Cosas bienintencionadas y consideradas normales que no soporto que le hagan.
Que le pregunten si los quiere.
Que le pregunten a quién quiere más, si a X o a Y.
Que para reñirle le digan que no la quieren.
Que la amenacen con no quererla si no hace lo que le están pidiendo.
Que le pidan un beso a cambio de algo que le están ofreciendo.
Que se la quieran ganar con regalos... (los puntos suspensivos son de desánimo).
Que quieran darle pena porque ella les hace (dicen ellos) poco caso.
Que le digan que es mala, aunque se porte mal.
Que la quieran consolar diciendo que algo o alguien (sobre todo si soy yo), supuesta razón de su aflicción, es malo (sobre todo si le cogen la mano y hacen que le/me pegue mientras repiten "malo, malo...").
Que en su afán de protegerla la asusten.
Que, casi casi, intenten que no le gusten las cosas que a ellos no les gustan, aunque objetivamente no sean malas.
Que le pregunten qué prefiere, cuando no es posible hacer caso de lo que prefiere (o, lo que es lo mismo, que le ofrezcan una alternativa atractiva y no factible a la que ya se ha dado por segura).
Que le pregunten su opinión si no le van a hacer caso.
Que no le pregunten su opinión cuando cabe esa posibilidad.
Que la forma de animarla sea una especie de reto medio despectivo, del tipo "¡Ooh, no sabe hablar!"; sobre todo cuando era tan pequeña que no entendía (aunque eso tenía sus ventajas).
Que lo primero que le digan los semi-desconocidos por la calle sea una especie de amenaza teóricamente cariñosa del estilo: "Uy, esa muñeca me la voy a llevar yo...", o "A esta niña la voy a llevar yo conmigo a mi casa..." (¡y eso siempre, siempre, siempre ocurre!).
Y lo más curioso es que cuando planteo estas objeciones la contestación suele ser que siempre se ha hecho así, incluso conmigo, y no ha pasado nada. Y digo que es curioso porque, ¿acaso alguien piensa que nosotros, las personas que conocemos, la mayoría de la gente, somos un ejemplo de adultos mentalmente equilibrados, sensatos, emocionalmente estables, curiosos, inquietos, despiertos, abiertos, maduros, seguros de nosotros mismos, responsables, tolerantes, sociables, alegres, generosos y cariñosos?, ¿acaso el resultado ha sido como para estar, en general, orgullosísimos?, ¿acaso no somos, en una proporción tristemente alta, un verdadero muestrario de miedos, inseguridades, desequilibrios, egoísmos, mentalidades obtusas, conformismos, fobias, prejuicios y estulticia?
Y que conste que yo tiro la piedra sin estar -ni mucho menos- libre de culpa.
Suscribo palabra por palabra esa lista de cosas, preguntas, actitudes, comportamientos...que no soporto que hagan con mi hija. Ni con la hija de nadie, por supuesto, pero ne me dejan meterme en las vidas de las hijas de otros. Probablemente porque, en ese aspecto, no me consideran 'normal'.
ResponderEliminarUn beso, señor de Portorosa.
Bueno: Es una secta de los que tienen hijos!Me voy a hacer uno por ahí para entrar en tema!
ResponderEliminarEspero que no te dejes porque la familia puede ser muy tozuda, y esa costumbre tuya de no saber lo que quieres, pero conocer perfectamente lo que no, aunque muy sana, deja mucho margen para que intenten meter el culo.
ResponderEliminar(Ahora, extra-oficialmente: No riñas a nadie delante de ella, ni te crispes, ni pierdas los nervios. Eso apúntalo por ahí en letras bien grandes. Es fundamental, como las boinas. No le quites autoridad a nadie a no ser que estemos hablando de alguien realmente nocivo, claro, y entonces optas por alguna otra medida. Pero de entrada, y para que no pierda el respeto a los mayores, no te despeines, aparta un poco a la cría, sé claro, enseña mucho los dientes —clinck—, pero por detrás, o la niña se os subirá al tupé. Incluido tú, :pPpPpPp)
Es una secta a ratos, sólo.
ResponderEliminarAcepto el consejo, y no sólo por venir de ti. ¿Así que también se me subiría a mí...?
Eh, y sí sé (en general, y más o menos) lo que quiero, pero es casi imposible enumerarlo.
ResponderEliminarUn beso, eh.
Bueno, habría que entrar a discutir, punto por punto, y los cómos y las circunstancias...
ResponderEliminarYo soy un padre bastante tradicional. Soy tradicional en casi todo en mi vida.
