Grandes escritores.
Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas. Montesquieu.
No sé casi nada sobre literatura, pero pocas cosas hay en la vida que me gusten tanto como leer.
Creo que lo que ante todo nos da la literatura es placer; un placer que adopta infinitas formas y que para cada lector surge de unas razones, pero placer al fin y al cabo. Yo leo por placer, y como lector no necesito teorizar sobre libros ni escritores, y mucho menos preciso hacer clasificación alguna.
Pero creo que a lo largo de los años uno inevitablemente saca conclusiones de sus lecturas, y poco a poco, a menudo de manera inconsciente, va valorando autores y obras y, de acuerdo con esta valoración, ordenándolos y clasificándolos.
Pues bien, yo suelo clasificar a los escritores (a los escritores que publican, se entiende, a lo que la gente entiende por escritores) en: malos, que no me parece merezcan ser escritores (aquí incluyo muchos que no he leído jamás, porque tengo mis prejuicios, sobre todo relacionados con quién los lee); normales o aceptables, los que probablemente sí justifiquen que se editen sus libros, porque saben escribir, pero no aportan demasiado, o nada, y su lectura es prescindible; y buenos, los buenos, los que escriben bien y me gusta leer.
Pero en mi clasificación (¿han leído bien?: "mi clasificación"; todo lo que aquí digo es personal y subjetivo, y no pretende tener validez para nadie más) hay un cuarto grupo, aparte: el de los grandes escritores.
Para mí, un gran escritor es un escritor tan bueno que ni él ni su obra son comparables al resto; un gran escritor está a otro nivel, en un plano superior, es un escritor genial, tocado por el dedo divino; y lo que hace es Literatura con mayúsculas, es arte.
Un gran escritor tiene un lenguaje propio, y en cierto modo, en última instancia llega a crear en su obra un mundo propio. Y puede elegir el tema que quiera, porque siempre estará hablando del hombre y de la vida.
Los grandes escritores se caracterizan porque su escritura tiene la virtud de no ser simplemente como la de los demás pero mejor, sino que es distinta, original, nueva (lo que no significa necesariamente que utilice nuevos recursos, o un estilo vanguardista, ni nada parecido, es algo más profundo); su escritura no deja ver el trabajo y el pulido de una técnica, aunque por supuesto ambos estén detrás del resultado, sino que parece natural, espontánea, tanto que incluso si utiliza una sintaxis compleja y un vocabulario erudito, si las estructuras gramaticales son infinitas y laberínticas, parece que no podría haberse escrito de otro modo; sus frases no nos dejan ver cómo el autor fue borrando y cambiando palabras hasta que le salió algo redondo, pero son frases perfectas, que nunca desentonan, nunca responden a un modelo y nunca se acomodan a lo conocido.
Hace años, cuando jugaba al tenis, me decía mi padre: “Fíjate en Lendl, no te fijes en McEnroe; Lendl es humano”. Es posible copiar a un buen escritor, pues leyéndolo vemos el camino que lo ha llevado allí, vemos los andamios de su escritura. A un gran escritor, no.
Algo, por mis gustos, por mi idea de qué es escribir bien, especialmente significativo en la escritura de un gran escritor es que en ella no sobra nada. Todo lo que está, es. No hay adornos innecesarios, no hay necesidad de deslumbrar ni con contenidos superfluos ni con piruetas gratuitas. Y todas las divagaciones y piruetas, si las hay, parecen imprescindibles y son bienvenidas.
Iba a decir que los grandes escritores sobresalen de entre los de su momento, y que el tiempo los confirma como referentes claros de una época y los convierte en clásicos. Y creo que es así, pero hay un problema: yo tengo mis propios grandes escritores, y la historia de la literatura tiene los suyos, los “oficiales”. La mayoría coinciden, claro (y no sólo porque me hayan llegado imbuidos de esa condición y eso me haya obnubilado, sino porque al final nuestros gustos no son tan distintos como nos gusta pensar), pero algunos no. Así que puede haber nombres consagrados que a mí no me parezcan nada especial (muy poco habitual, la verdad), y viceversa; y, sobre todo, yo ahora tengo mis propios favoritos, mis escritores geniales de la actualidad (últimos, digamos, cincuenta años), y no todos coinciden con los que la crítica y los lectores parecen encumbrar, y no sé si el tiempo hará acertados mis pronósticos… lo cual no me importa en absoluto.
