Hablemos de la televisión
Voy a ser muy tajante. No voy a matizar ni a hablar con cuidado. Un día es un día.
La televisión era un buen invento.
Teóricamente lo era: llevar información a cualquier casa, a cualquier rincón, desde cualquier lugar del mundo; y ofrecer entretenimiento (aunque ahí ya se empezó a torcer la cosa), también en cualquier sitio.
Eso, teóricamente.
En la práctica, en el medio está ya el mal: traslado de la atención de la realidad a una pobre ficción, en un proceso que no exige nada del receptor, que se convierte en algo parecido a un embudo.
Lo cual no sería demasiado importante si se tratase de una actividad esporádica y minoritaria. Sólo que la realidad es la contraria: se le dedica muchísimo tiempo. Son excepcionales las casas en las que la televisión encendida no es una presencia constante, y las personas (peor si son niños) que no pasan al menos una o dos horas cada día delante del televisor. Gente que dice no poder hacer nada por falta de tiempo, ve la tele.
Y el que ve la tele no sólo la ve, sino que, mientras, no hace nada más. La tele absorbe. Y paraliza. Si no la vemos, nos dedicamos a decenas de otras cosas más interesantes y que nos gustan más (ya he dicho que no voy a contemporizar nada).
(Ante esto, suele decirse siempre lo mismo: para desconectar. Y me lo creo. Y no seré yo quien juzgue las razones que cada uno tiene para sentir que lo necesita. Pero eso hace que no pueda evitar relacionar el recurrir habitualmente a la televisión con algo así como arrojar la toalla.)
Y esto, que ya es triste en el caso de un persona sola, es peor cuando se trata de un grupo: gente reunida renuncia a relacionarse, y en lugar de mirarse unos a otros y hablarse (o besarse, o pelearse o qué sé yo, pero vivir), miran fijamente en la misma dirección en silencio y con la mente, en general, apagada. Si uno hace un ejercicio de abstracción y contempla esa imagen desde fuera, como si fuera algo nuevo, resulta casi incomprensible.
Pasemos ahora al contenido.
Es una mierda.
Casi todo. Incluso lo que pretende ser serio (los informativos son pésimos y completamente prescindibles). Claro que por el medio hay excepciones, películas y programas de calidad, sobre todo en los canales de pago, pero nadie dudará que ocupan los últimos puestos en las preferencias.
Pero concretemos más, que a eso venía: los programas de prensa rosa, de cotilleos, de tele-realidad, o todos en los que hay participantes que indefectiblemente esperan abrazados y llorando el veredicto, sobre lo que sea, del abominable público.
No tengo palabras para expresar la opinión que me merecen.
No es necesario recurrir al último ejemplo de desprecio y carencia absoluta de escrúpulos (y al que le sacarán partido, y si no ya lo verán). En todos los casos se ofrece mentira, morbo, escándalo, pornografía sentimental (la más impúdica), histrionismo, estulticia, chabacanería hecha pasar por ingenio, y, en fin, el triunfo de la vulgaridad y la falta de mérito.
Se calumnia, se difama y se irrumpe en vidas privadas sin ningún respeto, llegando a abusar de un modo que incluso cuando lo sufren los sinvergüenzas que viven de eso es difícil de disculpar.
Y en todos ellos se manipulan de la manera más vil y embrutecedora los sentimientos. En algunos casos utilizan a pobres gentes, bien desesperadas, bien atraídas por lo que les parece que es la fama, y les hacen contar sus miserias mientras ellos disimulan (o no) las risas. En otros, cuando todo es un montaje, hacen lo mismo con las otras pobres gentes, las de este lado de la pantalla.
Sus responsables son unos hijos de puta.
Los productores, los responsables de las cadenas, y por supuesto los presentadores (creo que todo empezó con Isabel Gemio, y ahora son decenas, los mamarrachos), lo son. Porque hacen todo lo que acabo de decir.
Y la Administración es culpable.
No parece fácil crear herramientas legales que eviten esas situaciones humillantes, cuando la verdad es que no surjen de comportamientos delictivos (no tengo nada claro que siempre, cualquier foto o imagen que se tome en un lugar público, sea legal y publicable, y me pregunto si eso no admitiría otra regulación más severa, pero en cualquier caso, ¿quién va a impedir que un programa airee las intimidades de un adulto que se presta a ello voluntariamente?). Pero sí es culpable de no educar, de no conseguir que ese espectáculo deje de gustar (ya ven, sin matices). ¡Ay, Educación para la Ciudadanía, espero que estés bien pensada, porque tienes tanto que hacer!
¿Y los telespectadores? Los telespectadores han aceptado como algo justo y lógico que el único criterio sea el económico, y son la razón de ser de la programación. Son los colaboradores necesarios de todo esto.
La televisión es un electrodoméstico. Yo no pongo la lavadora si no la uso. Soy periodista. No veo la tele. En mi casa no se ve la tele. Mi madre la apaga cuando llegan los deportes en el telediario y la vuelve a encender por la noche si hay algo que le interesa. En mi casa, el salón es lugar de reunión silenciosa, cada uno con su libro o con su Quiz o Cábala en las manos. Es cuestión de costumbres y de educación.
ResponderEliminarEso, para empezar.
Para seguir, sólo una recomendación: el especial sobre los medios de comunicación españoles de Le Monde Diplomatique de hace varios meses (incluso puede que haga algún año que otro). Porque me podría poner a hacer una disertación grandísima sobre la pérdida de separación entre el espacio público y el espacio privado y cómo esa pérdida ha sido en algunos casos beneficiosa (hacer que se ponga atención sobre la violencia de género: se transformó en público. Otra cosa es que ahora se haya convertido en espectáculo). Podría ponerme a pensar en que sueñan las pulgas con comprarse un perro (y, por ende, supongo que la gente ve programas del corazón para descubrir que los ricos también lloran). Podría diferenciar entre periodismo y casquería y podría diferenciar también entre el papel de un periodismo y otro (el periodismo, como tal, ha desaparecido: no somos transmisores de la realidad, como algún día pudimos ser -en tiempos ya lejanos-: somos voceros, todo lo más). Y podría, en fin, ponerme a criticar la programación de un aparato que no enciendo porque no uso. Un aparato que ocupa el centro de la vida y del espacio físico de todas las casas. Como si tuviéramos una batidora en el salón encendida todo el día, ronroneando.
Pero me resulta difícil criticar el papel de la televisión sin criticar la profesión, o el oficio. Porque sé quién está detrás de todo eso: sé los sueldos que se pagan, sé las órdenes que se dan, sé de lo que está al otro lado, que es lo menos halagüeño del mundo. Y sé que la nivelación por arriba no es posible. La historia tiene muchos más matices que el decir "la televisión es una mierda". Todavía no sé, para empezar, de dónde nace la demanda y de dónde la oferta...
Muy bien dicho, tanto lo del Hombre sentado en una silla, como lo de Unaexcusa.
ResponderEliminarEl 12 de enero pasado vinieron al bloque a acondicionar la antena para la TDT (televisión digital terrestre) pero no lo hicieron bien y no comprobaron. Un cable. Ese es otro tema. Me acuerdo muy bien porque yo era la presidenta. 22 casas se quedaron sin tele un fin de semana. Me acuerdo muy bien además porque el 13 de enero murió mi padre y porque con mi padre de cuerpo presente tuve que hacer las gestiones para inhumarlo y para poner remedio a tamaña catástrofe televisiva. Los que más se quejaban eran los que no recibían bien Telecinco.