No me he atrevido a experimentar con mis hijos. Y sé, ahora (por cierto, a mi hija le vino ayer la regla por primera vez) que en algunas cosas he cometido parecidos errores a los que cometió mi padre. Pero, ¡qué se le va a hacer! Al final el único modelo de padre que tenemos es el nos tocó vivir, y no estoy muy convencido de que otros sean mejores o peores, simplemente son diferentes... me parece que, más importante que qué se hace es el ser consecuente y coherente, que el niño no dude de ti, que te tenga como modelo (aunque sea modelo para rechazar... finalmente siempre nos van a cuestionar y rechazar, y eso es bueno)
Los adultos somos la mayoría una mierda, pero eso no es por la educación que nos dieron: es que la raza humana es así.
¿Te quieres creer que no había reparado nunca en lo espantosas que son todas esas cosas?
ResponderEliminarSeguramente sean inofensivas, sí. Pero objetivamente son espantosas: una vez que me lo has señalado no puedo dejar de verlo.
“El único modelo de padre que tenemos es el que nos tocó vivir, y no estoy muy convencido de que otros sean mejores o peores, simplemente son diferentes…”. Discrepo. Sí hay padres mejores y padres peores. Y se distinguen claramente. Los primeros te acompañan y están ahí, quizá ni siquiera llegues a plantearte nunca si lo hicieron bien o mal. Esa puede que sea una buena señal (no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos). A los segundos, a los malos padres, se les soporta. Se les soporta, se les lleva encima y hay que sobreponerse de ellos. ¿Qué se puede? Claro que se puede, incluso se puede llegar a ser un grandísimo peatón sin tener que establecer comparaciones, pero el quererse, la buena voluntad y la disposición hacen mucho, y en un hogar donde pasan todas esas cosas que menciona Porto-rosa ahí arriba no tiene porqué faltar ninguna de esas condiciones. Creo que es cuestión de desinformación, de incapacidad más que de maldad.
ResponderEliminarCiertamente no debería opinar, pues no tengo hijos (aún). Sin embargo voy a decir algo, las buenas intenciones son siempre captadas por los niños, más que por los grandes.
ResponderEliminarCuando se hacen o dicen cosas como las mencionadas, con buenas intenciones, sin reflexionar tanto en el modo ni en el fondo de lo que decimos, el mensaje es, en general, bien recibido por los niños (y por los padres). Por eso, no nos damos ni cuenta que ellos entran así en el círculo, nuestro, adulto, de la idiotez, el egoísmo, la generalización injusta, el prejuicio, el materialismo, la posesividad, etc.
Luchar contra estas actitudes es muy meritorio, pero intentar proteger a nuestros hijos de ello, creo, será una tarea imposible, y quizás contraproducente. Criarlos como si todo ello no existiera, lamentablemente, los pone en una situación demasiado vulnerable en este mundo. Sin embargo, cuando nuestros hijos comienzan a distinguir ciertas cosas, es necesario transmitirles qué pensamos de las actitudes que has enumerado, dándoles la posibilidad de ser diferentes, de elegir.
(Lo que acabo de escribir se basa solamente en el caso de lo que mi madre ha hecho por mí y que yo le agradezco, aun hoy, de todo corazón. Por lo tanto no pretende ser ley ni consejo.)
Con cariño, recibe uno de mis excesos.
Yo también creo que hay padres mejores que otros. Los hay con mala (casos contadísimos y muy extremos, creo yo, casos anormales) y con buena intención, y, dentro de éstos, los hay más y menos hábiles como padres. Porque la buena intención, aun siendo sin duda lo más importante y lo que nunca debe faltar (pues otras cosas no compensarían esa falta), no siempre llega. Errores hay infinitos, y malos ejemplos, y os los podéis imaginar todos, o los podéis recordar. Pero incluso cosas aparentemente inofensivas como las que yo he dicho, para mí no lo son, Ignacio, pues van creando unas dependencias, van inculcando unas referencias, unos valores, unas pautas de comportamiento y de "sentimiento" que yo considero muy equivocadas, y que, por tanto, deben ser evitadas.
ResponderEliminarNadie se convierte en un delincuente o en un pobre hombre por algo así, casi seguro; pero yo, iluso, querría que mi hija no fuese simplemente una persona más, normal y corriente (y no estoy hablando del aspecto material, como es obvio), sino alguien con un carácter, una cabeza y un corazón especiales, que la hagan una buena persona, que le den ganas de vivir, y que, en última instancia, contribuyan todo lo posible a su felicidad.
Abrazos a mansalva.
No sé mucho de educar hijos, pero sí sé de personas y creo que lo que mamen tiene mucho que ver.
