El sentido de la vida, o la utilidad del oráculo de Delfos.
¿Nos viene éste a hablar del sentido de la vida, a estas alturas?, dirán ustedes. Pues sí.
Partiré de dos axiomas personales:
1) La vida no tiene sentido, si por sentido entendemos una causa que la explique y le dé una razón de ser, o un fin último externo a ella que la justifique.
2) El sentido de la vida, entendido como aquello que hace que merezca la pena vivir, es la felicidad.
(Si no se está de acuerdo con ambas afirmaciones -por ejemplo por razones religiosas- es muy difícil que en general se comparta lo que voy a decir, y con seguridad se discrepará de la línea argumental principal)
Antes de continuar con este pretencioso texto, y con el fin de paliar en la medida de lo posible su carácter frívolo, aclararé otras tres cuestiones:
1) La felicidad absoluta probablemente no exista, y si existe es imposible de alcanzar, lo que viene a ser lo mismo.
2) Se puede aspirar a vivir momentos de felicidad (a veces clara e intensa), e incluso a disfrutar de una situación de general satisfacción que, a pesar de sus malos momentos, nos permita decir que más o menos somos felices. Éste es, de los realistas, el objetivo más ambicioso que nos podemos marcar.
3) El primer requisito para ser feliz es no ser infeliz (esto, lo crean o no, es muy importante). Y para lograrlo es indispensable no sufrir desgracias; ni sufrirlas directamente, ni que las sufran nuestros seres queridos. Cuando se da alguna desgracia es difícil, por no decir imposible, aplicar lo que voy a decir. Es más, en esos casos se creerá -con razón- que todo cuanto aquí explico es una estupidez.
No ser infeliz es mucho más importante que ser feliz. Quienes tienen problemas importantes sólo desean que éstos desaparezcan; y lo demás es superfluo para ellos. Por supuesto, eso deja fuera del alcance de las tonterías que aquí diré a la población de más de la mitad de los países del mundo, y a más de la mitad de la población de la mitad restante. Eso, de forma permanente; de forma temporal, la mitad de la mitad restante de esta segunda mitad de países queda también fuera por problemas que les van surgiendo en su día a día.
Por tanto, se podría pensar que a pocos les interesaría algo de esto, aun en el hipotético caso de que aportase alguna idea aprovechable. Pero no es así, porque la insensatez humana hace que hasta las personas a las que graves problemas afligen, una vez superado el mal momento pretendan ser felices en lugar de contentarse -como prometieron- con no ser desdichadas.
Por otro lado (y ya para terminar esta introducción-obstáculo), debo aclarar que entre los individuos cuyos problemas los excluyen del campo de aplicación de mi teoría, incluyo a todos aquellos que, por las más diversas circunstancias (desde las más terribles hasta las más ridículas), no tienen capacidad ni libertad para decidir cómo vivir y qué hacer con su vida. Sin duda su sitio está entre los que tienen problemas importantes.
Una vez tomadas esas precauciones preliminares expondré mi original teoría, también llamada “La perogrullada aplicada a la búsqueda de la felicidad”.
Vemos a una señora que sacude las alfombras a las siete de la mañana con cara ya de aburrimiento. Después va a salir a la compra a la tienda de la esquina, va a ver a su vecina y va a volver a su casa, ya limpia, a mirar por la ventana a la calle desierta; nunca va a decidir seguir andando un poco más y bajar dos calles y dar un paseo por el centro, y a lo mejor hasta permitirse tomar un café en una cafetería, total por 90 céntimos, mirando pasar a la gente, y luego volver a hacer la comida a casa como si volviese de unas vacaciones en un país exótico, con cosas que contar a su marido (que tampoco tiene nada que decir) por primera vez en veinte años.
Creo que hay mucha gente que, a pesar de no tener problemas importantes (es decir, a pesar de que a priori su felicidad no está vedada), no es feliz (o podría ser más feliz de lo que lo es).
Y creo que no lo es porque no lo intenta, por una cuestión de voluntad, de actitud. Creo algo aparentemente tan absurdo como que la gente vive su vida sin acordarse casi nunca -aunque pueda- de si está siendo feliz y está haciendo todo lo posible para serlo.