Estas manos no han vuelto a encender la tele. Prefiero la batidora y no digamos la picadora.
Cuestión de costumbres y de educación, por supuesto. Por eso digo lo que digo, porque eso que dices tú, Unaexcusa, algo tan sencillo como que la enciende si hay algo que le interesa (y, entiendo yo, no si no lo hay) ya convierte a tu madre en una rara avis. Y ya no digamos a tu salón, con la tele apagada.
ResponderEliminarConozco el mundo del periodismo desde muy cerca (más el de la prensa escrita, es cierto), y sé de sueldos, condiciones de trabajo y todo eso. Si te fijas en a quiénes me he referido (directivos, productores y presentadores de esos programas), todos cobran sueldos millonarios.
Hablas de las posibilidades teóricas de la televisión. Y yo estoy de acuerdo. Pero son teoría. Hablas de logros prácticos (violencia doméstica), y estoy de acuerdo. Pero yo resumo la cuestión de la tele en un balance final: qué nos da y qué nos quita; y ahí creo que hace tiempo que, a pesar de sus logros, el saldo sale negativo. Si la comparación la hiciese entre qué nos podría ofrecer y qué nos ofrece realmente, el resultado sería también para echarse a llorar.
Pero, como advertí desde el principio, en el tema tele soy totalmente visceral, porque, en conjunto, la aborrezco. O, mejor dicho, aborrezco que se vea la tele.
Lo que aborrezco es el uso que se le da a la tele.
El ejemplo de Aaoiue es elocuente: una veintena de familias literalmente desesperadas porque no tienen tele un fin de semana: paralizadas, incapacitadas para llenar de otro modo su tiempo. Es penoso. Porque es verdad que están incapacitadas para entretenerse, y ya no digamos para disfrutar (generalizo, generalizo, por supuesto, de eso se trata).
Lo de la oferta y la demanda es simultáneo, creo yo. Porque no se ofrece lo que no se pide, pero tampoco se pide lo que no se conoce; la oferta educa, y falta educación, que vaya alguien a una casa y diga "Miren, ustedes después hacen lo que quieran, pero déjenme explicarles qué podrían estar viendo...", y eso es responsabilidad de los de arriba.
Después está lo de soñar con un perro grande y peludo. Ya lo sé. Ahí no me meto, que cada cual sabe de qué color es su vida. Pero no me digas, Unaexcusa, que eso mismo no da una idea de cómo es la televisión...
Gracias.
Un beso a las dos. Y buenos días.
(Y me doy cuenta ahora de que he contestado como si estuviéramos discutiendo, y no sé por qué, porque tampoco veo tantas diferencias. Sabrás disculparme, Unaexcusa :) )
ResponderEliminarYa. A mí tampoco me gusta. Los domingo, si voy a casa de mi padre, veo un canal de viajes y otro de cocina, que sí que me gustan mucho. Las televisiones generalistas no. Son programas de baja calidad, con un lenguaje horrible (sobre todo ahora con esa manía de "pueden ustedes mandar sus SMS": Coño, rotúlalos bien antes de ponerlos en una pantalla, con ese lenguaje WAP y esas faltas de ortografía) e idiotizantes.
ResponderEliminarPor eso no la veo.
Pero tampoco la critico: es decir... Es que la crítica es un axioma tan grande, tan grande... Se resume en:
- La inmensa mayoría de los programas de televisión son una mierda.
- La inmensa mayoría de las series de televisión de la HBO son una maravilla.
- Las películas y las series son obras de arte en el tiempo que no se pueden interrumpir. Así que no las veo en televisión porque no me gusta que se interrumpa su tempo con un montón de anuncios publicitarios.
- Los anuncios publicitarios sí me gustan Pero, como tampoco voy a ponerme a ver la tele para analizar publicidad, no la pongo.
Cosa que se resume en:
- ¿Para qué voy a perder el tiempo en criticar algo que en mi vida tiene una importancia igual a cero? A mí me jode que en las librerías sólo haya best sellers, que cuando quiero Los Orígenes del Totalitarismo de Hanna Arendt, lo tengan que pedir y el librero te mire con cara de qué tía más rara. Me jode que llegues a cualquier librería y los libros estén abiertos para ponerlos en torrecitas, con las hojas dobladas o las sobrecubiertas rotas. Y, desde el 13 de marzo, lo que me jode es hacer un programa de cultura monísimo de la muerte que no oye ni Dios.
Pero, ¿la tele? Yo es que, de verdad, Portorosa, no perdería el tiempo (ni la lucidez) para hablar de la tele.
Dos apostillas: Sí: mi madre es rara. No te imaginas hasta qué punto. Le compró a mi hermano El Hobbit cuando tenía siete años, así que imagínate...
Eso sí: el aparato es muy útil. Una se compra un DVD, se pone a ver películas y disfruta como una enana de Cukor y Katharine Hepburn.
Hola. A mí, como a Portorosa, no me gustan los contenidos de la televisión y no la veo, salvo excepciones. En los últimos años sólo he visto los campeonatos de Fórmula 1 y, por acompañar a mi hijo, un par de partidos del Mundial de fútbol. En mi casa el televisor no sólo está apagado sino que el cable de la antena está desconectado (aunque sí lo tenemos conectado a un disco duro para ver pelis).
ResponderEliminarPero mi postura es simplemente esta: mis preferencias son distintas a las de muchos españoles. No tengo ningún interés en que los demás tengan otras preferencias y menos aún que la Administración haga algo por cambiarlas. La Administración no debe intervenir porque:
1. Probablemente sea imposible cambiar conscientemente las preferencias televisivas de la gente.
2. Aunque fuera posibe, la Administración es tan incompetente que no sería capaz de hacerlo y seguramente el intento sería contraproducente (podríamos, por ejemplo, acabar con una televisión como la cubana, la venezolana o la vaticana).
3. Aunque la Administración pudiese hacerlo yo no quiero que los impuestos se dediquen a eso. Prefiero, por ejemplo, que se bajen los impuestos.
Por cierto, aplico exactamente el mismo criterio para cualquier otro tipo de preferencias, siempre que no haya agresión a los demás. Por tanto, lo de arriba es aplicable, además de a las preferencias televisivas, a las preferencias culturales, sexuales, gastronómicas, lingüísticas, vacacionales, etc. Recomiendo a todo el mundo que se convenza de que el punto 1 de arriba es básicamente cierto para todo tipo de preferencias. Produce una gran paz interior el asumir que uno no puede cambiar premeditadamente las preferencias de los demás.
Los productores, periodistas y presentadores ganan mucho dinero porque hace bien su trabajo, que consiste en satisfacer los deseos de los espectadores. Las personas que hacen el ridículo en la tele para hacerse famosos y ganar dinero están en su pleno derecho.
Dice Unaexcusa que no sabe "de dónde nace la demanda y de dónde la oferta". Yo lo tengo claro. Todo nace de la demanda. Los que hacen la oferta intentan ser atentos servidores de los espectadores.
Me parece que en la postura de Portorosa hacia la TV se expresa implícitamente el deseo de terminar con su realidad asfixiante y apunta tímidamente a la administración como responsable última de acabar con ella.
