Relato: "Carmen".
[Esto ya no hay quien lo arregle. Que conste (y lo digo por lo parado que está el blog) que estoy de vacaciones, que todos en casa lo estamos, y por supuesto eso hace que tenga menos tiempo para escribir; pero, además, es que estaba ocupado intentando acabar esto. Sé que, aparte de otros peros que obviaré, este texto es muy largo para ponerlo aquí, y a lo mejor se hace pesado de leer, pero qué le voy a hacer.]
"A las ocho de la mañana Carmen despierta. Abre los ojos y sobre la mesilla ve la lamparita, un vaso de agua por la mitad, la figurita plateada de Santiago Apóstol, el marco con la foto de ellos dos con su nieta el día de su Primera Comunión y la caja de las pastillas. Cierra los ojos. Francisco tose, a su lado. Tose con flemas, y se levanta, se pone las zapatillas y sale andando arrastrando los pies. Carmen le oye ir hasta el cuarto de baño y escupir; después, lo oye mear sin fuerza, a impulsos, durante casi dos minutos, y tirar de la cadena.
Francisco vuelve a la habitación y se sienta en la cama a descalzarse. Se acuesta y se tapa.
- ¿Vas a acostarte otra vez?
Francisco cierra los ojos.
- ¿Eh?
- Qué quieres, ¿que te levante, ya? ¿Pero no puedes estar un poco más en la cama?
Carmen se queda callada, mirando al techo. Se vuelve a poner de lado, hacia la mesilla. Mira la foto. Francisco está serio, de traje, la última vez que se lo puso. Ella lleva un vestido azul marino y sonríe para la foto. Su nieta, con su vestido blanco, sus guantes y su bolsito de nácar entre las manos, no mira a la cámara; estaba pendiente de sus amigas.
Manténgase fuera del alcance y de la vista de los niños, lee. Suspira.
- Será posible... Bueno, mujer, bueno -Francisco se destapa y se incorpora en la cama- No te puedes quedar ahí tranquila, ¿verdad?
Ella no dice nada. La verdad es que prefiere levantarse. Francisco, tosiendo otra vez, da la vuelta a la cama, la destapa y tira de ella hasta sentarla. Le acerca las zapatillas y se las pone.
- Dame la bata.
Carmen se la pone y se ata el cinturón. Se pasa las manos por el pelo.
- A ver, ¿acabas?
La coge de una mano, mientras ella se lleva la otra a la espalda. Van andando los dos muy despacio hacia la cocina.
- Espera, que tengo que ir al baño.
Francisco le ayuda a sentarse y espera de pie a que acabe.
- No hay papel.
Se acerca al mueble blanco y coge un rollo del paquete de encima. Se lo da. Ella lo intenta empezar pero lo rompe, y se lo coloca él. Después le ayuda a levantarse, baja la tapa con cuidado y tira de la cadena mientras ella sigue agarrada de su brazo. Salen los dos y van a la cocina. La sienta a la mesa, echa leche en el cazo y lo pone al fuego. Ella mira las migas de la mesa, de la cena. Lo mira a él, de espaldas; ve qué despacio se mueve y cómo suspira cada vez que tiene que agacharse.
- Pon el mantel, Francisco. Nunca pones el mantel.
Él lo saca del cajón, lo pone, saca dos tazas y dos cucharas y las coloca. Ella las vuelve a colocar un poco mejor. Francisco apaga el fuego y se acerca con el cazo y el colador. Sirve la leche en las dos tazas, deja el cazo y el colador encima de la cocina y saca media barra de la bolsa del pan. Se sienta y empieza a cortar trozos y a echarlos en las tazas. Ella mira cómo lo hace hasta que coge su cuchara y, mientras él corta, va hundiendo el pan en la leche. Acaba, y se ponen a comer, hasta que Francisco ve cómo a Carmen se le sale la leche de la boca por la comisura de los labios y le corre por la parte insensible de la barbilla, y se levanta a por una servilleta y se la da.
- Anda, anda, límpiate.
Acaba de darle él el desayuno. Ella tiene la vista fija en las cortinas de la ventana. Después su leche ya está fría y tiene nata otra vez, y recoge las dos tazas al fregadero y las llena de agua. Sobre una de ellas queda la nata flotando.
Él sale y la deja sentada. Ella rasca con la uña una mancha del mantel y vuelve a mirar las cortinas. Lo oye andar de un lado para otro, del baño al dormitorio, del dormitorio al baño, tosiendo de vez en cuando. Sobre una silla hay un suplemento de televisión, pero no le llega.
- Francisco. Francisco.
Él viene y se queda en la puerta. Tiene cara de que le duele algo.
- ¿Me coges esa revista un momentito?
