2.5.06

Abuelos.

Hace meses escribí algo parecido. Se ve que fui sincero al hablar de aquellos sentimientos, porque han vuelto.

Al acostar a mi hija la otra noche, y cuando nuestro ritual diario estaba casi completado, le dije una de esas frases cariñosas (cada lugar, e incluso cada familia, tendrá las suyas, supongo) en forma de entre poema y broma, y que a menudo deben ser completadas por el niño. Y le pregunté si sabía quién me la decía a mí. No lo sabía: era mi abuelo.

Mi abuelo, el paterno, murió un mes y tres horas antes de que ella naciese.

Pensé en lo triste y lo injusto (si es que tiene sentido hablar aquí de justicia) que es que alguien que me quería tanto, para quien yo era más importante que la propia vida, y que habría adorado a mi hija, no la hubiese llegado a conocer. Y pensé que, como para mí los míos, para ella sus bisabuelos, muertos ya todos, no significarían nunca nada; mientras que ellos habrían cruzado el mundo, se habrían enfrentado a males sin cuento, habrían dado años de vida, por conocerla, por tenerla unos minutos en brazos, por vernos llegar a los dos una tarde a su casa.

Mi hija me fue preguntando los nombres de los cuatro y yo se los dije. Nunca lo había hecho.

Y fui recordando sus caras. Y, aunque por desgracia no soy creyente y la muerte me hunde en la más profunda de las desesperanzas, fue como si se la presentara, como si les dijera: "Esta es mi hija, abuelos, no me olvido de vosotros".

Y, afortunadamente, a esas alturas ella ya estaba dormida, porque yo no podía dejar de llorar.

41 comentarios:

  1. No parece que me vaya a abandonar la vena melancólica, por ahora. Perdonad la posible sensiblería.
    Hay que escribir muy bien para hablar de estos sentimientos sin caer en ella, me temo.

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  2. De sensibleria no tiene nada por lo menos para mí. La melancolia es un sentimiento natural, bonito y necesario, me atrevería a decir. Sensiblería para mí tiene un significado un tanto peyorativo. ¿Por qué avergonzarnos de mostrar nuestros sentimientos más profundos? No hay razón alguna para ello.

    Los abuelos (bisabuelos, etc) son un legado imprescindible para la vida, son un aprendizaje exclusivo. Es muy triste cuando se pierden o no se conocen, como me ha ocurrido a mi. Yo conozco el matriarcado" pero la otra parte no. Menos mal que todavía puedo disfrutar de ellas, el día que no puedo va a ser durillo. Ya lo sé.

    Un saludo y no pidas perdón por mostrar tus sentimientos.

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  3. Anónimo2/5/06 16:34

    A pesar de que lo que cuentas, tanto hoy como en el anterior post, es bonito, suenas triste.

    Espero que la tristeza de la que estás envuelto en estos días sea de la del tipo tristeza feliz. Ese tipo de tristeza que te hace sentir bien, que disfrutas sintiéndola, y que hasta te apetece alimentarla (escuchando la música adecuada que la refuerce, pensando o recordando cosas, personas, acontecimientos que la hagan durar, ...). El tipo de tristeza que nos hace sentir vivos, que es una de las mejores cosas que nos pueden pasar.

    Sí es así, que la disfrutes, que dure, y que la sigas compartiendo con todos nosotros.

    Un beso.

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  4. Has tenido mucha suerte de conocerlos y quererlos.
    La vida está cambiando mucho, creo que enseñarla a querer a esos parientes es muy bueno para ella. Yo quiero y "recuerdo" a muchos parientes que nunca conocí, porque me han enseñado a hacerlo. Soy un producto de lo que ellos fueron, y sé a quien corresponde cada faceta de mi caracter.

    Me tranquiliza mucho cuando los hombres contais que habeis llorado. Me reconcilia con la humanidad, con la masculina en concreto.

    Un besuco.

    M.