ResponderEliminarUnaescusa, aparentemente, parece ser indiferente al destino de la realidad televisiva y recomienda no dilapidarse en su contra y aplicarse a conservar espacios de intimidad ajenos a la colectivización del pensamiento propiciado por la TV. Se ve que la razón de esta postura es un escepticismo basado en el conocimiento de los resortes de poder que dominan la produción de esa realidad y la imposibilidad de superarlos.
Efectivamente, creo que el asunto de fondo es de carácter político. La televisión nace en sus orígenes como un medio de comunicación, pero se ha convertido en un instrumento de dominación mediante el adoctrinamiento de la sociedad en una ideología del consumismo (en el caso de nuestra sociedad), necesario para el mantenimiento de un sistema social cada vez más complejo e ingobernable.
En nada cambiaría que las programaciones fueran de calidad y dieran satisfacción a gustos refinados. El consumo sería de obras de arte, pero seguiríamos siendo receptores ajenos a nuestro entorno e insatisfechos en nuestra alienación.
Con esta derivación de la reflexión, me veo abocado a plantear la siguiente cuestión, quizás un poco pasada de moda, pero que se me impone con fuerza: ¿no creéis que el quid de la cuestión está en quién detenta los medios de comunicación y que la única solución sería la democratización de su uso?
Soy consciente de que la pregunta apunta a regiones utópicas, pero creo que es intelectualmente pertinente. Personalmente he pasado de una actitud vital tipo Portorosa a otra más acorde con unaescusa. Pero cuando me hago preguntas como la anterior, no me siento cómodo en esa postura. Es como si la pregunta hiciera emerger una conciencia de compromiso en el gobierno de la polis que remueve el sillón donde nos sentamos, frente a una televisión encendida o apagada.
Unha aperta
Caray.
ResponderEliminarBueno, a ver, yo llevo dos años y nueve meses con el blog, y, exceptuando el post sobre los informativos enlazado en éste, nunca he escrito sobre la televisión. Y eso que, como he dicho, odio el papel actual de la tele.
Con eso quiero decir que en buena parte he asumido la actitud de desprecio y despreocupación de la que habláis (por cierto, no sé qué es la HBO). No siempre puedo, porque no vivo solo en el mundo y la actitud de algunas personas hacia la televisión me afecta y me molesta (me molesta a mí, y me molesta por ellos), pero digamos que hace tiempo que lo he dado (o nos he dado) por imposible.
Si he sacado el tema ha sido por la gota que ha colmado el vaso, lo de la chica ésa asesinada. Y porque me imagino que en el programa seguirán tan tranquilos, pensando sólo cómo afectará económicamente (yo digo que bien, seguro).Y porque me jode ver a la gente viéndolo; entre ellos a gente que me importa.
Seguramente Biopolitical es menos ingenuo que yo con respecto a las posibilidades de la Administración (o de quien sea) en el tema de los gustos y las preferencias; pero yo por ahora tengo fe en la educación. Soy así de tonto. Pero ojo, no confundamos, que esto es muy fácil tergiversarlo (y tal vez yo me haya explicado mal, antes): doy por hecho que con educación esto deja de gustar, y por eso la pido; no pretendo que a nadie se le lave el cerebro para dirigirlo hacia unos gustos en concreto; sólo faltaría. Así pues, pido que los impuestos se usen en formarnos, ni más ni menos, no en campañas desprestigiadoras ni en publicidad de National Geographic; después las cosas caerían por su propio peso.
Por eso digo lo de la oferta y la demanda. Porque el productor ofrece lo que se demanda, pero no es menos cierto que la oferta televisiva es, hoy en día, un instrumento educador. Y si es mala, es malo, y sus resultados también. Todo una pobreza.
Y eso enlaza con lo que dice o amigo Taliesín: el papel de los medios de comunicación, que hace tiempo que dejó de ser el que era. Pero confieso que cada vez me cuesta más hablar en términos de manos ocultas que mueven los hilos. Yo veo una cadena en la que cada eslabón busca su beneficio.
No obstante, creo que la cuestión daría para otro artículo más largo y profundo que lo que yo he escrito.
En cuanto a este párrafo de Biopolitical:
Los productores, periodistas y presentadores ganan mucho dinero porque hace bien su trabajo, que consiste en satisfacer los deseos de los espectadores. Las personas que hacen el ridículo en la tele para hacerse famosos y ganar dinero están en su pleno derecho.
Es cierto que quien quiere hacer el ridículo puede hacerlo. Ojito, pero quien no sabe que lo está haciendo no está en ese caso, ¿eh?, sino que está siendo utilizado. Y el que utiliza, o el que no tiene escrúpulos de ningún tipo ni más criterio (como he dicho) que el económico (porque decir que lo que quieren es satisfacer los deseos de los espectadores es un poco equívoco, ¿no?; parece que fuese un fin, y no un medio, como en realidad es), puede ser un profesional como la copa de un pino; pero también un perfecto cabrón.
Hay traficantes de droga o de armas (y fijaos qué mal estoy que no creo estar saltando a un nivel de daño muy alejado de éste) que se mueven exactamente según el mismo principio: satisfacer a sus clientes; y lo hacen genial, también. También cobran mucho, es verdad...
Gracias a todos por semejantes (en cantidad y calidad) comentarios. Es un placer.
Buena tarde de domingo a todos, que es lo que hace falta.
(Seguro que los días siguientes al del asesinato batieron records de audiencia.
ResponderEliminarEs que me dan un asco que me supera, en serio...)
Volviendo a Taliesín: la cuestión de la responsabilidad de los medios de comunicación, su responsabilidad en las consecuencias de su trabajo, me parece interesantísimo. Porque creo que es inmensa, y nunca suficientemente enfatizada: los medios de comunicación dibujan gran parte de nuestra realidad, nos dicen cómo es y, a veces, cómo debemos entenderla. Y de ahí parte todo, de ahí nacen las opiniones y los intereses que salen de la esfera privada (y aun alguno de éstos).
ResponderEliminarY eso determina qué nos va a preocupar, y cuánto. Y eso es la leche; la leche.
Esto es evidente en el caso de la prensa supuestamente seria.
En la otra, hay que mirar más abajo pero la cuestión es la misma: los temas que pasan a importar y las actitudes hacia ellos.
Lo resumo muy brevemente, generalizando mucho y siendo muy injusto: dudo muchísimo de la capacidad crítica y del interés por casi nada de alguien que ve Gran Hermano, o el execrable Aquí hay tomate, cada día. Le presumo encefalograma plano e ignorancia, y me tiene que demostrar él que estoy equivocado (bueno, si quiere...).
Peor, pero infinitamente peor fue la secuencia del niño dominicano ahogándose. Perfectamente prescindible. Perfectamente inservible. Perfectamente macabra. Perfectamente inútil. Pero ahí estuvo, sin dar tiempo a cambiar de canal, prendiendo la mirada al braceo de la criatura que se hunde y por el que no puedes hacer nada. Vamos, sólo mirar. Pero ahí, siendo noticia, como si a partir del visionado fuese a haber menos ahogados, o menos tifones, o menos lluvia o menos agua corriendo por el mundo, cuando realmente lo que consiguen es que lo que más haya, pero llegándoles ya al cuello, es mucha más mierda. ¿Para qué había que ver eso? ¿Para qué? ¿Y cómo un presentador tiene estómago para presentar ese video, cómo?