Se acerca y se la da. Se va, y Carmen abre la revista y se pone a leer por enésima vez una entrevista con una presentadora. Lee que le encanta pasar temporadas en Marruecos, concretamente en Marrakech, porque no hay otro sitio mejor para desconectar y relajarse del estrés diario de la gran ciudad. Pasa las hojas hasta llegar a la programación.
- ¿Qué día es hoy?
Sigue leyendo al azar, hasta que llega a la página del horóscopo: “Aries atraviesa un óptimo momento para iniciar un negocio. En el amor, sea prudente pero no pierda el ímpetu. Día favorable: el martes”.
- ¿Qué día es hoy, Francisco?
Francisco llega otra vez a la puerta de la cocina.
- ¿Te visto?
- ¿Y qué hora es, entonces? Me quería lavar la cabeza.
- ¿Pero no puedes esperar a que venga Pili?
- Bueno.
En el cuarto de baño ella se quita la bata, se desabrocha el camisón, se quita las mangas y se lo deja por la cintura. Él la agarra y entre los dos van lavándola debajo de los brazos, debajo de los pechos y la cara. Luego moja el peine y se peina para atrás, sin raya, con la mano izquierda. Él la mira en el espejo con una cara como si le doliese algo, mientras la sujeta por el brazo derecho. Sin subir el camisón, vuelven al dormitorio, y al cabo de diez minutos sólo le queda calzarse. Se ha puesto un chándal verde de algodón.
- ¿Pones los tenis, o las zapatillas?
- Bueno.
- Bueno qué, ¿las zapatillas?
- Sí. O los tenis.
Va del brazo de Francisco a la sala. Las persianas están bajas. Se sienta en el sofá y él sale.
- ¿Me traes la revista de la cocina?
Cuando se la lleva, Carmen le pide que le encienda la tele. Él la enciende y va hacia la puerta.
- Déjame el mando aquí.
Vuelve y se lo pone en el sofá, a su lado. Se va otra vez.
- Francisco, ¿hoy qué día es? -no contesta- Francisco.
- Qué –dice él desde la habitación.
- ¿Qué día es hoy?
- Martes.
- ¿Martes? Ay, yo quería llamar a Pili para que viniesen a comer. Un día me tienes que ir a la compra, que quiero que vengan todos y hacerles albóndigas, que les gustan mucho. -Francisco no dice nada- ¿Y del mes?
- Veintidós.
Carmen se queda mirando para la tele. Están anunciando un colchón. Abre el suplemento de televisión y busca el día veintidós; por la mañana hay un programa con tertulias y debates al que hoy esta invitada una cirujana.
Al cabo de una media hora, Francisco vuelve a la puerta y le dice a Carmen que se va a la compra.
- Mira, esta chica es una médico famosa. Qué joven, ¿verdad?
- ¿Cómo? Pero si ésa es actriz... ¿Quieres que te traiga algo?
- ¡Pero si aquí dice que es médico, que es cirujana! Parece mentira, tan jovencita.
- ¿Pero no te dije que esa revista no era de ahora? Bueno, me voy.
- Espera. Cógeme la libreta y un lápiz, que va a empezar el programa ése de cocina. A ver si dan alguna receta fácil y la hago cuando venga la niña.
Francisco coge del aparador lleno de fotos y trozos de papel con notas y números de teléfono un bloc con las esquinas levantadas y un bolígrafo, y se los da. Y se marcha.
Carmen se queda en el sofá delante de la tele. Están dando un programa de debate. Oye a los tertulianos. Carmen pestañea sin apartar la vista de la televisión. A los veinte minutos, baja la cabeza y coge la revista. Consulta la programación y cambia de canal. Están dando dibujos animados. Vuelve a cambiar. Debe de ser el programa de medicina de por las mañanas, que da consejos. Deja la revista a su lado en el sofá y coge la libreta y el boli. Pasa unas hojas hasta encontrar una en blanco, y se prepara para copiar con el bloc sobre las rodillas y el boli encima.
Pasado un rato, bosteza y de casualidad se fija en una de las fotos del mueble. Está ella con Pili. Pili todavía era una niña, la foto es de hace mucho, en blanco y negro, de cuando pasaban todo el verano en Landro, y las dos están en bañador. Ella está sentada y Pili, de pie a su lado, la abraza por los hombros. Las dos se están riendo. Carmen piensa que ahora deben de estar todos en la playa. Ella ya irá por la tarde, a última hora, que es cuando mejor se está. ¿Qué hora será? Tiene que hacer la comida, ya. Oye la puerta, seguro que es Pili, que viene corriendo de bañarse, toda mojada y preguntando qué hay de comer, qué hay de comer, mamá.
- Ay, qué tarde es -dice en voz baja- ¡Hola, estoy aquí!