Esta afirmación tan atrevida la justifico de dos modos:
a) hay mucha gente que no tiene claro que lo que importa es su felicidad, o al menos acercarse a ella todo lo posible, y por tanto no lo tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones, de elegir, de actuar; es un razonamiento para ellos absurdo y puede que infantil, ya que consideran que lo importante es cumplir con el deber y las obligaciones, o portarse como Dios manda, o actuar como debe ser, o no quedar mal, o no dar motivos para que hablen de ellos, o estar a la altura de lo que de ellos se espera, u obedecer las normas, o seguir los consejos que recibieron, o ser personas de provecho, o ser como alguien más que conocen, o como la mayoría, o todo lo contrario, por dar la nota, etc., por lo que en su día a día no tiene cabida un planteamiento tan estrafalario como "¿esto me va a hacer a mí más feliz?" (que puede llevarnos a elegir lo más respetable o lo que Dios manda, ojo, pero a elegirlo con razón);
b) hay, por otro lado, quienes sí lo tienen en cuenta pero no deciden bien (aun pudiendo hacerlo) porque no saben qué es lo que les satisface, qué es lo que a ellos les hace disfrutar, qué les importa; es decir, porque no se conocen a sí mismos lo suficiente. Se dan cuenta de cuál es la meta pero no saben el camino, y acaban siguiendo uno equivocado, probablemente el que vieron más transitado.
Nuestra felicidad, nuestro grado de satisfacción, debe ser la referencia principal a la hora de tomar todas y cada una de las pequeñas o grandes decisiones que la vida nos obliga a afrontar. A la hora de elegir entre dos caminos (qué carrera estudiar, por qué calle ir al trabajo, con quién casarnos, con quién tomar un café, pedir café o no, en qué mesa sentarnos en un restaurante, o si queremos tener hijos), y siempre y cuando sea posible elegir, debemos pensar qué nos satisfará más, cuál de las opciones nos proporcionará más momentos agradables, más tranquilidad (si queremos tranquilidad), más emociones (si emociones buscamos), más ilusión, más cariño… cuál contribuirá en mayor medida -aunque sólo sea por unos minutos- a hacernos más felices.
Y creo que incluso ante una decisión insignificante nos debemos parar a hacernos esa pregunta, porque de pequeños detalles está hecho un día, y porque bastarían algunas pequeñas alegrías para resucitar muchas vidas.
¿Y todo esto qué quiere decir, por exclusión? Pues que no podemos elegir ni decidir:
- lo que nos dicen que es mejor, si para nosotros no lo es;
- lo que elige todo el mundo (sinceramente o no), si no coincidimos con todo el mundo;
- lo que de acuerdo con las prioridades comunes es más beneficioso, si nuestras prioridades son otras (aunque sean las más inusuales e incomprendidas);
- lo que socialmente se espera que decidamos, si no hay mejores razones que ésa;
- lo que la inercia o la rutina o la costumbre nos lleven a elegir (¡esto nunca, nunca!);
- etc., etc., etc.
Pero esto sólo será posible si nos conocemos tan bien que conocemos nuestras prioridades, nuestras ilusiones, nuestras necesidades emocionales, nuestros anhelos, nuestras ambiciones y nuestros miedos.
Y esto no suele ocurrir. No suele ocurrir, porque para eso hay que saber mirarse por dentro, hay que ser capaz de pensar en nuestra vida con calma y lucidez, y hay que ser muy sincero con uno mismo. Conocerse bien es difícil. Es más fácil asumir que somos iguales a la mayoría, que lo que para los demás parece (¿?) ir bien para nosotros también valdrá; es más fácil seguir aguas, dejarse llevar, no desentonar, aceptar lo comúnmente aceptado. Y, sobre todo, es más fácil hacer lo que siempre se ha hecho y se supone que hay que hacer.
Y así va pasando el tiempo, que de pronto son años, y un día, si somos capaces de detenernos un momento a pensar y nos hacemos algunas preguntas, y nos atrevemos a contestar la verdad, podemos ver que nos hemos equivocado.
Habremos desaprovechado la única oportunidad que teníamos de vivir felices. Porque, como decía mi abuelo, la vida no da un paso atrás.
