Estar de más
Estar de más
"LLEGA AGOSTO, y con él completo mi cuarto año de columnas en el Táboa. Han estado
bien.
Es
curioso lo que ha ido surgiendo a lo largo de este tiempo, en mi relación con
lo que escribo y con quienes me leen. Algunas experiencias son lugares comunes,
como lo de que tus textos dejan de ser tuyos en cuanto los publicas –y, aun
así, hay quien lo sigue sentenciando, como revelándote la Verdad-, y otras son
graciosas, como cuando alguien me dice, tras leer algún artículo, que se siente
súper identificado conmigo por tal o cual cosa, y yo no sé de qué coño me habla
porque jamás me ha pasado ni he pensado nada parecido.
Y una de
las cuestiones que siempre surgen es si te leen. Y precisamente discutí hace
poco con un amigo acerca de enseñar o no estas columnas. Yo le decía que una
cosa es ponerlas a disposición de quien las quiera, y otra muy diferente enviarlas
a propósito. Que eso, aunque cada domingo lo hago con cuatro o cinco personas,
lo mido mucho y, ante la primera sospecha de estar siendo pesado, lo dejo. Él,
cariñoso, insistía en que insistiese. Yo insistía en que para qué.
Siempre
he odiado la sensación de estar de más; y además enseguida la tengo, sobre todo
en mis relaciones sociales. Y lo de enseñar lo que uno hace es, para eso, un
terreno muy resbaladizo: es facilísimo sobrevalorar el interés ajeno, que es siempre
mucho menor que el nuestro. Como cuando enseñamos las fotos de los niños.
Por
suerte o por desgracia, hago esto por placer. La fama y el dinero podrían ser
un premio añadido, o tal vez no; pero, en cualquier caso, y aunque tengo claro
que todo lo que se escribe y no se mete en un cajón se escribe para que lo
lean, puedo permitirme el lujo de no tener que vender el producto. Algo que
agradezco mucho, sobre todo en los últimos tiempos, tras comprobar en cabezas
ajenas hasta qué punto el criterio editorial relega a un segundo plano la
calidad literaria, tanto para negar oportunidades como para –y resulta casi más
sangrante- publicar a quien no se lo merece, que pasa a estar así, también, de
más.
Pero hay otra
cosa, aparte del miedo a sobrar. Como en intentar caerle bien a alguien: al
principio puede tener sentido, pero enseguida resulta patético. Hay una pequeña
e íntima sensación de amor propio que cuenta. Uno ha hecho algo con esfuerzo e
ilusión, y le tiene cariño y le importa, y lo quiere proteger. Y lo enseña,
porque le gusta, hasta que en la cara del otro descubre un disimulado bostezo o
una mirada errática buscando un asidero, y comprende la inevitable realidad.
Entonces
uno prefiere parar, y debe hacerlo. Como cuando enseña las fotos de los niños."
* * *
A mí me ha parecido un texto muy sentido. Creo que todos los que publican o exponen sufren tarde o temprano de ese mal. Pero si algo es sentido, no tiene objeto mirar a quien pueda gustarle. Al fin y al cabo todo somos de nuestro padre y de nuestra madre, con gustos diferentes. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, y bienvenido.
ResponderEliminarIntento que sean sentidos, sí. Si no, para qué.
Hay sitio para muchos en el mundo virtual. Un saludo
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