"Austerlitz", de W. G. Sebald.
Acabo de leer “Austerlitz”, de Sebald. Es el primer libro suyo que leo e intentaré que no sea el último. Las referencias no podían ser mejores, no había leído ninguna crítica que no pusiese a libro y autor por las nubes. Pero, aun así, ha sido una muy agradable sorpresa.
Aunque, como digo, la crítica parece unánime al hablar de la calidad como escritor de Sebald, no sé si el resto de su obra es comparable o si por el contrario ha tenido momentos malos. A mí “Austerlitz” me ha parecido francamente buena; es sin duda lo mejor que he leído este año (lo cual no significa nada, y menos para ustedes) y en mucho tiempo.
El libro nos cuenta una conversación mantenida esporádicamente, a lo largo de décadas, entre el narrador y el protagonista, Jacques Austerlitz. Conversación que es en la práctica un monólogo de éste último, y en la que Austerlitz, un más que introvertido estudioso de la historia del arte, explica la tardía toma de conciencia del desconocimiento de su origen familiar y, una vez aceptada esa carencia, la búsqueda tanto de sus raíces como de la causa del misterio que las envuelve. Al principio, leyendo como tengo que leer ahora, a ratos sueltos y breves y robándole tiempo al sueño (que no se suele dejar), me costó meterme en el libro, que desde la primera página entra en descripciones arquitectónicas a las que en un primer momento no veía demasiada razón de ser pero que a lo largo del libro han resultado un expresivo reflejo del complejo, convulso y atormentado interior de Austerlitz.
Porque en el libro se respira una atmósfera opresiva, de pesadumbre, de dolor latente que se hace explícito y se comprende cuando, en su último tercio, sabemos quiénes fueron los padres de Austerlitz, cómo fueron sus primeros años de vida en Praga, y qué hizo que aquella vida en ciernes se cambiara por otra triste y callada en lo que en la novela aparece como la miserable y reprimida Gales.
No creo estropearles la posible lectura si les adelanto que se va a hablar de la Segunda Guerra Mundial y, más concretamente, de la ocupación alemana de Checoslovaquia y de la política de confinamiento, explotación y exterminio de los judíos llevada a cabo por el nazismo.
A este respecto, yo, que soy consciente de que la Historia la cuentan siempre los vencedores, que me doy cuenta de que no es necesario mirar tan atrás ni tan lejos para ser testigo de atrocidades inimaginables que, sin embargo, hemos cometido, y que no ignoro que hay quien le podría disputar al nazismo el primer puesto en la historia de la infamia; yo, aun sabiendo todo eso, no pude evitar horrorizarme de nuevo y pensar, una vez más, en cómo se pudo llegar a tal ignominia, y en cómo algo tan abominable fue ideado y llevado a cabo por el gobierno (elegido democráticamente) de una nación que, no sé si porque no vio o porque no quiso mirar (y sé que puedo estar siendo muy injusto), lo consintió; y, al contrario de quienes creen que ya está todo dicho, no puedo evitar sentir que cada vez que alguien cuenta cómo su familia fue separada una noche, cómo una mañana se acabaron sus vidas, cómo fueron meticulosamente humillados y denigrados, cómo sus niños dejaron de serlo, cómo el mundo y la humanidad se desmoronaron en unos días y empezó la peor de las pesadillas, cada vez que alguien lo cuenta, creo que se está haciendo justicia, y que se nos está advirtiendo de que la paz y la civilización nunca son definitivas, sino que son victorias de una batalla que nunca dejamos de librar.
Sebald, sin caer nunca en el sentimentalismo, manteniendo una calma y una contención emocionantes, nos muestra por boca de su personaje aquel horror. Austerlitz apenas emite juicios sobre lo que va relatando, pero su deterioro mental y físico nos permite ver su profundo sufrimiento.
En “Austerlitz” encontramos erudición, se nos habla de la añoranza de la infancia, se adivina muy distante el amor, y se describe una tremenda soledad. Pero hay, sobre todo, una terrible y serena reflexión sobre el hombre, como en todo gran libro.