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  5. Es bueno enseñar a querer; aunque pueda hacer daño, es bueno enseñar a apreciar en lo que valen muchas de las cosas que nos van pasando, empezando por supuesto por las personas.
    ¡Sería tan bonito que fuese una buena persona! Aunque, sin demagogias de ningún tipo, pareciera que está algo infravalorado, ¿no?; los padres parecemos centrarnos en otras cosas.

    Un besuco, Miranda.

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  6. El contenido de nuestras vidas va pasando a paso ligero. Recuerdo muy lejano el nacimiento de mis hijas, ya no logro recordar el olor de mi padre ni el tono de su voz pero tengo un recuerdo sereno de él. Lo único aceptable de la pérdida de los seres queridos es que la memoria, tan selectiva, te deja un poso de lo mejor de ellos.
    Es lo que transmito a mis hijas, que aunque no le han conocido, sienten adoración po él.

    Saludos

    La flaca

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  7. Saludos, Flaca.
    Es un consuelo; flaco (usted perdone), pero consuelo.

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  8. Este tipo de pensamientos a mí nunca me asaltan. Por suerte o por desgracia (hay) he de aceptar las cosas como vienen (eso no es fortaleza, ni muchísimo menos). No entiendo por qué atormentarse por algo que no tiene remedio. La muerte no lo tiene, los muertos no penan más, no sienten como los vivos, no tienen ya nada en qué pensar, y seguramente ni nos recuerden (ojalá, o vaya descanso sería el suyo). Creo que a las personas se las quiere en vida, o intentar querer en vida lo mejor posible, hay tiempo y la prioridad, única, es aprovecharlo porque no hay más, ni un minuto más. De ahí en adelante se abre el plazo para recordarlas con cariño, con admiración e incluso con miedo, rabia o asco. Pero darle forma a ese barro pretendiendo hacer de ellos, pobres, una presencia de nuevo humana, de nuevo viva en el sentido de palpitante, sufriente por andar perdiéndose algo, es sólo el íntimo reflejo de un anhelo, una continuación de sí mismos extendida a un precio que los muertos no se pueden permitir, y que no sirve mas que para pasarlo mal. Y no queremos pasarlo mal. Descansen en paz, y los vivos al bollo.

    Dicho todo esto, cuídate esa melancolía. Te abrazo, te abrazo, te abrazo fuerte, y no dejes que las lágrimas, tú ya me entiendes, tatatá de las estrellas.

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  9. Anónimo2/5/06 20:09

    Te puede la melancolía estos días, querido milord. Y me gusta que la expreses aquí, como lo que es, melancolía, nada que ver con la 'sensiblería'.

    (Respecto a tu pregunta, la respuesta, lo sabes, es sí, efectivamente. Y te lo agradezco mucho. He empezado esta tarde a leerlo.)
    Un beso.

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  10. (¿Sabes qué? Todo pasa por algo, y ninguna de las decisiones por las que se opta es ociosa o tomada al buén tuntún. La combinación de la primitiva, sí, supongo.

    Que yo piense eso de los muertos, tiene mucho que ver con haber convivido con vivos muy vivos. Con vivos que estaban en mis pensamientos, en mi cuerpo y hasta en mi alma, presionando, las veinticuatro horas del día.

    Cuando (él) murió todo terminó. Dejé poco a poco (muy poco a poco) de sentirle. En muchos sentidos. Pero esa inmediatez de la desaparición, de la desaparición física con mayúsculas, me hizo vivir (no pude evitarlo) un alivio enorme. Enorme. Constatar que la muerte nos separa de verdad fue un gran alivio. Y no es que me sienta especialmente orgullosa de haberlo sentido, pero así es como me lo han servido, y así es como me lo he tomado.

    Por consiguiente, optar por pensar que no vuelven, ni nos recuerdan, ni tienen interés en seguirnos la pista, viene de lo mismo. Sólo faltaría, ¿eh? :-)

    Besos y esos.)

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  11. Tristeza feliz..., es bueno aunque pueda hacer daño.... Mmmn, admito que los sentimientos se presentan a veces de forma contradictoria, pero me resisto a aceptar que eso forma parte de su esencia; es decir, que para ser feliz haya que sufrir o que lo bueno deba hacer daño.

