El mundo como voluntad y representación.
Casi ninguno de ustedes sabrá qué es Aranga ni dónde está.
Es un municipio de la provincia de A Coruña, limítrofe ya con la de Lugo, de menos de dos mil quinientos habitantes y formado por seis parroquias (la parroquia sigue siendo, en muchos sitios, la referencia geográfica, administrativa y social fundamental en el día a día). Esto es la Galicia rural pura y dura. Para que se hagan ustedes una idea de lo que eso significa, les diré que esa población se extiende por 119 km2, repartida en unas 150 entidades de población o lugares, casi ninguno de los cuales pasa de la media docena de casas.
Pues ayer fui a Aranga. A un entierro.
Una vez allí, cuando, ya andando y con el paraguas en la mano, crucé el puente sobre el río Mandeo (que contribuyó, junto con las nubes y el granito de la iglesia, a hacer de aquélla la misa en la que más frío he pasado en mi vida) y me iba a meter por la pista que lleva por el medio de la aldea hasta la ermita de San Paio, ¿qué creen ustedes que vi justo delante de mí, escrito con grandes letras blancas en un toldo verde oscuro?:
¡Pero mi Port-itoadorado........ ¿te extrañas?!
ResponderEliminar¿Cómo puedes extrañarte siendo gallego???? -A veces, a vecesssssssss, a veces habría que darte con el rodillo de hacer churros!
;-))
Curioso es que el mismo día publiquemos dos entradas tan semejantes, y a la vez tan dispares. Cómo se nota que yo lo miro con la agradabe quietud de la distancia. Un abrazo y, por si no lo dije antes, tienes en mí a un lector asiduo de tu blog.
ResponderEliminarÁlex Chico
¿Este anónimo es la que espera la próxima llegada de la Dama de su ciudad, o es Sita la desblogada, o es otra (doy por supuesto que es una?
ResponderEliminarCon emigración y todo, esto es más que raro, no me lo podéis negar; por la inaudita unión entre escenario y personaje, y porque no me explico cómo un emigrante puede haber escogido ese nombre (a no ser que fuese un Chopenhauer que conoció allí en Munich, en el chollo).
Álex, no lo sabía, pero me alegro. Está bien leerse mutuamente. A los demás, os recomiendo sinceramente Isla de Elca.
Anécdota deliciosa, delicadamente contada. ¡Galicia!.
ResponderEliminar(Apuesto a que "la" del anonimato, porque es "la", sin duda, es nuestra querida Saf)
ResponderEliminarGracias, Earnest. Galicia, sí, para bien y para mal.
ResponderEliminarSí, yo también creo que es ella, La Que Cierra Su Puerta Esporádicamente.
Un abrazo.
Cuando ayer, hijo, vi el inaudito nombre de aquel bar, le dije a tu madre que sería lo primero que me comentarías. Acerté, como no podía ser de otra manera. Papá
ResponderEliminarUna pregunta ¿no vas a demasiados entierros, funerales, etc.?
ResponderEliminarQué auténtico el letrerito.
ResponderEliminarUn saludo.
Galicia siempre me ha sorprendido por los contrastes.
ResponderEliminarMe gustaría volver otra vez.
Es una tierra tan bella y sorprendente...
No sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero mi padre, recién llegado a internet, ha dejado un comentario (él también estaba allí). Bienvenido, papá.
ResponderEliminarFernando, menos mal que me avisaste ayer: ¡estás de coña!, ¿no?. Un abrazo.
En fin, que a mí el letrero aquél me pareció completamente alucinante. Un abrazo, Santino y Pau (contrastes enormes, sí; en todos sitios cuecen habas, qué duda cabe, pero aquí a veces parece que no hacemos otra cosa: ¡tanto bueno y tanto malo!).
Sí, hombre, si yo he visto Café-bar Stuttgart, Bar Zürich, y muchos más, es bastante habitual. ¡Pero traer a don Arthur...!
ResponderEliminarYa estoy de nuevo por aquí. Me he leído tus últimos post del tirón (siento enormemente lo del hijo de Luis, tu amigo, supongo). Al menos son breves, lo cual también conlleva una parte negativa: el placer de leerte se acaba deprisa (mecachis).
ResponderEliminarVas de la tristeza más absoluta a la carcajada en un momentín, querido Portorosa. Lo de Chopenhauer (tendrían que haber puesto una "j" en vez de una "h" para hacer pleno) es simpatiquísimo.
Me asalta una pregunta: ¿de qué timpo de bar estamos hablando? ¿Uno así normalillo en plan hombrezucos de pueblo jugando al Mus y fumando Farias u otro tipo de bar más, digamos, filosófico-literario con charlas interminables de los intelectuales de la zona? Por supuesto entre uno y otro hay muchas tipologías intermedias.
Disculpa la extensión. Me apasiona Schopenhauer. Si tuviera que elegir alguien para que me lanzase improperios con estilo, desde luego le escogería a él.
Muchos besos. Calamity.
El bar era del primer tipo, sin detalle sofisticado y/o intelectualoide alguno. Si conocieses el sitio
ResponderEliminarte darías cuenta de que otra cosa sería impensable.
Me alegro mucho de que estés de nuevo con nosotros. ¿Qué tal el nuevo trabajo?, ¿te explotan, o no?.
Muchos besos.
Portorosa,
ResponderEliminarLlevo una semana, creo, entrando, como siempre, cada día en este blog, y no veía más que el post del vello Álvaro. Hoy se me ha ocurrido actualizar el caché (creo que se dice así) de la página y, por arte de magia, han aparecido los tres posts que habías escrito después. Este, y también el del zapatito de cristal, me parecen espléndidos. No es el primer caso que conozco en el que un error tipográfico da lugar a una nueva tradición. Y no digamos ya los cometidos con premeditación (ya sabes, aquellos monjes copiando lo que les convenía para que encajara en la fe cristiana).
En fin, que siento haber llegado tarde a la fiesta.
Un abrazo.
P.S. Y el poema, no me ha gustado. Pero como yo tampoco entiendo de poesía, no sé explicar por qué.
P.S. 2. Esa incoherencia del cuento, ¿es también una aportación de tu hija?
Hola, Danae. Me alegro de que el ordenador ya no te mantenga alejada (y de que fuese él quien lo hacía).
ResponderEliminarSi te refieres a si se dio cuenta ella, no; creo que es demasiado pequeña, todavía.
Besos a mansalva.
Ah, y gracias, Danae.
ResponderEliminarEl ordenador y las prisas. Seguro que sin ellas se me habría ocurrido antes eso de actualizar la página, porque de hecho, ya me había pasado antes con otros blogs.
ResponderEliminarPero en fin. Creo que, aunque queda un buen trecho todavía, empiezo a ver la luz al final del túnel.
Un abrazo.
Solía comer en Porriño (santos topónimos gallegos, Batman: Porriño, el pueblo donde todos sonrríen) en un restaurante con ínfulas de cocina creativa, llamado Compton. Yo pensé en un improbable homenaje al descubridor del efecto de aumento de longitud de onda de fotones tras su colisión con un electrón libre, o a un aficionado a la difracción de electrones y otros divertimentos sofisticados. Resultó que el dueño ni sabía de todo aquello, pero la impresión queda.
ResponderEliminarEl efecto Compton: mucha grasa, engorda.
Este post me ha encantado, pero nadie se ha fijado que la magia del pueblo, uno de tantos embarrados pueblos grises, comienza ya en su nombre: Aranga, en sánscrito, Unión de Amor.
Bueno, es que no tenía la menor idea (y eso que yo, el sánscrito...).
ResponderEliminarGracias.