Porque, tras esta lectura, yo considero a W. G. Sebald un gran escritor.
Tomaremos nota y pondremos a Sebald en la (enorme) lista de "pendientes de lectura". Yo también tenía excelentes referencias. Un saludo.
ResponderEliminarYo también me apunto título y autor. Me parece necesario recordar las atrocidades que se cometieron. Tengo la esperanza de que reflexionando sobre ello, nos será más difícil caer en lo mismo; aún así, a veces me puede el desánimo.
ResponderEliminarEn ocasiones, la memoria se vuelve agua, se diluye... y deja de existir. Menos mal que quedan los libros. La palabra impresa. A ella podemos volver las veces que consideremos necesarias.
Un bico!
No quisiera, de todos modos, que pareciera que el valor del libro reside en su condición de testimonio: eso es importantísimo, qué duda cabe, y a nadie dejará indiferente, pero, además, el libro me ha parecido una maravilla desde un punto de vista estrictamente literario (signifique eso lo que signifique).
ResponderEliminarPor cierto, leyendo mi comentario anterior me he acordado: veréis qué profusión de comas; incluso para alguien amigo (quizá en exceso) de usarlas resulta apabullante, creo yo. Aunque, de nuevo, no sé en qué medida se lo deberemos al traductor.
ResponderEliminarGracias por la recomendacción: estoy haciendo la lista de los libros que voy a encargar y añado éste.
ResponderEliminarUn abrazo
MrMann, muchas gracias. Algo había oído. No me sorprende que tú lo sepas dado tu nick. ;) Mira que lo intento, chico, pero nada, se me atraviesa ese libro más que ninguno (que ninguno de los "grandes", quiero decir).
ResponderEliminarYo también añado que no he leído nunca a Sebald y que por ende lo añadiré a la lista de autores por leer. Lo dicho, ni teniendo la vida de Matusalén (y la cartera de la Duquesa de Alba) leeré y estudiaré todo lo que mi cabecita me pide. Gracias por la recomendación señor de Portorosa. Un beso.
Echadle un vistazo, en el enlace que tiene el blog a “El poder de la palabra”, al perfil de Sebald. Aparte de (no es por nada) darme la razón de manera patente en cuanto a lo de gran escritor... dice que publicó su primera novela a la edad de ¡46 años!
ResponderEliminar¡Ánimo, ya no podemos ganar Wimbledon ni hacernos astronautas, pero aún estamos a tiempo de escribir, aún es matemáticamente posible!
Bueno, algunos...
ResponderEliminarDisculpa que utilice tu cas para solucionar una duda que acaba de surgirme leyendo a mrmann.
ResponderEliminarLa nueva traducciónde Der Zauberberg a la que te refieres, mrmann, ¿es distinta de la que publicó Edhasa en febrero de 2005, debida a Isabel García Adánez?
Gracias y disculpas de nuevo, Portorosa. Y sí, Sebald es un gran escritor, coincido contigo.
Pues como tengo entendido que el pobre Sebald se quedó hace poco en una cuneta, en un accidente de coche, no sé si alegrarme de que empezara tan tarde.
ResponderEliminarRespecto a la culpabilidad de los alemanes, no puedo olvidar lo que contó Sam Fuller en un documental lleno de ira de la buena y justa.
Llegó como cámara del ejército a un campo de exterminio, vio los centenares de cadáveres mal quemados, apilados en fosas, y vio el pueblo a quinientos metros; calculó la dirección del viento, imaginó la columna de humo, el olor...
El capitán al mando hizo los mismos cálculos. Fue al pueblo, convocó a los notables: el alacalde, el médico, el boticario... para comunicarles la próxima tarea de todos los habitantes: tuvieron que caminar hasta el campo, cargar los cadáveres uno a uno y darles sepultura con el respeto que merece un ser humano. Tardaron varios días.