Una última cosa: cada vez considero más injusto y difícil valorar a un autor que se lee traducido, pues, aunque probablemente la traducción no sea nunca tan mala como para convertir un buen escritor en uno malo (que se dé lo contrario me parece dificilísimo, aunque no imposible), sí puede hacerle perder valor, sí puede normalizarlo, privarlo de la genialidad que sólo da la escritura perfecta. Y, lamentablemente, eso me pasa con todos los no hispano/gallego-hablantes, pues ser capaz de leer en un idioma, comprender un libro, no es, ni mucho menos, lo mismo que ser capaz de apreciarlo literariamente. Pero, asombrosamente, hay escritores que incluso traducidos son maravillosos; en cuyo caso me lamento de perdérmelos en su propia lengua.
[Y digo yo, ¿qué pretendo decir con todo esto?, ¿a qué conclusión llego?. A ninguna, ni llego a ninguna conclusión -como ustedes habrán comprobado-, ni pretendo decir nada más que lo que he dicho: cómo clasifico yo a los escritores, y qué quiero decir cuando califico a un autor de gran escritor.
Pensé en poner algún ejemplo, pero me dio un poco de vergüenza.]
Llego a tu Blog, desde el de Gatopardo, y leo. ¡Qué delicia! Porque siempre es reconfortante toparse, así, de pronto, con los propios pensamientos, salidos de otra cabeza y plasmados por otra pluma. Volveré, lo aseguro. Gracias por el buen rato pasado y un muy cordial saludo.
ResponderEliminarYoHannah
Para entrar en la maraña que supone la literatura creo que se hace imprescindible un buen canon. Seguro que el canon deja fuera libros muy buenos, pero es que no queda otro remedio, porque el arte es largo y la vida breve.
ResponderEliminarUn canon basado en la historia de la literatura está bien para empezar. Después cada uno se decantará según gustos personales, pero tendrá una cierta garantía de calidad avalada por gente que ha dedicado su vida a ello. El de Harold Bloom está bien, aunque se le echa en falta literatura española.
Sobre autores actuales es muy difícil dar una opinión. Decía Emerson que él no leía libros que no tuvieran por lo menos cincuenta años, que es el tiempo aproximado que necesita una obra para convertirse en clásico. No opino mucho sobre novelistas actuales, aunque todo parece indicar que la calidad es baja, algo que no ocurre tanto en poesía. Tenemos poetas actuales muy buenos, aunque menos conocidos. Estoy seguro de que Luis Alberto de Cuenca pasará a la historia de la literatura como uno de los poetas más grandes de las letras españolas.
En cuanto a traducciones, lo mejor es que las haga un buen escritor o un buen poeta. De gallego no sé, pero desde luego hay excelentes traducciones del inglés. También hay traductores profesionales muy buenos ahora mismo en España, como Esteban Torre, que es una de las tres autoridades en cuestiones de métrica y prosodia actualmente.
En fin, siento si he sido demasiado prolijo, pero es un tema que me apasiona.
Un saludo.
Bienvenidos los dos.
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario, YoHannah. Y tú, Santino, no te disculpes, que por mí encantado (sobre lo de leer con orden, con guía, o descubriendo por uno mismo, con los pros y contras de cada opción, supongo que podríamos hablar y no parar).
Un saludo.
Marías ha escrito mucho sobre traducción, que él considera (creo que con bastante razón) verdadera creación. De su “Tristam Shandy” dijo que era una de sus mejores novelas.
ResponderEliminarSiento discrepar contigo deconocido mrmann. Decir que javier Marías es un pésimo escritor me parece cómo mínimo una boutade y desde luego una opinión personal, podrás decir que no te gusta lo que me parece perfectamente entendible, pero de ahí a decir que es un pésimo escritor va un largo trecho. Y además decir que triunfó en España tras triunfar en Alemania es algo totalmente falso, puedes consultar las hemerotécas, premios recibidos y listas de ventas.
ResponderEliminarPor último me gustaría saber si al decir de que nunca lees traducciones te refieres a ahora o es nunca lo has hecho; te envidio por poder leer el idioma alemán, pero ¿también el ruso?,¿el inglés?, ¿el francés?, ¿el italiano?, ¿el japonés?, ¿el danés?, ¿el sueco?...Si no es así, creo que te pierdes a grandísimos escritores. Es evidente que es mejor leer una obra literaria en su lengua original pero los que no somos políglotas podemos disfrutar y acercarnos bastante a las traducciones, como ha sucedido siempre , sobre todo en tiempos en los que el conocimiento de los idiomas no estaba tan extendido como ahora. Creo que es mejor leer una traducción de un gran escritor que no leerlo. Por otra parte, me parece importante la apreciación de Javier Marías, que dice que toda obra es traducible pero que la traducción perfecta es imposible.
Me voy a mojar un poco más:
ResponderEliminarA pesar del último párrafo de mi texto, que mantengo, yo también creo que para el común de los mortales es imprescindible, imprescindible, leer traducciones; la alternativa, no hacerlo, supone una autolimitación terrible, una pérdida incomparablemente mayor que la que conlleva cualquier traducción.
