Non é o pasado
Os que me len dende hai tempo saben que teño escrito moito do pasado, da volta ós escenarios da infancia, dos anos de neno e as miñas ilusións daquela, das miñas lembranzas, dos meus maiores e do que todo iso supón, sentimentalmente, para min.
E isto que vou dicir é, sen dúbida, unha obviedade. Pero ás veces o obvio é o mais difícil de ver. A min custoume moitos anos.
Hai razóns máis ou menos obxectivas para ter unha visión dramática da vida. Para min hainas, polo menos. E segundo iso un tería motivos para sentir certa tristura existencial. E eu síntoa.
Pero, en toda canta análise fixen do tema, sempre salientei unha cuestión fundamental coma raíz do meu pesar (pesar que eu coidaba xeral): a perda de oportunidades que supón a obrigada e continua toma de decisións que é vivir, as sucesivas eleccións e consecuentes renuncias que o paso dos anos nos impón, e as tan temidas frustración e desmotivación que todo iso provoca; é dicir, sempre considerei inevitable o decaimento, a ida a peor.
Porén, hoxe estou convencido de que, unha vez mais, todo é cuestión do punto de vista. Porque a verdade é que o drama vital cotidián non ven dado por cuestións existenciais, senon pola percepción íntima e sentimental que temos de nós. É o que somos agora e a nosa traxectoria o que determina a nosa visión: comparámonos có que fomos, ou có que prometíamos ser, lembramos o que esparabamos da vida (iso tan ben descrito por Miguel Sanfeliu coma imprecisa esperanza de felicidad) e comparámolo co que fomos quen de acadar, e iso danos un resultado, que no fondo a ninguén se lle escapa. Paréceme cada vez mais claro que o paso do tempo, aínda que sempre triste, só fai dano cando estamos mal, cando non nos gusta o que somos.
O pasado non causa tristura. Cáusaa o presente.
[Por si es necesaria, hay una traducción en el primer comentario. Disculpen las molestias, pero hoy esto me ha salido así.]
Los que me leen desde hace tiempo saben que he escrito mucho del pasado, de la vuelta a los escenarios de la infancia, de los años de niñez y mis ilusiones de entonces, de mis recuerdos, de mis mayores y de todo lo que eso supone, sentimentalmente, para mí.
ResponderEliminarY esto que voy a decir es, sin duda, una obviedad. Pero a veces lo obvio es lo más difícil de ver. A mí me ha costado muchos años.
Hay razones más o menos objetivas para tener una visión dramática de la vida. Para mí las hay, al menos. Y según eso uno tendría motivos para sentir cierta tristeza existencial. Y yo la siento.
Pero en todos los análisis que he hecho del tema siempre destaqué una cuestión fundamental como raíz de mi pena (pena que consideraba general): la pérdida de oportunidades que supone la obligada y continua toma de decisiones que es vivir, las sucesivas elecciones y consecuentes renuncias que el paso de los años nos impone, y las tan temidas frustración y desmotivación que todo eso provoca; es decir, siempre consideré inevitable la decadencia, la ida a peor.
Sin embargo, hoy estoy convencido de que, una vez más, todo es cuestión del punto de vista. Porque la verdad es que el drama vital no viene dado por cuestiones existenciales, sino por la percepción íntima y sentimental que tenemos de nosotros mismos. Es lo que somos ahora y nuestra trayectoria lo que determina nuestra visión: nos comparamos con lo que fuimos, o con lo que prometíamos ser, recordamos lo que esperábamos de la vida (eso tan bien descrito por Miguel Sanfeliu como “imprecisa esperanza de felicidad”) y lo comparamos con lo que fuimos capaces de conseguir, y eso nos da un resultado, que en el fondo a nadie se le escapa. Me parece cada vez más claro que el paso del tiempo, aunque siempre es triste, sólo hace daño cuando estamos mal, cuando no nos gusta lo que somos.
El pasado no causa tristeza. La causa el presente.
El otro día iba pensando en el metro, lugar donde obligado como estoy a permanecer un buen rato, me he acostumbrado a hacerlo a pesar de los ruidos los frenazos los empujones. Bueno, que me enrollo: pensaba yo que muchas veces el pasado nos proporciona recuerdos ideas para un cuento o un poema, y ese pasado en su presente no despertó ningún especial entusiasmo. Así que también podemos decir: el pasado no fue la felicidad, pero desde el presente se la otorgamos.
ResponderEliminarParabéns Portorosa por permitirse escribir como lle saiu.
ResponderEliminarTamén podería dicirse que o que causa tristura é o feito de negarnos a vivir o presente por estar enganchados aos pasado.
"... a perda de oportunidades que supón a obrigada e continua toma de decisións que é vivir, as sucesivas eleccións e consecuentes renuncias que o paso dos anos nos impón, e as tan temidas frustración e desmotivación que todo iso provoca; é dicir, sempre considerei inevitable o decaimento, a ida a peor".