    Cuando en mi muy lejana adolescencia conseguí zafarme, lenta y penosamente, de los traumas, horrores y sentimientos de culpa en que me había sumergido la educación católica, sentí el gran alivio de saberme capaz de pensar por mí mismo y de descubrir un mundo asequible a la razón, libre de pecados originales, de maldiciones eternas y de dioses y demonios de crueldad extrema, capaces de perpetrar venganzas eternas.

    Pero por encima de todo, y más allá de desmontar extraños mitos, creo que encontré algo muy cercano a la paz interior cuando me deshice del último prejuicio cristiano: que hemos venido a este mundo a sufrir y que ese sufrimiento es un valor en sí mismo que está asociado de forma indisoluble a la felicidad. No: felicidad y sufrimiento forman parte de nuestra vida cotidiana, pero de ninguna manera tienen por qué ir asociados. Nadie tiene por qué tener sentimiento de culpa por ser feliz. El dolor no ennoblece ni redime; hay que hacer lo posible por evitarlo, por no recrearse en él, y no hay que sentirse culpable por ello. Y si finalmente no se puede evitar hay que tratar de soportarlo estoicamente; pero no por razones nobles ni trascendentes, simplemente para no amargarse la vida uno mismo ni amargarsela a quienes nos rodean.

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  12. Me dí cuenta de que mi abuelo había muerto cuando vi su bastón colgado en el perchero. ¡Cuanto se pierde el que no convive con sus abuelos! Yo afeitaba a diario a mi abuelo, y dormía en su misma habitación, iba de paseo con él. Era de carácter difícil, de ideas anticuadas y rígidas, egoísta...pero nos queríamos mucho. Comparto tus sentimientos, porque mi hija no conoció a su abuelo. Un abrazo.

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  13. Ese sentimiento es plenamente compartido, querido amigo. Mi niña tampoco ha disfrutado de sus dos abuelas; es más, su primera experiencia con la muerte ha sido precisamente con ellas dos. La pérdida de mi madre, con la que mantenía un vínculo mágico, fue un trauma enorme para ella. Algo se le rompió por dentro; de hecho, todavía tiene días como esos de los que tu hablas; días en los que se queda en silencio, mirando al aire, y se pone a llorar porque cualquier cosa se la ha recordado: un aroma, un lugar, una prenda, un muñeco... Al cabo de un año, murió su otra abuela y fue también muy duro, pero lo asumió de forma diferente. A veces no puedo soportar esa sensación de tiempo perdido, la conciencia de los muchos años en los que esas mujeres que lucharon hasta el final podrían haberla visto crecer y ser feliz...

    Un abrazo, y no dejes de llorar porque es necesario.

    Y si quieres sonreir, visita la página de Itziar y comprueba su actitud ante la vida.

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  14. Con 39 de fiebre, no soy capaz de contestar con tino a ninguno de vuestros comentarios (lo he dicho mil veces, y mil veces más lo diré: los comentarios son lo mejor de este blog) ni de aportar gran cosa más.

    Hasta mañana, si estoy mejor, y un abrazo a todos.

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  15. Anónimo3/5/06 21:57

    Eres un gran melancólico.
    Bueno... como yo.

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  16. Bendito llanto y bandita melancolía.
    Amigo Portorosa, saldrás del palacio de plástico en el que se ha convertido la vida.
    Tuve la suerte de disfrutar de mis abuelos maternos, nos atiborraban de flores y cuentos.
    De mi abuelo aún recuerdo su olor a colonia Álvarez Gómez, no la utilizo para recordarle cuando me encuentro o cruzo con alguien que lleva su perfume.
    Mi abuela era menuda, de largas y acristaladas manos.
    Dios mío, la de besos que me daban.

    Cuídate

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  17. Una de cal y otra de arena, Porto.
    Llevo un tiempo desconectado y hoy que estoy en un ciber me he decidido a hacer la ronda habitual.