Con respecto a Marías, hace años que no leo ningún libro suyo, aunque en su momento leí varios (dos o tres novelas, dos sobre escritores y fotografías de escritores -los que más me gustaron-, y uno de relatos -para mí el peor-). Si no lo leo más es porque no me atrae lo suficiente, está claro (sus artículos semanales suelen gustarme, sin entusiasmarme). Pero: no voy a explicar aquí y ahora qué opino yo sobre la pertinencia de hablar de calidad literaria (o artística en general), y de escritores mejores y peores, frente a la idea de que todo es una cuestión de gustos; pero resumiré diciendo que creo que cada uno debe guiarse por sus preferencias, qué duda cabe, pero que eso no quiere decir que no pueda hablarse (sin concretar, sin matemáticas, sin exactitudes, sin límites precisos) de calidad (la cual en mi opinión debería servirnos de referencia para ir puliendo y educando, sin obligaciones, sin prisa pero sin pausa, aquellas preferencias). No pueden ordenarse todos los autores y todas sus obras en un canon incontestable, ni mucho menos, pero sí se puede decir que Faulkner escribe mejor que, por ejemplo, Pérez Reverte, y ya puede venir un millón de seguidores del Capitán Alatriste a loarme sus gestas, que eso seguiré viéndolo incuestionable.
Valga esto para decir que creo que Marías puede resultar insulso por su temática, aburrido por su estilo, o puede caer mal, fatal (a mí no, que conste, Donna; y, Donna, de escritores cuyo principal peligro arrostrado ha sido que se les apague la luz en medio de las escaleras está llena la literatura, y algunos también se quejaban); pero no creo que pueda decirse que es un pésimo escritor. ¿Un pésimo escritor?, yo creo que no; ni siquiera un mal escritor.
Abrazos a todos, y es especial al ignoto Fernando, que ha saltado a la palestra en defensa de sus gustos.
Pues qué va a pasar, fillinha, un ataque de gases, de inflamiento de intestinos, de máximo volumen con mínima densidad pidiendo ser desalojado de las propias cavidades.
ResponderEliminar¿Remedio? Gracián, dosis diarias durante dos semanas. O Baroja mismo.
Sí que te cae mal, sí que te cae mal, sí que te...
ResponderEliminarYa he dicho que estoy seguro de que se puede hablar de calidad y no sólo de gustos, pero también que desde luego no es algo incuestionable, objetivo ni, sobre todo, exacto. Yo, por ejemplo, creo que Reverte no escribe nada bien. Le reconozo casi todas las virtudes que enumera Mrmann, pero no el talento literario; estoy seguro de que trabaja muchísimo cada libro, que se documenta, que investiga, etc., pero eso, que sin duda tiene mucho mérito, no lo hace un buen escritor.
En cuanto a las traducciones, entiendo lo que dices, Mrmann, pero para mí eso, desde luego, es hilar demasiado fino, es una postura muy exagerada. Creo que te estás perdiendo un mundo, y no sólo unas ambientaciones y unas historias prescindibles: un mundo, que gracias a la traducción llega a ti casi enterito.
Retomando el tema a la intención original del insigne señor de Portorosa, que no era la de polemizar sobre Marías, me gustaría decir que no me siento capaz de efectuar una clasificación tan completa como la que nos expone. Prefiero distinguir en escritores que aprecio y escritores que no me interesan. Los primeros porque, cada uno a su manera, han sabido conectar con mi sensibilidad. Los segundos porque o no los entiendo o son manifiestamente malos.
ResponderEliminarSería un atrevimiento por mi parte opinar sobre la calidad literaria de Marías, pero es un escritor que no me interesa: sus novelas me parecen reiterativas, farragosas, pesadas. Las mismas vueltas sobre los mismos temas. Lo prefiero como articulista, traductor y recuperador (mediante su Reino de Redonda) de figuras olvidadas. Por cierto, recomiendo su artículo de EPS (El País Semanal) del pasado domingo.
Discrepo con Portarosa sobre Arturo Pérez Reverte: lo considero un buen escritor. La literatura de acción y de aventuras tiene sus propias claves y reglas literarias, y él las maneja como nadie. Su serie de Alatriste es de lo mejor que se ha escrito en el género, además de describir de forma apasionante, amena y hasta rigurosa la España del Siglo de Oro. Salvando las enormes distancias y por el mismo razonamiento, tampoco serían grandes escritores, por ejemplo, el gran Julio Verne o Alejandro Dumas. O Egdar Allan Poe. O los magníficos y bastante desconocidos escritores de ciencia ficción anglosajones.
