Calentando motores/Curándome en salud.
Manida mas no por ello menos brillante cita:
El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan. Arnold Toynbee.
Pero a pesar de que la considero una advertencia muy cierta, reconozco no hacerle caso, y aunque hay temporadas que lo intento, no consigo interesarme ni por la teoría política ni por la política aplicada.
Podría darles dos razones (nada originales) para ello: absoluta desconfianza en la inmensa mayoría de los políticos, nacida sobre todo de la convicción de que buscan, casi sin excepción, beneficios personales (económicos o no); y certeza de que programas y teóricos idearios son simples y maleables medios puestos al servicio del fin, que no es otro que la consecución del poder, cuando debería ocurrir justamente lo contrario. E incluso puedo dar una tercera que parece más enjundiosa: la sensación de que el margen de maniobra de los poderes públicos a la hora de, con sus decisiones, ordenar el funcionamiento de la sociedad y contribuir a guiar sus pasos, es cada vez menor, en favor de poderes fácticos que todos más o menos identificamos.
Una de las consecuencias de este desinterés por la escena política y sus actores es una patente desinformación, que me impedirá, aquí (para fortuna suya, lectores), adentrarme en los entresijos de funcionamientos, iniciativas y logros respectivos, y que me obliga a menudo a tener que dar por buenas, cada vez que en una discusión surgen, muchas de las aseveraciones sobre protagonistas, declaraciones, méritos y deméritos con las que me rebaten mis pobres argumentos, por muy peregrinas y dudosas que me parezcan.
Tengo, además, pocas ideas claras. La verdad es que, como en tantos otros temas, estoy mucho más seguro de lo que no quiero, de por dónde no me parece bien ir, que de cuál es el camino correcto. Y eso, entre otras cosas (entre las que quiero creer que está la sensatez), me impide identificarme con ideologías (esquemas mentales predefinidos que hay que aceptar como vienen, lo cual considero, mientras no me demuestre alguien lo contrario, incompatible con una inteligencia mediana) o partidos concretos.
No obstante, tengo algunas opiniones políticas, algunas opiniones sobre la política, y algunas opiniones sobre los políticos y sus adláteres. Y no sólo eso, sino que, aunque normalmente lo haga en un estado de ánimo parecido al de Marsé en el Planeta de este año, suelo votar: lo he hecho, por ahora, a cinco partidos distintos, y sólo he repetido una vez; debe de ser una especie de record.
Y el caso es que llevo una temporada sintiendo, de vez en cuando, deseos de descender de mi torre de marfil (concepto sobre el que el día menos pensado también los atormento a ustedes) y comentar algunos acontecimientos, personajes y situaciones de nuestra movida actualidad política. Pero antes de lanzarme a escribir quería hacer esta introducción, en la que, además de declarar (seguramente en vano) mi independencia, pretendo dos cosas: dejar claro que no siempre que ataque a alguien estaré defendiendo lo que hace su antagonista (y de paso librarme de réplicas del tipo “Pues éstos harán eso, pero los tuyos..."), y confesarles que sobre casi todo cuanto diga albergaré serias dudas.
En cualquier caso, no teman, no les daré mucho la lata, porque seguro que se me van las ganas al segundo intento. Si de una cualidad mía estoy seguro es de mi vagancia.
Para este viaje no hacían falta alforjas, pensarán ustedes; y no les faltará razón.
ResponderEliminarBueno, lo que ha ocurrido es que quería escribir de tantas cosas que me estaba quedando un rollo intragable (sí, más aun), y he optado por poner esta introducción, y, según me apetezca, ir hablando de algunos temas.
Saludos.
Mmmm... Mi querido amigo: sólo quiero, ahora, decirle que es usted (además de vago, tal y como nos confiesa) un pelín tramposo: intenta convertir en indiscutible (en sentido lato) cuanto se dispone a escribir acerca de "lo" político. Así, no juego. Me esforzaré, por tanto, en leerle y callar. Respecto a las ideologías, me parece que las confunde usted con creencias más o menos religiosas (a tenor de cómo las describe). Lo siento. No puedo estar de acuerdo. Usted, estimado Portorosa, lo quiera o no, por más que se desgañite proclamándose independiente, también tiene ideología. Podrá usted ser independiente de disciplinas partidistas (no lo dudo), pero no puede (ni usted, ni nadie) dejar de tener su ideología (ese "conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, de una época", etc.). Y, todo lo que anuncia, estará escrito "desde" su ideología. Sin menoscabo de su probada y admirada inteligencia. No nos engañe(mos). Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarDear Ernest:
ResponderEliminarSi al conjunto de mis ideas lo llama ideología, tengo ideología, como (¿casi?) todo el mundo. En ese caso, le doy la razón.
