Mira que acabo de llegar como aquel que dice y me corroe la envidia.
Allá dejé yo un enamorado que consiguió decirme sin éxito algo así como yai eslka tai (que no sé como se escribe en danés)..., pero nada. Le hubiera bastado con haberme prometido un paseo frente a la sirenita. Y a lo mejor lo hizo. Quién sabe.
Pásaoslo todo lo bien que podáis y, por supuesto, cuéntanos a la vuelta. Aquí estaremos impacientes. Besos. Cal.
PD: Leí tu relato sobre Carmen. Me resultó tan familiar que no pude contener una lagrimilla tontuela.
Calculo que acabarás de regresar de tu envidiable viaje y, tal vez, te conectes un ratito por la noche para "comprobar" que el blog sigue ahí, que no ha sido eliminado por una catástrofe técnica acaecida en tu ausencia. O por simple "mono" (entre "adictos", para qué vamos a andarnos con subterfugios, ¿no?). Y me ha apetecido de pronto, mucho, ser la primera personilla que te diese la bienvenida (¡hola, bienvenido!) y te dijera "te eché de menos" (¡te eché de menos!). Como dirías tú, "manda carallo lo que se llega uno a decir aquí". ¡Y es verdad!.
Ya he llegado, a las doce y media de la noche del día 8 (o del 9, ya). En efecto, Ernest, has acertado en tu pronóstico y has sido el primero: muchísimas gracias.
A los demás (no faltáis ninguno): gracias sinceras. Sí que manda carallo, sí, pero lo cierto es que me he alegrado mucho de volver a veros aquí.
Vengo lleno de impresiones y de sensaciones, algunas un poco contradictorias. En cuanto todo se asiente, os contaré.
Ignacio, sí fui a Lousiana ("vivía" tan cerca que fuimos andando), y me encantó; me gustó todo, pero sin duda sobre todo el "continente".
Cal, gracias por llorar. No me podías halagar más.
Hoy no puedo pasar por vuestras casas, que tengo mucho que recoger y ordenar y dormir. Me alegro mucho de veros, a todos, de verdad. Un abrazo muy fuerte.
Pues a mí me encanta el Norte, sí, pero te aseguro que también aquí hay sitios que le ponen a uno difícil quererlos, porque (como ya dije alguna vez aquí) nosotros los humanos (los humanos gallegos) hacemos todo lo que podemos para que dejen de ser bonitos. Aquello, Dinamarca, o lo que vi de ella, sí era bonito; era más que bonito, de verdad: era perfecto (y una de las sensaciones contradictorias que he traído es que esa perfección tal vez me podría llegar a disgustar, me podría llegar a dar un poco de miedo, a mí que no dejo de maldecir el "feísmo" que nos rodea), era preciosa y maravillosamente perfecto.
Es difícil de explicar, y muy injusto decirlo dado el poco tiempo que pasé allí, pero hubo momentos en que me acordé un poco de "Un mundo feliz". Todo era maravilloso, y lo era porque así estaba ordenado; eso es bueno, qué duda cabe (y demasiadas cosas les podemos envidiar), pero no sé si yo podría llegar a sentir que aquella sociedad deja muy poco margen de decisión en aspectos que yo considero privados. Y no sé cómo se miraría a quien se saliese (sin llegar a caer en la ilegalidad, pero sí en la inconveniencia) del guión establecido. En cualquier caso, son un ejemplo de civismo, organización y honradez, y ojalá nos pareciésemos a ellos en muchas cosas (que no en todas). Y no pretendo cuestionar ni criticar nada, pues me faltan elementos de juicio. Y que conste que me encantó.
Puedo entender y compartir esa sensación, esa reticencia del señor del pazo, pero yo en mi corta experiencia excluyo a Dinamarca, que me pareció el lugar más cercano al equilibrio.
Me alegro mucho de que no se perdiera Lousiana. Creo que es el mejor museo del mundo, al menos en verano.
Permanezca atento a mi blog viajero, habrá algo de Lousiana en los próximos días.
Permaneceré, permaneceré, descuide. Sí, el museo era maravilloso, con sus corredores de cristal con aquellas vistas, sus jardines (comimos allí fuera), su buen gusto y su "abarcabilidad".
¿Y vio la sucesión de casas que empieza unos 100 metros más abajo, siguiendo la costa hacia el sur? ¡Dios mío, qué maravilla, vaya casas! Nada que ver con las carísimas ostentaciones de otras latitudes, eran un envidiable ejemplo de encanto, discreción y belleza (y carísimas, claro, y carísimas; algunos garajes eran muy bajitos, debían de caber sólo deportivos).
Qué gusto leerte de nuevo, Señor del Pazo! A pesar de que tengo estos días el horario de navegación muy restringido, me daba un salto de vez en cuando y... te echaba de menos; sabiendo que cuando regresaras, disfrutaría con las reflexiones de tu viaje. Biquiños!! :)
Mira que acabo de llegar como aquel que dice y me corroe la envidia.
ResponderEliminarAllá dejé yo un enamorado que consiguió decirme sin éxito algo así como yai eslka tai (que no sé como se escribe en danés)..., pero nada. Le hubiera bastado con haberme prometido un paseo frente a la sirenita. Y a lo mejor lo hizo. Quién sabe.
Pásaoslo todo lo bien que podáis y, por supuesto, cuéntanos a la vuelta. Aquí estaremos impacientes. Besos. Cal.
PD: Leí tu relato sobre Carmen. Me resultó tan familiar que no pude contener una lagrimilla tontuela.
:) Hasta la vuelta, Señor del Pazo. Bicos!!