    Tal vez lo interesante de la vida es eso que dices, una de cal y otra de arena. Los abuelos muertos y la hija bien viva. Aunque no los recuerde, existen hilos invisibles que los unen.

    Ya sabes, se trata de saber perder con estilo.

    Un abrazo afectuoso,
    Xavie

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  18. Anónimo4/5/06 19:40

    Desgraciadamente, yo no conocí a mis abuelos. Pero aún así, estoy seguro que eso no es sensiblería. ¿Tristeza? Quizás si, pero también recuerdo, añoranza, sentimientos que fluyen del cariño. Además, la tristeza forma parte de la vida, nos hace humanos, y no hablemos de lo que supone para la creación artística. Las mejores obras nacen de ella. Lo único peligroso es caer en ella definitivamente, pero en tu caso, Porto, estoy seguro que no es así.
    Un abrazo, compañero.

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  19. Anónimo4/5/06 22:10

    hola...he venido por aqui desde hace ya un
    tiempo. Pero no soy de las que suelen dejar huellas a su paso, tal vez por que se consideran demasiado invisible de loq ue en realidad puedo ser...
    Hoy al leer tu post de "abuelos" hijole no ppude hacer más que ponerme a pensar otra vez...e invitarte a manera de agradecimiento por mis espacios...
    http://www.lafotosaliomovida.blogspot.com/
    cuidate y me da gusto toda la felicidad qeu te rodea y la que esta por venir aun.
    un abrazo sincero.
    Valeria

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  20. No está mal sentirse de vez en cuando desalentado pues sólo los breves gozan de una beatitud irrompible, así que el desaliento bien llevado, más que una enfermedad moral, es un signo del vigor de la inteligencia, una prueba de que no ha sido uno irreparablemente intoxicado por el optimismo dentífrico de los programas familiares de la televisión.

    Animo y saludos

    La flaca

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  21. Hola a todos.

    Como vino, se fue, la fiebre. Duró un día.

    Después de leer todos vuestros comentarios, más que contestaros voy a deciros qué pienso yo de situaciones y de reacciones como la que os he contado:

    No tengo fe, no soy creyente (más que ateo me considero agnóstico, por aquello de quién sabe), y cosas como la del otro día, aunque obviamente tienen que ver con la cultura en la que he nacido y vivido y la religión que me han enseñado, no tienen para mí ningún significado religioso. Esto quiere decir, en primer lugar, que yo no creo que haya algo ni remotamente parecido a una comunicación con los muertos; y, por otro lado, que no obedece a una idea de obligación o deber moral por mi parte.
    De hecho, estas reacciones, estos sentimientos, los considero simplemente una cuestión de carácter. Igual que Donna se lanza al bollo y (dentro de un orden) pasa página, yo tiendo a tener bastante presentes (dentro de un orden, también) a mis seres queridos ya muertos. ¿Por qué? Porque son, aun ahora, parte fundamental de mi vida; son piezas imprescindibles, necesarias para entenderme a mí mismo y a buena parte de lo que me rodea (desde luego, para entender mi percepción de lo que me rodea).
    Por lo mismo que creo que hay que darse tiempo para llorar a los que se van, y considero un poco tonto empeñarse compulsivamente, haciendo caso a cuantos nos aconsejan, en “seguir adelante, mirar al frente, continuar”, creo importante recordar, tener en cuenta, incluso pensar en lo que pensarían (si es que sus opiniones merecían tu respeto), las personas que han sido cruciales para ti. Si se me muere alguien querido, quiero llorarlo, quiero sentirlo, quiero dedicarle a esa pérdida el tiempo que necesite, porque eso es mi vida, es tal vez un momento fundamental (más que muchos otros que no tenemos reparo en destacar) para mí. Y, después, quiero acordarme de él; con pena y con cariño. Es parte de mi vida; e importantísima.

