De cuyo nombre
Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda
del domingo 29.07.18
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De cuyo nombre
"¿A ustedes nunca les sucede que creen ver a una persona que en
realidad ya se ha muerto? A mí sí, bastante. Sobre todo, con un chico que
trabajó conmigo hace años –a pesar de que no significó mucho para mí, la verdad,
pero aun así me pasa-, con mi tío Camilo y con mi abuelo, mi abuelo paterno.
Veo a alguien, normalmente por la calle, y durante una fracción de segundo
pienso que son ellos, antes de que me dé tiempo a recordar que no es posible.
No soy nada místico, y por desgracia no creo en mensajes del más allá, y por
tanto tampoco creo que vengan a saludarme, pero eso, que naturalmente me hace
recordarlos, siempre me deja, en lugar de triste, extrañamente calmado. Me
gusta y agradezco que a veces el azar y mis sentidos me hagan pensar en ellos.
Hoy pensaba escribir sobre mis vacaciones, que empiezan ya. Tal
vez les extrañe este principio, pero a mí no mucho. Y es que paso poco tiempo y
vivo pocas cosas sin pensar de un modo u otro en la muerte. En las que ya viví,
en la mía y en las que vendrán. Ojalá no fuera así, porque lo cierto es que
casi siempre se traduce en más angustia de la deseable, pero lo es. Y ahora,
por ejemplo, nos imagino de vacaciones y no puedo evitar situarlas dentro de
toda nuestra vida entera; de lo que llevamos y del futuro. Como les digo, a
menudo resulta angustioso, porque una perspectiva excesivamente amplia normalmente
pone demasiada presión en cosas que deberían suceder sin más, que deberían
fluir con facilidad, y porque es una tendencia bastante poco compatible con eso
tan recomendable de vivir el momento.
Pero, sin embargo, no todo son desventajas. Es verdad que los
buenos momentos se venden más caros, pero cuando llegan son la leche,
tremendos, profundos y desbordantes.
El domingo pasado fuimos al Paraíso. A donde vamos siempre y volveremos
dentro de unos días. Ese sitio que, por puro egoísmo, no pienso nombrar. Y fui
a nadar nada más llegar. No sé cuántas veces he contado ya qué significa para
mí ese baño. Lo bueno es que, al contrario que el relato, la experiencia nunca
parece repetirse, ni desinflarse ni perder intensidad. El agua era azul cobalto
en el medio de la ría, turquesa al ir acercándose y completamente transparente
en la orilla. Y el monte seguía allí enfrente, y el faro y las nubes. Y me
metí, y todo me acarició. Y veía mi sombra bracear en la arena del fondo. Y
supe con toda seguridad que ese día, en ese instante, en el tanteador de la
vida ese punto era mío.
Hasta septiembre. Felices vacaciones."
* * *
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