En resumen (es preocupante la facilidad con que embrollo el tema más sencillo hasta hacerlo incomprensible; debería contratarme alguna publicación científica universitaria), creo que, a pesar de los problemas, de los disgustos, de las complicaciones diarias, de que no llega el sueldo, de la soledad, etc., etc., todos tenemos algún margen de decisión (quizá restringido a menudencias mucho menos importantes que los males que nos preocupan, lo sé). Creo que la actitud es fundamental en la vida, incluso en la peor de las situaciones; y creo que esa actitud debe buscar lo que nos satisface siempre que pueda, aunque se trate sólo de decidir si se enciende la tele o no* . Y para buscar eso y no desperdiciar nuestras fuerzas persiguiendo objetivos que en realidad ni nos van ni nos vienen, debemos conocernos a fondo, y saber de verdad qué es bueno para nosotros; para nosotros.
Conózcanse a sí mismos, y cuando sepan qué les hace felices intenten conseguirlo, inténtenlo cada día, con cada cosa.
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*: la respuesta es no.
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[Añadido a las 23:59 del jueves 18 de agosto]
Me permito señalar a cualquier lector de última hora que puede echarle un vistazo al undécimo de los comentarios a este artículo. Creo que en él, en apenas diez líneas, consigo explicar lo que pienso más claramente que en todo el texto anterior.
Donna, buscando una defensa antes de recibir tu ataque, he editado para añadir algo al final.
ResponderEliminarYo me voy a comer a un campo que no esté ardiendo.
Besos.
Siento ser un poco aguafiestas, pero parece ser que la capacidad de ser feliz es genética.
ResponderEliminarVamos, que los hay que nacen con ella y los hay que nacen aguafiestas así que les bailes una sardana en calzoncillos.
Salía un artículo no hace mucho en una revista científica, lo buscaré si es que está en internetes, pero vamos, que es cierto, lojurototalmentes.
Lo que por cierto corroboró una teoría que yo tenía y que dado que salía de mi mente algo turuta pensaba que era un elucubre chales de los míos, pero mira por donde acertúve. Y si te paras a pensarlo casa todo.
Así que podemos seguir hablando de lo que nos parece y tal y cual, pero que no hay más cera que la que arde.
Asina somos...
Beso.
M.
JO!!! No sé cómo digerirlo pero diré CHAPEAU!!
ResponderEliminarAl iniciar la lectura de este post creí que no iba a estar de acuerdo contigo pues veo de distinta forma el primero de los axiomas. Sin embargo, a medida que seguía leyendo asentía con la cabeza pues es muy cierto lo que dices.
Lo que más comparto es el gran desconocimiento que tenemos de nosotros mismos y que nos conduce a andar por la vida " a tombos". Vamos hacia un lado porque menganito y tanito son así y sino no podemos ser sus amigos, vamos hacia el otro porque sino a mi tia Pepita le parece mal y etc... . NOs pasamos la vida haciendo lo que los otros quieren que hagamos o para complacer a los demás ¿y nosotros, cuando nos vamos a autocomplacer?. Culturalmente y tristemente, las mujeres sufren mucho más por esta sumisión a los demás.
NO me lio más pero tú, por favor, no dejes de liarnos con el sentido de la vida.
Un beso
Conocernos a nosotros mismos nos lleva toda la vida y en ese camino hay muchas piedras y pocas verdes praderas. Me conformaría con llegar al final y poder decir, como dicen que dijo Lord Byron: "pero de hecho, sólo he sido feliz un instante".
ResponderEliminarNi más ni menos, mira con lo que nos encontramos aquí, con el mismísimo sentido de la vida y la señora (casi inalcanzable) felicidad. A medida que te iba leyendo se me ocurrían un montón de alusiones que hacer,por ejemplo la teoría de las defensas psicológicas, pero tendría que hacer lo que Donna -abrirme el Word- y escribirme un rollo de morirse, más bien de tedio que de felicidad.
ResponderEliminarSólo una cosa. Bueno, al final varias. Conocerse a uno mismo es dificilísimo. Yo lo intento cada día de mi vida y, coñe, todavía me sorprendo a mi misma. Fijate, tengo claro lo que no quiero, pero no tengo nada claro lo que quiero. Así que, en cierta medida, iría dando tumbos, según esta mágnifica y bien desarrollada teoría tuya. No creo en la felicidad por siempre. Creo únicamente en la felicidad como momento. Pero sí creo en una cierta, qué fea esta palabra, estabilidad de ánimo que hace sentirnos bien, no eufóricos, pero sí muy bien con nosotros mismos.
