29.10.08

Cuento de Sirwood

[Transcurridas varias semanas sin que se me haya ido de la cabeza, y como doy por supuesto el permiso del misterioso Sirwood, traigo aquí un, en mi opinión, genial cuento sufí que él dejó en un comentario, para que ninguno de ustedes se lo pierda]

Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada de un pueblo. Un día pasó un joven se acercó y le preguntó:

- Nunca he venido por estos lugares, ¿cómo es la gente de esta ciudad?

El anciano le contestó con otra pregunta:

- ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?
- Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haber salido de allá.
- Así son los habitantes de esta ciudad -le respondió el anciano.

Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta:

- Voy llegando a este lugar, ¿cómo son los habitantes de esta ciudad?

El anciano le contestó con la misma pregunta:

- ¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes?
- Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos.
- También los habitantes de esta ciudad son así -respondió el anciano.

En cuanto el joven se alejó, un hombre que había llevado sus animales a beber agua al pozo y que había escuchado la conversación, le dijo al anciano:

- ¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizadas por dos personas?
- Cada persona -respondió el anciano-, lleva el universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas, encuentran siempre lo que esperan encontrar.

27.10.08

La verdad desde los presocráticos hasta Platón

Sábado a las nueve de la tarde. Cafetería.

En una mesa, un hombre, su madre y su mujer; él parece que está viendo la tele y ellas hablan; o más bien habla su mujer, seria, sobre utensilios de cocina:

- Lo que también está muy bien es eso de los quesos, porque bajas la palanca y ya está.

La mujer, joven, no acaba de estar convencida de si un sábado por la noche le interesa esa conversación con su suegra, y de vez en cuando se le escapa alguna mirada de reojo a las mesas de alrededor, pero no pierde la gravedad del gesto. La señora, que lleva el abrigo puesto, asiente en silencio, echa la mano al vaso de zumo de melocotón, ve que ya se lo ha terminado y la vuelve a poner sobre el regazo, con la otra.

No sé cómo, ahora habla sobre su hija, que está haciendo algo así como bachillerato musical, y a la que la profesora de Filosofía le ofreció hacer el examen en las dos horas que tiene libres no sé qué mañana cada semana y que la niña aprovecha para ir a casa a tocar el piano. Pero resulta que ese ofrecimiento ha resultado ser sospechoso, porque claro, no saben si le pondrá un examen distinto. Mirada al marido que lo obliga a descender a la tierra.

Conversación que no oigo, en la que no hay un resquicio para la sonrisa que ponga distancia con el tema; parece que tomarse un poco en broma sería una grieta que provocaría un derrumbe.

- El otro día fue a coger un libro a la biblioteca y estaba la de Filosofía, porque hacen guardias allí -la suegra asiente-, y ni la miró. Le dijo Toma, este libro, y la otra así, sin mirarla: una idiota -y mirada dura al marido buscando confirmación de la interpretación y adhesión. Él baja la mirada de la tele a ella y asiente, distraído. Saca un billete del bolsillo y busca a la camarera.

Ella continúa explicando a su suegra cómo se las gasta la tal profesora, con todos, con todos. Muy expresiva y casi agresiva. Cuánto daño han hecho las tertulias de la tele. Él, con el dinero en la mano, interviene:

- Y resulta que llega el examen y les hace una sola pregunta, “La verdad desde los presocráticos hasta Platón”; y toda la clase así, claro –y mira un rato al techo pasmado, boquiabierto, y luego se descojona él solo. Y su mujer lo mira con la boca fruncida y luego fijamente a la señora con cara de si es o no es el colmo.

- ¡Todos los presocráticos, hasta Platón! ¿Tú te crees?

Y la señora asiente una vez más y suspira.

Y yo pienso que a veces damos mucha pena; y que menos mal que nos solemos dar cuenta sólo cuando les pasa a los demás.

[De la famosa serie Juzguen al juez]

24.10.08

Los Cien Mil Hijos de Portorosa

Pues sí. No es que sea un récord de público, ya, pero ayer, tras exactamente tres años y ocho meses de vida, este blog superó las 100.000 visitas.

A todos los que alguna vez habéis venido, muchísimas gracias por darle sentido a este intento mío de comunicarme.

Un sincero abrazo.

22.10.08

Lector mal-herido

Por si no lo conocen, no puedo dejar de recomendarles este blog, que llevo leyendo ya un par de años.

A veces resulta un poco borde, obviamente (también me parece obvio que lo pretende), y a veces no estoy de acuerdo con él (aunque normalmente no lo sé, porque casi nunca he leído lo que comenta), pero nunca me decepciona: me encanta cómo escribe, me parece inteligente y siempre me hace mucha gracia (y aun encima ha suprimido los comentarios, que eran un lastre).

Últimamente, sobre todo, me río mucho con él.

Léanlo, prueben.

14.10.08

¿Tiene usted un par de minutos?

Ayer al mediodía, en la acera de delante de mi casa había un hombre de traje con unos folletos y papeles en la mano, con pinta de vendedor de seguros a domicilio o algo así.

Al pasar por su lado vi que estaba ojeando un cuestionario bastante largo. Y en medio de la hoja que tenía a la vista, entre otras muchas preguntas, leí:

    • ¿Cómo ha llegado usted a este punto en su vida?

4.10.08

En el fondo

Como ya llevo unas cuantas chorradas seguidas sobre el psicoanálisis, creo que aunque añada otra no voy a empeorar mucho las cosas. En cualquier caso, procuraré ir parando, para que no huyan.