Ahora que mis niveles de inglés y francés son lo suficientemente dignos, prefiero leer las obras en su idioma original. Pero no siempre fue así, y en el pasado no fui tan purista como para no saber apreciar las excelentes traducciones de los libros de grandes escritores extranjeros, que de otra forma no hubiera podido conocer. Los extremos siempre son malos; las opiniones absolutas, también. Y mucho más cuando nadamos en este caldo de apreciaciones subjetivas que constituyen la crítica literaria.
Un saludo a todos.
Bueno, no pensaba contestar, ya que no me gusta mucho esto de los blogs, prefiero hablar sentado delante de un café, o de pie con una cerveza en la mano, me metí en el de Portorrosa porque un amigo común me habló de él, espero poder salir con vida de aquí. De Perez Reverte lo mejor que se me ocurre decir es que no tiene estilo, no tiene más de dos personajes a los que sitúa en distintos contextos históricos pero uno sabe muy bien cómo van a reaccionar, porque como digo, son los mismos en todas las novelas o novelitas. A pesar del rigor histórico yo ya le he cogido alguna metedura de pata. Sus argumentos, por mucho que se trate de novelas de aventuras son absolutamente infantiles, no hay más que recordar el final del Club Dumas, o la inverosimil trama de La piel del tambor. Se podrían coger páginas de alguna novela suya entremezclarlas con las de otra y no pasaría nada. Y sí, es muy entretenido, y lo digo porque he leído todo lo que ha publicado, pero no creo que se le lea dentro de 100 años. No pretendo compararlo con Javier Marías ¿quién empezó la comparación?, ni siquiera pretendo hacer un alegato en favor de JM, puedo aceptar que Jm no cuenta historias, no tiene personajes, sin embargo creo que sí es valioso su estudio del tiempo, del olvido, de la influencia de unas personas sobre otras, y además esto lo hace con un esilo muy personal que puede o no gustar pero requiere mucho más esfuerzo y rigor linguistico que las onomatopeyas de Perez Reverte.
ResponderEliminarA propósito de lo que dice Rythmduel sobre leer en otros idiomas (antes, una cosa, porque ya veo que, como temía, mi texto original se puede ir tergiversando: todo lo que allí digo es de uso personal e intransferible, y está impregnado, por supuesto, de subjetividad; la división entre me interesa/no me interesa, o me gusta/no me gusta, también la hago, todo el mundo la hace antes que ninguna otra, y al final es la que usamos cada vez que elegimos qué leer), me gustaría decir que para hacer eso (leer en v.o.) y pretender no perderse nada, pretender perder menos que leyendo una traducción, hay que ser bilingüe o casi. De lo contrario, aun entendiendo todo lo que leemos y pudiendo repetirlo en castellano con pelos y señales, la cantidad de matices y de sutilezas (las connotaciones literarias de Mrmann) que no vamos a apreciar será mucho mayor que la que conlleve una buena traducción.
ResponderEliminarEn cuanto a Reverte, suscribo lo dicho por Fernando, Rythmduel; y en este caso (que no siempre, como ya he confesado) me baso en lo que le he leído: entretenidísimo (lo que no todo el mundo puede decir) y trabajado, y ya está. No creo, R. que tenga ni por asomo la calidad de Dumas ni, mucho menos, la de Verne (los cuales, además, escribieron cosas "parecidas" a él un siglo antes, que también cuenta); pero de lo que estoy seguro es de que compararlo con Poe es motivo más que suficiente para que yo lo rete a Ud., ahora mismo, a un duelo para limpiar el honor del Gran Dipsómano de los Sueños Negros. Elija arma (que no sea muy peligrosa).
Un abrazo.
Ante todo tengo que decir que lo me gusta de este blog es que se permite la discrepancia y la enriquecedora pluralidad de opiniones, no como en otros blogs, en los que llevas la contraria y te saltan con ataques personales. En fin, no me salto por las ramas y expongo lo más brevemente posible mis ideas.
ResponderEliminarEl canon, a pesar de las limitaciones y carencias que implica, es totalmente necesario. No sé si estaré desfasado o daré pie para ser blanco de duras críticas, pero como ya he dicho apenas leo novela actual (siempre hay excepciones), y no puedo evitar preguntarme si realmente las polémicas en torno a Javier Marías o a Pérez Reverte proceden. Quiero decir, es evidente que están fueran del canon, y por lo tanto, lo mejor es no perder el tiempo averiguando si tienen calidad. ¿Les parezco extremista? Para evitar parafrasearme a mí mismo copio un fragmento de un artículo que escribí hace bastante tiempo en mi blog y en el que baso parcialmente mi razonamiento.