ResponderEliminar(...)
Yo sí veo la tele, claro que veo la tele, y veo gran hermano y todo lo que me place en función de lo que me pide el cuerpo (que todos los días no me pide seguir a Sagan pilotando su nave y hablándome del número atómico del protactínio)((ni falta que hace)). Sin perder el espíritu crítico se puede ver cualquier cosa, Porto-rosa, cualquier cosa. Pero lo realmente interesante es utilizarla tú, no dejarte utilizar por ella, y no embobarte ni dejar que se te emboben los críos. Para eso la televisión por cable se pinta sola, apenas tienes que soportar anuncios y programas y empleas sólo el tiempo que quieres. Sin interrupciones, al grano, a tu gusto.
(Haz el favor de no soltar tacos, caramba. Con lo que tú eres... :-))
Un abrazo, querido.
Pero tú eres excepcional.
ResponderEliminar(Es que me salen solos... Tengo mucho que soltar.)
Buenas tardes.
ResponderEliminarLe veo demasiado alterado con el tema, no es para tanto.
Supongo que todos viven en una ciudad o pueblo grande, donde hay librerías o kioskos.
Supongo tambíen que pueden andar o moverse con total libertad y sobre todo pueden elegir.
En mí es normal ponerme en la otra orilla y pensar sólo un poquito en la gente mayor que viven en un pueblo chiquitito, donde no hay librería, ni kioskos, donde las noches son largas y el sueño poco...
En la gente que no puede elegir.
De todas forma hay algo que me sorprende, si no ven la televisión ¿Como saben tanto de ella?
Es un medio de comunicación igual a otros. ¿Dejamos tambien de leer la prensa? ¿hay diferencia en la prensa escrita? pues depende quien la lea, creo yo, lo digo por lo que dice unaexcusa.
"soy periodista y no veo la tele"¿lee prensa o tampoco?
Yo estudié psicología y nunca puse consulta, le diría más, no creo en la psicología, claro así me va..
¿Tengo que echarla por tierra por ese motivo?
Saludos
(Nada, que no me regatea...)
ResponderEliminar:-)))))
Hace unos años tomé la feliz decisión de no tener tele en casa. Unos meses después me regalaron una pequeña, una de esas viejas teles portátiles que conecté al vídeo, pues ni siquiera me molesté en hacer llegar la antena hasta el aparato. Y así sigo, absolutamente ignorante de la programación actual. Desconozco qué series triunfan hoy en día o qué programas podrían incluso gustarme. En realidad me importa un rábano si ahora mismo explotan todos los satélites que envían señales a los televisores. No sé qué programa me perderé esta noche si eso ocurre. De hecho, ni siquiera he llegado a ver estas nuevas cadenas de televisión, cuatro y la sexta creo que se llaman.
ResponderEliminarNo se lo recomendaré a nadie, porque cada uno es libre de perder su tiempo como mejor le plazca. En mi caso, la tele no ocupa ni un átomo de espacio en mi cabeza y la gente que me conoce ya ni siquiera saca temas de conversación sobre series o programas televisivos. Es quizás por eso que todos estos debates me parecen loables pero estériles. La tele seguirá siendo así, le pese a quien le pese. Estos programas basura son lo que obtienen una mejor relación inversión-beneficio para las cadenas.
Como dijo Groucho Marx: "La televisión ha hecho mucho por mi cultura; cada vez que alguien la enciende, me voy a leer un libro."
La HBO es una productora. Entre otra, la de Los Sopranos, Deadwood, Sexo en Nueva York, The Wire o Carnivale, que es maravillosa.
ResponderEliminarPor ahí hay quien me pregunta y aclaro: La prensa la leo por obligación. Es decir, ahora mismo me he pasado un mes leyéndola de cabo a rabo porque tenía que estudiar para un examen. Si no, no la leo. Cuando la leo, busco algún artículo que me interese (que suelen ser, más bien, reportajes o entrevistas) y eso sí, me leo la opinión.
Tampoco escucho la radio ni veo la tele. Cuando llego a mi casa, actualmente, tengo a Grossman, Dickens, Conrad, Andersen, Tanizaki, Szymborska y Khayyam. No tengo tiempo de leer periódicos, ni ver la tele ni escuchar la radio, porque tengo cosas muchísimo más importantes y placenteras que hacer. La actualidad, sinceramente, me importa una mierda: estoy al tanto de ella -más de lo que me interesa- y, sobre todo, de las áreas que llevo, que son Cultura y Educación. En eso estoy puestísima. Lo demás me la trae al pairo, verdaderamente.
Lo de la tele y el programa. Ahora les ha dado por criticar El diario de Patricia, que lleva chorrocientos años en antena. Y que no tiene la culpa del asesinato de Svetlana (que de aquí a tres días no nos acordamos del nombre de la mujer, ésa es otra). Me parece focalizar el problema donde no está el foco. Y trivializarlo de una manera peligrosísima. ¿Que luego habrá tenido más audiencia? Por supuesto. No hay nada que le guste más a la gente en general -todos somos gente, como dice un amigo mío- que las bajas pasiones. Y criticar a quienes les gustan para sentir que no somos como ellos... Eso más aún.
Yo, en realidad, había encendido el ordenador para terminar un trabajo que tengo que entregar mañana a primera hora, pero antes me he metido en tu blog y, si me lo permites, voy a dedicar unos minutos a decir algunas cosas que tal vez sean oportunas. Empezaré diciendo que apenas veo la tele, selecciono lo que veo y sucede que con frecuencia no me interesa nada de lo que emiten y, en consecuencia, no la enciendo. Esto, que en principio debería ser de cajón, parece que no es lo común. Aquí falla algo. Es lógico que si a alguien le trae al fresco el arte pop no se pase el día viendo exposiciones pop, comprando libros de tendencia pop o buscando información en enciclopedias analógico y/o digitales sobre andy warhol. Aquí, insisto, falla algo. No me imagino a mí ni a la gente que me rodea y aprecio acudiendo al diario de patricia o cómo se llame a contar sus intimidades, sin embargo a este tipo de programas no les faltan voluntarios, es más, por lo que sé por compañeros que trabajan en televisión, la gente se vuelve loca por aparecer en ellos y tener su minuto de gloria aunque sea a costa de narrar sus batallas más pornográficamente erótico-festivas. Es curioso cómo los contenidos de la programación televisiva vienen derivando desde hace unos años hacia el territorio de la casquería, entendida ésta en su más amplia extensión. Pensemos, por ejemplo, en los informativos: ¿existen contenidos más allá de los sucesos, la zancadilla política y los deportes? Sí, la información meteorológica. Poco más. El pan y circo ya estaba ahí en tiempos de los romanos. Ahora se llama clase media y espectáculo. Hace algún tiempo (quizás lo recuerdes, amigo portorosa) hablábamos de los pasos de peatones, de los coches, de cómo conduce la gente, de que cada cual va a lo suyo, de que cada uno conduce como vive, como es. No son los coches los culpables, es el ser humano, ése bípedo imbécil y egoísta.