Pero si por ideología entendemos -como yo he hecho- cualquiera de las muchas que con nombre y apellidos, historia, fundamentos teóricos, métodos y objetivos existen en el mundo, entonces tengo razón yo, pues no suscribo los postulados de ninguna en concreto, y más bien encuentro, salpicadas aquí y allá, algunas actitudes e ideas aisladas que me parecen razonables.
En cualquier caso, lo que he dicho no me impide tomar partido en algunas situaciones y sobre determinados temas. Y esa toma de partido tampoco pretendo disimularla, como verá usted (a lo mejor llega a comentar y discutir; yo así lo espero).
Y sé que su caso es distinto; pero le aseguro que cuando escribí, “...considero, mientras no me demuestre alguien lo contrario, incompatible con una inteligencia mediana...”, pensé, entre otros, en usted.
Un abrazo.
Para no dejarme llevar por el asunto que da nombre a la obra de la que saqué mi nick (La Tempestad) voy a abusar de Bierce y así participo sin trueno.
ResponderEliminarPolítica, s. Conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios. Manejo de los intereses públicos en provecho privado.
Político, s. Anguila en el fango primigenio sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando agita la cola, suele confundirse y creer que tiembla el edificio. Comparado con el estadista, padece la desventaja de estar vivo.
Brillante, indeed.
ResponderEliminarPero a ti te interesa la política, qué duda cabe.
Yo no puedo decir que no me interese la política. Estaría mintiendo. Tampoco puedo hablar de grandes corrientes de pensamiento político porque no soy, ni de lejos, una entendida en el tema. Leo, escucho, veo, me intento informar. Observo en definitiva. Y llego a una conclusión: estamos gobernados por meros gestores económicos cuando no por tiranos que han usurpado el poder por arte de birlibirloque y que vaya usted a saber que peripecias políticas llevan a cabo en el terreno de Tierra que les ha concedido la providencia gobernar.
ResponderEliminarNo creo casi en ningún político ni español ni extranjero. Creo que para llegar a donde llegan han de pisar muchas cabezas y pasar por encima de muchos, sin excepción. No creo en que las Ideologías -con mayúsculas- sean algo más que tinta emborronada en cientos y cientos de papeles que, a la larga, no sirven para nada. Pura teoría. Y por supuesto no creo en que haya que comulgar con un credo político a pies juntillas.
No sé qué es lo que tiene el poder, pero corrompe (y honestamente creo que es únicamente esto lo que buscan nuestros políticos). Lo decía alguien -no recuerdo quien-: "el poder, corrompe. El poder absoluto corrompe absolutamente".
Hablando de política, siempre voy con pies de plomo y no me fio ni de mi padre. Qué triste, oye. Pero espero impaciente (pese a tu vaguedad, dicho por ti) tus opiniones.
Un besote (y gracias, señor de Portorosa). Calamity.
En fin.
ResponderEliminarDe todos modos, yo diferenciaría entre los políticos de unos países y los de otros: puede que sean de lo peor en cada sitio, pero lo son comparados con su ciudadanía, cuyas virtudes y defectos reflejan; así, no comparo yo los nuestros y los de la península vecina con el peor de los escandinavos.
De nada, Calamidad. Espera sentada (en una silla).
Un beso.
Es la primera vez que oigo hablar de la vagancia como de una cualidad. Pero me ha gustado tanto..! :)
ResponderEliminarBiquiños, Portorosa!
Pues sí, eso creo. Sin embargo, la distingo, como Torrente Ballester, de la pereza: yo lo que soy es vago, porque no quiero trabajar; pero no perezoso, no necesito estar sentado o tumbado todo el día, ni dormir 20 horas.
ResponderEliminarUn beso, Tana.