Y, por otro lado, a veces ser uno mismo es lo más duro. Al cablo que sobresale (en cualquier sentido no sólo en el de la genialidad sino simplemente en lo no políticamente correcto, por ejemplo), se le hunde a martillazos. A mi me encantaría ser yo misma y hacer lo que realmente me hiciese feliz, decir en todo momento lo que pensara, cortésmente por supuesto, y ese tipo de cosas. Pero por hacerlo tan sólo a medias, ya me granjeo los enfurruñamientos de aquellos que opinan que no seguir la corriente es ser una especie de apestado.
Uff, vaya miga que tiene este artículo tuyo. Hale, voy a darle más al coco, si cabe. Pero antes, un besote. Calamity.
Sólo comento para avisar: mis muchas dudas acerca de la claridad de mis ideas y de cómo están expuestas me han hecho modificar algunas cosas del texto.
ResponderEliminarY gracias por los comentarios.
Buenas noches.
Siempre he creído que la felicidad eran esos pequeños momentos en los que no te falta ni te sobra nada.
ResponderEliminarEj. Los niños se han dormido y tras la cena, descansas con los pies en alto. Tu pareja y tú charlais o simplemente veis alguna película alquilada en el videoclub de la esquina. No piensas en el próximo recibo de la hipoteca. Alejas la letra del coche de tu mente. Sólo tu pareja, tú y la copita de orujo que estás paladeando. Eso es felicidad.
Totalmente de acuerdo en que hay gente que no hace nada por ser feliz.
Yo lo intento cada día, eso de ser feliz y preguntarme qué quiero, y me he dado cuenta de que cuanto más feliz me siento, más capaz soy de ayudar a los demás a serlo. Otros dirían que soy una egoísta simplemente por intentarlo.
No sé si llegaré a conocerme del todo pero ya sólo el comienzo, me está resultando muy interesante.
Bicos!!
Ay diosmio que me parto....
ResponderEliminarjajajajajajaja...
Bueno, que venía a dejar esta dire, que no se diga que hablo de cousas rwaras.
http://www.genaltruista.com/notas/00000272.htm
Hay más cosas, pero esto está así resumidin.
Oseas, que si yo soy feliciana (que lo soy) y si tengo esta propensión que tengo a pasarlo pipa etc...es porque tengo la cosa molecular de esa guisa.
Sin méritos.
Y a ese hilo ya comenté en el forucio una vez, que en estando con Barandiarán, un cura que era antropólogo a parte de estudioso del katakroski, le preguntó mi señora madre por el albedrío, una cosa que siempre la había preocupado "torticeramente" cual enseñanza de la ICAR.
Y respondiole el insigne (que era cura, no se olvide) que un 90% genética un 9% azar, y un 1% albedrío humano.
Hala! a darle al 1.
jojojojojojo.
Besos varios.
M.
Como inspiración (en el hipotético caso de que tú necesitases eso) para tu respuesta, te diré la frase que, aunque parezca raro, creo que dijo De Gaulle, y que más o menos era "La gente feliz tiende a creer, y es un error imposible de corregir, que las personas infelices no son felices porque no quieren". A mí me parece brillante, quizá porque en mí se cumple.
ResponderEliminarPara evitar que este artículo haga pensar a alguien que vivo en los mundos de Yupi, diré que podría escribir otro post llevándome la contraria. Sé que la vida es dura, muy dura, y que golpea desde todos lados.
Pero precisamente porque es tan dura, porque está tan llena de graves problemas, y porque no podemos luchar contra la enfermedad, la soledad, el paso del tiempo, las enemistades, la miseria y la ruindad humanas, creo que debemos esforzarnos todo lo posible por mejorar las tres o cuatro cosas que están en nuestra mano. Creo que debemos hacer que la pequeña parcela que aún podemos controlar sea lo más satisfactoria posible.
Ya que no podemos contra las desgracias, hagamos que la media hora que nos queda entre la comida y volver al trabajo, que la ida a la compra, o que la mañana de domingo que nos ha quedado libre nos den alguna alegría. Si en alguna ocasión tenemos la posibilidad de elegir entre dos opciones (aunque otros tengan mil), no actuemos por inercia: parémonos a pensar un segundo cuál de ellas es realmente mejor para nosotros y nos va a dar 15 minutos agradables.
Tienes razón, una cosa es una cosa y una y una dos.
ResponderEliminarQuiero decir, que el hecho de que lo que tu dices es imprescindible para el funcionamiento de esto que llamamos sociedad, no quita para que existan seres que nunca estarán contentos con nada, así que lo tengan todo.