ResponderEliminarY no sucede sólo en la televisión. La radio está destrozada. Desde que era un niño pequeñito quise ser periodista de radio. Y lo conseguí, empecé a trabajar en radio nacional con diecisiete años, el verano anterior a empezar la carrera de periodismo. Trabajé en ella muchos años. Me terminé marchando asqueado, desengañado, vencido. Aún así, escucho la radio con frecuencia… y con frecuencia suelo apagarla refunfuñando, harto de escuchar sandeces, frases vacías, programas huecos, periodistas horrorosos y gritones que te venden lo que sea a voces, como si uno fuese sordo o bobo o ambas cosas al tiempo. Creo, y discúlpeme el que se sienta herido, que en la radio española trabajan en estos tiempos que vivimos lo más mediocre de la profesión (con honrosas excepciones, claro está).
¿Y la prensa escrita? Machacada. En muchos periódicos ya ni siquiera existen correctores, figura que se ha delegado en un programa de edición de textos que no sabe distinguir un “ha” de la preposición homófona. Las informaciones llegan tan sesgadas que, os juro por mi hija, a la que acabo de dejar dormida en la cama, no me creo ni una sola de las noticias que leo. Nada. Cero. Pero claro, los periódicos se leen, y parece que la palabra escrita sigue teniendo peso y prestigio. A veces hay que pararse a pensar que el hecho de leer no es bueno de por sí, aunque a los políticos se les caiga la baba con los planes de fomento de la lectura y cosas por el estilo. Es terrorífico, pero es así.
La conclusión, y voy terminando, es que el problema de fondo no está en las cadenas de televisión ni tan siquiera en los medios de comunicación en su conjunto, sino en el ser humano, en esta estupidez que nos acompaña y que es el auténtico pecado original que arrastramos desde que nacemos y hasta que nos entierran, incineran o abandonan en una cuneta de cualquier carretera secundaria. ¿Qué haría, me pregunto derrotado antes de obtener respuesta, la albóndiga común si no existiese el diario de patricia ni la televisión a esas horas de la tarde? O mucho me equivoco o arremeter contra la vecina del tercero izquierda que está reñida con el gandul de su marido. Con todo, aún sabiendo todo esto y otras cosas que callo para poder terminar ese trabajo que he de entregar mañana a primera hora, he de decir que sí, que la tele está hecha una mierda pero, insisto, el ser humano también. Y para esto no hay solución. Ésa es la pena.
Un fuerte abrazo, portorosa. Sigue siendo un placer leerte.
Ni un ápice, Donna.
ResponderEliminarLuna, lunera, sé algo de la tele porque vivo rodeado de gente que la ve. Pensé aclarar que no la veía, en el post, pero me pareció que no aportaba nada con el comentario. Y además no es del todo cierto, alguna vez veo algo. Es más, yo me considero un mal telespectador, y en mi caso tengo claro que es mucho mejor no tenerla (estuve 5 años así y me encantó), porque de lo contrario siempre pierdo con ella más tiempo del que quiero.
Sí pienso en los pueblos y en los enfermos, Luna. En un borrador, este post incluía una aclaración al respecto. Para ellos, o para las personas mayores, la televisión es más útil.
Pero, ojo, también roba. Hay vidas miserables que justificarían cualquier paraíso artificial, pero otras no, y he visto algunas convertidas en un mirar fijamente toda cuanta basura salía en la pantalla, por los siglos de los siglos, en lugar de estar con alguien que veía en la tele el sustituto perfecto (como otras veces es una socorrida canguro).
Tengo familia en la aldea y sé que la tele les ha llenado algo las interminables tardes de hastío y soledad. Y aunque vean cosas que en mi opinión no les dan nada, los entiendo y nunca les quitaría el televisor. Entendámonos.
¿Trivializo yo el problema, Unaex? ¡Si yo creo que rozo el catastrofismo!
Si te refieres a que lo simplifico, tampoco lo creo. Sé que esa chica no ha muerto por ese programa. No iba por ahi la línea de mi crítica; me limitaba a la idiotez, no al crimen. Yo al programa en cuestión, como a sus colegas, lo acuso de todo lo que he dicho en el post; pero de nada más.
Ismael (qué alegría), lo ves todo muy negro. Y lo malo es que tú también lo ves desde dentro, y eso lo hace más preocupante.
Me interesa más hablar de los espectadores que de los ¿periodistas? Y creo que sí, que falla algo. Tal vez siempre ha fallado, pero el caso es que nadie parece darse cuenta de nada...
Vosotros no dais el perfil de televidente. Y muchos más habrá que sepan ver la tele. Pero yo hablo de la norma, de la generalidad, que, perdonad, no se os parece en nada.
Gracias a todos.
Por cierto, Arrebatos, ya sé que este debate es estéril para cualquier cosa que no sea desahogarme un poco y comprobar que no estoy solo. Sobre todo para lo primero.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hace poco, con la muerte de la última mujer por culpa del programa televisivo de antena tres, convencí a mi familia de que sacaran de la programación a esta cadena. Si todos los que pensamos así hiciéramos lo mismo, estoy seguro que las cosas cambiarían.
ResponderEliminarUn saludo.
Buenos días.
ResponderEliminar¿Y cómo podéis vivir sin Antena 3, Pau? Un abrazo fuerte.
Y nada mejor para ilustrar el debate, que comenzar el día con la cita de hoy de mi agenda, del famoso show-man mediático Johann Wolfgang von Goethe:
Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano.
Animando.
Saludos, y lo dicho, buen día.
Portorosa.
ResponderEliminarCreo que no hace falta imaginar una mano negra para darse cuenta que la sola lógica (demencial) del sistema socioeconómico se encarga de crear una realidad televisiva que se cuela en la conciencia de los televidentes, influyéndoles en lo que tienen que pensar y comprar. La TV es pagada por los anunciantes que se pelean por un hueco allí donde más espectadores haya. Las TVs programan para conseguir el mayor número de televidentes, y lo hacen apelando a lo espectacular que moviliza las “bajas pasiones” (bajas por oprimidas). Entre ellas, el ansia de tener, es la que más interesa. Curiosamente la programación rosa se centra en los que “tienen”, o los héroes que no teniendo quieren tener (tipo gran hermanos), lo que facilita la identificación con un ideal del yo determinado. ¡Perfecto!
Por tanto, la TV., por la lógica del sistema, promueve el refocilarse en lo más sórdido del ser humano. No van a promover valores como la autodeterminación del individuo. Eso sería su harakiri. ¿Qué pasaría si los individuos fueran sensatos a la hora de administrar sus necesidades?
La desmesura de la televisión es funcional con la desmesura del sistema socioeconómico.
Todo eso nos puede dejar indiferentes a los que no participamos de esas celebraciones consumistas tan burdas, sino fuera por que una sociedad compuesta de masas conformadas y conformistas, son facilmente manipulables para cualquier tipo de propósito, en tiempos de convulsión social.
Ahora quizás no lo veamos, pero llegado el tiempo puede que nos echemos las manos a la cabeza y nos preguntemos, con cara de incredulidad, ¿Cómo es esto posible?
Esta situación imaginada es la que cuestiona mi tolerancia con toda esa estulticia. Nos debe preocupar, no tanto la estupidez de las gentes, como la voluntad estupidizadora de los poderosos. Es hacia ellos que deberíamos ser intolerantes.
