10.2.09

Un provinciano en Madrid, 2009: primera jornada

Compras.

Por Claudio Coello camino detrás de un ex-embajador de España en EE.UU., que se le queja a un amigo de que en una cena con Clinton a la que podía llevar cuatro acompañantes, Aznar lo dejó fuera.

Creía que la curiosidad por el metro ya se me había pasado, pero no. Es triste, el metro. Y no por cómo es (aunque hoy había estaciones a las que sólo les faltaba que de vez en cuando les cayesen unas bombas encima), ni por saber que estás bajo tierra, sino por las caras. Casi todas parecen desanimadas; yo diría que más que las de fuera. Será que tienen más problemas o están más cansados.
De todos modos, uno al entrar suele tener la oportunidad de elegir, en función de la gente que ve por las ventanillas, en qué vagón entrar. Y qué vidas mirar unos minutos. Y eso no está mal.
Enfrente de mí va sentada una princesa persa, que viene de comprar una almohada.
En un pasillo, un músico toca Yesterday y me acuerdo de mis hijos; y los echo de menos.

He salido a cenar y voy hasta Tribunal, un poco al tuntún. Conozco más o menos algunas zonas de Madrid, pero no tengo ni la más remota idea de dónde situarlas; y me sorprendo cuando veo lo cerca que están o, por ejemplo, dónde desemboca una calle. Llego hasta Bilbao y me acuerdo de Cal al ver el Café Comercial. Retrocedo y entro en un restaurante cubano, donde pido cerveza Cubanero, tostones con picadillo, tamal y dulce de guayaba con queso: bien como experiencia, regular como cena.
Hay una chica negra comiendo sola con el chaquetón puesto. Le pide al camarero una copa de vino tinto, en inglés, y él le entiende, después de unos cuantos gestos, ¡un vino con gaseosa! Le aclaro lo que quiere. Y a ella le comento que había creído, al verla allí, que era cubana. Me dice que es argelina. Cuando termina se acerca y me pregunta por dónde se va a la Gran Vía.

Acabo la novela de Bukowsky. Bukowsky me hace creer que al leerlo estoy escribiendo, ya.

Al salir, bajo Fuencarral, que se va estrechando y es bastante bonita, con árboles. Hay gente (casi todos extranjeros) trabajando en obras, a las 12 de la noche. Veo un cartel anunciando a un músico sufí y me acuerdo de Sirwood.

Voy a coger el metro a Gran Vía y me meto un poco en Montera, pensando si la mujer del restaurante estará o no allí. Pero lo que veo es demasiado deprimente, y me siento un tonto, y me voy.
Una chica me guiña un ojo con poquísima profesionalidad, me río y a ella le da la risa.

Vuelvo a mi alojamiento en un metro casi vacío del todo, y no veo un alma desde mi parada hasta que llego. Vuelvo contento, porque unos días en Madrid están llenos de curiosidades, pero me temo que la vida real aquí, una vez pasada la novedad, puede ser difícil y solitaria.

19 comentarios:

  1. Quería contestarle sobre lo de Loureiro, pero la explicación sería demasiado extensa para un blog. Trato de resumirle: no tiene puño, pero sí capacidad para crear situaciones nuevas y sorprendentes a cada momento. En esto me recuerda a Hammett. En mi opinión, lo que le ha faltado a Loureiro es la poda de un buen editor. Conozco a otro paisano suyo con casi veinte obras publicadas y un preciosista manejo del lenguaje que, por contra, aburre desde la primera página. Tres libros suyos que empecé, no pude terminarlos.


    Sirwood.

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  2. Yo no creo que Loureiro sea un buen escritor, pero coincido en que las ideas, el argumento, estaban muy bien.

    ¿No le ha emocionado que me haya acordado de usted en la calle Fuencarral? ¡¿Es que no tiene sentimientos?!

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  3. !Claro que tengo sentimientos! Exactamente, dos.

    S.

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  4. Yo vivo en Madrid y trabajo en otra provincia. Todos los días en coche.
    Entre semana camino. Casi nunca cojo el metro. Nunca me ha gustado.¡Qué sentido tiene un medio de transporte que atocina a la gente!!. No ves nada, no sientes nada, solo sirve para ir más deprisa a los sitios...bueno y en la linea 6 en cuatro caminos sirve para tocar el centro de la tierra de lo profundo que va. AHora lo cojo más cuando voy al extranjero que en mi propia ciudad. Ahora si lo cojo en Madrid me siento extranjera.

    Madrid no es más triste o solitaria que otras. Para mi la ciudad donde trabajo es horrible..y sin embargo a la gente le encanta..todo depende del que lo mire.

    Pásalo bien en Madrid.