ResponderEliminarEste tipo de comentarios así como otras actitudes que verán las tendrán que masticar y desechar. Creo que Natalia te ha hecho un comentario muy cabal.
Si la cosa fuera muy continuada, que van a vivir con una tía loro que les va a comer el coco, aún, pero si lo que pasa es que van a tener que capear el estado de cosas que se les presenta, cuanto menos violenta sea la cosa mejor.
Con la sensibilidad que tienes y lo que se te nota que les quieres y la dedicación y el afán y eso, creo que van servidos de escudo antichorrada.
Peor, mucho peor, años luz peor y terrible y espantoso, va a ser el contacto con los cabronazos de niños de su edad que se van a encontrar. Niños malos de película, traidores, marulleros, mentirosos, crueles...lo peor. Y contra eso no vas a poder hacer nada, salvo darles refugio.
Realmente no sé cómo podemos sobrevivir...la verdad...
Beso.
M.
¡El lunes mismo la saco de la guardería!
ResponderEliminarGracias, M., en lo que me toca. Yo ya supongo que esas cosas, cuando sólo aparecen esporádicamente, no dejan muchas secuelas; pero todas sumadas se notan, se van notando, y uno no puede impedirlo.
Besos.
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ResponderEliminarSuscribo las palabras de Natalia, y aún digo más: no es sano agobiarse por esas cosas. No le quito importancia a dichas actitudes, pero la mayoría de las veces no son captadas por los niños, mientras que sí son capaces de sentir la tolerancia, la felicidad, el cariño, la amistad, el calor humano... Por mucho que queramos no conseguiremos hijos perfectos: tu mismo nerviosismo, tu dificultad para soportar esos comportamientos a menudo absurdos pero bienintencionados, puede que al final también acaben influyendo en tu pequeña. Dicho todo esto, claro está, con todo el aprecio del mundo y el convencimiento de mi propia imperfección.
ResponderEliminarVamos a ver, R.:
ResponderEliminarAun admitiendo mi "obsesionabilidad", que tú conoces, creo que exageras cuando dices que me agobio con esto, o que me pone nervioso (lo de "no soporto" del título es una licencia poética...). Sé que lo que dices es cierto, y creo que das en el clavo cuando señalas que el remedio, si no peor, sí puede hacerle la competencia a la enfermedad; pero pido el beneficio de la duda en lo que a mi comportamiento respecta.
Creo que, al menos en la práctica, no me obsesiono, pues mi hija es destinataria de todas esas frases y actitudes en mayor o menor medida; pero me gusta que lo sea pocas veces, y me gusta compensarlas con otros ejemplos.
Yo discrepo contigo y con Natalia en lo de la intención (me parece un razonamiento demasido bienintencionado, valga la redundancia). Sé, por supuesto, que males mil veces mayores padecerán, y sé,como he dicho, que en cualquier caso esto no es terriblemente pernicioso para un niño; pero creo que, independientemente de la intención con que se digan estas cosas (nunca las he oído decir con mala), esa influencia paulatina de la que hablo se da, esos razonamientos y esa manera de plantear cuestiones sentimentales que reflejan van calando, el niño las va haciendo suyos poco a poco (dependiendo de lo rodeado de ellos que esté, claro), y los va repitiendo, y los va viendo normales, como (en mi opinión, no con demasiada suerte) hemos hecho nosotros. Y eso es lo que considero negativo.
No porque quiera una hija perfecta (no sé qué es una persona perfecta), sino porque, aun asumiendo sus seguras imperfecciones, me gustaría que en su camino llevase el mínimo lastre posible. Y para mí esas cosas son lastre (que bien me ha quedado esto último, ¿no?).
Un abrazo muy fuerte, y gracias por el toque de atención, S.
Me resulta muy curioso ver que hay quien habla de los niños como si nunca ellos lo hubiesen sido. Hace ya muchos años, sí, pero lo fuimos, y yo me acuerdo perfectamente de los familiares que me intimidaban o de cuando algún mayor se salía de tono. Igual no sabiendo en qué, pero percibiendo el mal rollito, la onda rara, tirándome hacia atrás, dándome repeluco.