Tendría que estar terminando un quehacer casi urgente, pero el debate me ha abducido. Glup y adentro. Así que por aquí ando, saltando como en rayuela, de comentario en comentario. Pero con una diferencia. En el juego se iba del infierno al cielo. Aquí las perspectivas parecen infernales sin remedio.
ResponderEliminarEl medio, como apuntas querido Porto, no es malo. Se hace a menudo una mala utilización del mismo. El hallazgo de lo nuclear terminó con Hiroshima y Nagasaki. En la tele se pueden ver las mayores barbaridades imaginables (o en caso de mentes sensatas, inimaginables).
Mis padres, que son gente humilde, iletrada, y que tienen sus posibilidades de ocio tan limitadas como su movilidad (disfrutar del ocio requiere un aprendizaje en el que tiene mucho que ver el armarse desde la infancia de conocimientos), ven la televisión durante muchas horas por la tarde. Cuando voy a visitarlos, tiendo a ponerme de mal humor a causa de la programación que eligen. Ellos no entienden mi mal humor. Y a mí me entra un incómodo sentimiento de culpa. Me temo que en su caso (o en el mío, quién sabe), este problema se ha vuelto irresoluble.
Yo veo la televisión. Y no poco. Creo, además, que la aprovecho bien. No es tan difícil. Tengo televisión por cable y procuro ver películas recomendables y sin anuncios. A las nueve suelo ver los informativos. También el tiempo. Algo de fútbol los fines de semana. Y, de vez en cuando, algún debate político. Veo pocos documentales y me dan arcadas algunas bazofias de las que no sabría dar nombres. Procuro para estas cosas la memoria selectiva. Supongo que en el fondo soy un tipo de lo más tradicional.
Raciono y filtro, eso sí, el tiempo de mi hijo frente a la televisión. Forma parte de mis obligaciones educadoras como padre. Respeto a quien piensa que es mejor que los niños no vean ni por asomo la televisión. Deploro, sin embargo, a quien, por el contrario, permite que los retoños la usen de manera indiscriminada.
No sé cuál sería la solución para mejorar la programación. No todo lo arregla la educación. Se sorprendería uno de ver lo que se tragan algunas gentes cultas. Me temo que a menudo tiran demasiado las vísceras. Procuro mantener posturas liberales en muchos asuntos. En éste las tengo. No creo que se deba intervenir sobre la programación de las cadenas privadas –salvo que vulneren flagrantemente derechos o libertades públicas o incumplan deberes suficientemente reglamentados; a veces me temo que lo hacen sin que nadie intervenga del modo adecuado por miedo a ese gremialismo feroz que en profesiones como el periodismo es, además, tan influyente-. Pero sí creo que deben existir unas cadenas públicas –que sería suficiente con que fueran estatales, porque bastante agujero económico y manipulación política hay en las autonómicas- que aun no siendo rentables deberían imponerse una irreprochable conducta ética y una ejemplar programación. No hace falta para ello que emitan veinticuatro horas de música clásica, pero sí algún concierto todas las semanas. No es imprescindible que nos pongan todas las noches tras el telediario una tragedia clásica griega, pero sí que le dediquen un espacio al teatro (aquellos añorados Estudios 1 se seguían con devoción por una amplia audiencia). No debería exigírsele tampoco que a la hora de la sobremesa nos hablaran a diario de las novedades últimas en el ensayo filosófico, pero no estaría de más que en un programa asequible a mayorías se entrevistara a escritores o se hiciera un repaso somero de novedades editoriales.
El debate es apasionante. Y prueba de ello es lo mucho y bueno que se ha dicho en este foro improvisado. Como siempre, Portorosa, un placer leerte (a ti y a tus comentaristas).
Un fuerte abrazo.
Buenos días.
ResponderEliminarTaliesín, estoy de acuerdo contigo. A esos eslabones de cadena me refería.
La diferencia (si es que te he entendido bien y la hay) es que yo creo que el televidente es también responsable, en la medida de sus posibilidades (todos somos siempre responsables de cuanto decidimos, cada uno en la medida de sus posibilidades).
Por lo demás, de acuerdo: el sistema engorda así. El harakiri del que hablas consistiría en programas de televisión que aconsejaran salir a pasear, charlar o escuchar música.
Diarios, creo que también coincido contigo en varias cosas.
Insisto en que yo hablo del uso de la tele más que de la tele, porque es lo que no soporto: el estado actual.
No creo que haya que dirigir la programación privada, pero sí cuidar la pública (e impedir lo ilegal, claro, pero supongo que eso cae de cajón y ya pasa). Porque la televisión no sólo es una herramienta educadora sino que es una de las más poderosas e influyentes.
Me encanta lo que dices de disfrutar el tiempo libre (de algo parecido empecé a hablar hace unas semanas, comentando lo que eso variaba en las sociedades de alto nivel de vida). Hay vidas que han sido demasiado duras como para saber, ahora, disfrutar. Así de simple. Incluso yo diría que les cuesta admitir que se pueda disfrutar, porque eso sería subrayar las penalidades pasadas.
Y claro que el ocio requiere tener recursos; no que haya que ser capaz de leer el "Ulises", pero sí saber emplear el tiempo en algo diferente a trabajar (toda mi vida le he oído a mi padre, referido a conocidos, "Pobres, que no saben estar sin hacer nada, que sólo saben trabajar").
Con respecto a los niños, no hay que ser un talibán anti-tele. Yo vi el cielo abierto cuando el pediatra de nuestra hija nos dijo que hasta los 3 años o así no le pusiésemos la televisión, que no la estimulaba nada sino todo lo contrario (que la embobaría y le haría estar más pasiva). Y lo vi, porque yo ya creía que, aunque no fuese el demonio ni nada parecido, había miles de alternativas que serían mucho mejores para ella; y no sólo para hacerla más lista ni doña perfecta, sino para pasarlo bien. Claro que esas alternativas exigen más esfuerzo por parte de los padres (la tele, ninguno), razón por la cual no tienen tanta aceptación...
En fin. Hacer de sociólogo me tienta tanto como dármelas de psicólogo, y estoy seguro de que meto, también, tanto la pata.
Gracias por esta conversación, y un abrazo.
Diarios, con respecto a la educación vs. cultura, ¡buf!
ResponderEliminarEs que hace un año hablé sobre qué creía yo que era ser culto y salí escaldado, porque me lie lo indecible.
Digamos que para mí alguien puede ser un erudito y no tener ni idea de nada... ¿?
Por si tienes muuuuuucho tiempo: lee, lee, pero está todo muy liado.
Voy rápido.En un primer paso he leido el artículo y digo AMEN...con un poco más de tiempo pasaré a comentar algo de lo que me parece
ResponderEliminarun fuerte abrazo y un interesante tema
Hola, Max. ¡Qué bien, un comentario breve que no tengo que contestar...! ;D
ResponderEliminarUn abrazo.
Ahora que con tiempo puedo leer este tema con suficiente cuidado me gustaría decir que estoy en completo acuerdo con DR, salvo en lo de los documentales. Yo también tengo televisión por cable y exceptuando alguna que otra película de calidad para mi, el resto me dejo seducir por los documentales.
ResponderEliminarLos informativos son sesgados y parciales, están mediatizados en grado sumo y mal hechos, parece como si los periodistas actuales (lo siento por algunos) fueran analfabetos de su profesión.