Y se queda sonriendo mirando para la puerta. Pero no oye correr, ni gritos. Debe de traerla Francisco, vendrán juntos de la playa. Van a poner la casa perdida de arena. Se quiere levantar, y se le caen el bloc y el bolígrafo. Los ve en el suelo. Luego mira la tele. Y luego la foto. Se pasa la mano por el pelo.
Los dos avanzan paso a paso por el pasillo.
- Y a lo mejor viene Pili, hoy, con Albita.
- Pero mujer, Pili está ocupada. Y la niña tendrá cosas que hacer. Tiene que ir a clase, y a informática, y a inglés. Los martes va a clases de informática, ¿o no lo sabes?
- Ay, sí, informática, lo de los ordenadores. Qué lista va a ser. Fíjate, no me acordaba.
Carmen, andando cogida del brazo de Francisco, no nota que por la mejilla derecha, la insensible, le corre una lágrima. Y Francisco, sin gafas y en ese pasillo tan oscuro, tampoco la ve caer en el jersey del chándal de algodón y dejar una manchita verde oscuro.
- Espera, llévame al cuarto de baño, anda, que tengo que hacer pis.
- Sería raro..."
Lo has adivinado, pero por suerte no son mis padres.
ResponderEliminarOye, aprovecho para decir(te) que, a pesar de haberle dedicado varios días, acabo de descubrir que tenía unos fallos al final (uno era gramatical, incluso), y he hecho algunas correcciones.
Un abrazo.
Lo acabo de imprimir y lo leeré en mi viaje a casa.
ResponderEliminarPor cierto, aprovecho para felicitarte por el anterior post, sin duda EL MEJOR que has escrito. No coincido contigo al 100%, pero sí en lo fundamental. Además, se me ha ocurrido una idea muy intereante que podíamos desarrollar... Partiendo de la idea de tu post ¿te animas a escribir conmigo un pequeño libro?
Gracias, S.
ResponderEliminarYo, animar me animo, aunque durante las vacaciones no tendré tiempo. El caso es que tú creas (y soy sincero) que doy la talla.
Me alegro de verte de vuelta.
No seas tan duro con la caza de fallitos nimios (¿a quién le importa alguna leve arritmia en el latir de semejante corazón?). Es un relato muy bueno. Lo que más me gusta es el recurso literario a la minuciosidad descriptiva, casi notarial, con un puntito de "realismo sucio", que transmite tan eficazmente la sensación destemplante del declive, la soledad acompañada, el desamparo y la tristeza tristísima que destila cada línea. Acertado recurso de escritor, así, con todas las letras, a ver si te lo vas creyendo de una vez. (Ernesto ha sido atrapado por la emoción del relato y lo ha leído sin respirar, en un suspiro, sin conseguir entender por qué te parece "largo"). Felices vacaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias mil, Ernest.
ResponderEliminarA mí también me ha enganchado el relato. Es que esos personajes parecen tan cercanos, quién no ha convivido con un anciano que te pide mil cosas y que pone un poco de los nervios al que lo atiende en todo. Muy tierno todo, pero muy triste, porque por ahí, quien más quien menos tendrá que pasar algún día.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Muy largo..? ¡Pues yo me he quedado con ganas de más! Aunque sea una historia tristísima; aunque sea una de tantas historias inevitables. Si le das muchas vueltas, casi acaba convirtiéndose en una película de terror; de esas en las que quisieras avisar a una posible víctima de que no entre en la habitación contígua, que la están esperando. Y así es el tiempo, que pasará para todos y nos "asesinará" un poco cada día. Y aunque alguien nos avise...
ResponderEliminarUn bico para el Señor del pazo!!
He imprimido tu relato para leerlo mejor al ver que era algo largo, pero según lo he ido leyendo se me ha quedado corto porque me ha gustado mucho .Es muy triste y bello a la vez .
ResponderEliminarSe nota que escribes sobre algo que conoces bien y el resultado es muy bueno. Saludos
Muchas gracias.
ResponderEliminarSí, a mí también me parece una situación tristísima, tristísima.
Me ha encantado, soy una sensiblona y casi me cae a mí la lagrimita. Lo has relatado de una forma tan natural y realista que la lectura te transporta fácilmente a la situación, parece que las estás viendo por el agujerito de una puerta............. es muy bonito.
ResponderEliminarOjalá nunca necesite de un Francisco tal y como Carmen necesita de él pero si es así, espero que mi Francisco sea tan cariñoso, atento y dulce como él.
Un besiño
Yo me he criado entre mayores, por decirlo suave, en realidad eran viejos a mis ojos desde que recuerdo. Tal vez eso unido a ser hija única me haya hecho tan solitaria, cosa que ahora suplo/rectifico hablando sola por internet...supongo.
ResponderEliminarA lo que iba, que recuerdo esos gestos que cuentas, y que recuerdo haber hecho cosas así con varios de mis viejos familiares hasta su muerte.
No hace falta más que afecto y paciencia, tampoco es para tanto.
