Williiam Klein
William Klein
"AÑOS 50.
Todas son fotos de gente.
Las de
Roma y las de Moscú parecen de la aldea, o de un sitio un poco más grande pero
aún rural, como Betanzos hace sesenta años o Ferrol hace ochenta. Las chicas italianas
posan sonrientes cogidas del brazo como mi madre con sus amigas, de solteras,
en blanco y negro, y una familia comiendo sobre la hierba podría estar en la
romería de San Cosme, a la que iban mis abuelos. Los paseantes moscovitas tienen
pinta de estar empezando a vestirse de ciudad. En cambio, París es sin duda
Europa y los parisinos, aun los humildes, europeos. Los jóvenes cantando la
Internacional en el 68 parecen todos modelos, y unos viejos comiendo tarta en
un jardín tienen siglos de historia de Francia detrás. De las fotografías de Tokio
solo me interesa una serie mostrando personas pasando delante de una valla de
obra, andando con prisa pensando en sus cosas.
En la
exposición, de la Fundación Telefónica, hay una señora de al menos 85 años que
lleva una sillita plegable para sentarse delante de las fotos a mirarlas con
calma. La hija le indica: “Mira, aquí están las de Nueva York”. Y yo demuestro
algo, no sé bien qué, al asombrarme así siempre que veo interés intelectual en
la gente mayor. A lo mejor, de dónde vengo, o dónde estoy.
Y las que
más me gustan, las que me encantan, son esas de Nueva York. Luminosos de Broadway,
niños jugando en la calle, policías católicos y mujeres negras con sombrero;
señoras de gafas en el súper, ya con carritos, ¡en los 50!, o saliendo,
arregladas, de comprar en Macy’s; dos viejos con sombrero charlando en un café que
anuncia hamburguesas a 40 centavos, y la grada de un estadio con los
espectadores de un partido de béisbol, de corbata, comiendo perritos, sonriendo
y sudando. Me encanta. Querría vivir allí. Y una vez más me pregunto por qué, y
creo entenderlo, al ver a toda esa gente igual de antigua, inmigrantes o hijos de
inmigrantes, originarios de los mismos pueblos italianos, irlandeses y polacos pero
que, porque sí, se reinventaron. Dejaron su pasado y su historia y se pusieron
de acuerdo para ser otros, con vidas nuevas en un mundo nuevo. Supongo que el
mantra de tierra de las oportunidades, en realidad, ha sido siempre algo
subjetivo, algo, por encima de todas las demás posibles verdades, mental. Pero
se lo creyeron, se creyeron que empezaban de cero y funcionó. Probablemente aún
se lo crean.
Y eso, incluso
aunque salga mal, aunque presente fisuras como barrancos, para mí tiene el
atractivo de la energía, del atrevimiento, de la seguridad en uno mismo. Y me
fascina.
Algo dirá
de mí, como la señora mayor."
* * *
Me ha gustado este viaje inmersivo. Lo relatas tan bien que me he sentido transportado. Saludos.
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