La fuerza del amor.
¿Por qué el zapatito de cristal que se le cayó a Cenicienta al marcharse corriendo de la fiesta de Palacio no se convirtió, pasadas las doce, la hora a la que los efectos del hechizo desaparecían, de nuevo en una zapatilla vieja?
Me temo, querido Portorosa, que porque entonces, el cuento habría acabado ahí mismo, y lo habría hecho como acaban las cosas en esta realidad, la mayoría de las veces...
ResponderEliminarUn abrazo entrañable
Hannah
La realidad es que el cuento era así. Y en los cuentos se vive feliz y se comen perdices, algo que, para el que le guste, es un manjar.
ResponderEliminarJamás perdamos la capacidad de soñar despiertos.
Jo. Nunca se me había ocurrido pensarlo. Y mira que he currado ese cuento con mis alumnos de Taller Literario...
ResponderEliminarUn saludo.
En realidad sí que se convirtió en una vieja zapatilla apestosa, pero el príncipe quedó tan fascinado por el olor corporal de Cenicienta, tan diferente de todos los perfumes que había olido, tan femenino y a la vez tan animal, que todas las noches se acariciaba mientras lo olía. Lo que ocurrió después (qué patética la imagen del príncipe buscando por el reino con una miserable zapatilla vieja en las manos) fue inevitable.
ResponderEliminarUn saludo,
Xavie
Yo iría aún más lejos: ¿por qué el príncipe tiene que probar el zapato cuando ha estado bailando con esa persona toda la noche?, ¿no es capaz de reconocerla por la cara?, ¿es que el encantamiento de la hada madrina le ha cambiado la cara?, ¿tan maquillada iba? Muchos de los cuentos infantiles tienen la lógica de los chistes.
ResponderEliminarUn saludo.
Porque si yo fuera un hada habría hecho exactamente lo mismo, habría puesto un pequeño guiño en el hechizo para que a cenicienta nunca se le pudiera olvidar que la magia de la vida existe.
ResponderEliminarPorque todo el cuento está lleno de metáforas y el zapatito en verdad no seguía siendo de cristal, pero el principe tan lleno de amor, lo continuaba viendo así.
Porque en realidad el principe se paseo por todo el reino, hasta encontrar a la mujer que amaba, pero la mayoría no habría comprendido, que él la podría reconocer con los ojos del alma a pesar de su apariencia, quien escribió el libro lo sabía y decidió introducir la figura del zapatito de cristal.
Y es que con un poco de imaginación, la vida está llena de posibilidades y la realidad supera la ficción ;-)
Un abrazo y una sonrisa.
Sí, ya lo había pensado. Y qué me dices de que en todo el reino sólo hubiera una persona a la que le estuviera bien el zapato.
ResponderEliminar(En la película de Disney tampoco se transforma el zapato que tenía la propia Cenicienta, y cuando se le rompe el del príncipe al Duque por las malas artes de la madrastra, ella saca de su bolsillo el otro y se lo prueba, terminando igualmente el cuento).
Un beso.
...todas las noches se acariciaba mientras lo olía... ¡Eso sí que es desmitificar un cuento!
ResponderEliminarEn fin, está claro que lo exigía el guión, y un cuento lo permite todo (si no, es la vida, como dice Hannah). Porque, Santino, yo creo que hay mujeres que, sin que medie hechizo alguno (imagínate si hay un hada por ahí enredando), de verlas maquilladas a verlas con la cara lavada, son completamente irreconocibles.
Gracias a los siete, un abrazo y feliz domingo.
llego tade, pero por lo mismo que el lobo se come a la abuelita y luego está tan fresca como una lechuga cuando la sacan de su barriga.
ResponderEliminarBesos, Puerto
Tal vez porque la zapatilla y el zapato son dos símbolos que marcan un antes y un después. La vida de Cenicienta, después del hechizo, ya no sería igual.
ResponderEliminarTal vez........... . Hay interpretaciones mil, habrá que preguntarle a los sueños de Cenicienta.
Por cierto, la idea de la patética "imagen del príncipe buscando por el reino con una miserable zapatilla vieja en las manos" me parece muy buena para hacer un microrrelato. Que casualidad, porque no es la primera vez que envidio una idea de Xavie.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Y cómo es posible, Portorosa, que una joven que corre con un zapato de cristal no se rompan ni el pie ni, lo que parece más inverosímil, el propio zapato? La magia de la literatura...
ResponderEliminarCaperucita Roja era incapaz de reconocer al lobo cuando éste se vistió con la ropa de su abuelita. No hay duda de que el mundo de los cuentos está lleno de miopes...
ResponderEliminarSí, está visto que, cuando de escribir cuentos infantiles se trata, el fin justifica los medios.
ResponderEliminarY mejor así, mejor conservar un reducto donde la lógica real es sustituida por la de la fantasía y las buenas intenciones.
(Iba a escribir mejor conservar un reducto irracional, pero me he dado cuenta de la tontería que era, siendo, como es, lo irracional tan habitual a nuestro alrededor)
Feliz semana a todos.
Los zapatos, si no me equivoco, fueron un regalo, no resultado de un encanto. Fueron lo único que no se transformó porque no eran unas zapatillas.
ResponderEliminarNo en las versiones que yo conozco (casi te digo que yo manejo, ya como un verdadero estúpido); en ellas, como todo el resto de la ropa, eran resultado de la magia del hada madrina.
