3.10.05

Literatura, historia lenta y paisaje.

Este domingo fuimos en peregrinación a la lucense Mondoñedo, a visitar y rendir pleitesía a Cunqueiro.

Lo intentamos hacer una vez al año. Y vamos, en efecto, por saludar a don Álvaro, pero también por pasear por las calles grises, calladas y antiguas de su pueblo. Pueblo que, además de por sus obispos, destaca por su concentración de literatos (Noriega Varela, Leiras Pulpeiro, Fernández del Riego), no tan conocidos como aquél pero importantes dentro de la literatura gallega.


Mondoñedo, hundido en un valle verde y húmedo acostumbrado a la niebla, está, por fortuna para el visitante (el habitante discrepará), como parado en el tiempo. Sus casas, si prescindimos de los escasos y por supuesto feos añadidos recientes, son de piedra, de granito, y en muchas fachadas se ven todavía escudos de armas. En la plaza del centro del pueblo está la modesta catedral; a la derecha, adosada a ella pero sin desentonar, la vivienda del obispo, y en la calle de detrás, el enorme seminario, otrora atestado de juveniles almas que despertaban al mundo mientras buscaban a Dios, y hoy sobreviviendo prestándose a otros menesteres (este fin de semana 150 cuentacuentos de toda España sustituían en sus habitaciones a los jovenes seminaristas de antaño; lo cual, mal mirado, da mucho juego).

No voy a describir mucho más, así que tendrán ustedes que creerme: es bonito, muy bonito. Permite, como pocos sitios ya, imaginarse muy bien la vida en épocas que a mí, irrealista idealista, tienden a parecerme (craso error) románticas, sabias y apacibles; y además lo permite de forma natural, sin dar la sensación de museo que en otros pueblos de más sona se puede llegar a tener. Y la calma que se respira (que si se pretendiese romper el encanto bien pudiera explicarse como falta de vida) facilita que uno, mientras pasea, se sienta un viejo noble, un meditabundo vate o, al menos, un aldeano ilustrado del XIX.





Claro que, como tantas otras cosas en la vida, es mejor imaginado que conocido, y es mejor visitado fugazmente que vivido. No soy un buen fotógrafo, pero no es ése el motivo de que las fotos parezcan todas mal encuadradas; no sale el suelo, no salen coches, no salen partes de abajo de edificios, en un intento de eludir la realidad, la actualidad, y permitirles a ustedes hacerse una imagen parecida a la que yo, selectivamente ciego, trato de llevarme a casa (de lo contrario, podría decirles que debajo de unos de esos evocadores escudos medievales pudimos leer, en bonito azulejo azul y blanco cual jarro lleno de agua helada, “Multi-bazar Conchi”).

No comimos allí, sino en Vilanova de Lourenzá, un pueblo aun más pequeño situado un poquito más al nordeste. Había una fiesta de las habas. Pero la fiesta popular, muy popular ella, hacía que junto al monasterio de San Salvador, fundado por el Conde Santo del que habla Cunqueiro en Flores del año mil y pico de ave, una especie de castillo hinchable para niños nos deleitase con un magnífico tema que, a juzgar por la letra, debía de titularse “Gasolina”, “Dame más gasolina” o una sutileza por el estilo. Asustado por lo que mi mente me sugería hacer con dicho combustible y una cerilla, tras comer para un par de días regresamos a Mondoñedo a tomar café.

A media tarde nos fuimos en coche hacia los montes de la Sierra de Meira. En ella hay un ayuntamiento con uno de los nombres más evocadores de la toponimia galaica: Bretoña. Hace casi dos siglos, Eduardo Pondal, Manuel Murguía (marido de nuestra Rosalía) y otros intelectuales fueron los artífices de una “celtización” de nuestra cultura; pero, aunque no falte cierta base seria para reivindicar un origen emparentado con bardos, druidas y gaitas, todo aquello quiso convertir en Historia lo que no era más que mitología (bellas leyendas, pero leyendas al fin y al cabo). Sin embargo, no me negarán que encontrar una Bretoña en estos montes le permite a uno echar la imaginación a volar y soñarse celta guerrero, duende guardián de tesoros, sochantre itinerante o lo que haga falta.