Ayer mi mujer inyentó en vano contactar con la cuatro para aclarar que la información que daban sobre el asunto de las clínicas abortistas era errónea y, en algunos casos, falsa. No pudo, fue imposible que cogieran el teléfono. El resultado, según ella, sería que esta mañana cientos de mujeres, nerviosísimas, pensarían que estaban cometiendo o habían cometido un delito.
No es la primera vez, casi cada día pasa lo mismo tanto en las noticias más importantes como en las más nimias. Lo del 11M lo podemos extrapolar incluso en las noticias sobre la violencia de género. Hace unos meses a una conocida mía fue acuchillada salvajemente por su excompañero en plena calle, la noticia salió por todos los medios, no se parecía en nada a la realidad, y eso que los periodistas no pararon de molestar a la familia para “informar”.
¿Rectificaciones? ¿Para qué? No habría suficiente papel, no quedaría espacio para las nuevas noticias.
Hace años mi mujer denunció que en algunas famosas clínicas de Barcelona se estaba cometiendo “owebooking”, lo hizo con documentación y en dos medios de comunicación distintos. Dichos medios se presentaron en las clínicas para contrastar la información, la situación se arregló gracias a la polvareda ocasionada pero la noticia no se parecía en nada a la denuncia ni a lo que las clínicas presentaron como excusa. Inexactitudes, falsedades inventadas, fantasías del periodista... había de todo. Lo gracioso es que si se contrastaba la noticia en los diferentes medios, las diferencias eran abismales.
Y así, una tras otra, una tras otra...
Los medios, sean o no audiovisuales, no deberían ser nunca controlados por el gobierno. Los minutos de publicidad, la distribución del producto emitido o el producto en sí deberían ser siempre libres. La sociedad liberal, la libre competencia deberían hacer el resto: eliminar, encumbrar, hundir, etc. A los que a cada sociedad interesa.
¿Música clásica? ¿Documentales?
¿Por qué no?
Tal como hay canales de pornografía, el National Geographic o los Cuarenta principales pueden haber canales de música clásica; todo es ponerse en ello. Hoy en día instalar un nuevo canal televisivo es algo barato, solo se necesita una pequeña inversión y los permisos necesarios.
¿Los programas que atentan la seguridad, intimidad, honorabilidad del ciudadano?
Pues cada uno debe asumir su responsabilidad. El legislativo debe legislar sobre el tema para que no existan diferentes puntos de vista, para que los jueces, ante cualquier denuncia, puedan intervenir como hacen con la pornografía infantil.
La morbosidad siempre existirá, la mente enferma del teleespectador, en caso de excitarla, nunca la podremos soslayar. Solo persiguiendo el delito lo podremos conseguir.
Ya me dirán ustedes qué sucedería si algunos presentadores y productores terminasen en la cárcel, y algunos teleespectadores reincidentes del programa recibiesen la visita de un psicólogo en casa haciendo preguntas. Pues sencillo: mucha gente es temerosa, necesita que le digan lo que está bien o mal, necesita que les prohíban lo evidente...
Un saludo.
Lo suscribo todo.Fíjate que ahora están saliendo en DVD colecciones de antiguos programas como el magnífico A Fondo,insuperable.Lo que realmente me preocupa en como ha manipulado la mente de la gente.Por ejemplo,mi madre le gustaba en el pasado ver películas de cuyos ciclos eran Billy Wilder,Buñuel,etc.Ahora,cuando hace zaping,pasa por delante de una gran película y su mente va directa a las salsas rosas y todas esas putas mierdas de programas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Machuca: No veo manipulación por ninguna parte. Antes no había programas del corazón y la gente tenía que conformarse con Wilder o Buñuel. Ahora pueden elegir. Si mucha gente prefiriese a Wilder o Buñuel las televisiones estarían todo el día poniendo sus películas.
ResponderEliminarSupongo que el nuevo contrato social es este, es lo que hay, una variante del ojo del gran hermano. Ya lo dijo el poeta: el ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve.
ResponderEliminarAlgo parecido creo que sucede con la tv, es ella la que nos mira y acaba educándonos la mirada... y lo que no sale en la tv no existe.
No vemos, somos vistos, por publicistas, anunciantes,programadores, analistas, periodistas, políticos, sociólogos, curas, abogados... y demás ralea.
PS: Recuerdo haber visto Barrio Sésamo con mi hija mayor, que ahora anda investigando en cáncer. Quién me iba a decir que Epi y Blas seducían a la infantil audiencia porque sugerían una relación homosexual y que la gallina Caponata actuaba bajo el influjo de las drogas... Lo tenemos que hablar un día de estos...
Me apunto a la perspectiva de lector en la sombra. Ese ojo que Orwel proyectaba en el futuro de 1984, estaba de antes, inscrito en un triángulo y su función era hacernos objetos de permanente evaluación. Pensad en los siglos que ese ojo nos ha estado supervisando y entendereis por qué alienta tan poca vida en nuestras almas y nos conformamos con el "paraiso" de la TV.
ResponderEliminarPortorosa, biopolitical. Acepto la capacidad de la persona para elegir . Pero, bajo la metáfora liberal de "libertad de elección", se esconde el truco de tener que elegir entre productos del mercado, perfectamente coordinados, mediante estudios de mercado, para realizar una oferta a la que no poderse resistir. Magnífica técnica de ventas: ¿lo quiere rojo o azul? A eso se limita la libertad de elección.
Por cierto el mote biopolítical me sugirió, por asociación, otra metáfora para abordar el tema: la infección, la toxicidad de los mensajes de los "medios". ¿y si al final estamos infectados de un virus (consumista) que nos entra a través de la tele, por ejemplo, y esperamos nuestra redención, convalecientes frente al sofá, ansiosos de que nos ofrezcan una medicina que "elegir"?
Salud
Taliesin: ¿Qué es eso de "realizar una oferta a la que no poderse resistir"? Eso no existe. El caso que más se acerca es el del gobierno cuando nos obliga a pagar impuestos por unos servicios que no queremos; por ejemplo, cuando nos obliga a pagar la televisión pública aunque no la veamos.
ResponderEliminarLa idea de que los estudios de mercado y el márketing aseguran el éxito es absurda. Muchos tienen esas herramientas a su alcance, pero pocos acaban teniendo éxito. Así es la competencia.
Si piensas que, aparte del rojo y el azul, los consumidores también queremos el verde no tienes más que ofertarlo. Lo que no puedes es obligar a los demás a que lo oferten por ti. Así es el mercado y la libertad de elección: no obliga a nadie a nada (al contrario que el gobierno).
Tienes toda la razón al negar la oferta irresistible. En realidad sólo es irresistible una oferta cuando se piensa desde la metáfora bio política de la inoculación del virus del consumo. Digamos, desde esa perspectiva, que la fuerza coercitiva del libre mercado es más insidiosa y menos declarada que la de hacienda. Pero tiene su fuerza, porque quien no consume no es. Y esto se ve muy claro en los niños, y es lo que hace tan dificil a los padres el prohibirles ver la televisión, cediendo a sus deseos de tener algo perfectamente prescindible. Saben, los padres, que si no se es un poco condescendiente con ellos, puedieran quedar marginados en su sociedad infantil. Es decir, puedieran llegar a cargar con una identidad negativa. Pero también se aplica a los adultos, aunque éstos sean inconscientes, como los niños, de cómo se generan sus decisiones en esa pasión por ser alguien.