"El profesor René Etiemble calculó que un buen lector puede llegar a completar en toda su vida entre mil y dos mil libros. Este dato, que puede ser baladí para muchos, a algunos consigue ponernos los vellos de punta. Sobre todo cuando se contrasta con otros datos mucho más espeluznantes. Según Robert Escarpit (La revolución del libro) en 1952 se publicaban unos 250 mil títulos al año. Gabriel Zaid ya indicó que el crecimiento de títulos anual era cinco veces mayor que el crecimiento de la población. Zaid toma esta circunstancia con humor: [...] La humanidad publica un libro cada medio minuto. Suponiendo un precio medio de quince dólares y un grueso medio de 2 centímetros, harían falta quince millones de dólares y 20 kilómetros de anaqueles [...] Los libros se publican a tal velocidad que nos vuelven cada día más incultos. Si uno leyera un libro diario, estaría dejando de leer cuatro mil, publicados el mismo día. Es decir: sus libros no leídos aumentarían cuatro mil veces más que sus libros leídos. Su incultura, cuatro mil veces más que su cultura [...]
Del millón de títulos anual, unos 65 mil se publican en España –que no en español, porque el número se elevaría más–. Teniendo en cuenta esto y los cálculos de Etiemble serían necesarios 3250 años de lectura frenética para leer lo que se publica en un solo año, sólo en España. Es evidente que la oferta supera con creces a la demanda, llegando al extremo de la saturación en el mercado editorial –la situación es más ridícula si se tiene en cuenta el bajo índice de buenos lectores que existe–. [...]"
Como dije entonces, y repito ahora, cada libro que leemos es al mismo tiempo miles de libros que nunca leeremos. A día de hoy me considero un completo ignorante, y posiblemente lo sea siempre por mucho que lea a lo largo de toda mi vida. Esto me lleva a una conclusión clara: habiendo tantísimos grandes escritores y grandes obras que no he leído, no puedo permitirme el lujo de leer obras de dudosa calidad, porque estoy perdiendo un tiempo precioso (y desde luego un hombre no es capaz de leer todas las grandes obras maestras que ha escrito la humanidad).
El canon es por tanto indispensable. Otra cosa es que en un futuro tenga que leer novela actual por motivos de trabajo. Ahí ya no me meto.
Sobre la traducción también discrepo con rythmduel. Por supuesto siempre es preferible leer los libros en su idioma original, pero como ya he dicho, existen traducciones memorables, como la traducción de Menéndez Pelayo a Shakespeare o la traducción de Borges a La metamorfosis de Kafka. Merece la pena leerlas.
En los últimos años se ha trabajado muy duro para superar el tópico "traductor traidor". Hablamos por supuesto de los grandes traductores, como los que ya he referido, no de los pequeños. La traducción no consiste únicamente en cambiar unas palabras por otras. Dentro de la teoría de la literatura (de la ciencia de la literatura), existe la teoría de la traducción literaria. Esta disciplina estudia toda la problemática que conlleva la traducción: bases neurológicas, afasias, modelos lingüísticos, préstamos, calcos, contexto social, traducción de metáforas, topónimos, etc. Algo que se complica aún más si entramos en la traducción de la poesía (pero que también está bastante estudiado). Se tienen en cuenta todas las variables para intentar ofrecer un texto lo más fiel posible al original.
Que la traducción es necesaria se hace evidente cuando pensamos en los avatares del que quizá sea el libro más importante de Occidente: la Biblia.
Una vez más, sintiendo mi "excesiva verborrea", te pido disculpas, pero me cuesta ser conciso en estos temas. Intentaré moderarme en un futuro.
Un saludo.
Hola a todos!
ResponderEliminarHe seguido los comentarios después de haber leído tu post, Portorosa, con el cual concuerdo en muchas cosas, principalmente en lo de tener un criterio propio para juzgar (y clasificar) las obras literarias y no tragarse lo que otro ha masticado. Ahora, no sé si lo hago porque no soy especializada en literatura (como veo que varios aquí lo son)o porque la crítica me tiene sin cuidado.
En fin, a estas alturas, no me sorprende que la discusión haya derivado en Javier Marías, que aparentemente, y si uno viene desprevenido, no tiene relación alguna con tu post. Pero este hombre, a un tiempo odiado y admirado, se las arregla bastante bien para estar siempre en el centro de vuestras discusiones. Digo bien, "vuestras", pues no hablo de lo que no tengo un mínimo de información. Por lo tanto lo que tengo que decir, sinceramente, no va encontra ni a favor de Marías.
Las traducciones son "pénibles" (no me viene la palabra en castellano). Pero en este caso, como en todo nuetro universo perfectible, lo mejor se define por lo menos malo. Pues creo fervientemente en que es mejor leer traducciones que no leer en absoluto una obra. Previamente, lo mejor es informarse entre los conocedores cuál sería la traducción "mejor", pues ahí sí: hay traducciones monstruosas!!!!!!!