En el monte hacía viento y el aire, muy frío, no podía ser más limpio.





Y así, entre prados altos, caballos y vacas salvajes, bajo nubes grises y rodeados de infinitos verdes, fue terminando la tarde, que despedimos con un café en el parador de Vilalba, con su torreón de los Andrade decorado en tonos de otoño para la ocasión, como pueden ver.




Y ése, en fin, fue el domingo. Fue un buen día, en el que aminoramos un poco el paso y nos dejamos querer por una Historia deseada y por la belleza, y en el que no faltó tiempo para charlar con don Álvaro.





De lo que me contó el maestro en esta conversación sobre literatos, tesoros, damas de antaño y recetas de reyes, ay, me temo que no me está dado hablarles.

(Por cierto, el Señor de Portorosa, aquí caracterizado de ciudadano de a pie, en realidad tiene rostro).


24 comentarios:

  1. ¡No sabe la que ha armado!, mi querido Señor de Portorosa. Con lo bellísimo que le ha salido el texto que nos pasea, delicadamente, por Mondoñedo. Y con lo conveniente que hubiera sido que el personal se fijase, más que nada, en la inmensa e injustamente postergada figura de Don Álvaro. Pero va usted y, ¡zas!, no se le ocurre otra cosa que colgar una foto de sí mismo con el rostro borrado (una foto como de "contactos para adultos", si me lo permite, aunque la escultura colindante la dignifique un poco). ¿Y qué va a pasar ahora?. Que los comentarios ya no van a versar sobre lo importante sino sobre lo que, al parecer, más nos importa: o sea, el cotilleo. Que si me lo imaginaba más mayor, fíjate. Que si el disfraz de hombre de a pie resulta algo excesivo (¡ese "marcelino"!). Que si conserva todo su pelo, el muy canalla (sí, lo confieso, este comentario es mío). Ya digo: ¡no sabe la que ha armado!, mi querido amigo. Supongo que, antes de hacerlo, lo habrá usted previsto, ¿no?. En fin, un día tan relajado como ese precioso domingo le puede llevar a cualquiera a bajar la guardia, supongo. O ¿demasiado ribeiro?. ¡Ay!, no me haga caso. Usted sabrá (que siempre sabe, lo sé). Aquí tiene mi florete por si fuera menester, que más de un lance inoportuno ha de acarrearle tan osado gesto. Un abrazo muy fuerte.

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  2. No puedo más que felicitarte, querido amigo. Hoy he tenido un día duro y estaba más cansado, pero como es habitual en mí, al llegar a casa se me pasaron todos los males. Ya mucho mejor después de disfrutar de la familia, y de alucinar con el cuento que acaba de empezar mi pequeña ("El pájaro que en vez de volar andaba", prometo transcripción), he cenado y me he reservado mi habitual "momento Internet". Hoy me apetecía visitar a mis amigos, así que he empezado por ti. Leer tu post ha sido gratificante y enriquecedor. Digno incluso de guión de un buen documental o libro de viajes serio. Has hecho que termine el día con una agradable relajación y una sonrisa pintada en mi rostro.

    Y coincido con la apreciación de Ernesto sobre el medio-retrato enigmático.

    Un abrazo.

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  3. Gracias a los dos.
    Bueno, la verdad es que no, no me imaginaba esas consecuencias de las que hablas, Ernesto. Pensé, sí, en que llamaría la atención la foto, por lo inusual de que rompamos el anonimato (aunque sea parcialmente, como en este caso); e incluso dudé en ponerla, por si, como dices, os fijabais más en ella que en las demás fotos (preciosas, en mi opinión) y en lo que os cuento de este sitio; pero tampoco creí que fuese para tanto. ¿Lo es?
    ¿Necesitaré defenderme?
    ¿Qué coño es un "marcelino"?