Pero no cabe duda de que intentar tirar por esa opción es lo mejor, para el individuo...y para los demás, por eso todas las religiones llevan esa célula en su moralina. (que es lo único realmente beneficioso de toda la falacia)
El que la genética exista no significa que desde que nacemos nos tumbemos encima de la cama porque somos corredores de fondo natos y ya no hace falta que entrenemos. Hay que correr.
Lo único, tal vez como consuelo y aviso de navegantes, que si hay dos gemelos (dos amigos, dos hermanos) con distinta genética y misma o parecida vida...y uno es capaz de ser feliz (y darse cuenta) y otro es desgraciado, pesimista, malaleche y pelma...probablemente no tenga toda la culpa ;o)
Pobrecico...
M.
En mi anterior comentario hay una confusión, Miranda, pues cuando digo "tu respuesta" me refiero a Donna; no había leído el último tuyo cuando lo escribí.
ResponderEliminarLa contestación del cura me parece buenísima y muy interesante.
Tiendo a pensar, desde un punto de vista totalmente ignorante, que la genética es nuestra posición de salida. Que cuenta muchísimo, pues la posición puede darnos una ventaja enorme o dejarnos a la cola irremisible; pero es la posición de salida. Después, corremos nosotros (o no).
Besos.
A mí también me han dejado un macro comment de estos, ¿sabes cómo deshacerte de ellos?
ResponderEliminarNo tengo ni idea. Éste, como ves, lo borro; pero del resto del llamado "spam" no sé nada.
ResponderEliminarQuerido, queridísimo Portorosa: acabo de leerme de un tirón todo lo que ha escrito durante mis vacaciones y ¡estoy impresionado!. Encuentro abundancia de literatura de la buena, pensamiento (que, en general, comparto) y una (nueva) asombrosa "soltura" formal que le sienta muy bien. ¡Cuánto me ha gustado zambullirme en su prosa, nuevamente!.
ResponderEliminarRespecto al tema de este post, una anécdota reciente: caminando sin rumbo por Londres, al anochecer, encontré una callejuela en la que un trío interpretaba jazz. La vocalista, una jovencísima rubia acribillada a piercings, cantaba pellizcándote el alma. Guitarra y saxo envolvían su voz con discreta eficiencia. La calle, estrecha, era transitada por muchísima gente apresurada, ya que comunica dos importantes estaciones. ¿Por qué elegirían un lugar tan inadecuado para actuar?. De hecho, nadie se detenía a escuchar y, por supuesto, su platillo de plástico no contenía una sola moneda. Actuaban "en serio", como si estuviesen en un escenario ante un público numeroso y atento. Me conmovieron. Así que, cuando quise darme cuenta, estaba sentado en el bordillo de la acera de enfrente cenando sushi "take away" y disfrutando de un magnífico concierto para mí solo. Mi mejor cena en Londres. Y recuerdo que, al final, cuando atacaron un racimo de elegantes estándares de Porter, estaba yo -precisamente- rumiando algo parecido a una respuesta a "cuál es el sentido de la vida".
Suscribo línea por línea, punto por punto, coma por coma, letra por letra lo que en este post has dicho. Y gracias por tus piropos!!!
ResponderEliminarZucco.
La Felicidad con mayúsculas creo que es una utopía .Lo que sí existen son momentos de felicidad . De todas formas me ha gustado mucho tu post.Me ha hecho pensar y eso siempre es bueno.Saludos
ResponderEliminarBueno, pues me habéis dado una alegría los tres. La verdad es que me decía a mí mismo que el post no había tenido demasiado éxito entre los que soléis venir, pero ahora ya lo veo con más optimismo.
ResponderEliminarGatito, muchas gracias; me alegro de verte ya de vez en cuando.
Roberto, no podría recibir un piropo mayor que lo que me dices. Tu opinión "pesa" mucho, merecidamente.
¡Ernesto, bienvenido! Sincerely, te he echado de menos por aquí. Espero que hayas disfrutado muchísimo estos días; corro a leerte. Y muchas gracias por tus palabras. Repito, bienvenido, y un abrazo.
Estoy de acuerdo con casi todo lo que dices, lo has expresado bastante bien porque yo lo he intentado alguna vez y me he llegado a desesperar, ya que la idea es clara en la mente y ves que hay gente que no es feliz y que como mucho tiene momentos alegres, pero todo esto es muy difícil de expresar. Me queda la duda de si la gente que no piensa (o más bien que no vive) de esta manera, y que es a la que deberíamos tratar de explicar todo esto, lo va a entender o no.