ResponderEliminarA nuestros hijos les pasa igual, tontos no son como lo fuimos nosotros, y no se les puede poner a salvo constantemente, pero sí son permeables, y desde luego a los míos hay pocas personas ya en su entorno que digan esas cosas que dices ahí arriba. Me parece, además —no hace falta que me corrijas—, que tus abuelos tienen pocos nietos a los que tratar, que tú pocos sobrinos, que hay pocos críos en vuestro entorno, o son todos pequeños, muy pequeños. Porque cuando ya hay varios y están más talluditos, todo eso se va puliendo, pero a fuerza de decirle a quien se le ocurre soltar la burrada, “oye, perdona, pero eso no es así por esto, por esto y por esto; vamos a intentar hacer las cosas un poco mejor”. Y así aprendemos todos. Los que no saben o no tienen la sensibilidad suficiente por los que sí. De buen grado, que no hay que hacer un arco de iglesia. Y eso no es super-proteger, colocar un escudo o acostumbrar al niño a un mundo feliz, eso es sencillamente desplegar sentido común así, con juego de muñeca. No vamos a borrar de la faz de la tierra, o de su/nuestro entorno, la maldad, la vileza y la torpeza, pero es un trabajo que empieza a preocuparnos más que nunca cuando ya tenemos nuestros propios hijos, y aquellos a los que tuviste que explicar eso tan tonto de “no le digas a mi hijo que no quiera a papá si papá no le compra el globo, porque no es verdad” lo ven más claro cuando tienen los suyos. Los primeros años de la vida de los críos son importantísimos, la absorción de conceptos es espectacular, y unos padres que se preocupan por ellos bien lo saben. Tú demuestras saberlo.
El mundo siempre es mejorable, esa es una lucha a la que no hay que rendirse. Amén.
Donna es tan dueña y señora de toda esta casa, que incluso ha sabido ver, sin que contase con dato alguno al respecto, que mi hija es, nada más y nada menos, que la primera nieta en ambas familias, la paterna y la materna (ahora ya tiene un primito, pero sólo tiene 4 meses, como ella también supone).
ResponderEliminarYo creo sinceramente que esas cosas son importantes (ya verás, Ignacio, como cuando seas padre piensas en ellas; te aseguro que a mí ni se me habían pasado por la cabeza, antes), muy importantes, para que crezcan sanos. Sanos de verdad.
Yo quería decir lo que ha dicho Donna, pero me salió peor, claro.
Besos.
Yo creo, y en eso estoy de acuerdo con la "donna" y con alguno más de los que ha comentado (de acuerdo quizás no en la formulación, pero sí en el espíritu) que lo que realmente nota un niño es si es querido o no. Para eso los niños tienen un sentido finísimo.
ResponderEliminarAdemás, no lo manifiestan inmediatamente: lo corriente es que el niño parezca no afectado por lo que pasa a su alrededor, pero que, cuando se hace medio adulto, tenga perfectamente claras las impresiones de su infancia y las consecuencias a derivar de ella.
Claro que, lo importante es ser querido, pero hay muchas maneras de querer a un niño. El chantaje emocional, que es lo que hay tras varias de las "frasecitas" que has puesto como ejemplo de lo que odias, no es la mejor manera de querer. Pero es mejor que ninguna. Mejor que el padre o la madre (menos probable el caso de la madre, pero también existe) que está emocionalmente ausente.
Y también hay padres y madres violentos, alcohólicos, desequilibrados... que adoran a sus hijos, y sus hijos se sienten queridos por ellos, y tienen unas infancias muy problemáticas y, finalmente, son adultos felices.
E hijos de padres cien por cien políticamente correctos, tanto en lo social como en lo afectivo (mi hijo tiene un amigo que ni siquiera llama "papá" o "mamá" a sus progéneres, que van de "amigos" de su hijo) que terminan tirándose de una ventana. De ésos he conocido yo a un par.
Lo más importante es ser querido, para mí no hay duda.
ResponderEliminarTampoco hay duda de que ejemplos extremos y que se salen de lo normal, tanto positivos como negativos, no faltan. Pero, en éste como en cualquier tema, nos basamos en lo probable, casi casi en la estadística, que nos permite relacionar ciertas formas de ser con ciertas formas de crecer y ser educados. Creemos que hay actitudes y comportamientos que los van a ayudar a ser mejores y más felices personas. Si después las cosas no salen así, bien por nuestros errores, bien por variables que nunca podremos controlar, qué se le va a hacer; pero incluso en ese caso a mí me gustaría pensar que hice cuanto pude, y, efectivamente, con la mejor intención.
Con respecto a lo de que los padres no sean padres sino amigos, a mí, por ejemplo, no me parece algo "guay" ni mucho menos (aunque, claro, lo prefiera a que les escupan por la espalda, a los viejos). Creo que la autoridad es una de las componentes de la paternidad (cómo sea esa autoridad es otra cosa, claro).
Un saludo.