Fuller lo filmó todo, y es un documento difícil pero necesario que habla de una justicia que no alegra el alma pero es necesaria, imprescindible si queremos llamarnos hombres.
En esto como en todo, para hablar hay que saber. Y en esto, más que en la mayoría de los temas, la magnitud de las atrocidades hace que una pequeña inexactitud con respecto al pueblo alemán o a cualquier otra parte implicada en aquello se convierta en una gran injusticia difícil de soportar por los acusados.
ResponderEliminarPero es lógico preguntarse, como ellos consiguen ya preguntarse, qué pasó en Alemania durante aquellos años y durante los negros preliminares. Es lógico, porque es difícil creer que nada de lo que ocurrió (ascenso del nacionalsocialismo, triunfo de Hitler, dialéctica de la guerra mundial, “solución final”, etc.) fuese percibido por los alemanes como lo que en realidad era; y es fácil pensar que, con todas las excepciones y a causa de todo el miedo y la desorientación en la que el país estaba sumido, en gran parte fue tácitamente aceptado por la sociedad.
Desde hace menos tiempo, se cuestiona muy críticamente la (falta de) reacción judía de entonces, y se habla de colaboracionismo, oportunismo económico, y, sobre todo, de pasividad, de una resistencia completamente testimonial e insignificante, mientras morían millones.
En fin, como digo, es fácil hablar, explicar y reconvenir, para nosotros.
Y es mejor saber, para hablar. Y yo no sé, desde luego.
Me imagino que en “Austerlitz” se ha optado por no cortar nada y utilizar comas donde hiciese falta (por cierto, cuando hablas de "primera" y "segunda" opción, Mrmann, creo que te has confundido). Sin entrar en la calidad de la traducción, y sin pretender retomar ese tema, el resultado, como ya he dicho, me parece magnífico. Ya dije que creo que hay escritores tan buenos que incluso traducidos son grandes escritores; y éste es un caso, en mi opinión.
ResponderEliminarBueno reaprezco, Thomas Mann es una de mis debilidades, he leído varias veces "La Montaña Mágica" en la traducción de Mario Verdaguer y me ha parecido una novela (no la traducción) extraordinaria. Esta es la versión que se ha leído en España hasta hace poco (salvo los pocos que teniendo el nivel suficiente de alemán y tuviesen además las ganas de leerla, realmente deben ser muy pocos) y ha tenido fervorosos seguidores. Hace poco en Babelia Rafael Conte (21/05/05) elogiaba a mario verdaguer como escritor, y decía ¿quién lo sabe?, que su traducción estaba hecha directamente del alemán. En cualquier caso tengo desde hace meses la nueva traducción, esperando para volver a disfrutar con el pequeño burgués de la mancha húmeda y perseguir a Clawdia por todo el sanatorio.
ResponderEliminarLa traducción de Verdaguer era buena y respetaba de manera fidedigna todos los cultismos que Mann utilizó al escribirla. Aún no he terminado de leer la de Isabel G. Adánez, una traducción en la que ha primado, desde mi punto de vista, una tradución rebajada de cultismo y más fiel a lo que sería el alemán que se habla hoy en día.
ResponderEliminarHace mucho tiempo la leí en alemán, con mucha dificultad y con un diccionario permanentemente al lado y no la disfruté como en la traducción de Verdaguer.Es una obra difícil de leer en alemán para los que no tenemos esa lengua como materna.
Igual que Fernando, soy fan fatal de Mann en general y de la Montaña en particular y me parece una obra imprescindible.
Déjeme decirle que en este caso el placer de la visita es sin duda mío. Tiene usted un estupendo espacio con el que, a buen seguro, me deleitaré siempre que pueda.
ResponderEliminarUn saludo, de verdad, muy cordial.
Muchas gracias, Almach, y bienvenido.
ResponderEliminarBueno, yo soy una inculta literaria, así que estaba esperando un ratin para ir a lo mío.
ResponderEliminar¿Qué es eso (tejido, piel, ¿?) sobre lo que está el libro?.
