29.9.08

Domingos por la tarde

Me parece que no hay momento más representativo del grado de satisfacción de alguien que la tarde del domingo.

Enséñenme sus caras un domingo por la tarde y les diré si son felices.

Los domingos nos enfrentan a nuestra realidad íntima y nos dejan solos ante el peligro.

Hay tiempo libre, no tenemos el salvavidas del trabajo y las obligaciones diarias, y debemos llenarlo, generalmente contando sólo con los propios medios. Pero ya no cabe el embriagador tono de ilusión que, contra toda evidencia, uno siempre conserva un viernes o un sábado, como si algo bueno estuviera por llegar. El domingo no aguardamos una tarde o una noche en la que podemos seguir confiando, sino una nueva semana ante la que no cabe el engaño: sabemos lo que esperamos, sabemos qué hemos hecho, sabemos qué somos y qué tenemos. Y así se nos queda la cara.

Déjenme verlos por ejemplo en el coche, de vuelta a casa, a última hora, y les diré qué les parece su vida.

14 comentarios:

  1. ¿Una cara de felicidad un domingo por la tarde? ¿Quién ha visto esa rara avis?

    ResponderEliminar
  2. El del bar de los partidos de domingo por la tarde siempre sonríe tras el pitido final del árbitro: los lunes cierran por descanso semanal.

    ResponderEliminar
  3. En el tiempo que le sigo la pista, es la primera vez que coincido "sentimentalmente" con usted. Adoro el recogimiento espiritual, mental y corporal de la tarde del domingo.

    ResponderEliminar
  4. A mí me gustan los domingos por la tarde.

    Bueno, a mí me gustan todos los días, la verdad.

    ResponderEliminar
  5. Pues yo te envío una foto en cuanto la tenga. Y espero que sea la de un domingo como el de ayer: plácido, tranquilo, con siesta incluida y mucha actividad, pero sin "estreses" y cansancios...

    Eso sí, también te debería de enviar la foto con la cara de agobio (para comparar, básicamente), de pensar que el finde no me ha cundido nada, ni siquiera para divertirme un poco, agobiada y cansada, harta de todo y de que al día siguiente el gris de la vida me siga acompañando.

    Cosas de bipolares, supongo. Muchos besos.
    C.

    (me apunté tu frase "enséñenme sus cara un domingo por la tarde y les diré si son felices" al lado de frases de pensadores y literatos que todos conocemos, en mi cuaderno de frases)

    ResponderEliminar
  6. Pues yo creo que no es para tanto. Se dice que la cara es el espejo del alma, pero esa cara que vemos un domingo por la tarde o que nos vemos a nosotros mismos no es reflejo de nuestra alma, es tan solo el reflejo de ese momento, de ese domingo, de ese fin de semana, pero no refleja toda una vida, ni es la piedra de toque de nuestras frustaciones.

    ResponderEliminar
  7. Los domingos por la tarde son un lunes camuflado.
    No se puede fiar uno de ellos.

    ResponderEliminar
  8. Buenos días.

    René, no creo que reflejen toda una vida, esas caras. Creo que reflejan la vida en ese momento; y no me refiero a si uno está cansado o tiene sueño, sino a si hay o no ilusión.

    Creo, como dije, que las tardes de domingo son, de los ratos en principio destinados al disfrute, cuando más solos estamos. No contamos con ayuda para despistarnos. Y eso nos hace vernos "al desnudo".
    Y a eso debe añadírsele la perspectiva de una semana nuestra, de una semana que solemos conocer; que no es poco.

    Y uno mira alrededor y adelante, y se ve, y pone la cara que corresponda.

    (Pero bueno, ya dije que yo creía que la mayoría de la gente estaba hasta las narices de su vida, ¿no?)

    ResponderEliminar
  9. Mis domingos por la tarde son, me doy cuenta, días diferentes entre sí: unos tranquilos, paseo, comida familiar con tertulia familiar, otros de vuelta en el coche de mi tierra(consecuencia de haber emigrado) o simplemente de una excursión, con niños en el coche, a veces cantando, a veces jugando al veo veo o al me invento un cuento o al adivinar animales. Llegar a casa, preparar el baño para los niños, la cena, contarles un cuento, cantarles una canción, sentarme después en el sofá y comentar con mi mujer el día, mientras el sueño llega a su ritmo.
    Mi cara: la misma sonrisa de cualquier noche (eso solo imagino, que no tengo espejos para verlo)

    ResponderEliminar
  10. Pues enhorabuena, Koldo.

    En serio.

    ResponderEliminar
  11. Hasta hace un par de años que era aún estudiante, los domingos eran días de maletas, de bolsos, de después de comer empezar a empaquetar cosas y comenzar el trajín de la vuelta a la ciudad donde estudiaba: bus, tren... para llegar muerta (aún cansada de los sábados por la noche) y meterme en cama casi directamente.

    Ahora, dos años después, los domingos pueden ser días de visitas y paseos para disfrutar los rayos de sol, pueden ser días perezosos de envolverme en una manta y perderme en un libro, pueden ser días de navegar por internet o cafés con amigos...

    Eso sí, son días de tranquilidad, de conocerse un poquito más y ver que, a mi modo, sí soy feliz (aunque esa felicidad dure sólo segundos!)

    ResponderEliminar
  12. Pues nunca me lo había planteado así, pero creo que no te falta razón. Conozco bastantes personas que aseguran sentirse deprimidas desde el domingo después de comer, y siempre me ha parecido extraño. Yo coincido con Los viajes que no hice. Me gustan todos los días. Cada día tiene su cosa, y en el caso del domingo su cosa es la calma, el descanso...

    ResponderEliminar
  13. Un saludo, Patio.

    ¿Qué tal ese bebé? ¿Disfrutas mucho? ¡Eso espero!

    ResponderEliminar