No puedo hablar mucho del tema. No tengo hijos, ni sobrinos ni mucha más gente más pequeña que yo por la familia. Me figuro que criar a un hijo sea una de las tareas más arduas que existen en la vida de una persona. Educarlo bien, quiero decir. Y por muy bien que un padre/madre le eduque, le quiera, le muestre todo su respeto, el hijo siempre puede llegar a ser una "oveja descarriada". ¿Por qué? Pues no lo sé. Una profesora de psicología que me dio clases en la universidad siempre nos recalcaba que el carácter de una persona se forja gracias a los padres, a los profesores y a su grupo de iguales...
ResponderEliminarMás que del amor, que también, se trata de respeto hacia los pequeños. Siempre he pensado que son adultos en potencia y que como tales hay que tratarles.¡Cuántas veces habré visto delante de mi misma -e incluso hacia mí- decir que la opinión de un niño no vale precisamente por su condición de niño! Qué estupidez. Dentro de su candidez son precisamente ellos los que muchas veces dicen las cosas más coherentes jamas oídas. No soporto a este tipo de personas que se comporta con los rorros como que fuesen loros, gatitos o cualquier animal de compañía. Por muy amablemente que se le diga "cuchi, cuchi" y se le estrujen los mofletes entre las dedos... Es superior a mi.
Inmerecidísisisisimas palabras, me temo.
ResponderEliminarGracias igualmente,
:-)
Yo, de todo esto, ni idea (sólo teoría). Asisto al debate con curiosidad y aprendo que, en eso de la paternidad, todos somos amateurs, que la buena intención y el cariño es lo que cuenta, que el sentido común es fundamental y que no saben la suerte que tienen (o quizá sí lo sepan ya y, si no, lo acabarán sabiendo) los renacuajos de Portorosa y Donna, que me parecen a mí unos padrazos tiernos y nutricios.
ResponderEliminar¡Hombre, yo, tanto como nutricio, no sé qué decirte...!
ResponderEliminarBienvenido, again.
A mí de pequeña me dieron mucha (pero que mucha) leche "Nutricia". Lo mismo me viene de ahí, :-)
ResponderEliminarUfff... Yo todo eso no lo veo tan "bienintencionado". Son pequeñas tiranías. La mayoría de ellas son fruto de nuestra propia inseguridad (la de los adultos).
ResponderEliminarSon tan vulnerables... y qué bien lo sabemos.
Con esta gran crisis vital que ha implicado para mí recibir un hijo, comencé a hacerme un sinnúmero de cuestiones. Buscando el fundamento de ciertos "axiomas" sobre la Crianza. Al principio quedé muy mal parada, sin entender nada. Ya que mi corazón me decía una cosa y gran parte de la sociedad me decía otra, bien distinta. En fin, la mayoría de las preguntas que me he planteado han sido respondidas en base a dos palabras: conexión y coherencia. Dos cosas a las que no estaba acostumbrada(sin saberlo y peor, creyendo lo contrario).
ResponderEliminarPara ser coherente con uno mismo y con el resto del mundo (fundamentalmente con nuestros hijos), debemos conectar con la propia realidad interna, para poder luego actuar en consecuencia. Me caí, sentí dolor, me lastimé; sin embargo me dijeron: "no llores, no pasó nada". Percibí "algo" (dolor, angustia, infelicidad, ajenos o propios) pero me dijeron que era "nada"... Nuestra psique va colapsando hasta devenir adultos totalmente desconectados de nuestras emociones y sentimientos y del mundo que nos rodea. Nacimos con una impronta, que "amorosamente" quienes nos amaban trataron de borrar, por ser aquella diferente de lo que la familia primero y la sociedad después, esperaban, conformando así una identidad adaptada a las más variadas exigencias, pero muy alejada de nuestra Esencia. La cuestión es que sí, como lo has dicho en tu pregunta Porto, somos un muestrario de miedos, inseguridades y todo lo demás; porque nos han enseñado que si mostramos quien realmente somos, no nos querrán, nos segregarán, nos lastimarán. Sin embargo creo que aún podemos hacer algo: encontrar quienes somos de verdad, con luces y sombras; y ahora sí, asumiendo toda la responsabilidad por nuestras elecciones, darle libertad a esa manifestación.
Creo que el ejemplo de búsqueda es el mejor legado que podemos dejar para Ellos.
Porto querido, necesito pedirte algo. Por favor ¿Me escribís? Un abrazote desde el otro lado del océano :) Ja, Jan, Jandi
Claro, Jan. Ahora mismo.
ResponderEliminarUn beso.
No encuentro (seguramente la tengo en el portátil, y no la puedo consultar ahora) tu dirección, Ja. ¿Me la mandas a lordhwooton@hotmail.com, por favor?
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