Berlín en Lisboa
[Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda del domingo 02.09.18]
Berlín en Lisboa
"Mi
amigo Javi divide a las personas en dos grupos: a las que les gusta Lisboa y las
que dicen que jo, bien, pero está muy hecha polvo y sucia –y, como a él le
encantan los paréntesis, uso este para aclarar que el grupo de los que no
conocen la ciudad es, en este tema, irrelevante-. Y que a él le caen bien los
primeros. Y yo soy de esos, por supuesto; razón por la cual este mes hemos ido
allí una vez más. Para mí era aproximadamente la decimoquinta visita, así que
más o menos la conozco; aunque, como nunca he contado con un guía local que me
condujese fuera del camino trillado, me temo que mi punto de vista no es demasiado
original.
Pues
eso, que Lisboa me encanta. Pero hacía siete años de nuestro último viaje y dos
cosas me han llamado la atención: el aumento evidente de turistas, que nos
hemos convertido en una marea incontenible y así seguiremos hasta que el
apocalipsis acabe con nosotros; y lo lentamente que la ciudad va ganándole
terreno al deterioro. Y ya digo que yo soy del primer grupo hasta el fin, pero
me sorprendió que en la Praza do Rossio siga habiendo tejados que se caen. Y sé
que no es justo tomar esto como indicador, porque en esta cuestión entra a
jugar la definición de prioridades -y no cabe duda de que las hay mayores-,
pero es difícil no sacar conclusiones poco optimistas.
Mi
hijo Carlos estuvo enfermo mientras estábamos allí, y me pasé casi dos tardes
tumbado a su lado en la cama mientras él dormía con la fiebre, en nuestro
apartamento en un semisótano. Y sin embargo fueron dos tardes muy agradables,
también por dos cosas : por pasar tiempo lento a su lado atendiéndolo, sin
estar preocupado de verdad, y por lo que leí mientras lo hacía.
Aroa
Moreno es también amiga mía, y el año pasado publicó con Caballo de Troya, de
la mano de otra amiga más, Lara Moreno, la novela “La hija del comunista”, que
ha sido galardonada con el Premio El Ojo Crítico. Y es lo que leí, y me gustó
mucho. La historia es la de una niña del Berlín Este, hija de comunistas
españoles exiliados. La novela es corta pero abarca muchos años, y los cuenta
muy bien. Porque Aroa escribe muy bien. Aunque de un modo poco convencional,
porque es poeta. Y se nota. Se nota en las elipsis del discurso, que no es
típicamente narrativo, tan visual, tan limpio de paja, tan eficiente y profundo
como la poesía.
Aroa
cuenta solo lo que importa. Lo ve, lo reconoce y lo cuenta. Y todo lo que valía
la pena queda dicho. Y uno lo entiende. Por eso, porque mira así y porque sabe
hacerlo ver, es escritora."
* * *
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