El abismo que bordeamos.
Ayer por la mañana, mientras tomaba un café con mi mujer, vi pasar por la calle a una señora que conozco. Andaba como el resto de la gente, como cualquier otro día. Iría pensando en sus cosas, en algún recado, en que llegaba un poco tarde, en lo que haría de comida. A lo mejor estaba triste, a lo mejor contenta, o ni una cosa ni otra, como cualquier otro día.
No sabía que esa tarde, la de ayer, se le iba a morir un hijo.
Lo siento, Nicolás.
ResponderEliminarLa verdad es que quizá tengas razón, y sea estúpido pensar voluntariamente en algo así.
Pero lo cierto es que la vi, y que no pude evitar pensar en qué poco se imaginaba qué le esperaba ese día; y que casi siempre las cosas vienen así, sin anunciarse. Y vienen, y sencillamente te arruinan la vida, acaban con ella.
Lo único positivo que de esto (en fin) podemos sacar es recordarnos que no tenemos un minuto que perder. Que hay que disfrutar de la vida, de los nuestros, siempre; sin desperdiciar nuestro tiempo en tonterías que nada importan.
Lo siento.
La muerte forma parte de la vida y es la única realidad que sabemos que llegará. No sabemos ni cómo ni cuando pero hay que aprender a vivir con una realidad inevitable.
ResponderEliminarNo estoy haciendo apología de la muerte ni diciendo que haya que pasarse el día pensando en ella; tampoco que hay que tomarla alegremente, sólo pretendo decir que aquí Portorosa habla de la vida y dentro de la vida está también la muerte. Salir corriendo, ignorarla, no es lógico ni creo qeu sea sano mentalmente.
Que sólo importe lo importante. Esa es la clave de todo. No bajemos la guardia. Escueto y sugerente post, querido amigo.
ResponderEliminarEste post se hunde directamente en el esternón, Portorosa. Por lo que dice y por cómo lo dices. Un saludo.
ResponderEliminarVivir como si te fueras a morir en breve, con la pretensión de exprimir así los días (como durante una época pensé que debía hacer), es algo contraproducente si lo intentas en serio, y puede conseguir deprimirte, inmovilizarte.
ResponderEliminarPero no sé a quién, hace menos tiempo, le leí que el "planteamiento correcto" (si es que se puede hablar de algo así en un tema tan personal y subjetivo) era vivir de manera que, dentro de 20 o 30 años, cuando mirásemos atrás a esta etapa de nuestras vidas (y lo mismo con todas, claro), pudiésemos pensar que la habíamos sabido vivir; que no nos arrepintiésemos de demasiadas cosas.
Eso y no otra cosa, al fin y al cabo, es aprovechar el tiempo al máximo; eso es tener claras las cosas y dedicarse (como dice Ernesto) a lo importante, a lo que nos hace más felices; eso es el ya demasiado explotado (pero incomparable) carpe diem.
Gracias a todos, y un abrazo.
Te podrás creer que ayer por el mediodía leí este brevísimo post y que de repente se me heló la sangre. No pude ya hacer nada más. Vengo ahora después de pensar en miles de cosas tooooda la noche.
ResponderEliminarMe quedo con el epitafio de la tumba de Max Aub -creo- en el que pone "hice lo que pude" que lejos de parecer derrotista me parece genial y positivo: saber dónde se está, conocerse y conocer las limitaciones de uno mismo para conseguir aquello que se pretende.
Y por supuesto el manidisimo "carpe diem" que, si eres capaz de seguir, cuando mires hacia atrás en 20 ó 30 años podrás decir con orgullo que estás donde quieres.
Entroncando con lo anterior, nunca hay que arrepentirse de lo que uno hace sino de lo que no se hace. Así estoy yo como estoy, cansadíiiisima y pensando en la siesta que me echaré esta tarde (bajo recomendación médica).
Hale no doy más la vara. Besos (y lágrimas). C.
PD. Veo que por fin te decidiste a instalar un anti spam. Bien.
Yo creo que ignorar la muerte, hacer como que no está, es la única actitud sana, o la única sensata, o la única viable.
