Fin de semana
Ayer, a las diez y media de la mañana, cogí el tren de la costa.
Me gusta viajar en tren. Aquí son muy poco útiles, lentísimos y escasos; y con el resto de España más que unirnos nos separan. Pero, como no dependo de ellos, me gustan. Me parece un medio de transporte romántico y tranquilo, donde disfrutar de que te lleven, de no tener que atender a nada.
Me gusta esa sensación de pasar por la puerta de atrás de las casas.
A mí el tren, estos trenes, me parecen de otra época. Como las estaciones y los apeaderos. Mi padre, de pequeño, quería ser uno de esos jefes de estación de gorro rojo; y en cierto modo llegó a serlo, hace años.
Hace demasiado calor, pero estoy a gusto. Leo y miro por la ventana. Veo vacas, claro, el símbolo de la Galicia rural, y pasamos por túneles de árboles en los que las ramas nos van rozando.
Llego antes de lo que pensaba, y bajo al pueblo con mi maletita y mi paraguas. Y entro en un café-bar (pues un verdadero café-bar era). Naturalmente, me observan. Las conversaciones continúan, y yo escucho y, poco a poco, me voy atreviendo a mirar, hasta que con la vista me incluyen entre los oyentes y acaban hablando, en buena medida, para mí, que al fin y al cabo soy la novedad. Parece premeditado, pero unos hombres hablan de cuando en el puerto proyectaban cine mudo, y el de la manivela iba explicando la película.
El café está riquísimo.
Me acuerdo de Jesús (parece mentira en qué ha llegado a convertirse todo esto) y me pregunto si aquí es posible un Innisfree, algo como aquella cervecería; me pregunto si será posible en Innisfree, en realidad.
La dueña se sienta con otras dos clientas en una mesa. Al rato veo que llora. Apoya la frente en una mano y llora mirando el suelo. Las demás, todos los demás, la ven pero disimulan, siguen hablando como si nada, hasta que se le pasa.
Al ir a pagar, al fin pregunta "Buscabas a alguien, claro...". Le digo que no, le explico, le doy referencias; se acuerda de mí, de verano, de los niños.
Salgo, me voy. Veo un anuncio pegado en una farola. Lo típico. Salvo que en este dice Compro derechos de vacas nodrizas, y debajo el teléfono.
Ando hasta casa. Hace mucho viento, el mar, incluso en la ría, está picado y los chalanos no dejan de dar tumbos. Llego, abro la puerta, entro, cierro y empieza a llover. No parará, prácticamente, en todo el fin de semana.
Menos mal que vengo preparado.
Impresionante,...te estaba leyendo y era como leer a mi padre dos años atrás,..cuando etsba solo en as Neves (frontera Portugal),en su pequeña y acogedora casa de maestro.
ResponderEliminarMe has trasladado, a un lugar de paz,...pareces mi profesora de pilates...je,je,en fin
un besiño
Muy relajante. A mi también me gusta viajar en tren. Además he sido asiduo de los trenes de Galicia. Esos trenes de los que, contaba mi padre, te podías bajar en una estación, tomarte un vino, y aunque el tren hubiera echado a andar, aún podías cogerlo en marcha sin apretar mucho el paso.
ResponderEliminarQuizás viaje en ellos estas Navidades. Espero que la experiencia siga siendo buena, con permiso de mis trapecios.
Un abrazo Porto
Ese itinerario es precioso. Qué recuerdos. Leyéndote casi me han entrado ganas de volver a la estación y subirme a ese tren una vez más. ¡Y qué típico llegar al café-bar de pueblo y sentirte como el forastero que acaba de llegar al Saloon en una peli de vaqueros! Donde todo el mundo deja de hacer lo que está haciendo para mirarte y luego, unos segundos más tarde, continuar con la partida como si nada.
ResponderEliminarMirando la fotografía me he sentido como cuando de niña, en casa de mis abuelos, pasaba horas viendo llover a través de la ventana, absorta en mis pensamientos. Y he sentido la paz que por aquel entonces también sentía.
Gracias por este bonito relato.
Muy bonito, Porto.
ResponderEliminarHola, Porto, desde luego que es posible Innisfree, de hecho todo este texto es puro Innisfree. Me ha encantado. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bien, que os guste. Me alegro (me alegro, Jesús).
ResponderEliminarBuenos días.
Besos y abrazos.
Muy bonito, ya me veía dentro de la historia.
ResponderEliminarHe viajado mucho en tren y me encanta, me gusta su lentitud y ver todo lo que has descrito, lo que no me gusta naaaaada y si recuerdo de la niñez es lo mucho que llovía por allí, el ir a pasar el fin de semana y tener que estar siempre dentro de casa....y la verdad, es que este fin de semana fue de agua.
Seguro que lo disfrutaste y me alegro.
Bs.
La de veces que he ido en ese tren...¡qué paz transmite ese destino!
ResponderEliminarQué envidia de plan.
