquí, a sufrir, no nos gana nadie.

9.7.08

A Cádiz

Esta tarde me voy a Cádiz, hasta el domingo.

Hace años viví allí, en aquella provincia. Y la capital (Cai Cai, vamos) me parece una ciudad realmente preciosa, con mucho encanto y aun más personalidad, que por diversas razones no goza de la fama que se merecería. Y me apetece mucho volver.

Va a ser un viaje raro, ya que las circunstancias (todavía) lo son, y será difícil en algunos aspectos, pues sé que afectiva y sentimentalmente me pondrá a prueba; pero espero disfrutarlo.

Ya les contaré.

2.7.08

Me voy haciendo mayor

Ayer comprendí que mis enseñanzas sobre cuándo vivieron los dinosaurios y el tieeeeeempo que hace que desaparecieron habían quedado claras, cuando mi hija, con uno de juguete en la mano, me explicó que cuando yo era pequeño existían, ¿verdad, papi?