ResponderEliminarUna cosa que no estoy de acuerdo es que la gente con alguna desgracia (de las gordas) no puede ser feliz o no puede aplicar esto que dices. Muy a menudo en este tipo de desgracias no tenemos la posibilidad de hacer nada. La desgracia va a seguir estando ahí seamos felices o no, así que pudiendo elegir, ¿Por qué no sentirnos felices? (es nuestro cerebro el que nos dice que debemos ser infelices, simplemente intentemos no hacerle caso) Y es que creo que no es cuestión de hacer una cosa u otra sino de la actitud con la que hacemos las cosas. Si tienes que cavar una zanja, cávala, pero siéntete feliz de tener dos brazos y la fuerza necesaria para hacerlo, siente la tierra removerse, disfruta del momento. No os ha pasado alguna vez, en medio de una congestión, que se te desentapona la nariz y el mero hecho de respirar es una delicia?, pues no está de más pararse a respirar de vez en cuando, sentir como entra el aire por la nariz a los pulmones y vuelve a salir, y ser feliz simplemente porque estas vivo. No importa tanto el que sino el como.
Y otra que tampoco estoy de acuerdo o que creo que expresas un poco mal es lo de hacer en cada momento aquello que te hace feliz, hay muchas veces que debes “sacrificar” la felicidad de ahora para lograr una felicidad mayor en el futuro, es como realizar una inversión en felicidad (y a veces las inversiones fallan)
Y con respecto a conocerse diré que es difícil porque estamos continuamente cambiando, poco a poco pero a cada instante que pasa, lo que ahora nos parece estupendo dentro de un tiempo nos puede parecer algo absurdo y sin sentido; o dependiendo del momento pueden hacernos felices unas cosas u otras. Yo diría que es imposible conocerse totalmente y mucho menos llegar a conocer a otra persona, ya que por muy cercana que esté no veremos más que una o varias de sus caras (o facetas, como si fuera un enorme diamante)
Y basta de chapa, sigo sin expresar correctamente lo que pienso, así que no pretendo que hayáis entendido todo lo que quiero decir, pero me conformo con que alguien se plantee lo que digo.
Besos y Flores
shadow666base-blog@yahoo.es
Estoy de acuerdo en casi todo lo que has dicho acerca de la felicidad. Y sin embargo tengo todavía algo que objetar (ya ves cómo soy).
ResponderEliminarMe ha llamado la atención cuán lejos estás de saber lo que sucede con aquella mitad de los países del mundo que tiene problemas muy graves y tú excluyes de la posibilidad de ser feliz (aunque pretendan serlo). Yo te juro que allí la gente es más feliz!!!!!!
Por supuesto como tú dices la felicidad no es completa ni absoluta, sino pasajeros momentos
de auténtica felicidad.
Creo que todo reside en saber apreciar lo poco que se tiene, saber que no todo es para siempre, y sobre todo en tener tan poco que perder.
Este es un cuento que, aunque no es perfecto, tal vez pueda completar lo que quiero decir:
El círculo del 99"
Saludos!!!!!
Me levanto, veo la hermosa sonrisa de mi marido, qué felicidad! (pero, si él esta durmiendo! si, sí, pero ya veo su sonrisa). ¿Sientes ese olor a café? Es una delicia (qué gusto tomar el café contigo). Salgo a la calle, hasta luego! Tomo siempre el mismo camino. Sin embargo voy mirando todo, y me parece siempre tan distinto (tengo ideas para escribir, qué bueno!). Llego a la oficina, una enorme pila de cuestionarios para copiar en el ordenador me espera. Escucha esto, dice mi compañera: una niña huérfana en un campo de refugiados en el norte del Cáucaso respondió a la número 5: "Cuando sea grande quiero ser médico" (Soy feliz. Ella tiene esperanzas).
ResponderEliminarNatalia, ante todo gracias por retroceder tanto en mi blog leyendo; espero que en general te haya gustado.
ResponderEliminarNo creo que en países con problemas sea imposible ser feliz, no lo creo. Si digo cosas como las que he dicho es para intentar, con esa generalización, defenderme de las posibles acusaciones de frivolidad, de hacer filosofía de salón después de comer. Evidentemente, el más pobre puede ser feliz, y hay miles de ricos, miles, que no lo son. Ya lo sé, pero, dentro de un texto en realidad muy poco serio, sólo intentaba dejar claro que no soy tan tonto como para ir dándole consejos de cómo tomar decisiones a alguien que no tiene con qué alimentar a sus hijos.