ResponderEliminarNo llego a tiempo para las recomendaciones. Espero de todo corazón que no deje de ir a Lousiana.
ResponderEliminarPues nada: buen viaje.
ResponderEliminarCalculo que acabarás de regresar de tu envidiable viaje y, tal vez, te conectes un ratito por la noche para "comprobar" que el blog sigue ahí, que no ha sido eliminado por una catástrofe técnica acaecida en tu ausencia. O por simple "mono" (entre "adictos", para qué vamos a andarnos con subterfugios, ¿no?). Y me ha apetecido de pronto, mucho, ser la primera personilla que te diese la bienvenida (¡hola, bienvenido!) y te dijera "te eché de menos" (¡te eché de menos!). Como dirías tú, "manda carallo lo que se llega uno a decir aquí". ¡Y es verdad!.
ResponderEliminarYa he llegado, a las doce y media de la noche del día 8 (o del 9, ya). En efecto, Ernest, has acertado en tu pronóstico y has sido el primero: muchísimas gracias.
ResponderEliminarA los demás (no faltáis ninguno): gracias sinceras. Sí que manda carallo, sí, pero lo cierto es que me he alegrado mucho de volver a veros aquí.
Vengo lleno de impresiones y de sensaciones, algunas un poco contradictorias. En cuanto todo se asiente, os contaré.
Ignacio, sí fui a Lousiana ("vivía" tan cerca que fuimos andando), y me encantó; me gustó todo, pero sin duda sobre todo el "continente".
Cal, gracias por llorar. No me podías halagar más.
Hoy no puedo pasar por vuestras casas, que tengo mucho que recoger y ordenar y dormir. Me alegro mucho de veros, a todos, de verdad. Un abrazo muy fuerte.
Estoy segura de haber dejado un comentario aquí hace dos días pero no lo veo. ¡Cosas de duendes!
ResponderEliminarBienvenido a casa, Portorosa
Qué ilusión, qué ilusión, qué ilusión. Bienvenido.
ResponderEliminarSí, faltabas tú, T. Gracias.
ResponderEliminarBuenos días, Donniña.
ResponderEliminarPues a mí me encanta el Norte, sí, pero te aseguro que también aquí hay sitios que le ponen a uno difícil quererlos, porque (como ya dije alguna vez aquí) nosotros los humanos (los humanos gallegos) hacemos todo lo que podemos para que dejen de ser bonitos.
Aquello, Dinamarca, o lo que vi de ella, sí era bonito; era más que bonito, de verdad: era perfecto (y una de las sensaciones contradictorias que he traído es que esa perfección tal vez me podría llegar a disgustar, me podría llegar a dar un poco de miedo, a mí que no dejo de maldecir el "feísmo" que nos rodea), era preciosa y maravillosamente perfecto.
Es difícil de explicar, y muy injusto decirlo dado el poco tiempo que pasé allí, pero hubo momentos en que me acordé un poco de "Un mundo feliz". Todo era maravilloso, y lo era porque así estaba ordenado; eso es bueno, qué duda cabe (y demasiadas cosas les podemos envidiar), pero no sé si yo podría llegar a sentir que aquella sociedad deja muy poco margen de decisión en aspectos que yo considero privados. Y no sé cómo se miraría a quien se saliese (sin llegar a caer en la ilegalidad, pero sí en la inconveniencia) del guión establecido.
ResponderEliminarEn cualquier caso, son un ejemplo de civismo, organización y honradez, y ojalá nos pareciésemos a ellos en muchas cosas (que no en todas). Y no pretendo cuestionar ni criticar nada, pues me faltan elementos de juicio.
Y que conste que me encantó.
Puedo entender y compartir esa sensación, esa reticencia del señor del pazo, pero yo en mi corta experiencia excluyo a Dinamarca, que me pareció el lugar más cercano al equilibrio.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que no se perdiera Lousiana. Creo que es el mejor museo del mundo, al menos en verano.
Permanezca atento a mi blog viajero, habrá algo de Lousiana en los próximos días.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarPermaneceré, permaneceré, descuide. Sí, el museo era maravilloso, con sus corredores de cristal con aquellas vistas, sus jardines (comimos allí fuera), su buen gusto y su "abarcabilidad".
ResponderEliminar¿Y vio la sucesión de casas que empieza unos 100 metros más abajo, siguiendo la costa hacia el sur? ¡Dios mío, qué maravilla, vaya casas! Nada que ver con las carísimas ostentaciones de otras latitudes, eran un envidiable ejemplo de encanto, discreción y belleza (y carísimas, claro, y carísimas; algunos garajes eran muy bajitos, debían de caber sólo deportivos).
Esperando que nos ilumines con tus impresiones, un abrazo.
ResponderEliminarSeñor de P. , ya tiene a su disposición un primer texto sobre Lousiana.
ResponderEliminarAllá voy, raudo y veloz, aprovechando (valga la paradoja) que hoy acabo mis vacaciones y ya normalizo el horario.
ResponderEliminar¿Qué pasa Portorosa?,¿estás esperando a volver a trabajar para reiniciar tu blog?
ResponderEliminarSí, desconocido Lucky Luke, como puedes comprobar hoy día 16 de septiembre. Estaba esperando a la "inviernización" de mi horario y mis hábitos.
ResponderEliminarQué gusto leerte de nuevo, Señor del Pazo! A pesar de que tengo estos días el horario de navegación muy restringido, me daba un salto de vez en cuando y... te echaba de menos; sabiendo que cuando regresaras, disfrutaría con las reflexiones de tu viaje.
ResponderEliminarBiquiños!! :)