ResponderEliminarPor cierto, me parece muy bien que también haya el verde. Lo ideal sería tener el arco iris completo, todo un símbolo de lo inalcanzable del deseo para nuestras humanas manos. Si le llamamos vida a esa excitación del deseo que genera los arcos iris del mercado, ¡estupendo! ¡A vivir! (los que puedan).
es un círculo vicioso. No se puede educar si no hay un entorno que favorezca esa educación. Y una televisión privada que cotiza en bolsa y reparte dividendos con el dinero generado por la publicidad, no es "un entorno que favorezca la educación", sino un negocio.
ResponderEliminarEl tema sería, ¿es legítimo que se usen como negocio privado sin responsabilidades sociales las frecuencias del espectro que son propiedad del Estado y que éste cede a esas empesas? supongo que sí, pero con ciertas condiciones.
Habras comprobado que no estás solito....
ResponderEliminarSaludos
Taliesin :)
ResponderEliminarEfectivamente, quien no consume no es, porque se muere. Pero además de ser necesario para sobrevivir, consumir es divertido. Y es especialmente divertido cuando se hace con los demás; o sea, compartiendo.
Lo triste sería consumir muy poco o consumir en total aislamiento. Así que me parece lógico que los adultos y los niños consuman y que lo hagan de forma compartida. Por ejemplo, me parece lógico y divertido que existan las modas.
Piensas que el libre mercado es más coercitivo que hacienda. Cuando te compras un helado de fresa en lugar de uno de chocolate, o en lugar de chupachups, o en lugar de ahorrar tu dinero, te sientes coaccionado. En cambio te sientes libre cuando el Estado destina una parte de lo que tú ganas a subvencionar a la Iglesia Católica, o a las patronales, o a los sindicatos, o las corridas de toros. A mí me ocurre al revés.
La televisión en general es mala y aburrida (como también lo es el cine o lo que se puede leer normalmente en cualquier periódico). Pero si tengo que escoger, prefiero cualquier tontería intrascendente que la programación que se vende como «de calidad», que yo siento como infinitamente más perversa. Un amigo me dice que la función de la televisión hoy es que nos reíamos de ella, de los que salen en ella y que los hagamos responsables de todo lo que no nos gusta de nosotros mismos: dice que nosotros somos la televisión, sin más.
ResponderEliminarPor otra parte, con todo lo dicho, siento que soy injusto. Y que lo mismo habrán pensado sobre cualquier nuevo medio en toda la Historia. Cuando se inventó la imprenta, la elite se lamentó de la pésima calidad (en comparación con la belleza de los manuscritos iluminados) y de la chabacanería de la mayoría de los títulos editados: historias picantes, asesinatos macabros, cotilleos sobre los grandes.
¿De qué me suena?
Bueno, esto daría para mucho más. Pero creo que quedan unas cuantas opiniones que, al menos a los cuatro que venimos aquí, algo nos aportarán. Aunque sólo sea desahogarse y pasar un rato sin ver la tele.
ResponderEliminarMuchas gracias, damas y caballeros.
Abrazos.
Es preciso hablar de la televisión, por la importancia que tiene en la sociedad. Y por lo general la gente que habla de la televisión siempre dice que no ve la televisión. Pero lo cierto es que su influencia es muy grande. Y es preciso analizar lo que transmite, los valores, los principios, los modelos de conducta, los aspectos morales, etc. Hay que verla con criterio y saber denunciar que el hecho de que un informativo empiece a utilizar técnicas de "reality show", al estilo: "en breves momentos les informaremos de...", resulta indecente, y más si lo que están anunciando es una tragedia.
ResponderEliminarTe recomiendo un libro de Mariola Cubells que se titula “Mírame, tonto”. Se trata de una periodista que trabajó en la televisión autonómica valenciana y sabe de lo que habla. Tremendo. Un escándalo la falta de escrúpulos… Ahora escribe una columna en el periódico gratuito "adn" y no suelo perdérmela.
Un saludo.
Acabo de darme cuenta, buscando en Google, que las columnas de "Adn" de Mariola Cubells se pueden leer en forma de blog:
ResponderEliminarMariola Cubells
(perdona los comentarios suprimidos, eliminalos del todo. Me estoy armando un lío para poner un enlace aquí)
Totalmente de acuerdo, Miguel.
ResponderEliminarCon respecto a lo que dices sobre los informativos, es extensivo a todo cuanto programa se las dé de serio. Como dice Juanjo, hacen mucho más daño esparciendo sandeces con su supuesta credibilidad.
Tomo nota de las dos recomendaciones, la enlazada y el libro.
Gracias. Un abrazo.
Querido Portorosa:¿Puedo opinar?
ResponderEliminarHago esta pregunta porque teniendo en cuenta que tengo el encefalograma plano y que pones en duda mi interes por casi nada....Si,si, confieso mi culpabilidad: VEO GRAN HERMANO.
No pretendo, con mi ignorancia, demostrarte que estás equivocado porque estoy segura de que tienes
toda la razón.
En lo unico que tengo una pequeña discrepancia es en que,desde mi ignorante punto de vista,le das demasiada importancia a la caja tonta y la culpas de potenciar unos males que siempre han existido: la violencia verbal,las calumnias ,difamaciones etc,etc,etc...No hace falta salir en la tele para que la gente irrumpa en tu vida privada sin ningún respeto y sé de lo que hablo.
De todos modos, te felicito por haber encontrado la solución perfecta: Con no tenerla o no encenderla ya tienes la batalla ganada en tu casa (la guerra con los que te rodeamos la tienes perdida).
Te felicito,de nuevo,por la atención que has despertado y,por primera vez, estoy totalmente de acuerdo con todas las opiniones que acabo de leer.
P.D.: No me pondré mote porque me acusas de ser poco creativa e, incluso, vulgar.
Mis acusaciones son generalizaciones. Que no es que esté muy bien, pero al menos me permite decir que tú en concreto puedes ver GH y ser la persona más interesante del mundo. Aunque, como he dicho, para mí en principio sea un dato que juegue en tu contra.
ResponderEliminarYo no acuso a la tele de ser la creadora de esos males, pero sí de potenciarlos, como bien dices. Ya sé que existían antes. La acuso de caer en ellos, y de arrastrar consigo en su caída a millones de personas. Aunque sólo sea por una cuestión cuantitativa, veo razones de peso para tomarla con ella. Y no sólo eso; ha hecho de algo considerado un defecto un entretenimiento generalmente aceptado. Y eso me parece de lo más criticable.
Sí tengo tele. No la tuve, pero llevo años con ella, y creo que soy un mal televidente (razón por la que para mí la solución fácil sería no tenerla).
La batalla... sí, la batalla está perdida, en conjunto, aunque hay núcleos irreductibles que resiten todavía y siempre al invasor. :)
Espero que no me lo tomes a mal. Y no te escondas, mujer. Eres bienvenida.
Concordo.
ResponderEliminarEfectivamente so hai unha solución visible: educación.
Saúdos
Saúdos, Chousa (hai outra chousa que para min e moi importante, noutro sitio), e benvida.
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