Leí el cuento. Está muy bien, y creo que tiene mucha razón.
Gracias de nuevo, y un beso.
Ay, que volví a leer mi comentario y me parece escrito de modo tan brusco! Mira, no quise criticarte así, y suena tan pedante ese "estás tan lejos de saber...", realmente me refería a la distancia geográfica en cierto modo y cultural, tal vez.
ResponderEliminarY claro, que si te cuidas siempre de evitar ser criticado caerás en el círculo de aquellos que no tiene idea de cómo ser felices. Por eso, ves, yo cometo enormes excesos cuando escribo (y cuando hablo también) pues en este caso: sé lo que es pasar hambre, sé lo que es ser pobre, sé lo que es tener problemas de los duros, y te digo que se puede tener momentos de felicidad aún en esas condiciones. Y los que hoy y ahora están en el pozo, no leerán esto, y a los que tomen su defensa criticando "ah! pero no puedes pretender que quién no tiene qué comer...etc", yo les preguntaría: "qué haces hoy tú por la felicidad de aquéllos? comienza por tu propia felicidad, luego veremos..."
El top: encontrar la felicidad de uno en hacer felices a los demás, y viceversa por supuesto.
Que te aprovechen mis excesos!
Me aprovechan, yo creo que sí me aprovechan, y te los agradezco.
ResponderEliminarAnte todo, y aunque sé que pasar hambre no es ningún mérito, quiero dejarte claro que la opinión de alguien que haya pasado momentos así vale más para mí, mientras no se demuestre lo contrario (que también puede pasar), que la de quienes hablamos desde la teoría.
Por eso, pero no sólo por eso, creo que tienes razón. Y creo que no me estás llevando la contraria.
Con respecto a mis cautelas, ya he sido advertido en más ocasiones sobre mi exceso de "yocreos", "enmiopiniones", "almenos", etc.
Gracias, Natalia. Estás en la tierra heredera de tu páis como destino de la emigración gallega.
Un beso.
No entiendo muy bien tu última frase, ¿estoy en la tierra heredera de mi país "como destino de la emigración gallega"?
ResponderEliminarQuizás piensas que vivo en Argentina o en España ¿es eso?
No, lo que pienso es que eres argentina y ahora vives en Suiza. Primero la emigración gallega fue a tu país, y hace menos tiempo fue al que ahora es tu hogar.
ResponderEliminarNo sé si me he equivocado con tu nacionalidad.
Un beso.
¡Sencillamente impresionante!
ResponderEliminarSoy un estudiante de 4º Filosofía en Salamanca y, por ello, he reflexionado muchas veces sobre la felicidad y otros temas que salen a la luz en tu exposición.
El año pasado en una tertulia sobre la libertad expuse conclusiones parecidas a las que tú has llegado, así que al leer tu artículo me he alegrado de encontrar alguien que piense de un modo similar. Me ha impresionado más si cabe tu undécimo comentario que, como señalas explica de modo conciso tu pensamiento, pero que, además lo completa de modo decisivo. No te sirve tan sólo con atestiguar las carencias esenciales (nada más y nada menos que con respecto a la felicidad) de aquellos más desfavorecidos, sino que invitas a hacer lo que esté en nuestra mano por ayudarles.
Tu exposición es muy buena y la estructura lógica es correcta, aunque creo que se puede afirmar lo mismo pese a la negación del primer axioma.
Yo admito la existencia de un Ser Supremo tanto a nivel religioso como a nivel filosófico, pues especialmente en este último me parece estrictamente necesaria para explicar el origen de lo existente.
Sin embargo, admito que la felicidad absoluta no puede ser posible en este mundo.
A partir de ahí, como he dicho, sigo tu razonamiento sin grandes cambios. Si Diógenes el cínico decía ser feliz con poder disfrutar de un poco de sol, los pocos que tenemos la suerte de no pasar necesidad a diario en este mundo podremos serlo sin mucha dificultad.
Estoy especialmente de acuerdo en señalar el gran problema de aquellos que, no teniendo mucha dificultad para ser felices (aunque sea un poco) no lo son.