    ¿Foto de contactos? ¡Y yo que estaba tan orgulloso de mi primera incursión en el Fotoshop (o como se llame)!

    Sé que ya lo sabéis, pero os lo digo en serio: que las ramas no os impidan ver el maravilloso bosque que es esa parte de Galicia. No me dejéis hecho polvo, por favor, y "habladme" de Mondoñedo y su escritor (si me habláis).

    Saludos.

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  4. Las fotos de Mondoñedo, preciosas (no se me aflija). Es que es un pueblo fotogénico. Lo recuerdo apacible y señorial, con increíbles casonas blasonadas de imponente sillería. Y es que no es usted tan mal fotógrafo. Están muy bien, insisto.

    Mañana, si me lo permite, comentaré más sobre el sitio y su autor (estoy casi en coma ahora, en pleno ataque de sueño).

    Un "marcelino" es el nombre popular (hace ya unos cuantos años) de ese tipo de jersey que luce usted en la foto, porque lo usaba de "uniforme" Marcelino Camacho (dicen que se los tricotaba él solito durante los años que el franquismo le tuvo en la prisión de Carabanchel). Durante la lejana Transición, los "marcelinos" se usaban con profusión entre el "rojerío" más conspícuo. Ya sé que ahora se llevan de otra calidad, con otro diseño más "chic" y todo eso, pero están claramente inspirados en aquéllos. A quienes ya alcanzamos una edad provecta, el "look" que luce usted en la foto nos recuerda mucho al de los "progres" de entonces. No hay nada de malo en ello, tranquilícese, a pesar de lo que digan los mozalbetes de ultraderecha que se autodenominan "liberales". (Dios, fíjese para cuánto rollo da esa minucia de los "marcelinos").

    Un abrazo, querido amigo.

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  5. Buenos días.
    Pero, Ernest, yo no llevo ningún jersey, sino una de las más que habituales chaquetas de cremallera.

    Le confieso que, a causa de lo que me dijo, ayer me acosté dándole vueltas a la idea de sustituir la foto del final por otra, o simplemente quitarla. Y aún sigo pensándolo (porque resulta que a mí esta entrada me gusta especialmente, qué quiere). Para que vea.

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  6. No te arrepentirías, Nicolás. Los dos primeros días del Camino en Galicia, sobre todo, son maravillosos. Y la llegada a Santiago, of course.

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  7. Yo me rendiría al cotilleo que es más fácil y rápido de escribir que todo lo (buenísimo) que pienso de tu tierra. Luego vuelvo, cuando no tenga vigilancia intensiva.

    Besos. C.

    P.D. ¿qué joven, no? Ji, ji, no lo puedo remediar. Sorry, sorry.

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  8. A lo mejor no soy tan joven, y es sólo que me conservo muy bien, Cal.
    ¡Céntrense, ¿eh?, céntrense!

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  9. Uff, ya estoy aquí, restándome minutos para comer y dedicándolos, con todo el placer del mundo, a la elaboración de palabrejas.

    Curiosamente hoy, en el trabajo, y de la manera más poco probable y sin embargo posible han caído en mis manos unos escritos de la señora Zambrano que no he podido por más que hacer un mecanografiado sordo -para que no me oyeran por aquí teclear a lo loco- y transcribirlas en tu bitácora.

    Como, logicamente, mi explicación de lo que he sentido al leer tu entrada/post/artículo de hoy no iba a superar ni de lejos a María (que mira que me cuesta a mi leer a esta señora con tantos giros y suboordinadas dentro de suboordinada que hace), te dejo con ella (si supiera poner cursivas, lo haría):

    "¡Nostalgia de la más presente, de la que nunca nos falta! La tierra está ahí, presente en su permanente cita. Pero la habíamos perdido. Camino adentro de la conciencia –terrible devoradora de realidades-, se había, también, disuelto.