Sé que no tendré ese cuidado, vivo sola y así seguiré, lo que significa que tampoco tendré que angustiarme por las consecuencias. Suerte de vivir en España, con esta SS que tanto criticamos.
Un relato muy real, y muy asumible por cualquiera mayor de cuarenta.
¿Has acabado tus vacaciones?¿Todo bien? Cuidado con esas depres-post-tiempo-libre, son muy traidoras, ya sabeis que la mayoría de los divorcios son tras el verano...y de las crisis...valor!.
Y besos.
M.
Hola de nuevo. He estado un par de días fuera, ¡pero no, no he acabado las vacaciones! En realidad, estoy llegando al punto medio, pues continúan hasta... ¡el 15 de septiembre!
ResponderEliminarBueno, muchas gracias, Gwydir, y a los que me decís que os ha gustado.
¿Y a ti, Lonely Miranda, te ha gustado (perdón, pero donde hay confianza... tú di, sin miedo)?
Saludos.
Claro!, pero me temo que yo no soy buen juez, de esos respetables.
ResponderEliminarYa hablamos de ello, soy lectora compulsiva de todo.
Tu relato, que como bien han dicho no es largo ni corto, sino en su justa medida, me ha resultado fácil, directo y me ha dejado entrever cosas detrás que no hacía falta contar por obvias, así que eso significa que además ha sido cómodo de lectura, y con un lenguaje directo y "comprensible", sin rebuscamientos.
Y he entendido todo con o sin mensaje, porque en realidad la mayoría de los lectores como yo (los compulsivos) no buscamos mensajes especiales en la lectura, ni moralinas, ni esas cosas.
Y si encima lo que lees te recuerda hechos que vuelven en su sencillez con esa sencillez misérrima que tiene la vida, pues ya es un regalazo mayor.
Me gusta como describes esas pequeñas cosas de la existencia.
Y perdona el retraso en contestar, llevo unos días algo liosos, y los que me quedan...pero pasaré a por mi dosis, no tardes eh?, que se habitúa una a pasar a ver si hay cosas para leer y es un chasco, jo!, bueno, si hay comentarios, aún y todo, pero si no...
Beso.
M.
Bien, bien, muy bien, Miranda. Gracias.
ResponderEliminarMe temo que estos días yo también estoy muy ocupado, aunque por ociosos motivos. Aun encima, pasado mañana me voy una semana de vacaciones a Dinamarca, a Copenhague; y aunque creo que alguna vez podré pasar por aquí a saludar, no voy a escribir nada. Cuando el ritmo diario vuelva a ser el normal, espero que esto se anime, pues ganas no me faltan, y estoy dispuesto a esforzarme (por primera vez en mi vida, y en buena parte debido a que vosotros no me habéis tirado muchos tomates) en comprobar de una vez por todas si puedo "hacer algo".
Un abrazo muy grande, M.
Copenhague es sorprendentemente ajetreada, divertida y "meridional" (nada de frialdad nórdica, ya verás). Estuve hace años y disfruté. Recomendable: un paseo por el "Tívoli", el muelle del gran canal con sus terrazas (buena cerveza) junto a enormes veleros de madera, la música en la calle, los anticuarios, los "esmódegrof" (se pronuncia así, aunque se escribe rarísimo: son bocadillitos de gambas peladas con vegetales crudos y arenque ahumado), el cambio de guardia en el palacio real, los parques, las bicicletas, los patos, la pulcritud, las iglesias de espadañas afiladísimas, la gente afable... Ojo: yo estuve a finales de agosto y hacía frequito (granizadas y todo nos cayeron). Debes tenerlo en cuenta. Y anochece pronto. Que disfrutes mucho de ese bonito viaje a la ciudad de Anderssen y que descubras todo lo que Copenhague encierra de "cuento" mágico. Te esperaré con morriña. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarGracias, Ernesto. La verdad es que no es la primera vez que voy (de hecho, voy a casa de unos amigos), pero tus consejos creo que le han valido más a mi mujer que todo lo que le he contado yo en las últimas semanas...
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha gustado el hilo argumental que has seguido creando de una simple mañana algo casi eterno y monotono. Es un vida muy difícil que has presentado con una crudeza terrible por el realismo que imprimes a cada frase.
ResponderEliminarMe ha dejado algo hecho polvo aunque confió en que en otras muchas ocasiones hay una felicidad compartida y una vida en común que suplen estas desgraciadas situaciones.
Disfruta con tu familia y los amigos daneses y sus hijos.
¿Sus hijos? ¡¿Sus hijos?!
ResponderEliminarAquí hay algo que no cuadra...
En cualquier caso, muchas gracias por lo que me dices.
Ruben y María, de Atacama.
ResponderEliminarNunca hasta hoy leí vuestro comentario. Mil gracias a vosotros, y suerte.