1.8.15

Vicedo 2015 se ha acabado

Ayer, viernes 31, nos vinimos de Vicedo. Los últimos días apenas dejó de llover, lo que en parte sirvió para sentir un poco menos la marcha. Pero aun así estos quince días se me han hecho muy cortos, y me vuelve a surgir la idea de alargarlos un poco el próximo verano; y, de nuevo, esa certeza o ese deseo de vivir en algún momento allí.

El penúltimo día fueron mis padres, mi hermano y su novia a vernos. No pudieron disfrutar de la playa y el mar, pero sí del paisaje y de una comida al aire libre en Xilloi que todos recordaremos con cariño. Es sorprendente la facilidad de Cibrán para acercarse a mi familia, y supongo que el deseo de sentirla suya.

Volvimos a pasar por la librería A Brela, donde por un momento, cuando la encantadora Alicia me sorprende hablándome del blog, me acuerdo con cierta nostalgia de otras épocas de más vida en estas páginas. Me compro los Cuentos completos de Kingsley Amis, en Impedimenta. Y los niños, que con la lluvia han descubierto las cartas, se compran una baraja española. Ayer comían unos holandeses a nuestro lado, con los que hablamos un poco: supongo que volverán contando que en España, los niños, en la mesa, en lugar de jugar con móviles o maquinitas, hacen solitarios.

Lo único que ha fallado estas semanas he sido yo, como tantas veces (¿como siempre?). No sé si es que lo que me espera tras las vacaciones me pesa, o tal vez mi incapacidad para asumirnos a los cinco a la vez sin dificultades, pero lo cierto es que mi mal humor a menudo nos molesta a todos; empezando por mí, por supuesto, que voy alimentando con mis errores mi malestar.

Ayer, a pesar del mal día, cogí el neopreno y bajé a la playa antes de desayunar. Nadé bajo la lluvia, y volvió a ser algo maravilloso. Algo fuera de la vida normal. Algo que hace que el regreso mental a la ciudad tarde muchas horas, o días, desde que estamos efectivamente de vuelta.

Cuando nos íbamos paramos a despedirnos de Oliva, que deseó que este año no fuese peor que el pasado.

Si de todo esto, de tantas personas próximas y de paso, yo al menos aprendiese lo que cualquier libro de autoayuda sabe, todas esas cosas del camino y eso...

Mañana nos vamos los cinco a Cádiz. A Cai Cai, en pleno centro histórico. Si no fuese por Santiago, sería la ciudad de España que más me gusta, y además quiero enseñarles a los niños dónde viví.

Corto, se me ha hecho corto. Pero volveremos. Y, mientras, seguimos siendo nosotros.





7 comentarios:

  1. Me gustan muchísimo tus diarios de Vicedo. Quizás tu blog estaba más activo antes, sí, pero ahora ha ganado en algo que no sé definir.

    Un abrazo y que disfrutéis en Cádiz!

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  2. Gracias, Elvira.
    Pues ojalá. Si ha ganado en algo (que lo dudo), sólo puede ser en la pérdida de adornos.

    Un beso.

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  3. Mira a Cibrán y haz como él.

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    1. Es que yo no soy él, ni mis circunstancias las suyas.

      Besos, Moli.

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  4. Anónimo2/8/15 02:32

    Indiscutible que "el mal genio"aliente un hogar pero claro "una gran responsabilidad tener "extrictos deberes sobre los hombros que no "conllevan a nada en absoluto; la Paz de Vicedo conseguira "la calma y alivio de tus pensamientos... algo dificil de lograr en las "gran ciudades con "atascos y ruidos. La Naturaleza ayuda muchisimo.
    Salud y Felicidad en "la tacita de Plata.��

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  5. "Si no fuese por Santiago, sería la ciudad de España que más me gusta ..."

    Eso es porque no conoces suficientemente A Coruña ;-)

    Preciosa foto de cierre, por cierto.

    Beso gordo.

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  6. Coruña está estéticamente taaan sobrevalorada...

    Esto es alucinante.

    Gracias. Beso.

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