    El recuerdo de mis abuelos, como de tantos otros familiares, me reconforta, me acompaña, y me es útil. Es una cuestión mental y sentimental, y completamente interna, que no se basa en la fe, ni en ninguna espiritualidad; puedo apoyarme en las ideas de Montaigne, en la belleza que me hace sentir la música, en el placer que me ha proporcionado Cabrera Infante... y en los sentimientos y las enseñanzas que extraigo de la gente querida que ya no tengo. Eso me enriquece; y creo que puede enriquecer a mis hijos (ya voy diciéndolo en plural). Par mi forma de ver la vida, es algo positivo.

    Un abrazo a todos. Y bienvenidos Valeria y Biquer.

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  22. Mira, esto es francamente difícil. Rebatirte lo que acabas de decir siendo de nuevo tan personal, utilizándote como ejemplo de lo que veo mal, es la verdad, incómodo. Pero como ya estamos gorditos (y podremos soportarlo, ya que tampoco vamos a desvelar la fórmula de la Coca-cola, ¿verdad, XDDDD?), que sepas que no tiene nada que ver tener a todos tus antepasados presentes —cosa que también hago (y aunque eligiera no hacerlo, ahí están mis genes para retratármelos)—, con llorar porque uno de ellos, dos o tres o veinte, el que sea, no esté presente para ver crecer a un hijo o la final de la copa de Europa. También yo le dedico su tiempo al dolor, también me gusta, o no me gusta, pero necesito, buscar un poco de recogimiento después de una pérdida. Todos nos acordamos de vez en cuando de nuestros seres queridos, pero no me gusta el dolor por el dolor, por narices dolor, y no lo quiero, y como no lo quiero para mí, no lo quiero para los demás. Por eso me permití zarandearte. Nada tiene que ver el dolor real, el que te ataca objetivamente, el que hay que superar y del que hay que levantarse, con el dolor ¿deseado, buscado, fantaseado? ¿Por qué hacemos eso, por qué mortificarse?

    Creo que bastante tenemos con el que nos llueve, como para meternos voluntariamente debajo de esas duchas. Heladas. Pero ¿eso forma parte de ti? ¿Está en ti formalmente tanto como los sesenta litros de agua? Pues ya está, divino.

    Un abrazo, :-)

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  23. Donna, Donniña, como diría Manquiña, vamos a entendernos o aquí va a haber hondonadas de...
    Yo no elijo nada de eso, ni busco ese dolor, ni quiero mortificarme, ni me gusta sufrir, ni soy masoca, ni considero que padecer sea bueno para la salud o la mente: esas cosas me vienen de modo natural (dentro de lo que la psicología entienda como natural), y, cuando lo hacen, les dedico su tiempo, creo que mirar rápido para otro lado no es necesario, ni lo mejor (para mí, para mi "equilibrio emocional" (?)).

    No me abruman ni me obsesionan, ni las provoco; igual que tú tampoco (estoy seguro) pasas página ni olvidas nada.

    Besos.

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  24. Anónimo5/5/06 17:29

    Y la verdad es que tus bisabuelos y tu abuelo están viendo a tu hija, aunque tú no quieras verlos a ellos. Ya lo entenderás más adelante.

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  25. Anónimo5/5/06 21:32

    Portorosa, leyendo tus palabras me viene a la cabeza las veces que mi madre me ha dicho que cuando yo nací, al poco, murió mi abuelo. Y la sensación de oír contínuamente hablar de él, los suspiros en forma de palabra contando "cuánto te pareces a él" o "no te hubiera dejado cruzar solo la calle, bicho!", son para mí la forma que tiene mi abuelo de comunicarse conmigo.
    No dejes nunca de hablarle a tu hija de todos los que te gustaría que hubieran formado parte de su vida.
    Saludos.

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  26. Anónimo6/5/06 02:44

    Entrañable Portorosa, hermano de melancolías: yo sé que eso que tienes,tal como viene se va, igual que la fiebre. Te entiendo. Creo que lo que quieres decirnos es que esas sombras también son del paisaje soleado, con toda naturalidad (contorno y contrapunto), por más que no queramos mirarlas. Y Donna también te entiende. Lo que pasa es que ella, hermana de la risa de espuma, no nos quiere tristes (nos quiere). Eso es todo. Y su afán por espantar la sombra a manotazos (venga, quita, ya está) me conmueve más que todas las fotos color sepia de toda mi genealogía.