En cuanto a las traducciones en general: es cierto, no hay traducciones perfectas PUES NO HAY LECTURAS PERFECTAS. Soy una convencida de que la lectura no puede darnos servido el pensamiento de una persona. El recorrido de una idea o sentimiento es tan largo hasta que llega a nosotros! Debe simbolizarse con palabras o imágenes, que en el ideario del escritor pueden traer a colación connotaciones inexistentes en el del lector, y viceversa, porsupuesto. Por lo tanto, la desvirtuación que provoca la traducción (en mayor o menor grado) de una obra, creo, la encontramos también en obras en idioma original.
Nuestra "salvación" es que, casi siempre, leemos para nosotros mismos. No para comprender al escritor (cosa que considero imposible, por más que debamos intentarlo) sino para empatizar con él.
Soy muy caradura, cierto, (ya he hablado en otro lado de mis excesos) para estar comentando aquí, cual elefante en un bazar, de lo que sé (qué no de literatura!) En fin, gracias al Señor de Portorosa por no cancelar mis comentarios aunque no aporten gran cosa a esta discusión.
ResponderEliminarEstimado Santino, quiero decirte que sobre "cultura" e "incultura" no acordamos. No creo que tenga mucha lógica lo que dices en cuanto a la cantidad de libros existentes en proporción a los que leemos. No creo que la cultura de una persona pueda medirse en proporción a la información existente en el universo, y aunque eso fuera cierto, no veo por qué alguien se pondría como meta de "cultura" (que usas como sinónimo de formación ? o sapiencia, ? pues lo opones a ignorancia) el abarcar la totalidad de expresiones de cultura existente. Pues állí te pregunto ¿Qué sentido tiene la vida en esas condiciones entonces? (exceso n°226)
La cultura no es sólo la lengua, y no es sólo la palabra escrita. La cultura es el conjunto de creaciones humanas -en lo que entran también objetos, hábitos y costumbres- que en interacción con el medio ambiente caracterizan grupos humanos -poblaciones, naciones, sociedades- en una época determinada. Cultura no es solamente el conocimiento que tenemos de ella, sino también su práctica.
Para mí lo más importante de conocer la cultura, es que ello pueda ayudarnos a mejorar la vida humana y llevarla a su plenitud. Leer contra reloj no tendría sentido.
Un abrazo
Bueno, yo estoy encantado con estos comentaristas. Me parece que Santino y Natalia aportan dos visiones del tema distintas entre sí pero ambas muy valiosas.
ResponderEliminarA Santino le discutiría yo también su peculiar sistema de medición de la cultura, que en mi opinión lo lleva a una situación paradógica. Y sobre el canon y el no perder tiempo, le diría que más o menos estoy de acuerdo, que creo que no nos podemos permitir muchos lujos con nuestro tiempo; pero creo que eso no siempre significa seguir "el libro", creo que hay sitio para la improvisación, el arrebato, el dejarse llevar por la intuición y pegarse el batacazo, pues de lo contrario me parecería todo demasiado matemático y cuadriculado, y sobre todo muy impersonal. Ahora bien, lo que sí considero bastante absurdo (salvo excepciones: por ejemplo, alguien se empeña en leerse el "Ulises" aunque caiga en el empeño, como un deber, como una cuestión de orgullo: pues lo puedo entender) es empeñarse en terminar un libro una vez que le hemos dado una oportunidad y ya hemos comprobado que no nos gusta.
Lo que dice Santino sobre la traducción me parece fundamentado y muy claro. Yo insistiría en que huir de una traducción para leer el original sólo tiene sentido en caso de bilingüismo (ahora matizo y quito el "casi") completo, o si consideramos que nuestra traducción (que es lo que hacemos conforme leemos si simplemente hablamos bien el idioma) es mejor y más fiable que la que una buena edición traducida nos ofrece (lo cual es mucho, mucho decir).
Y esto enlaza con lo que dice Natalia (por cierto, he de decirte que Marías me resulta bastante indiferente, aunque últimamente no lo parezca)en su último párrafo, sobre las lecturas perfectas. Me parece muy interesante el tema de la "personalización" del libro que supone su lectura, la consecución (maravillosa) de un resultado diferente cada vez, resultado en el que intervienen el autor y cada lector.
Aunque supongo que todo esto que decimos está más que estudiado y teorizado, me alegro de que salga aquí.
Gracias a los dos.
No hay de qué :D
ResponderEliminarNatalia, perdona si te he dado la sensación de que identifico cultura o incultura con número de libros leídos, porque no fue eso lo que quise transmitir. Esas palabras son de Gabriel Zaid, y aunque las saqué de contexto, pensaba que se notaba el tono irónico con que las utiliza el autor. De todas formas, no pretendo hacer cálculos exactos, sino simplemente ilustrar de forma aproximada el ritmo un lector normal comparado con la oferta del mercado editorial. Por supuesto, la cultura es mucho más que leer, en eso estamos de acuerdo.