ResponderEliminarA mi también me encanta el tren. Ahora mismo es el único medio de transporte en el que se disfruta de la experiencia del viaje en si, no en la prisa por llegar ni en dejar un sitio para llegar a otro. Solo el placer del viaje.
Muy bien lo de presentarse en el bar y contar quién eres y a qué vas; ese detalle marcará la diferencia.
ResponderEliminarOjalá pueda ir antes de que llegue la primavera. Me encantará ver ese lugar con temporal.
Bicos.
LLS.
humm, parece pan de Cea el de la mesa...que recuerdos!!! y ademas de buen escritor, es buen fotografo, porque me parece a mi, que la imagen es como para portada de libro.
ResponderEliminarConozco esa grata sensación de subirse en el tren de la "Feve" para viajar a Vicedo. La estupenda visión de la salida del túnel que nos deja en el apeadero de Barquero, cuando se nos aparece ante nuestros ojos la imponente ría, después de haber transcurrido gran parte del viaje entre montes y eucaliptos.
ResponderEliminarCasi aseguraría que ese café lo tomó usted en el cafe-bar "Santo Domingo", y que incluso fuese Oliva, la dueña, la que lloraba. Es sólo una posibilidad. Se me ha pasado la imagen por la cabeza.
Y lo mejor de la foto, que es estupenda, es casi lo que no se ve. Vidreiro Beach a los pies...
Que usted lo haya pasado bien.
Ggrrr...
ResponderEliminarPor un momento creí que era mi padre!!
ResponderEliminarRiley, nos conocemos?
Eso quisiera saber yo.
ResponderEliminar¿Sabes que yo también pensé en él, o en una de vosotras, por el apellido?
Cierto. La imagen sería la portada perfecta del libro que el Señor de Portorosa tiene pendiente de escribir con todas esas cosas que aún no nos ha contado...
ResponderEliminarM Y T, no tengo el gusto de conocerla. Al menos no conscientemente.
ResponderEliminarEs que el café de Oliva, si es hecho por ella, está bueno. O eso oí, que yo no soy muy cafetero.
: - D
Y, bueno, tampoco pretendo molestar ni jugar al escondite, es sólo que si el señor Portorosa se dedica a mostrarnos fotos de su Paraíso de fines de semana me entra la nostalgia y no me contengo.
Ni falta que hace, Riley, no se contenga usted. Y juegue cuanto quiera, que no me molesta nada.
ResponderEliminar¡Teresa, cuánto tiempo, qué alegría! Pero, amiga mía, yo no tengo mucho que contar...
Molestar? para nada, solo que al describirlo todo dando a entender que lo conoce muy bien...ummmmm.... pero si dice que no nos conocemos.... además el nombre con el que aparece hizo que me entrara aún más curiosidad por el parecido con el apellido de mi padre (incluso llamé para preguntárselo).
ResponderEliminarNo tiene mayor importancia.
Qué magnífica entrada.
ResponderEliminarEl viaje en tren, el café-bar, las lágrimas, la lluvia, el mundo a través de la ventana...
Otra alegría: Diarios.
ResponderEliminarGracias. Y gracias por el elogio. Un abrazo.
A ver todo eso, a ese ritmo de la vida tan bien contado y que contagia, solo se puede llegar despacio.
ResponderEliminarTe apuesto lo que quieras a que si hubieras ido en coche, tenso, no te habría sucedido nada de eso. O te habría sucedido pero no te habrías enterado.
Un placer de vida (y escritura), Señor de Portorosa.
Ostras por fin aparecio NáN!!!!!,si lo extrañaba tanto!, y me preguntaba si estaria por algun "camarote" por alli dando vueltas, tomando bonamina para no marearse.
ResponderEliminarO quizas un whisky doble para marearse a gustito...Saludos NáN, y pareces el sensei de Portorosa o el maestro de literatura del novel escritor, porque tengo la impresion, que lo tuyo es la docencia.
Gracias, NáN, muchas gracias. Me alegro mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarRo, NáN enseña mucho. Basta conocerlo, estar con él.
Uy, Rociolat, es que tengo un montón de trabajo y cuando llego a casa estoy con 3 relatos simultáneos + las traducciones que hago de gratis para mi grupo (Globalízate), + y + y + xyz. O sea, que pasaba y leía, pero sin dejar nada.
ResponderEliminarHay una errata en lo que escribes, lo mío es la "indecencia", en lugar de la "docencia". En cuanto a lo que enseño (hablamos de otras cosas, que ahí sí que soy "muy decente), es lo de más sabe el diablo por viejo que...
Pero sobre todo aprendo, de tanta gente joven que sí tiene ideas.
Abrazos a todos... (y mucho ojo, que aunque no deje comentario os leo y me entero).
Parece que compartimos afición ocasional al ferrocarril.
ResponderEliminarMe ha recordado un viaje a Galicia en coche-cama. Me bajé en Sarria para empezar el camino y recuerdo un bar parecido al que describe.
Pasaré por aquí de vez en cuando.
Un saludo.
Bienvenido, está usted en su casa.
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