El psicoanálisis pretende, por lo que yo he entendido, ponerle a uno frente a su deseo, a sus deseos más profundos, demasiado a menudo rechazados o directamente desconocidos. En otras palabras: el psicoanálisis busca desengañarnos con respecto a nosotros mismos; y lo busca porque supone que el primer paso para poner un poco de orden y concierto en nuestra cabeza es saber a qué atenernos.

El psicoanálisis, hasta donde yo sé, explica todas nuestras acciones, decisiones y actitudes como resultado de esos deseos, los propios, aun en los casos en los que más chocante nos parece. Decía un profesor de una amiga mía:

El mártir que está vuelta y vuelta en la parrilla, lo está por su propio interés.


Aunque no cabe duda de que algunos "propios intereses" resultan mucho más defendibles y convenientes que otros. Pero ésa es otra cuestión.

3.10.08

Toda la verdad sobre el matrimonio

Hace tiempo que los libros que compro responden sobre todo a recomendaciones, directas o indirectas, de blogs. Uno de los últimos, regalado, vino de Viajes, se titula Te joden vivo y aborda, desde el punto de vista, más o menos, del psicoanálisis, el fascinante tema del determinante papel que en nuestra primera infancia juega la familia en la formación de nuestra personalidad.

Todavía estoy en la introducción y no sé cuántas cosas llevo subrayadas ya. La que les espera...

Bueno, pues ha tenido que ser ese libro el que llamase mi atención sobre todo el significado de un chiste que ya conocía, el que pone fin a Annie Hall, del genial Woody Allen.

Ante ustedes, la explicación psicoanalítica del éxito de muchos matrimonios (sustituyan al hermano por el cónyuge):

Este tipo que va al psiquiatra y le dice Doctor, mi hermano está loco; ¡cree que es una gallina! Y el doctor le dice ¿Y por qué no lo interna?, y el tipo le dice Lo haría, ¡pero necesito los huevos!

En ese necesito, en ese necesito está la clave de todo, la explicación de lo inexplicable.

2.10.08

Cómo se hizo Non é o pasado

Contestando sobre todo a Taliesín:

Lo que quería decir con mi anterior post era, básicamente, que esa elección que es vivir, aunque conlleva una pérdida de oportunidades yo diría que innegable, sólo se convierte en una constante causa de pesar si el momento presente (resultante a su vez, por supuesto, de todas nuestras elecciones) nos pone delante un cristal de ese color: si estamos mal, al mirar atrás no vemos más que oportunidades perdidas; si estamos bien, vemos decisiones, elecciones, no sólo renuncias.

(Esto, ya digo, me parece obvio.)

Dichas decisiones, unas buenas, otras malas, van trazando el camino que nos ha traído aquí.Y desde luego, nuestra visión del camino dependerá de si queremos o no estar "aquí".

Mirar al pasado, nuestra infancia, nuestros escenarios de entonces, e incluso a nuestros mayores, puede convertirse, para nosotros, en una experiencia siempre dolorosa. Y creo, repito, que eso denota un malestar actual.

En psicoanálisis (atención, van a presenciar un desnudo integral), yo lo explico en función de si el niño que fui (y que no es sólo él, sino esos escenarios, las miradas de los demás, el cariño recibido...), y que esperaba todo de la vida, está contento conmigo, con el adulto que soy, o por el contrario decepcionado. En el primer caso, me reconcilio con la vida; en el segundo, me resulta muy penoso ponerme frente a él, aguantarle la mirada.

Creo que nos suelen sobrar motivos para la tristeza, y si uno piensa en la vida toda puede sin duda verla como una gran putada; claro que sí. Pero lo que me interesaba comentar era que, en mi día a día, yo miro atrás con pena o con tranquilidad dependiendo sólo de mi situación. Tanto, que el sentimiento que me provoca esa mirada me parece un muy fiable diagnóstico de mi grado de satisfacción.

1.10.08

Non é o pasado

Os que me len dende hai tempo saben que teño escrito moito do pasado, da volta ós escenarios da infancia, dos anos de neno e as miñas ilusións daquela, das miñas lembranzas, dos meus maiores e do que todo iso supón, sentimentalmente, para min.

E isto que vou dicir é, sen dúbida, unha obviedade. Pero ás veces o obvio é o mais difícil de ver. A min custoume moitos anos.

Hai razóns máis ou menos obxectivas para ter unha visión dramática da vida. Para min hainas, polo menos. E segundo iso un tería motivos para sentir certa tristura existencial. E eu síntoa.

Pero, en toda canta análise fixen do tema, sempre salientei unha cuestión fundamental coma raíz do meu pesar (pesar que eu coidaba xeral): a perda de oportunidades que supón a obrigada e continua toma de decisións que é vivir, as sucesivas eleccións e consecuentes renuncias que o paso dos anos nos impón, e as tan temidas frustración e desmotivación que todo iso provoca; é dicir, sempre considerei inevitable o decaimento, a ida a peor.

Porén, hoxe estou convencido de que, unha vez mais, todo é cuestión do punto de vista. Porque a verdade é que o drama vital cotidián non ven dado por cuestións existenciais, senon pola percepción íntima e sentimental que temos de nós. É o que somos agora e a nosa traxectoria o que determina a nosa visión: comparámonos có que fomos, ou có que prometíamos ser, lembramos o que esparabamos da vida (iso tan ben descrito por Miguel Sanfeliu coma imprecisa esperanza de felicidad) e comparámolo co que fomos quen de acadar, e iso danos un resultado, que no fondo a ninguén se lle escapa. Paréceme cada vez mais claro que o paso do tempo, aínda que sempre triste, só fai dano cando estamos mal, cando non nos gusta o que somos.

O pasado non causa tristura. Cáusaa o presente.

[Por si es necesaria, hay una traducción en el primer comentario. Disculpen las molestias, pero hoy esto me ha salido así.]