    Mas ella, fiel a su destino de firmeza, no podía, como la idea de Dios, como la del Mundo, como otras que se escriben con mayúsculas, disolverse."


    Así ya estoy más centrada, ¿no? Un besote y sí, se conserva usted muy bien sea cual fuere su edad porque un rorro no es ya. Cal.

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  10. Portorosa, sabes que la carne es débil. Empiezas leyendo esa bonita descripción de Mondoñedo. la comida pantagruuélica y todo lo demás y llegas al final y es inevitable desear tener una goma de borrar virtual que, por arte magia,sacase a la luz tu rostro.

    ;-)

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  11. (Lo siento, pero a mí me parecía un jersey).

    Yo estuve en Mondoñedo el año que dediqué todas mis vacaciones a recorrer e intentar conocer Galicia. Me sedujo y ya siempre estoy volviendo, en cuanto puedo. Ya había leído entonces a Cunqueiro y, claro, me fuí "encontrando" con él a cada paso. Galicia, como ya sospechaba, se me metió dentro como un estado de ánimo, como una forma de ser. Debe ser por mi propensión melancólica, por mi constante añoranza de un estado de cosas en el que prime la autenticidad, la sencillez y la belleza de "lo antiguo" (ya sé, de sobra, que esos conceptos son idealizaciones mías). El viaje fue en coche, pero muy despacio, recreándome en los descubrimientos más gozosos, demorándome. Y uno de los lugares en los que me demoré fue, precisamente, Mondoñedo: una ciudad antigua y hermosísima, de monumentalidad un poco excesiva, alucinada, mágica, en sus casonas, sus callejas, sus fuentes (recuerdo la fonte Vella, la de San Xoán...), su abundancia de aguas (los canales de Os Muiños, con ese regusto veneciano). Sosiego, antigua lentitud y ¡qué ricas cañas de crema! (todo hay que decirlo). Uno imagina allí al joven Cunqueiro cuajando ya al poeta que, sobre todas sus demás facetas, iba a ser (periodista, novelista, gastrónomo, humanista, erudito...). Y parece algo natural, en la ciudad de Leiras Pulpeiro. "Mi zona de Mondoñedo es la zona de Galicia en la que se recogió una mayor cantidad de romances carolingios y artúricos, tal como puede comprobarse en los libros parroquiales: cuando ya en toda Galicia dejó de bautizarse a los niños con nombres del romancero medieval, en esta zona todavía a comienzos del siglo XVIII había niños que eran bautizados con los nombres de Tristán y Lanzarote (...). Verdaderamente, en esta zona de Mondoñedo, hay una tradición oral, mucha leyenda, un país que tiene muchos tesoros llenos de oro", escribe Álvaro Cunqueiro (la traducción es mía, pido disculpas). Al Cunqueiro joven, curioso y sensible que nunca dejó de ser, le imagina uno por esas calles, en las tertulias de rebotica de la farmacia de su padre, esponjándose, acopiando la sustancia poética en la que se iría deshilando el resto de su vida, para nuestro gozo. Yo creo que Cunqueiro no se deja atrapar en ninguna clasificación académica. Ni "realismo mágico", ni "nuevo trovadorismo", ni nada de nada. A mí me parece (lo digo a sabiendas de que quién soy yo para decir esto) que fue un poeta ilustrado, un erudito enciclopédico que buscó y halló la simplicidad y, por eso, conectó tanto con las gentes, más, mucho más que con los círculos intelectuales. Su desentendimiento de cualquier militancia intelectual, a contracorriente del realismo profesado por sus coetáneos, le condenó a un ostracismo ateniense del que aún no se le ha rescatado del todo. "El hombre que se parecía a Orestes", merece ser reivindicado y rehabilitado en el lugar (enorme) que le corresponde en las letras gallegas y españolas. No me parece bien abusar de la hospitalidad del Señor de Portorosa, aunque me duela silenciar un buen montón de cosas que pienso y siento sobre Cunqueiro y que prometo compartir con los lectores desde mi propio blog (próximamente, anotación al respecto). Pido disculpas por haberme extendido tanto (no lo haré más). Sólo quiero acabar con una cita suya que, por si fuese necesaria alguna exculpación (que no lo es), sería incontestable: "na aspereza da vida cotiá, soñar é necesario".