ResponderEliminarLa vida te puede cambiar en un segundo.Me he quedado muy mal con tu post .Me ha hecho reflexionar una vez más sobre la muerte .Lo cierto es que no se puede ignorar que la vida tiene sentido en contraposición con la muerte y que ésta está ahí siempre. Asumir que todos moriremos y que las personas que queremos también morirán es muy duro ,demasiado duro .Los que hemos sufrido pérdidas de algún miembro de nuestra familia y amigos sabemos de lo que hablamos. Es un dolor tan grande que te deja seca la garganta .Es una angustia tal que te lleva a la desesperación y al rechazo .La vida incluso comienza a no tener sentido sin esa persona .
ResponderEliminarEl hombre no acepta que tiene que morir , por eso prefiere ignorar a la muerte .De otro modo no podría vivir .Es difícil escapar y más cuando uno sabe a ciencia cierta que más tarde o más temprano ocurrirá y que nada ni nadie podrá impedirlo .
Saludos
Nada que decir. Un saludo.
ResponderEliminarAyer fui al entierro de ese hijo, pues conozco a varios de sus hermanos.
ResponderEliminarAfortunadamente para ellos, son una familia enormemente religiosa; supongo que en momentos así eso ayuda mucho.
Con respecto a qué actitud adoptar en este tema, y después de leer varios de vuestros comentarios, sólo se me ocurre (de acuerdo con lo que otras veces he dicho de que las decisiones deben ser personales, y basadas en lo personal) que cada uno deberá elegir, de entre lo que pueda elegir, lo que más llevadero le haga todo. Para unos, la solución será la que da Ignacio (que a mí me parece muy buena, pero no está entre las disponibles para mí; no me es posible elegirla, porque no me sería posible ponerla en práctica aun queriendo, por mi carácter); para otros, usar esa consciencia para intentar no desperdiciar un minuto.
Cada uno irá aprendiendo cómo afrontarlo, como tomarse la vida. Cómo vivir sin que esa certeza lo aplaste.
Ya escribí aquí hace tiempo que es necesario vivir engañado, aturdido; para que la verdad no esté presente a diario y nos deje vivir.
Un saludo a todos.
Puedes leer el post de mi hermano, escribe sobre algo muy parecido. Unas palabras que invitan a la reflexión.
ResponderEliminarHace mucho, vi una película en la que se obligaba a una madre a elegir entre sus dos hijos, bajo la amenaza de perderles a ambos. Me pareció algo tan cruel!! Me detuve a pensar qué haría yo en su lugar, cómo podría decidirme entre mi primogénito -tan parecido a mí en carácter, con el que mantengo tantas charlas y en el que encuentro tanto apoyo- y "mi chiquitín" -ya un mocito, mi opuesto, que me saca de quicio y es protagonista de muchos de mis desvelos- tan diferentes ambos. Fui incapaz de decidir, pero la duda me persiguió en sueños. Soñé que mi primogénito había muerto y que tenía que recoger todas sus cosas, decidir qué me quedaba y qué regalaba y a quién...
ResponderEliminarMe alegré horrores de despertar! Y ni siquiera viéndole dormir plácidamente en su cama, se me quitaba la angustia, aquel horrible nudo en el pecho que me impedía respirar :(
(¡Lo que has retrocedido leyendo, Tana!)
ResponderEliminarOí hace años que había una tortura (me la contaron como nazi, pero en realidad no lo sé) que consistía en hacerle decidir a alguien a quién mataban de sus padres; y él se podía ir, después, con el otro a casa. Nuestra maldad no tiene, literalmente, límites.
Un beso enorme, Tanita.
No recuerdo el título de la película, Portorosa, pero sí eran los nazis los que obligaban a elegir a aquella madre entre sus dos hijos -niño y niña-. Incluso tratando, a posteriori, de acallar la conciencia diciéndote que mejor uno, que ninguno... ¿Cómo puedes quedar psicológicamente?
ResponderEliminarNo puedo leer todo lo que quiero, Señor del Pazo, pero cuando sigo un blog, lo sigo entero, aunque tarde. Eso me pasa con el tuyo y con el de otros -a los que pasaré en breve, como el de Ernesto, Donna, Lubidulia, Susana, Max, Mrmann... y me dejo algunos atrás-. Ya no sólo me nutro de libros. Ha sido estupendo encontrar tantas personas que escriben tan tan bien... aunque no tengan nada publicado en papel -que yo sepa-. Biquiños mil!!