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Ayer vi esta cruz por primera vez. La colocó hace unos años la familia de un chico que se suicidó tirándose desde esas rocas al mar.
No es nada bonita, es fea, un poco vulgar. En el centro tiene una placa con un nombre sin apellidos, una frase y una fecha. La frase no sólo no es solemne sino que llega a parecer, de sencilla, inapropiada, fuera de lugar.
Pero esa manera de despedirse como si estuviesen en casa hablando con él un día cualquiera me hace imaginar, mejor que una cita, mejor que cualquier expresión habitual de duelo, a toda la familia reunida pensando qué pueden decirle al hijo, al hermano, al novio que han perdido y que tanto (ahora lo saben) debió de sufrir mientras estaba entre ellos.
Me imagino sobre todo a sus padres, que necesitan creer que aún los oye, queriendo decirle adiós, queriendo pedirle perdón por si en algo le han fallado, intentando resumirle con sus palabras en una plaquita todo lo que les gustaría decirle en persona, todas las razones por las que debería seguir vivo.
En la placa, debajo del diminutivo del nombre, dice: “Que sepas que te queríamos todos”.
Ya ven, qué poco elegante. Pero qué triste y qué desesperado me parece.
"Que sepas". Es lo que me parece más conmovedor, más enternecedor, pobre gente, y también más desesperado, de esa sencilla frase que siento, a un tiempo, tosca y sublime. Elemental, como algo dicho en la cocina tras la cena, en la estela de una discusión banal. Excelsa, como un sutil destilado en cordiales alambiques doloridos, que quiere ser poema, exorcismo, plegaria. Quiere serlo y se queda, cayendo en picado de lo pretencioso a lo patético, en una plaquita un poco inadecuada, fuera de sitio, tal vez como la vida toda de quien allí se desprendió de ella. Por eso, también, sin ellos saberlo, han erigido una metáfora de la vida del otro, un monumento a la desubicación del ausente y de ellos mismos. "Que sepas" lo que (ahora lo sabemos, tan tarde) no supiste, lo que no alcanzaste a saber, lo que no supimos hacerte saber. Lo que nadie podrá saber jamás (¡tanto dolor!).
ResponderEliminarQué honda belleza triste en esta última anotación, queridísimo Señor de Portorosa. Y qué reconfortante saber que quedan gentes como usted, que miran y "ven". Gracias por aventar, tan generosamente, esos brillos sobre la grisura mate de la vulgaridad. Un abrazo fuerte.
Bueno, Ernest, pues gracias a usted, porque me parece que lo ha explicado todo mucho mejor que yo, la verdad.
ResponderEliminarPobre gente, efectivamente, pobre gente queriendo decirle algo, decirle todo, deseando sobre todas las cosas que él todavía los pueda oír, que él se marche sabiéndolo. Y diciéndoselo como le hablaron siempre. Pobre gente.
Un abrazo.
Que sepas que hay más amor en esa frase que en todos los mausoleos del mundo.
ResponderEliminarGracias por contarlo, Portorosa.
No, muchos no los lee nadie. Y a veces somos capaces de leer los que no nos atañen, como éste, y no los que están dirigidos a nosotros.
ResponderEliminarYo también lo creo, T. Por eso me dio tanta pena (es que lo que he querido hacer muy corto, y ahora veo que no he dicho todo), por eso me parece un mensaje tan desesperado; ya se habla en pasado, ya se intenta remediar, o aliviar, lo irremediable, pero todavía le hablan a él, todavía quieren que se entere de cuánto amor deja atrás.
Gracias a vosotras dos.
En esa frase tan breve están encerrados años de silencio, de obviedades no tan evidentes, de la necesidad de escuchar y hacer que otro escuche lo que por sabido no deja de reconfortar el alma y hacer que merezca la pena vivir.
ResponderEliminarSí, decididamente escatimamos demasiados "Te quiero" a la gente a la que, sin embargo, queremos...
Tantas palabras habéis escrito... y todas tan buenas, que ya sólo las acompaño en silencio, con carita de pena
ResponderEliminar:(
Triste, como dices poco elegante, pero a la vez me da una tremenda pena porque como dice ernesto de manera magistral:
ResponderEliminarQue sepas" lo que (ahora lo sabemos, tan tarde) no supiste, lo que no alcanzaste a saber, lo que no supimos hacerte saber. Lo que nadie podrá saber jamás .
¡Qué tarde nos damos cuenta a veces de lo que realmente queremos a quienes tenemos cerca!
Gracias por recoger ese momento