Sin embargo, no tengo tan claro que su problema sea completamente de voluntad. Hay mucha gente que por mero sumergimiento en el mar de quehaceres cotidianos de la sociedad se olvida de vivir su vida, dándose cuenta un día de que no son felices, de que les falta algo (y a ellos no les suele servir con un café). De algún modo es también este un problema de voluntad, pero falta un paso previo de conocimiento, de darse cuenta de que están dentro de la ya milenaria caverna y de que tienen que salir.
No quiero alargarme más, lo siento pero es que me apasiona el tema. Espero que podamos seguir intercambiando ideas.¡Sencillamente impresionante!
Soy estudiante de Filosofía en Salamanca y, por ello, he reflexionado muchas veces sobre la felicidad y otros temas que salen a la luz en tu exposición.
El año pasado en una tertulia sobre la libertad expuse conclusiones parecidas a las que tú has llegado, así que al leer tu artículo me he alegrado de encontrar alguien que piense de un modo similar. Me ha impresionado más si cabe tu undécimo comentario que, como señalas explica de modo conciso tu pensamiento, pero que, además lo completa de modo decisivo. No te sirve tan sólo con atestiguar las carencias esenciales (nada más y nada menos que con respecto a la felicidad) de aquellos más desfavorecidos, sino que invitas a hacer lo que esté en nuestra mano por ayudarles.
Tu exposición es muy buena y la estructura lógica es correcta, aunque creo que se puede afirmar lo mismo pese a la negación del primer axioma.
Yo admito la existencia de un Ser Supremo tanto a nivel religioso como a nivel filosófico, pues especialmente en este último me parece estrictamente necesaria para explicar el origen de lo existente.
Sin embargo, admito que la felicidad absoluta no puede ser posible en este mundo.
A partir de ahí, como he dicho, sigo tu razonamiento sin grandes cambios. Si Diógenes el cínico decía ser feliz con poder disfrutar de un poco de sol, los pocos que tenemos la suerte de no pasar necesidad a diario en este mundo podremos serlo sin mucha dificultad.
Estoy especialmente de acuerdo en señalar el gran problema de aquellos que, no teniendo mucha dificultad para ser felices (aunque sea un poco) no lo son.
Sin embargo, no tengo tan claro que su problema sea completamente de voluntad. Hay mucha gente que por mero sumergimiento en el mar de quehaceres cotidianos de la sociedad se olvida de vivir su vida, dándose cuenta un día de que no son felices, de que les falta algo (y a ellos no les suele servir con un café). De algún modo es también este un problema de voluntad, pero falta un paso previo de conocimiento, de darse cuenta de que están dentro de la ya milenaria caverna y de que tienen que salir.
No quiero alargarme más, lo siento pero es que me apasiona el tema. Espero que podamos seguir intercambiando ideas.
Bueno, pues me alegro mucho de que te haya gustado tanto. Yo no he estudiado filosofía, aunque creo que me habría gustado, así que espero que sepas disculpar las formas de un aficionado. Además, como puedes comprobar, estos temas no son habituales.
ResponderEliminarUn placer leer tu comentario; estoy de acuerdo con la necesidad del conocimiento previo de su situación de la que hablas.
Un abrazo, y bienvenido.
¡Muchas gracias por la bienvenida, Portorosa!
ResponderEliminarCréeme, no tengo que disculpar tus formas, sino aprender a imitarlas. Supongo que también sabrás que la filosofía tiene algo muy peculiar: algunos nos afanamos toda la vida por ser filósofos, sin conseguirlo a veces, y otros lo son por naturaleza.
Ten por seguro que visitaré tu espacio de vez en cuando. Te invito, bueno, a ti y a tus asíduos comentaristas, a visitar el mío, el cual tú has hallado en pleno nacimiento: http://nuevooraculo.blogspot.com
Creo que también pueden interesaros los temas.
Hola! La verdad soy nueva en esto (en otras cosas también, pero no vienen al caso...)pero al leer lo de la felicidad me acordé de una frase que leí hace tiempo: "!La felicidad! No existe palabra con más acepciones; cada uno la entiende a su manera"
ResponderEliminarPues me parece muy acertada.
ResponderEliminarSé muy bienvenida, May. Un saludo.
A falta de Gurú, siempre me queda un blog que consultar buscando alguna respuesta....
ResponderEliminarHoy he llegado a esta entrada, que dado mi estado me parece de lo más apropiado.
Gracias.
(le dejo que tengo aquí a mi jefe poniéndome mala cara por pedir el viernes)