Para mí también es importante que la cultura ayude a mejorarnos como personas, y no sea simplemente una forma de amasar el máximo de información posible, porque total, al final estaremos ligeros de equipaje. Pero para leer un libro (dependiendo de sus dimensiones), hay que hacer ciertos "sacrificios": aislarse del mundo para entrar en otros mundos, invertir un tiempo, y no pocas veces poner esfuerzo (porque no siempre son sencillos); y quiero sacar algún provecho, incluso cuando leo por diversión. No hay que leerlo todo, como si no hubiera diferentes niveles de calidad.
Portorosa, por suerte para todos la literatura nunca puede ser matemática ni cuadriculada. Quiero decir, no estoy ofreciendo fórmulas mágicas para convertirnos a todos en sabios. El batacazo te lo vas a llevar en algún momento hagas lo que hagas, porque, por ejemplo, te darás cuenta de que ciertas obras canonizadas no merecen la pena.
En lo del empeño por acabar el libro, totalmente de acuerdo. Tampoco hay que emperrarse tontamente en acabar un libro, aunque el orgullo de lector nos lleva inevitablemente a ello. Eso lo decía perfectamente Borges, si un libro no gusta es mejor dejarlo, aunque sea el Quijote, porque la lectura debe ser ante todo una actividad placentera.
Lo de las diferentes lecturas, si no me equivoco, es algo que se ha puesto muy de moda últimamente entre la crítica, ya sea en teoría de la recepción, en semiótica o en deconstruccionismo. Por ejemplo, se considera que no hay lecturas correctas o incorrectas, sino sólo aproximaciones de cada lector al sentido global de la obra. Desde luego, es una idea muy acertada, auqnue tiene sus inconvenientes, porque no cualquier lectura es válida. Pero sobre esto me podría extender demasiado y no quiero acaparar esta amena conversación.
Un saludo.
Canon. Traducción. Deconstrucción. JM.
ResponderEliminar¿Qué canon? ¿Qué criterios? ¿Desde qué filias? ¿Desde qué fobias? ¿El lector no es acaso un sujeto? Pues ahí empieza la subjetividad.
No estoy seguro (Fernando sí lo estará), pero casi: los títulos de Marías son todos, o casi todos, versos de Shakespeare (“Mañana en la batalla piensa en mí”, por ejemplo).
ResponderEliminarNo te quito la razón en nada de lo que dices, Mrmann. Pero se trata de elegir entre posibilidades, y tu planteamiento es realmente maximalista: no leer nada que no se entienda perfectamente en su versión original es, para mí, y sin duda (sin duda para mí, en lo que a mí y mi disfrute respecta), incomparablemente peor que su alternativa, que es leer traducciones.
Lector, quizá tú hayas interpretado otras cosas (pues sujeto eres, y en sujeto te convertirás), pero yo creo que no estás contradiciendo lo que aquí se ha dicho (quizá tampoco lo pretendías). Yo, creo que como los demás, desde luego asumo la subjetividad de cualquier criterio. Es más, aun defendiendo también referencias de validez general (lo que podría acercarse a un criterio objetivo), tanto aquí como en cocina como jugando al tenis, aun así, digo, creo que es simplemente eso, una referencia (como ya dije) que cada uno usará como crea conveniente, y siempre en combinación con sus propios gustos (pueden gustarme, y por tanto leer, autores que no considero buenos; hace unos años disfruté de libros de J. Irving, por ejemplo, más que de otros que creo están mucho mejor escritos). O sea: creo que no es verdad que nunca se pueda afirmar que A es mejor que B; pero creo que a la vez puedes decir que a ti A no te interesa y leer a B.
Me imagino que esto es obvio y nadie lo discute, ¿no?. Porque me da la sensación de estar dando una explicación que a todos os sobra (cuando no os resbala francamente).
Saludos.
Justo acabo de leer, en “En un bosque extranjero” (http://santosdominguez.blogspot.com/), este texto de Joseph Brodsky (que a pesar de ser el ganador del Nobel del 87 yo no conocía, lo reconozco; cuando lo leí sólo pensé en el Cuarteto Brodsky) extraído de su libro “Cómo leer un libro”:
ResponderEliminar"El problema con el crítico es (como mínimo) triple: a) puede ser un escritorzuelo tan ignorante como nosotros; b) puede tener fuerte predilección por cierto tipo de escritura o sencillamente acomodarse a la industria editorial, y c) si es un escritor de talento convertirá sus críticas en una forma de arte independiente -Jorge Luis Borges viene a cuento-, y uno puede acabar leyendo los comentarios más que los propios libros.