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  12. Magnífico, Ernesto.
    Me encanta (y me sigue sorprendiendo) oírle cosas así sobre Cunqueiro a alguien no gallego; y no por chauvinismo, ni mucho menos, sino porque creo que es un escritor en general mucho menos conocido de lo que sería justo, y que lo es todavía menos fuera de aquí.
    La verdad es que podríamos hablar semanas sobre su obra (por cierto, si por poeta quieres decir el que escribe poemas -y no es de coña-, no estoy de acuerdo contigo: para mí Cunqueiro es sobre todo fabulador; no novelista, sino más bien cuentista, historiador -de story, no de history-, o incluso ensayista de ficción), pero lo mejor que podemos hacer es recomendarle a todos los que se asomen aquí que, si no lo conocen, lo lean.

    Un abrazo, Ernest.

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  13. Por "poeta" quería decir quien impregna toda su obra de un delicado (pero evidente) aliento poético. Fabulador, sí: ahí estamos completamente de acuerdo.

    Me acerqué a Cunqueiro a instancias de mi padre, quien me legó su amor por la literatura y dirigió estupendamente mis lecturas (qué importante es, ahora lo sé, esa "dirección" en los inicios).

    A veces me cuesta, pero intento leer en gallego (no sólo a Cunqueiro). Cosas mías. Siento que las lenguas de España son patrimonio común de todos, eso es todo. (Sé que soy raro).

    ¡Hala!, ya está bien de rollo: a leer a Cunqueiro, que es mucho más cunditivo (dónde va usted a parar). Un abrazo.

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  14. Mil gracias por este artículo, Portorosa! Me has recordado a Cunqueiro y ahora que le he puesto como autor en mi lista de pendientes, tarde o temprano, disfrutaré de sus escritos. He leído un par de obras suyas, hace mucho y por obligación. He encontrado una página que vale la pena visitar, encabezada por la frase que Ernesto cita un poco más arriba:
    http://cvc.cervantes.es/actcult/cunqueiro/
    Como decía, le leí por obligación (Merlín e familia y As crónicas do Sochantre) y esa no es la mejor manera de acercarse a un libro. Qué suerte has tenido, Ernesto, con ese padre que ha sabido dirigir tan bien tus lecturas!
    Bicos y achuchones!

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  15. Comentario aparte merece la crónica de tu domingo, Señor del Pazo. Estupenda!! La he disfrutado. Coincido contigo en muchas cosas, sobre todo... en las fotos!! Qué difícil es retratar aquello que quieres, con todos esos carteles publicitarios que afean constantemente la zona antigua de las ciudades! La última vez que paseé por Pontevedra tuve verdaderas dificultades para encuadrar muchos recunchos. En cuanto a tu foto con Cunqueiro... me guardaré muy mucho de hacer comentarios sobre tu aspecto físico (chicas, a que es monísimo? Tal cual lo imaginaba, ese cierto aire clásico y desenfadado...) y pasaré a compartir contigo la casualidad de una cierta foto mía con Valle-Inclán, en una cierta placita de las Rías Baixas. A la mía, aún no le he borrado la cara ;)
    Esa peregrinación anual que haces a Mondoñedo... coincide con alguna romería o fiesta concreta? Yo huyo de todo ello porque cuando se concentra mucha gente, me agobio. La última vez que estuvimos en Galicia, nos habíamos propuesto acudir a San Andrés de Teixido. Menos mal que nos enteramos un día antes de la excursión, de que estaban en fiestas por aquellos lares. Ahora, otra visita que se nos ha quedado en "pendientes". Y una razón poderosa para querer volver -como si necesitara alguna...-.
    Te deseo un montón de pequeñas excursiones como la que hiciste, que dejan tan buen sabor de boca, y gracias, porque con tus artículos los demás las compartimos un poco y nos permitimos soñar.
    Bicos y feliz domingo!

