El retroceso de la filosofía en la Galicia rural
Hace un año les hablé de Aranga, un municipio coruñés al que pertenece la aldea de mi familia paterna. Entonces había ido a un entierro, y ayer volví al cabodano (aniversario), a la misma ermita de San Paio, junto al río Mandeo (con cuyas aguas me pregunto cuántas sonadas cuencas ibéricas se habrían llenado ayer).
Iba ilusionado, además de por ver a mis parientes, con la perspectiva de tomar un café en el inaudito Bar Chopenhauer, que los lectores más veteranos recordarán. Pero al llegar junto al ayuntamiento comprobé, decepcionado, que aquel rótulo antológico ya no me esperaba. Al parecer el local ha cambiado de dueños y ahora el toldo, a rayas, anunciaba BAR "A TABERNA" PELUQUERÍA, que la verdad es que tampoco está mal pero no me negarán que no es lo mismo.
Descartado el café, seguí. Llovía, y los paraguas hacían que casi no cupiéramos por la corredoira que llevaba a la iglesia. En misa, el recuerdo del frío glacial del suelo de piedra hizo que subiéramos al piso, donde sólo había hombres con cazadoras marrones y negras y los paraguas en la mano. Desde las ventanas se veía el río.
Tras la homilía, en las preces, un parroquiano leía lo que debía ser un texto tipo, y que dio pie a un detalle bastante cómico: "Que la semilla de X e Y, rota en plena juventud... (bueno, más o menos) florezca entre nosotros...", dijo el hombre. Y es que X, mi pariente, se murió con casi 70 años; pero es que Y, la otra señora cuyo aniversario se celebraba, ¡tenía 92!
A la salida, saludos, besos y zapatos mojados (y en medio de todo aquello, surgida de sabe Dios dónde, una belleza, una belleza de mirada y sonrisa encantadoras, y que como vino se fue para siempre).
Luego, café familiar alrededor de la cocina de leña (que junto con la caña de hierbas y la guinda de casa hizo que saliese de allí como un tomate), poniéndonos al día unos a otros y aprovechando para reforzar unos lazos que sentimos importantes y, se nota, queremos mantener.
Alrededor de la casa, prados, ya con pocas vacas pero todavía con carballos resistiendo a los omnipresentes eucaliptos. Y agua, agua en el cielo gris, agua sobre nosotros y en cada rama, en cada hierba y mojando cada piedra.
Qué bonito paisaje pintas. Todo regado por agua, como corresponde a nuestras tierras; ¡qué sería de ellas sin agua!
ResponderEliminarCuando Miranda nos habla de patria, se debe referir a esto. Y por momentos hasta la entiendo. Su amor, me refiero. No debe de ser distinto del mío.
ResponderEliminarSaludos, Portorosa: bendito post para un domingo lluvioso. Si uno presta atención, escucha el rumor del río.
La lluvia es el pago por nuestros paisajes (y aun encima a mí me gusta).
ResponderEliminarManuel, muchas gracias. Yo se qué es el amor a la tierra. Pero el patriotismo, en mi opinión, coge ese amor y lo hace bandera, y lo ondea, y lo hace dogma y, en fin, le añade muchas cosas más que sobran.
Abrazos.
Gracias
Te mereces un gran beso por hacer que viajemos en sillón a esa tierra bonita.
ResponderEliminarBesazo, Puerto
Bonito paseo, gracias por las fotos. Un beso.
ResponderEliminarPuerto, Princesa, cuánto tiempo. Gracias a vosotras, porque el placer es mío.
ResponderEliminarMe alegro de veros.
Volver siempre tiene su magia, aunque todo pueda haber cambiado, no deja de estar intacto en nuestra memoria.
ResponderEliminar¡Bendita lluvia! ;)
Saludos!
Buenos días.
ResponderEliminarBienvenida, India Ning (amante de Woody, por lo que veo en tu blog).
Un saludo.
Después de leerte, no sabes qué cerca me he sentido de tí en ese viaje. Mi familia es de un pueblecito fronterizo con Galicia. Todo lo que narras uno lo ha vivido también algunas veces.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya sabes lo de primos-hermanos.
ResponderEliminarUn abrazo, D.R.
Portorosa, hay lluvias que lavan por dentro, que nos devuelven al mismo paisaje como sedimento... y ya quisiera uno quedarse ahí, quién sabe cuánto tiempo más.
ResponderEliminarBella su lluvia.
Excelente inicio de semana.
Roxana.
Como buena galega, me ha invadido una morriña bien grande... Los paisajes que describes, inundados de verde y de lluvia, me han dado ganas de tomar el primer avión y volar a las tierras tan queridas, que hace más de un año no piso.
ResponderEliminarGracias por regalarme un pedacito de Patria
Pues he disfrutado este ratillo en el pueblo de tu abuelo ¡y hasta me ha calado!
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarGracias a las(*) tres; me alegro de que hayáis disfrutado un rato.
Besos.
(*) Algún día haré un estudio de cómo predomina un sexo u otro en los comentarios de los post en función de su tema y de su tono, porque creo que es bastante llamativo.
La primera vez que vi un cementerio en Galicia, fue en Cambados y me quedé alucinada, nada tenía que ver con los de otros lugares.
ResponderEliminarLa lengua rural gallega, me chifla.
Allí hace años oí una palabra perdida de nuestro lenguaje habitual y fue la palabra....Montaraz. con ella denominaban a un chico un poco alocado.
Saludos.
Sobre el papel de la muerte y los muertos en la cultura (popular y no tan popular) gallega hay mucho que hablar. Es cierto que se ha mitificado un poco la cosa, porque se le ve un aire atractivo, pero no cabe duda de que la muerte tiene una presencia de peso.
ResponderEliminarUn beso, Luna.
Y aún sigue usted diciendo que no es escritor. Eso es lo que cree, amigo Portorosa, eso es lo que cree.
ResponderEliminarExcelente paseo.
Un abrazo.
¿Me he puesto colorado?
ResponderEliminarEstoy seguro de que sí, después de esto.
Un millón de gracias, Miguel.
Un abrazo.