ResponderEliminarNo sé cual pueda ser la razón última que te ha impulsado a emplear tu lengua materna, pero así como hay quién dice que el bel canto debe ser en italiano y la filosofía hacerse en alemán, parecería que sólo en gallego puede expresarse la genuina melancolía. Ver la toma de decisiones como oportunidades perdidas es realmente la esencia del pesimismo existencial...
eso es saudade.
ResponderEliminarestá usted sosinho portorosa...
Que no, Celia, que no: ¿no ves que ver ahora todo esto precisamente es fruto de un cambio?, ¿que ya he dejado de creer que la pena es nuestro sino?
ResponderEliminar¿No ves que lo del domingo lo escribí un domingo (es un decir) feliz?
Sí, Brian, eso es pesimismo existencial para casi cualquiera. Aunque hay quien lo considera realismo (¿yo mismo hace no mucho?).
He usado el gallego porque fue oírle a mi madre contar una vuelta a su aldea, y cómo la vio, lo que me hizo escribir esto, desde esa nueva perspectiva que Celia no aprecia.
Grazas, conocida anónima.
ResponderEliminarEn cualquier caso, parece claro que se trata de estar bien ahora...
joish
ResponderEliminary me lo pone en negrita
se le tiñe a usted la felicidad de tristeza. Y eso son arrugas que ya no se planchan.
habla como un enamorado.
“Sólo para los seres inteligentes hay placer, dolor y voluntad. La inmensa mayoría de los organismos nada siente”
ResponderEliminarCasi me espanta (y por otro lado me encanta) la lucidez y desenvoltura con la que reconoce y declara que el drama vital proviene de la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Amen.
(Porque tomé al pie de la letra su bienvenida aquí estoy). Saludos cordiales
Buenos días.
ResponderEliminarHa hecho bien en tomársela al pie de la letra, Sirena. Me alegro de que coincida conmigo en eso de la percepción propia.
Un beso.
¿Tú crees, Celia? ¿Te parece? Pues, mira, yo esto lo he escrito desde quien se da cuenta de que hay salida, y además se ha decidido a abrir la puerta, así en general.
Y muchas cosas me preocupan, y otras más me duelen; pero no me siento triste.
Un beso, Celia (para que veas).
Yo lo veo un poco distinto, Porto.
ResponderEliminarLa tristeza es experimentada en el presente pero es en el pasado donde germinó. Al fin y al cabo la tristeza es un sentimiento de pérdida, de algo que dejamos atrás cuando dramáticamente tuvimos que elegir. En realidad, lo que nos demanda la tristeza persistente es asimilar, en nuestra constitución presente del yo, lo que ha sido perdido; por que la psique aspira siempre a la totalidad, aspira a aquello que acogimos y a aquello que renunciamos.
En tanto que seamos capaces de una asimilación y síntesis conciente de lo perdido, la tristeza será solo eso, tristeza en el presente. En caso de que no hagamos esa asimilación y síntesis, la tristeza además, se experimentará acompañado de sufrimiento psicológico. Y eso será indicio de que aún tenemos cuentas pendientes con el pasado.
la tristeza no es mala
ResponderEliminarno se fie de los felices, acostumbran a ser profundamente estúpidos.
la tristeza es buena, porque desde su descubrimiento uno es capaz de hacer muchas más cosas que si no fuera consciente de que existe.
Se habla de la felicidad y felicidad y felicidad...nunca he creido en ella y me da rabia, hay gente que dicen que la encuentran..
ResponderEliminarY yo, con encontrar un poco de equilibrio, me siento tan contenta.
Un abrazo
Conozco las propiedades de la tristeza bastante bien. Por experiencia.
ResponderEliminarYo sí creo en una felicidad limitada, parcial, y sujeta a muchos imponderables; pero felicidad.
Un beso a las dos.
Parece inherente al gallego el sentimiento trágico de la vida. Permítame que discrepe con usted en la raíz de mi pena, que no es "la pérdida de oportunidades que supone la obligada y continua toma de decisiones que es vivir", sino el sentimiento de que todo es transitorio que a uno le queda cuando van muriendo personas realmente importantes para uno. El silencio total y absoluto de verse privado de esas personas. La enorme tristeza de que quizás cualquier encuentro, paseo, paisaje memorable o momento feliz compartido con alguien importante podría bien ser el último. Y desgraciadamente no es un sentimiento transitorio. Vamos, !gallega hasta la médula! Sin ánimo de contribuir a su sentimiento de pena.
ResponderEliminarBueno, Nube, es que a eso y a otras cosas tan innegables como eso me refería cuando hablaba de que sin duda había razones para tener una visión dramática de la vida.
ResponderEliminarSi pienso en mi muerte y, sobre todo, en la de los que quiero, la vida me parece inaguantable, la mayor crueldad.
Un beso (qué alegría, verte).