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  16. Tana, eres muy amable, muchísimas gracias por tus comentarios.
    Creo que los días de fiesta (y salvo razones familiares e ineludibles en algunos sitios muy concretos) son justo los días en que NO se debe ir a un sitio bonito. Yo quiero ir cuando el sitio está normal, cuando lo puedo ver como es de verdad. Así que ya ves que no, que a Mondoñedo vamos un día cualquiera. Como a todos lados: huyo de los festejos populares, que por no tener ya ni tienen la espontaneidad, la personalidad y el encanto de cuando en las aldeas eran de verdad un día especial y único.

    Ah, y yo a San Andrés ya ni voy: sigo directamente hasta la Garita de Herbeira, en los acantilados, que es maravillosa.

    Muchos besos.

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  17. Preciosa entrada, Fernando. Hace un mes estuvimos en Soria haciendo, más o menos, el viaje que Machado cuenta de "Las tierras de Alvargonzález", y lo que has leído da significado a todo lo que ves, aunque es seguro que ves mucho más que lo que el libro dice. En fin, que me ha gustado mucho, aunque no se vean las fotografías.

    Un abrazo

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  18. Gracias. Mondoñedo es para mí un sitio muy especial.

    Intentaré que las fotografías se vean de nuevo.

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  19. La foto que puse ayer en el blog era de un ramo del claustro de la catedral de Mondoñedo. Fuera estaban preparando la plaza y el pueblo para un mercado medieval bastante importante, por el ajetreo y lo que vimos, pero el ramo es de otro tiempo y otra velocidad.

    Un abrazo

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  20. Voy ahora mismo.

    Mira, ¡ya hay fotos otra vez! Después de tantos años, me ha emocionado un poco volver a buscarlas y subirlas. Han cambiado muchas cosas en mi vida desde aquel domingo.

    Un abrazo, José Luis.

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    Respuestas
    1. Recuerdo la dificultad de encajar la torre de la Catedral en la foto, y también tengo una foto con Alvaro Cunqueiro, pero a la izquierda y sin subirme arriba. Tengo que volver a mirar las fotos de ese viaje, como siempre.

      Un abrazo

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    2. Por cierto, ayer escuché que en Cedeira hubo vientos de más de 100 kilómetros por hora. Aquí hace casi calor, aunque durará poco. Galicia en invierno también debe ser bonita.

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  21. Lo es, es muy bonita. Santiago, por ejemplo, es más bonito con lluvia, para mí.
    Claro que es una belleza melancólica, creo yo.

    He estado en Vicedo, ayer y hoy. Y no ha hecho mal tiempo. Claro que nuestra casa está muy abrigada (qué ilusión, pensar que la has visto y sabes de qué hablo). Hoy, gracias al neopreno, nos hemos bañado; algo increíble en estas fechas, al menos en mi caso.

    Un abrazo, y que empiece bien la semana, J.L.

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  22. Anónimo7/6/13 18:17

    Gracias

    Hablando de aldeanos ilustrados ...

    ¿Cómo llaman en tu tierra a las personas criadas en el campo que han tenido posteriormente éxito o notoriedad empresarial, científica, cultural, artística, deportiva, ...?

    ¿Podrías poner algún ejemplo?

    Se puede responder libremente en http://www.adslzone.net/postt342446.html y en http://boards5.melodysoft.com/rural1/que-es-un-casero-aldeano-pueblerino-6.html

    Saludos

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