En todo caso, nos encontramos a la deriva en medio del océano, con páginas y páginas flotando en todas las direcciones, aferrados a una balsa cuya capacidad de flotación no es segura. La alternativa, por consiguiente, sería desarrollar nuestro propio gusto, fabricar nuestra propia brújula, familiarizarnos, por así decirlo, con estrellas y constelaciones particulares: opacas o brillantes pero siempre remotas. Esto, sin embargo, requiere montones de tiempo, y bien podría uno encontrarse viejo y gris buscando la salida con un infecto volumen bajo el brazo."
Describe bien el dilema, ¿no?. Y deja claro que no hay solución buena (si no no sería un dilema). Claro que (añado yo), tal vez cualquiera es buena.
No, no todos los títulos de Xavier I son versos de Shakespeare. No lo son "Los dominios del lobo", "El siglo", "El hombre sentimental", "El monarca del tiempo", "Travesía del horizonte", Negra espalda del tiempo", desconozco si lo es "Tu rostro mañana" y no lo es desde luego "Todas las almas". Y con esto abandono la bloggosfera para volver al mundo real. Os seguiré leyendo a todos, pero, salvo que me publiquen algo (cosa improbable) no me leereis más (incluso aunque publicasen algo mío, aún no escrito, es probable que tampoco lo leyeseis). Ha sido un placer debatir con compañeros tan ilustrados. Hasta siempre.
ResponderEliminarVamos con una de tautologías. Opino que lo importante, después de todo (y que conste que sigo el debate generado desde que sólo había un comentario y con qué gusto, oye) es leer. Y punto. Leyendo libros malos podremos apreciar con mayor placer una narración bien ejecutada (aunque dé mucha rabia leer un libro malo). Independientemente del idioma, de la traducción y de demás variables que puedan influir en nuestra idea de bueno o malo.
ResponderEliminarLas traducciones sí que es cierto que pueden hacer mucho por un libro (véase La Biblia, mal ejemplo, ¿eh?). Pueden convertirle en una auténtica basura. Recuerdo ahora la traducción que se ha venido publicando en la editorial Edhasa hasta hace poco de La Montaña Mágica de Thomas Mann. Insufrible, de verdad. Es un libro que llevo leyendo más de cuatro años y creo que sólo lo disfrutaré de verdad cuando acabe de estudiar alemán y pueda entenderlo en el original (llamadme camorrona, si queréis, por querer el leer el libro a toda costa, pero lo haré).
Pero, retomando el punto de la traducción, mejor leer traducido que no leer nada. Esa maravilla de Dostoievski, [¿verdad Donna (a mi también se me caen las bragas frente a semejante derroche de ingenio. Se me cayeron delante de su tumba, me quedé con la baba colgando en estado catatónico. En fin)?], de Poe, de Shakespeare, de Goethe, de Molière...de yo qué sé ¿Nos lo habríamos de perder, acaso, por no saber ruso, inglés, alemán, frances...? Sería una pena, ¿no?
Hale, lo dejo. Total, ya está casi todo dicho y como señala MrMann, podríamos escribir cienes y cienes de libros. ;)
Una nota "tonta" que aprendí en las clases de Museografía. ¿Sabéis que sólo recordamos aproximadamente el 10% de lo que leemos? Es una pena, pese a que nos ayude a disfrutar de segundas lecturas tanto o más que de las primeras. Es por lo que comenta Santino (parafraseando a Zaid) respecto a los años, las lecturas, el mercado editorial y la cultura envasada en negro sobre blanco... ¡¡¡Hijo, ni viviendo lo que Matusalén!!!
ResponderEliminarYo creo que recuerdo mucho menos. Yo creo que no recuerdo nada de nada (excepto las sensaciones, el sabor de boca). Voy a ser un relector muy afortunado.
ResponderEliminarUn beso, "tonta".
Comentarios apasionados, con vehemencia que nos delata como grandes lectores y/o escritores aficionados. Nada que encienda más filias y fobias, que el tema propuesto por Portorosa en su entrada. Lo bueno es que, unos y otros comentantes, aman la literatura y, también, que se van cruzando opiniones sin descalificar a nadie. Reconfortante. Esto es lo único que quería decir. Y que, palabra por palabra, estoy de acuerdo con el texto inicial de Portorosa (aunque no creo que esto le importe a nadie, pero me quedo mejor si lo digo). ¡Ah!, sí, casi se me olvida: Javier Marías me parece un "buen" escritor y (lo siento, Donna) "Corazón tan blanco" es una delicia. ¡Es tan subjetivo todo esto!...
ResponderEliminarMuy buena entrada, un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Arturo, y bienvenido.
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