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  5. por dios, que decepción Porto
    no se ha acordado de mí. sniff.

    y yo que iba a pasarle mi super guía de madrid de sitios en los que comer, y cositas bonitas que visitar...

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  6. Seguro, Molinos, que casi todo está en la mirada.

    (La de Sirwood, por ejemplo, debe de ser fría y cruel.)

    ¡Pero Celia, Celiíta, que estoy en Madrid! De ti me acordaría en Barcelona... Bueno, y en el Reina Sofía, creo recordar, ¿no?

    Besos a todos.

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  7. (Pero sí, aconséjame sitios, que a lo mejor tengo tiempo para ir. Gracias.)

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  8. el otro día, en ese metro de madrid, una mujer de casi ochenta años leyendo alejo carpentier, los pasos perdidos
    cerca, una mujer leyendo algo en ruso, tal vez una novela romántica
    un hombre haciendo un sudoku
    otro mirando cómo se le ha quedado la mano de negra tras el trabajo

    el metro está lleno de vida: a veces cansada, a veces agresiva, pero que lleva las venas de la ciudad

    y sobre todo, me gustan los músicos del metro
    los hay fantásticos

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  9. Hablando de cuentos sufíes...no sé si le conté el de 'La herencia'. Dice así:

    Un anciano, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

    -No puedo dividir en tres lo que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes para cada uno de vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil, más inteligente. Dicho de otra manera: a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Cogedla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo.

    Se fueron.
    El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa más que el anterior. El tercer hijo, que consiguió la herencia, compró una pequeña vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
    --

    S.

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  10. A mí el Metro me gusta un montón. Creo que es precisamente ahí donde se ve el sentimiento de una ciudad. Es lógico que si la gente va a trabajar, va algo tristona, no sé. Antes usaba el metro todos los días y me gustaba. Iba leyendo, escuchando música, fijándome en la gente e incluso riéndome (cosa que solía llamar la atención de la mayoría de los usuarios).

    Pero, fíjate, en el atasco que me trago todos los santos días para venir a malgastar once horas de mi vida currando, las caras de la gente no son muy diferentes. Y la mía tampoco (excepto que no puedo ir leyendo, claro).

    Madrid es una ciudad relativamente hostil. Las distancias son muy largas, los atascos interminables. O hace un frío que pela o te asas de calor...

    (Se me está yendo la pinza).

    Hmm, el Café Comercial, Fuencarral, Montera (ni te imaginas la de sitios interesantes que hay alrededor de Montera).

    Ay, me encanta los ojos con los que miras Madrid.

    Un besote. Cal.

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  11. sirwood, para que no haya líos entre hermanos, lo suyo es aceptar el deseo (juego) del padre moribundo, y luego de enterrarlo, dejar que todo sea de todos, que si no se crean muy malos rollos y más vale un hermano de buen rollo que una casa llena de malos rollos para generaciones
    (por sacarle punta a los sufíes)

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  12. Solbes ha dicho que 'nones'.

    S.

    :-))

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  13. A mí también me gusta mucho tu visión de Madrid. Me hace pensar en la actitud que tienen los niños ante la vida: todo les llama la atención, les sorprende, les ilusiona ... (Qué pena que la costumbre acabe con gran parte de todo eso! )

    Disfruta de la gran ciudad. Un beso.

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  14. Si, estoy muy de acuerdo con Koldo y Miss Calamity.
    El metro es mucho más interesante que muchas otros espacios de una gran ciudad. Permite una observación tranquila, casi descarada, de muchísimas personas en muy poco tiempo. Pasear, o incluso sentarte en una terraza no te permite una observación tan intensa de nuestra especie.

    Las pocas veces que he viajado las experiencias más divertidas, los equívocos, las conversaciones más casuales, las amistades más fugaces las he experimentado en trenes de largo recorrido, especialmente nocturnos; de día la gente es más práctica y no entabla conversación, habla del tiempo.

    Pero es necesaria una densidad de ocupación cómoda para poderte relacionar con ña gente con un poco de profundidad. En el metro no es posible. Nadie habla. Pero todos se sienten parte del grupo sin hablar.

    Ahora sí, hay ciertas personas que nunca podrás encontrarte en el metro, entre ellas Tita Cervera, que es inobservable.

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  15. Es lo que tenemos los inmaduros, que tenemos una mirada cándida e infantil...

    El metro me parece interesante, muy interesante, además de triste.

    Besos y abrazos.

    Ayer fui a un museíllo del tres al cuarto, el Prado; a ver si os cuento algo...

    Buenos días.

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  16. El metro me parece interesante, muy interesante (...).

    Sí, como algunos restaurantes... ; )

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