ResponderEliminarDe todos modos, una lectora anónima y sin embargo amiga (o amiga y sin embargo lectora) me acaba de contar que lo de los zapatitos de cristal parece tener su origen en un error tipográfico, por el que el original vaire (en francés, cuero, piel) se transformó (se supone que involuntariamente, aunque no estaría mal pensar que fue un adorno buscado) en verre (cristal). Lo cual no explica el misterio de la permanencia del hechizo, pero sí la duda de Dionisio.
Besos, a Innes y a I.
Gracias Santino,
ResponderEliminarEs todo un halago.
Un saludo a todos
Xavie
Azar.
ResponderEliminarTenía que ser así y así fue.
No sé para qué pregunta, señor de Portorosa, si usted mismo responde ya en el título: "la fuerza del amor". ¡Ay!.
ResponderEliminarChapeau Portorosa!!!!! Me ha costado un oeuf!!!! Si "vair" estaba en "désuétude" poco podía yo hacer pera entender el "vairé"... pero al fin y a la postre lo encontré.
ResponderEliminarPantoufle de vair. [P. allus. au conte de Ch. PERRAULT, Cendrillon, où le mot était orthographié verre] Certaines fourrures rares, comme le vair, (...) ne pouvaient être portées que par les rois, par les ducs et par les seigneurs (...). Ce mot, depuis cent ans, est si bien tombé en désuétude que, dans un nombre infini d'éditions de contes de Perrault, la célèbre pantoufle de Cendrillon, sans doute de menu vair, est présentée comme étant de verre (BALZAC, Martyr calv., 1841, p. 53). C'est par erreur (...) qu'on a dit que les pantoufles de Cendrillon étaient de verre? (...) Des chaussures de vair, c'est-à-dire des chaussures fourrées, se conçoivent mieux.
Un fuerte abrazo
Importa si era de cristal, cuero o una zapatilla vieja??? Yo creo que no. El príncipe buscaba el par, su "par" y lo encontró... Cuántos de nosotros buscamos o hemos buscado lo mismo? Yo me conformaría hasta con una ojota :)
ResponderEliminarSalu2
Bueno, se ve que lo escribí mal. Gracias, Egonauta; al final, con vosotros, incluso el texto más simple da juego. Por cierto, ¿qué demonios es una ojota, May-solamente?
ResponderEliminarEarnest, dear: exactamente, ésa es mi respuesta.
Tato, me alegro de verte por aquí otra vez (y enhorabuena por tus textos, que, aunque se queden sin comentarios, no dejan de parecerme magníficos).
Un abrazo a todos, y buen día.
En versión "corazón": realmente era un "posado". Estaba todo pactado de antemano y habían llamado a los paparazzi. Luego se casarón en Botswana por rito caldeo y vendieron el reportaje y dos portadas. La historia del cuento no responde a la verdad absoluta y viene, si no me lo han contado mal, del hecho de que el padre de él tuviera una cadena de zapaterías y su marca fuera justamente un zapatito de cristal. A partir de ahí lo que se buscaba era 1 / notoriedad de marca, 2/ estimulación de las ventas y 3 / halagar la vanidad de los chicos.
ResponderEliminarA ella la nombraron Mis y se li´ño con un mister en un asunto del que salieron fotos robadas de verdad, dentroi de un coche y todo eso.
LO último fué el divorcio, sonado por cierto porque hubo de todo por el medio, pero eso es otra cosa.
Pues, como desmitificación, esto tampoco está mal. Entre lo que has dicho tú y la imagen del príncipe que ha dado Xavie, el cuento queda para el arrastre... Qué pena, pobre Cenicienta.
ResponderEliminarBienvenido, Luis.
Ayer dejé un comentario que no ha salido, contando una casualidad sorprendente. Hace unos días, más o menos a la vez que P. colgaba este post, estaba yo leyendo unos ensayos sobre la fábula, y la autora decía que en italiano, en las versiones más antiguas, los zapatos eran de vaio. Busqué la palabra en el diccionario antes de leer lo de aquí, qué cosas...
ResponderEliminarPues sí que es casualidad. Y vaio qué significa, ¿piel, también?.
ResponderEliminarUn saludo.
Ay, a ver: una ojota es como una sandalia, no se como le dicen en España. Se utiliza para ir a la playa o a una pileta o cuando sales de bañarte, generalmente son de goma.
ResponderEliminarTambién solemos llamarle "ojota" a quien no sirve para ningún deporte, pero acá no aplica, je. :-))
Saludos.
Aquí sería una chancla, supongo. Gracias, May.
ResponderEliminarNos has hecho trampa. Has dejado hablar a la gente sabiendo de antemano lo del error de traducción. Les has invitado a soñar sueños inorgánicos (la mayoría no se han dejado), por un error de traducción. Uno de los mas conocidos y uno de los que más magia ha generado, junto con la espada del sajón.
ResponderEliminarRecordemos, la espada que un bretón le arrebató al líder SAJON (en latín, saxon, de piedra), la gran roca, fue excalibur, inicio de toda la saga artúrica. La joven María, también mal traducida (¿quién dijo que fuera virgen?) también inspiró otra hermosa leyenda que perdura.
Estimado traditore, para arrancar el encantamiento, diga las palabras mágicas.
Pero el hechizo, fuese a cristal o a piel satinada, perduraba tras las 12; y eso sigue siendo inexplicable... sin la fuerza del amor.
ResponderEliminarTouchée.
ResponderEliminarHable el amor, dejémonos de cuentos. Si es que tienes razón.
Gracias por recordárnoslo.