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  27. Yo también soy más de la cuerda de Donna, no me gusta ver a los amigos tristes ni enfebrecidos.

    Me alegro por la mejora.

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  28. Un abrazo a todos.

    No tengo la cabeza para escribir. O al menos no para escribir algo apropiado.

    Hasta mañana.

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  29. Claro, ¿cómo quieres estar, todo el tiempo sentado en una silla? Échate, échate aquí en este sofá tan cómodo y sube un poco los pies, que los tienes, los tienes, ojjjjjjjjj, ¡Dios, cómo los tienes! ¡elefantiosis en los tobillos y subiendo pantorrilla arriba! (ay, madre mía)

    No te muevas de ahí mas que para irte a la cama. Ya decía yo que tanta silla y a tu edad...

    Claro que la culpa no es tuya, angelito del cielo. La culpa es toda de Ignacio.

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  30. Hago lo que puedo, hago lo que puedo...

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  31. Caray, Portorosa, qué bonito lo que has escrito.

    Es cierto que en la vida, sobre todo cuando nos vamos haciendo mayores, ocurren cosas tristes, pero, si tenemos suerte, la suerte de las personas normales, vienen acompañadas de otras que no lo son. Creo que la única manera de vivir de verdad esta experiencia a la que, sin beberlo ni comerlo, hemos sido invitados, es llorar y reír con la misma pasión. Llorar cuando hay que llorar y reír, reír a pierna suelta cuando nos acaricia, como sin querer, la felicidad.

    Un abrazo, amigo mío.

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  32. Hola, Jesús. Muchas gracias, de verdad.

    Has explicado perfectamente lo que yo creo y pretendía decir.

    Un fuerte abrazo.

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  33. Llego tarde para opinar y para colmo soy tímida para escribir libremente los sentimientos.
    Soy portadora de una de las más bellas historias sobre abuelos y dentro de la tristeza, me siento privilegiada.
    Te imaginaba bastante gruñón, ja,je.

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  34. ¡Qué te voy a decir yo...! Pero no, ya verás; te invito a leer hacia atrás, ya verás que soy un sentimental.

    Un beso.

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  35. Perdón: y me encantaría oír tu historia.

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  36. Intento pegarlo..pero no puedo.
    Luna

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  37. Me pasa un poco como a ti, señor del pazo, que soy agnóstica... y entonces las pérdidas adquieren otro significado. A veces envidio un poco a los que tienen fé, esa fé inquebrantable que les da la seguridad de que volverán a ver y reencontrarse con los ausentes, aunque hayan de esperar al tal "día del juicio final". Pero yo no la tengo y como tampoco es algo que se pueda comprar... pues ahí andamos, metabolizando las pérdidas y las añoranzas como podemos.
    Un bico :)

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  38. Yo los envidio también por eso, sin duda. Imagínate que fuese verdad lo de la otra vida, lo del cielo, lo de la resurrección, ¡qué consuelo, qué tranquilidad! ¿Cómo no voy a envidiar la creencia de que no pierden a nadie más que temporalmente, de que todos se van a reencontrar?
    Pero qué le vamos a hacer, ¿verdad? Ante la muerte, para mí sólo cabe el sufrimiento. Sólo.

    Un beso enorme, querida.

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  39. Muy bonito,a mi también se me están cayendo las lágrimas al leer tú comentario,yo no lo llamaria sensibleria, más bien ternura.Pienso en mis hijos,la mayor sí los disfruto,aunque demasiado poco,pero el pequeño apenas cinco añitos,cuanto les habrian aportado si viviesen.Espero que si me hacen abuela a mí,pueda compartir con ellos muchisimos años.Te animo a que sigas escribiendo sobre los abuelos,se lo merecen.

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  40. Gracias, Anónima. Bienvenida.

    Me alegro de que te haya gustado. Un saludo.

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