Me gusta el color, me gusta el aspecto...bueno, que me gusta.
Deduzco que es una foto tuya, por eso pregunto eh?
Beso.
M:
¡Bueno, he aquí alguien que valora el toque más personal del post!
ResponderEliminarEs una especie de puf de lana "de pelo largo".
Beso.
yo ahora estoy tratando de comprender cómo se puede llegar a cometer atrocidades en nombre de ideas,ideales y demás.Últimamente leí una biografía de Franco de Paul Preston y ahora llevo entre manos las Memorias de Albert Speer,arquitecto y posteriormente ministro de Hitler.Trato así de "especializarme" en fascismos y ver ese fenómeno de deslizamiento hacia las ideologías fascistas.
ResponderEliminarTomo nota del libro.
Un saludo
El tema del holocausto siempre atrae. Además si se trata de Sebald interesa . Saludos
ResponderEliminarHabrá que apuntarlo.
ResponderEliminarUy, que llevo días pensando en Sebald y en el holocausto nazi, pero yo me he ido un poquito más al norte, a Polonia. No quería desmerecer al escritor que nos propones (válgame el cielo, primero con T. Mann y ahora con una sugerencia: ya he comprado un ejemplar y está esperando paciente en la estantería a que llegue su turno). El tema me apasiona. Después de leer tu entrada/post se me vino a la memoria uno de los mejores cómics que he leído en mi vida: "Maus" de Art Spiegelman. Si tienen ocasión, léanlo. Escalofriante.
ResponderEliminarNo creo que la historia que cuenta este libro sea menos horrorosa que la que narra Rey Rosa en "La niña que no tuve".
ResponderEliminarPues no, tienes toda la razón.
ResponderEliminarPero creo que estas cosas dependen de lo cercanas que se vean, de lo fácil que le parezca a uno ocupar el puesto de los protagonistas.
Un saludo.
W. G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción. Edit. Anagrama.
ResponderEliminarSi te gustó Austerlitz, creo que este también te puede gustar.
El documental de Fuller que cita Ignacio, ¿cómo se titula? Estoy muy interesado en este tema en todas sus variantes formales (novela, ensayo, cine...). No he podido dejarle a Ignacio el comentario.
ResponderEliminarUn saludo!!
Gracias, Lector. ¿Es uno en el que se pregunta por la inicial falta de reflejo en la literatura alemana de las masacres y la destrucción que, también ellos, padecieron? Es que lo ojeé hace unos días y casi me lo compro, pero no recuerdo el título.
ResponderEliminarIntentaré que Ignacio se entere de tu pregunta.
Un saludo.
Llego a esta página al comenzar a leer Austerlitz y descubro con admiración a Sebald y este blog para pasearme. Silbando.
Eliminar¿Para pasearse silbando, o Silbando es su nombre?
EliminarSea muy bienvenido, en cualquier caso. Y que disfrute de ese libro magnífico.
Un saludo.
No sé silbar.
Eliminar¿Escribe desde el futuro o quedó retenido en este post? ¿Qué tal van las cosas por el 2012? Boyantes, ¿no?
Entendido.
ResponderEliminarEn 2012 las cosas no van como imaginábamos entonces, me temo. No es que haya sobrevenido el apocalipsis, pero hacemos lo que podemos.
Repito: bienvenido.
Gracias Portorosa.
EliminarMe dí por bienvenido desde el momento en que leí algunas de sus entradas al azar. Da gusto.
No obstante le falta echar sus posaderas a un lado para dejar espacio a las mías en su silla. Aunque entiendo su reticencia, cuatro nalgas son multitud.
Permítame que, sin pretender subir el tono, le diga que depende de qué nalgas.
ResponderEliminarBuenos días.
Yo no le respondo. Yo añado comentario.
ResponderEliminarMi madre de siempre me ha dicho que tengo el culo como chupado hacia adentro. Ahora mi madre insiste en que deje de comunicarme con usted.